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Día 12 de cuarentena. Los policías me atrapan.

Después de esa semana las cosas iban relativamente bien. Los infectados por el virus seguían en aumento, pero la población en general ya había aprendido a comportarse dentro de lo que se espera que hagan las personas dentro de una cuarentena. Los supermercados y tiendas de primera necesidad seguían abiertos dentro de los horarios establecidos, no se veía gente deambular por las calles.
Como trabajo en la biblioteca nacional no pude seguir trabajando, de modo que me quedé en el departamento totalmente en soledad, con internet y subiendo varios kilos de más.
Cuando pasó otra semana las cosas me empezaron a pasar factura, dormir a las cuatro de la mañana y despertarme a las dos de la tarde no era muy conveniente para mi salud. Me sentía cansada casi todo el día. No había hablado con ninguna otra persona salvo con los que me llevaban los pedidos de comida rápida. El dinero nunca fue problema para mí, pero estar alejados de mis amigos de la facultad me dejó en una tremenda soledad.
Todos esos factores fueron suficiente excusa para arriesgarme a salir al exterior. Después del mediodía salí del edificio de departamentos, caminé varias calles y visité a Raquel. Omitiré los detalles de la reunión diciendo que fue una de las tardes las agradables que he pasado en mi vida, su compañía y la charla me llenaron nuevamente las baterías.
Como suele suceder cuando uno disfruta de un buen momento, el tiempo pasó volando. La preocupación de mi preciada amiga se me contagió. Faltaban diez minutos para que den las ocho de las noche. Me maldije por no haber puesto atención, se había decretado toque de queda a las de las ocho hasta las cuatro de la mañana y solo faltaban diez minutos en los cuales yo debía de recorrer las calles hasta mi departamento.
De seguro se preguntan por qué no me quedé esa noche a dormir con Raquel, que en su preocupación me había rogado que hiciera eso, la respuesta es sencilla: no lo sé. Con total imprudencia salí de su departamento y me dirigí al mío.
Faltaron menos de una calle para alcanzar el edificio cuando la policía me encontró. Una patrullera se colocó a mi lado y me detuvo, se bajaron dos agentes y otros dos se quedaron dentro.
- ¿Qué hace aquí señorita? Que no sabe que no puede salir.
- Ho... Hola, lo que sucede es que fui a la tienda pero estaba cerrada y se me hizo tarde oficial... - mentí con más nerviosismo que sentido común - Mi casa está a la vuelta...
- Lo siento señorita pero nos tendrá que acompañar.
El resto fue suplicas y regaños. Entré a la patrullera y dimos la vuelta en dirección a la comisaría. No estaba segura si iría a parar al calabozo, no era muy probable, quizás me regañarían y llevaría una anotación en mi antecedente policial. No era algo muy esperanzador, mi situación de extranjera podía empeorarlo todo.
Mis piernas temblaban ante las posibilidades, sentada en medio de dos policías en el asiento trasero de una patrullera no era un buen lugar para estar tranquilo, más si una es una infractora. Bloqueada en mis pensamientos experimente algo bastante extraño, totalmente contradictorio en esa situación: excitación. Del mismo modo en que una se siente levemente caliente al ver una película de terror. el miedo ante el peligro es un leve afrodisíaco, y mi corazón, queriendo salir de mi pecho no hacía mas que llevar esa sensación por todo mi cuerpo.
- ¿Seguros que no hay una forma en que me dejen ir oficiales? - dije con la voz más tierna y puta que a una mujer le puede salir y rogando nuevamente en ese tono de actriz pornográfica volví a rogar - les prometo que seré una niña buena.
No hubo más que decir, se miraron entre ellos, hablamos en código infantil acerca de la tremenda sacudida que me iban a dar y me prometieron que me soltarían después del castigo que me darían por portarme tan mal.
El conductor nos llevó en dirección al centro, donde existía un enorme parque y un pequeño bosquecillo, pero lo suficientemente espeso para que nadie nos moleste, aunque nadie estaba por las calles por el toque de queda que rompí.
He de admitir que tuvieron la amabilidad de armar un confortable colchón con sus abrigos y uniformes que la maleza suave y muerta acabo por dar el toque de comodidad final. No me resistí demasiado por el lugar, no vi a nadie cerca y el claro que eligieron estaba bastante guarnecido de las calles.
Me desnudé rápidamente sin ninguna emoción mientras ellos me elogiaban. Estaban tres de ellos y el cuarto se quedó cerca de la patrullera como vigía, por como hablaban de él era el novato y por lo visto me usaría al final.
Los que me leen ya me conocen, soy Eli, la pequeña Eli. Mis rojos cabellos caían sobre mi espalda y con la luz mortecina de la luna y de los faroles de la ciudad que se filtraba a través de los árboles resaltaban en mi blanca piel, mi corta estatura y mis grandes senos me daban el toque de sensualidad que necesitaba en ese momento.
Al parecer, funcionó.
- Sean gentiles.
Esas palabras fueron la chispa que detonó la pólvora. Los tres se abalanzaron sobre mí. Sus manos recorrieron cada centímetro de mi cuerpo. Me manosearon como si hace años no vieran a una mujer, quizás ese fuera el caso. Sentí sus manos entre mis piernas, rozando mis labios y entrando en ellos. No pude hacer gran cosa, a esas alturas ya estaba muy mojada me dejé llevar por sus caricias. Los tres oficiales eran bastantes altos y uno de ellos era prácticamente un señor, desconozco sus grados. Estaba totalmente indefensa a sus caricias, hecho que se recalcó cuando uno de ellos me introdujo un dedo el culo, di un saltito de sorpresa pero al instante me sujetaron, para sentir otro dedo dentro.
Tan rápido irían por mi pequeño tesoro, la situación iba de mal a peor. Siguieron metiendo extremidades dentro de mis orificios por unos minutos más. Sus vergas estaban tan duras que al chocar por mi cuerpo me empujaban en vez de doblarse.
Caía de rodillas cuando uno de ellos, con suficiente atención a mi clítoris hizo que un repentino orgasmo se apoderara de mí. De inmediato me encontré de frente a esas tres monumentales pollas. Abrí la boca para empezar a chupar, pero en vez de que yo sea la que hiciera el trabajo fueron ellos los que, apurados, fueron metiendo uno a uno sus penes en mi boca. No estoy segura si el mismo policía que me daba la polla era el que me sujetaba de la cabeza o si eran sus compañeros los que me atajaban, de ese modo fui oralmente follada en lo que debió ser la escena más brutal que ese bosquecillo haya visto. No se detuvieron con mis arcadas. A cada uno les habré hecho no menos de dos gargantas profundas. Ni me salve de tener en mi boca sus testículos. Cuando uno de ellos me metía su verga en la garganta los demás me atajan y me manoseaban. En tanto, con mis manos debía masturbarlos.
En el momento en que decidieron que ya era suficiente de sexo oral yo estaba con la mandíbula adolorida. No podía cerrar la boca, un hilillo de saliva caía hasta mis tetas que estaban tan empapadas como toda mi cara.
Lo siguiente fue una verdadera orgía, donde la única que recibió fui yo. Uno a uno se fueron acostando en el suelo y uno a uno tuve que montarlos. Los dos restantes estaban a mis costados y yp debía turnarme en chuparles el pene. Mis piernas no aguantaron mucho, las sentadillas no son mi especialidad y entre los tres duraban una eternidad, cuando iba agarrando el hilo otro se acostaba y dejaba reposar a mi semental, quien iba a parar a mi boca. Los monté hasta que ya no sentí mis piernas. Me dolían tanto que no estoy segura si me dolían más que mis otros agujeros, pues entre montada y montada alguno que otro pasó de estar en mi vagina a estar en mi ano. Y en mis sentadillas finales ya no tuve fuerzas para sostenerme de manera que las penetraciones eran totales.
Cuando fue obvio que ya no podía moverme fueron ello los que se movieron. Y se movieron bastante.
Seguí teniendo a uno de ellos debajo mío, pero esta vez era el quien con un violento movimiento de caderas me penetraba la vagina. En tanto, otro se colocaba detrás y tomándome por la cintura no daba cuartel a mi entrada trasera. El tercero se contentaba con dejar media verga en mi boca. la posición cambió solo cuando todos estuvieron en mis tres orificios. En mi vagina, en mi ano y luego en mi boca pude sentir el sabor de mis fluidos mezclados con el sabor de ellos.
El momento final fue el peor.
Uno de ellos se quejó de lo apretado que tenía el ano y de esa broma surgió la idea del segundo. Me lo iba a lubricar. Me colocó en cuatro patas y subiéndose arriba mío me empezó a penetrar por detrás. Sus penetraciones eran tan rápidas que no pude evitar gritar, estaba tan clavaba en el suelo que el oficial no tenía que hacer mas que dar brincos y meter su verga entre mis nalgas.
Lo sentí tan profundo que pensé que me volvería loca, debía de tener la polla más larga de los tres. Como me iba a lubricar con lo que presumí sería su semen no tuvo recaudos y aumentó la velocidad sin contenerse. Dejó caer todo su peso cuando eyaculó dentro mío. Sentí el cálido liquido dentro, debió de acabar por montones. El problema fue que acabó tan profundo que cuando saco tu pene el semen no se veía, de modo que me hicieron sentar de cuclillas y tuve que pujar hasta que el semen se derramó de mi ano. Los tres estaban mirando el espectáculo y festejaron cuando el blanco líquido
salió de mí.
Como ya estaba lubricada el que se quejo de mi estrechez me acostó boca arriba, cerró mis piernas y puso mis dos pies sobre su hombro izquierdo y sin ascos, ni tiempo que perder me penetró por mi ano. El ruido que provocaba mi recto lleno de semen siendo penetrado nuevamente era como el que un trapo mojado entrando en una cubeta. Fuera de la broma que habían armado el semen si sirvió como lubricación, mis piernas cerradas cerraban aun más mi orto y todo eso acabó en otro severo orgasmo. Ni siquiera me dí cuenta cuando el segundo policía eyaculó.
El último de los tres, el más maduro de todos, se acostó sobre mí. Abrió mis piernas y colocó un pie en cada hombre para luego echarse sobre mí. Eligió mi vagina para acabar y lo hizo tras unas pocas penetraciones, por suerte para mí por que entre estar doblada y aguantar su peso no iba a aguantar demasiado.
Quedé acostada entre el improvisado colchón, totalmente deshecha. Los tres policías empezaron a vestirse y fueron retirándose conforme estaban listos. Todos me dieron elogios y halagos. Me aseguraron que estaba libre y que iban a llevarme a casa. Con la cabeza aún dando vueltas me vestí como pude y fui tras ellos.
El camino de regreso sucedió como si la cogida de hace minutos no hubiera pasado. Hablaron entre sí y me aconsejaron medidas de seguridad ante la pandemia. Me llevaron hasta el edificio donde vivía.
El novato del grupo se bajó de la patrullera para que pudiera bajarme y me ayudó a salir del coche.
¡Me había olvidado de él!
- Pero faltaste tú.
- No te preocupes por mí - me respondió en tono amable.
- Si - se entrometió el más viejo de ellos - el se puede pajear después en su casa.
Todos estallaron en risas. Hasta el novato fue obligado a reírse de sí mismo.
No iba a permitirlo. Lo tomé de la mano y lo arrastré hacia un costado del edificio, donde había un pasillo que daba a las salidas de emergencia. No escuché las risas y las quejas de sus camaradas. Lo llevé ahí, bajé sus pantalones y empecé a darle la mejor mamada de su vida.
Aguanté mis arcadas y metí su verga hasta que sentí sus testículos en mi mentón. Tragué mi saliva para no ensuciar su uniforme y sacaba y metía su pene de mi garganta.
En su defensa debo decir que se tardó lo suyo en terminar pero no iba a dejar que se masturbara. Iba ser yo quién lo haga terminar. Tras intensos momentos me dijo que iba a eyacular y entonces hice lo que no estoy acostumbrada a hacer: abrí la boca e introduje su pene en mi garganta.
En ese momento eyaculó. El semen chocó contra el fondo de mi garganta y sentí salpicar y caer. Me dieron ganas de vomitar y una furiosa arcada hizo que me doblase, pero reuní todas mis fuerzas y mi voluntad, sujeté sus nalgas con ambas manos y no dejé que saliera de mi boca. Estuvimos así por unos minutos mientras yo evitaba morir ahogada y él derramaba sus últimas gotas entre espasmos.
Sentí como el pene iba perdiendo vigor y ese fue el momento en que lo quité de la boca. Lentamente lo saqué, respiré hondo y le dí un beso final en la punta. No había rastro alguno de semen. Todo había ido a parar dentro mío.
Ahora, después de un merecido baño y acostada en la cama de mi departamento por fin puedo descansar. Alguna que otra pomada contra irritaciones no me vino mal y va a pasar días hasta que vuelva a salir. Y recién ahora mi hago la pregunta de que fue en realidad lo que salí a buscar. ¿Quería estar con mi amiga? ¿Hablar con alguien? ¿Salir de mi soledad?
Sea cual fuera la pregunta la respuesta la conseguí. Todos necesitamos contacto.

Día 12 de cuarentena. Los policías me atrapan.

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Doble Penetracion

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follada

7 comentarios - Día 12 de cuarentena. Los policías me atrapan.

barnum77
Seguro que saldrías otro día después del toque de queda...😏
eli_zorch +1
Me conoces bien
barnum77
@eli_zorch nunca se conoce lo suficiente
Fabicordoba
hermoso relato eli como te gusta q te den por el orto mamu🥒🥒🍑🍑🍌
eli_zorch
jaja gracias. A mi tambien me encanta 😈
tincho_lvk
exelente relato ojala tenga la oportunidad de llevarte un pedido( trabajo en uber eats )y poder conocerte y si se puede probar ese culito
eli_zorch
Por mi no hay problema. Me encantaría ese tipo de delivery
eduar2_mix
Wow me imagino que tu quieres mas y mas pero creo que fue poco
eli_zorch
Si? A mi me parece que quede destruida jeje
may6369
Ya te extrañaba amiga, excelente relato como siempre, saludos Eli
eli_zorch +1
Holaaaa. También te extraño. Volví con mucho más