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(los nombres, oficios, y demás posibles datos de carácter personal han sido modificados para proteger la identidad de los implicados, empezando por yo mismo)
“Buenos días”.
Sara amanecía entre mis brazos. Estaba especialmente mimosa desde que le pedí matrimonio. No me quejaba, por supuesto. Era muy feliz con ella. Me besó con ternura y se pegó un poco más a mi.
“Empieza a refrescar. ¿Por qué tenemos que levantarnos? Es domingo”, protestó. “Quedémonos aquí todo el día”.
Todo el día no, pero… sí estaríamos toda la tarde. Nos costó un poco levantarnos. Sobre todo porque se aferró a mi y empezó a chupármela. Una forma tan bonita como cualquier otra de empezar el día.
Se lo tomaba con calma. Algo poco habitual en ella. Acaricié sus cabellos. Me sorprendió que en ese momento me tomara la mano y cruzase sus dedos con los míos. Su otra mano acariciaba mis testículos mientras su lengua continuaba jugando con mi glande. Succionó con los labios. Era buenísima. No tardé mucho en liberar mi primera carga del día.
“¿Te gusta ver así a tu nena?”, me preguntó traviesa, mientras un hilillo de mi semen resbalaba por la comisura de su boca.
“Me gusta mucho”, dije. Pensé que me plantaría un beso que me obligara a probar mi propio sabor, pero en su lugar pasó una pierna por encima de mí y frotó sus glúteos contra mi pene, logrando que dejase de estar flácido rápidamente y se irguiera.
“Vamos a por otro asalto”, dijo.
“Espera, cariño… ¿no te apetece descargar a ti?”, pregunté extrañado, ya que su erección apuntaba peligrosamente hacia mi.
“No te preocupes… seguro que consigues que me corra así”, provocó ella. “Vamos, amor…”
“Espera, espera... “, dije. “¿Te pasa algo?”
“Que te quiero mucho”, me dijo, y esta vez sí me besó. “¿Es que una chica no se puede poner mimosa con su novio?”, hinchó los carrillos en una falsa rabieta.
“¿Seguro que sólo es eso?”
Sara suspiró. La había pillado. Algo tenía en su cabecita. Se tumbó encima de mí y me miró directamente a los ojos.
“Mira, simplemente… que no me creo que esto esté pasando. Soy muy feliz contigo”
“Y yo contigo”
“No, es más que eso… Escucha. El día que me pediste quedar, yo… estaba en un momento muy malo. Terrible. Estuve a punto de decirte que no. Estaba asqueada conmigo misma”
“¿Qué dices?”
“Estuve una temporada con muchos imbéciles. Idiotas que sólo querían usarme como un juguete para sus pajas… un agujero para correrse me habían llegado a llamar tras descubrir que soy transexual. Así que me daba miedo lo que me pudieras pedir ese día”.
“Pero…”
“Pero tú me dijiste lo que querías probar. Y acepté. Y me gustó mucho. Habíamos tenido sexo como iguales. Buscando el placer del otro. Me hice ilusiones, aunque no me apetecía. Y cuando no pude más te pedí repetir. Y el resto ya te lo sabes. Eres mi salvación. Me demostraste que podía disfrutar con alguien”.
“Sara, yo…”
“Tú nada. Te lo debo todo, mi amor. Por eso me apetecía darte un día de placer”
“Pero por eso mismo. Nosotros disfrutamos buscando el placer mutuo… no puedo dejarte así…”
“Pues tócame mientras me tomas. Luego cambiamos. Pero quiero sentirte dentro ya… por favor”
Volvimos al jueguecito, pero un poco más intenso. Ella volvió a frotarse contra mi falo. No tardé mucho en tenerlo completamente tieso para ella. Y en ese momento aprovechó para introducírselo dentro. Los dos gritamos, había sido intenso. Empezó a rebotar encima de mí completamente descontrolada. Yo le acaricié el culo y a continuación empecé a pajearla. Su pene no tardaría en explotar en un orgasmo, y su lefa saltó manchando todo mi pecho mientras yo me corría dentro de ella.
“Gracias”, susurró ella, complacida. Se echó hacia adelante, encima de mi, y nos besamos tiernamente. Mi novia… no podía quererla más. Acaricié su melena. Ella me besuqueó por el cuello. “¿Te puedo hacer una pregunta?”
“Claro. ¿Acaso lo dudas?”
“Escucha… ¿tú disfrutas con mi pene?”
“Disfruto mucho, nena. Me has dado placer de un modo que no me hubiera imaginado”.
“¿Y has pensado qué pasará el día que… ya no esté?”
“Que voy a seguir contigo, mi amor. Seguiremos jugando y disfrutando del sexo. De otras maneras”, dije y volví a besarla. “No te preocupes por eso. Yo te quiero”.
“Y yo a ti”, añadió ella y volvió a besarme. “Quiero decirte que… hace unos días fui a una sex-shop”.
“¡Pero bueno! ¿Cómo vas sin avisarme?”, le reñí, “¡Si me lo hubieras dicho podríamos haber buscado algo juntos!”
“Porque quería algo para ti. Es un sitio un poco especial”, me dijo. “Y me dijeron que podían hacer juguetes dedicados”.
“¿Dedicados?”
“Abre la mesilla”
Estiré la mano. La abrí y me encontré con una caja perfectamente blanca. No era de mal tamaño. Sara me miraba con ojos brillantes. Abrí la caja y no me creí lo que me encontré. Un dildo. Pero no uno de esos “prefabricados” que tienen todos la misma forma y características. Este parecía artesanal. Y me recordaba a algo… Joder, no me lo creí.
“¿Esto es…?”
“Sí” dijo ella, quitándome con suavidad el dildo de las manos y lo puso al lado de su rabo, apuntando hacia mi. “Es un dildo con mi pene como molde. ¿Te gusta?”
“Es… increíble, pero ¿cómo…?”
“No te enfades. Fui a preguntar y me dijeron que podían hacer dildos con forma de pene real. Solo hay que… bueno, llevar al modelo y como yo ya estaba ahí… Te aseguro que no fue nada sexual aquello. Simplemente me pidieron que lo tuviera erecto mientras sacaban la forma… Y unos días después me llamaron para decirme que estaba terminado. ¿Te gusta?”
“Es precioso… como el de verdad”, dije. Estaba realmente muy bien hecho. Joder, estaba incluso recubierto por algo que simulaba la piel del pene. Al hacerle una paja el glande asomaba. Qué bonito era.
“Me alegro de que te guste… pensaba que te podías enfadar conmigo. Pero creo que quedará como un bonito recuerdo que…”
La interrumpí cuando empecé a chupársela. La real, no la ficticia. Intentó resistirse, pero según ella, mi lengua es demasiado buena como para aguantar. Le tendí el juguete.
"Espera…Solo un momento, vamos a movernos", pidió Sara.
Se echó en el cabecero de la cama y yo continué lamiendo aquel falo. Besé su glande y le hice una paja lenta mientras seguía chupándosela. Mientras tanto, ella echó la mano al cajón de la mesilla y sacó un bote de lubricante. Echó una cantidad generosa sobre el dildo, lo extendió bien. Yo me encogí sin dejar de chupársela. Levanté una pierna para darle acceso. Sabía lo que me esperaba.
Suavemente ella empujó el dildo dentro de mi culo. De un solo movimiento lento. Era intenso… y de verdad era como sentirla dentro de mi. Jugamos de aquella manera, yo dándole placer con la boca mientras ella estimulaba mi culo. Sentí sus chorros en mis labios cuando se corrió mientras yo eyaculaba gracias al sexo anal.
“¿Qué tal, mi amor?”, le pregunté mientras nos recuperábamos.
“Mucho mejor, gracias a ti”, sonrió. “Te quiero mucho”
“Y yo a ti, mi princesa”, le dije. Me acerqué a ella y nos besamos. Aguantamos un momento ahí desnudos hasta que Sara interrumpió el beso.
“No te lo dije. Hoy viene alguien a hacernos compañía”, me contó. “¿Esperamos en el salón?”
“Claro. ¿Nos vestimos?”
“No hace falta”
Sonriendo fuimos al salón. Apenas me senté en el sofá alguien llamó al timbre. Sara me indicó que esperase y fue a abrir la puerta. Oí que se saludaba con alguien y luego vino al salón en compañía de otra encantadora joven. Yo sabía quién era, por supuesto, nos había presentado en alguna otra ocasión.
“Hola, Amelia”, saludé.
Amelia era la hermana de Sara. Y también era trans. La primera en darse a conocer así fue Sara, y sus padres no lo habían aceptado muy bien. Pero cuando Amelia les contó que también lo era, tuvieron que replantearse las cosas. No podían repudiar a sus hijas pese a no haber sido las cosas como ellos pensaban. Así que poco a poco las cosas se tranquilizaron, y Sara tuvo el apoyo de su hermana en momentos difíciles.
Había venido vestida con una camiseta negra y un pantalón vaquero. Sus tetas no eran tan grandes como las de su hermana, pero estaba buena, y hasta donde yo sabía, mantenía su pene.
“Disculpa, debería haber estado vestido”, dije. “Pero Sara ha querido hacerse la graciosa”.
“No me importa que estés así. Estáis en vuestra casa”, dijo Amelia. “Además, mi hermana me pidió que viniera por algo”.
“¿Ah, sí?”
Sara se sentó a mi lado en ese momento. Desnuda… si no hubiera estado Amelia delante en ese momento le habría hecho el amor. Intenté no fijarme mucho para evitar una erección no deseada. Sara me pasó una mano por encima, y Amelia se sentó delante de nosotros. Era raro, pero supuse que la confianza entre ellas dos era plena.
"Quiero que tengas sexo con Amelia"
"¿Cómo?"
"Sexo. Ya sabes. No digo que solo con ella, más bien pensaba en un trío”, me dijo.
“Buf. Hemos tenido sexo con amigos y lo hemos pasado muy bien, pero ¿con tu hermana? ¿No es un poco extraño?”, le pregunté.
“Puede. Pero fue entre las dos que descubrimos qué somos realmente. Es la persona que más quiero, sin contarte a ti, claro. Y mi pequeña Amelia no es capaz de encontrar un novio tan bueno como tú. Pensé que podrías darle esa alegría”, me dijo. “Si te parece bien, claro”.
Lo cierto era que no se me había pasado un detalle. Amelia llevaba toda aquella conversación mirando mi polla. Me había hecho el loco a base de mirar a Sara mientras hablábamos, pero obviamente la deseaba.
“Si mi cuñada necesita ayuda, yo se la daré”, dije, y ambas sonrieron. “¿Habéis hablado de algún tipo de límites?”
“Ninguno. Hasta donde te veas capaz de llegar, mi amor”, me dijo Sara y tendió la mano hacia su hermanita. “Voy a prepararla para ti”.
Con la confianza de quien lleva toda la vida, se puso detrás de Amelia y le quitó la camiseta. Eso me permitió ver sus tetas. Estaban desarrolladas. Efectivamente no tanto como las de Sara, pero eran bonitas. Luego le quitó el pantalón, y me di cuenta de las sexys bragas que se había puesto. Y efectivamente, su bulto. Sonreí.
“No te asustes, mi amor”, dijo Sara mientras le quitaba las bragas a su hermana. Y entendí por qué me lo decía. La polla de Amelia era grande. No algo monstruoso pero sin duda, más que la de Sara. Silbé de admiración. A esas alturas una polla no podía darme miedo. Amelia sonrió.
Me puse de pie y me acerqué a ella. Junté mi cuerpo con el suyo, permitiendo el roce de nuestras erecciones que Sara se ocupó de estimular. Besé a Amelia, suavemente, permitiendo que nos acostumbrásemos al otro. Noté su pene contra mi cuerpo. Diablos, tenía que probarlo. Besé su cuello y empecé a bajar y bajar por su delicioso cuerpo hasta llegar a la erección. Vista de cerca parecía aún más grande. Saqué la lengua y probé el sabor de su glande.
“Joder”, exclamó Amelia. “Sí que es bueno”
Ignoré el comentario y empecé a chupar su polla con ganas. Admito que no me la podía meter entera en la boca, estaba muy bien dotada, pero igualmente sabía darle placer. Sara debió sentir algo de envidia porque se agachó a mi lado. No me hizo falta preguntar lo que pretendía. Empezamos a compartir la erección de Amelia como si de un caramelo se tratara. Pronto Sara empezó a hacerme la paja y yo le correspondí.
“Sabía que eras el mejor novio”, comentó Sara sin dejar de disfrutar de la erección de Amelia. “No pensaba hacer esto pero al verte me he puesto cachonda”
“No te preocupes por eso, mi amor”, le dije, “vamos a corrernos los tres, ¿a que sí?”
Asintió y seguimos chupando aquel falo. Cuando Amelia nos avisó de que se iba a correr, Sara me cedió los honores. Continué chupando aquel pene hasta que se corrió en mi boca, y yo me corrí gracias a la paja que Sara me estaba haciendo. También logré que ella se corriera con mi mano. Joder, eso era el cielo o algo parecido.
“Ningún chico me había dejado hacer esto”, me dijo Amelia. Estaba a mi espalda, conmigo a cuatro patas para ella. Yo tenía delante a Sara, con su culo ofrecido para mi, y suavemente deslicé mi polla dentro de ella. “Me das mucha envidia, Sara”.
“Por eso he querido compartirlo hoy contigo”, dijo mi novia mientras gemía al sentir mi erección en su culo. “Sé buena con él”.
“Lo seré”, aseguró mientras dilataba mi culo. Había empezado metiéndome un dedo y lubricando con su saliva, y ahora tenía dos de ellos insertados dentro. Yo disfrutaba del juego, pero sabía que incluso así iba a sentir su poderoso falo muy pronto. "¿Puedo hacerlo ya?", me preguntó. "¿Estás preparado?"
"Lo estoy", dije, "Ten cuidado"
"Claro", me dijo ella y me besó en el hombro.
Sentí que su polla tocaba mi ano y suspiré. Su glande entró dentro de mi. Au. Dolía un poco. Me la sacó y volvió a metérmela suave. Entró un poco más. Buf. Casi era como la primera vez que había probado a jugar con mi culo. Me eché hacia adelante para besar los hombros de Sara mientras permitía a su hermana volver a penetrarme el culo. Lentamente tuve toda su erección dentro de mi. Sin duda era mayor que la de Sara.
Pero trató mi cuerpo de maravilla, moviéndose a un ritmo que no me hacía daño. Lentamente, acariciándome mientras sentía su falo dentro y fuera de mi. Al mismo tiempo yo me iba follando a Sara, y disfrutaba de aquella sensación con esas maravillosas mujeres. Empezamos a sincronizarnos, de modo que cada vez que Amelia me penetraba por completo yo se la metía a Sara. Y otra vez, y otra vez y otra vez.
“Esto es demasiado bueno”, me dijo Amelia. “Voy a correrme, rey”
“Yo estoy a punto…”, le dije “Sara, me corro, amor mío”
“Hazlo”, pidió ella, “yo también voy a acabar ya…”, dijo, “esto me encanta”.
Y me corrí dentro de Sara mientras ella también eyaculaba. Era una locura aquello. Y de pronto una cálida sensación inundó mi culo. Amelia se estaba corriendo dentro de mi. Disfruté de aquella invasiva sensación. Sonreí y me eché para adelante para besar a Sara, y luego me eché hacia atrás para besar a Amelia.
“¿Qué te ha parecido, hermanita?”
“Es maravilloso. Yo quiero uno”, comentó la joven mientras me daba un abrazo. “No puedes dejar que se escape”.
“No lo haré”
“¿Ya estás cansada?”, le pregunté a Amelia.
Pero no lo estaba. Simplemente ahora pretendía ser más sumisa. Tumbada bocarriba en nuestro sofá se entregó a mi, de forma que mi erección pudo deslizarse con cuidado dentro de su culo. Y como si fuera la típica situación, empezó a chupársela a Sara. Incluso en lo lascivo aquella imagen me parecía tierna. Estábamos teniendo sexo los tres, muy agradable. Amelia se entregaba a la perfección a mi cuerpo, y su cuerpo se movía al compás del mío cuando la follaba. Y Sara parecía disfrutar de aquella mamada.
Cuando me corrí inundando el culo de mi cuñada ella también se corrió, manchando su vientre con la lefa. Sara se corrió poco después. Habíamos dejado a Amelia bastante manchada, pero ella parecía feliz. Probablemente no había tenido muchas ocasiones de gozar de verdad en el sexo. Me sonrió desde su posición, y se sentó en el sofá. Tenía la oportunidad de conocer algo mejor a mi cuñada.
“Creo que he tenido una buena idea hoy”, comentó Sara.
“Eso creo”, respondí.
“Y eso que aún no estamos todos”, dejó caer mi novia.
“¿Todos?”
“Tienes razón. Creo que estoy lista”, dijo Amelia.
“¿Lista para qué?”, pregunté sin entender nada.
Pero no pude volver a preguntar porque Amelia subió encima de mi y me empezó a besar. Yo me dejé llevar por la situación, y no me di cuenta de que había sonado el timbre. Solo fui consciente porque de pronto hubieron dos voces de sorpresa. Me giré para mirar. Ana y Fernando habían venido de visita, y por alguna razón no se escandalizaban al ver a la hermana de mi novia subida encima de mi cuando estábamos los dos desnudos.
“¡Hola!”, saludó Ana. “Tú debes ser Amelia, ¿verdad?”
“Sí”, dijo ella, levantándose para saludar.
“Eres más guapa de lo que pensaba”, dijo dándose dos besos en la mejilla. “¿No crees, Fer?”
“Desde luego”, dijo este, embobado. Sin duda mi cuñada le ponía cachondo. También le saludó con dos besos. “Así que eres tú… madre mía”
“¿Decepcionado?”, preguntó Amelia.
“Al contrario, hoy va a ser genial”, dijo este.
“Vale, aquí sabéis todos algo menos yo. ¿Me lo explicáis de una vez?”, pedí.
Sara vino a por mi y me tendió la mano para que me levantase, y lo hice.
“He organizado una orgía con nuestros amigos”, me contó. “Quería que disfrutasemos de una tarde con ellos antes de mi operación. Por eso han venido Ana y Fer. Y pedí a Amelia que viniera porque sabía que también le vendría bien”.
“¿Y no me lo cuentas?”
“Quería darte una sorpresa”
“Pues me la has dado. No voy a negarme”, dije, encantado con aquella idea. “¿Vamos a empezar ya?”
“No, aún faltan más invitadas”, dijo Sara, y en ese momento sonó el timbre.
“Yo abro!”, dijo Amelia y fue a la puerta a abrir. “Hola, chicas”
Raquel y Lucía también habían venido a casa. Por supuesto, ya se conocían. Con quien no habían coincidido fue con Ana y Fer, y este parecía encantado por aquel ramillete de flores de los que nos íbamos a rodear esa tarde. Pues ya estamos todos, pensé yo, pero no. Sonó el timbre una vez más. Fue Sara quien se acercó a abrir. Yo no sabía quién más debía venir.
Y de pronto entró en el salón la última persona que pensé que aparecería. Bueno, casi. No era nadie de mi propia familia. Pero igualmente era inesperada.
“¡PAULA!”, grité.
Mi ex-novia. La mujer que había querido antes de conocer a Sara. Y que la última vez que había visto, fue la vez que echamos un polvo… y Sara nos interrumpió. Follamos los tres muy fríamente, y Sara la había echado de mala manera. Así que no entendía qué hacía allí.
“Hola”, saludó tímidamente.
“¿Qué hace aquí?”, pregunté mirando a Sara. Teniendo en cuenta que la última vez que se vieron Sara seguramente la hubiera asesinado. Pero ahora parecían, ¿amigas?
"Yo soy la primera sorprendida", dijo Sara, " pero verás. Hace algunas semanas, Paula me escribió. Un WhatsApp muy largo pidiéndome perdón por aquella ocasión en la que me engañaste con ella. Sin rencores", me dijo, pues yo me había puesto pálido. "Acepté sus disculpas, y bueno, presa de los celos le dije que mientras no se acercase a ti no pasaba nada".
"Y empezamos a hablar", siguió Paula, "poco a poco. Yo tenía curiosidad por su situación. Nada morboso, sé que estuvo muy feo despreciarla por… por tener pene".
"Y entonces entendí un poco mejor tu pasado", me dijo Sara. "No entendía por qué habías estado con esta idiota. Pero resulta que no lo era. Y empezamos a entablar amistad".
"En teoría yo no iba a venir hoy", explicó Paula. "De hecho le dije que no hacía falta que nos vieramos si eso le ponía celosa. Pero me dijo la idea que tenía. Y me ofreció venir. Pensé que estaría bien. Si a ti también te lo parece"
Miré a Sara. Necesitaba su confirmación. Y asintió con una sonrisa. Obviamente yo no me podía negar en esa situación.
"Bienvenida, Paula", le dije.
Ella me dio un abrazo. Era extraño, ya que yo estaba desnudo. Mi novia también. La hermana de ella. Y el resto de nuestros amigos mirando. Bueno. No era lo más raro que iba a ocurrir ese día. En vista de que todo el mundo parecía a punto, Sara dio la orden.
"Fuera la ropa", anunció. “Podéis dejar todo en mi habitación. Nos vamos a divertir aquí”, dijo con una sonrisa.
Ella, Amelia y yo esperamos a que todos fueran a cambiarse. Empezaron por turnos, y la primera en ir a desnudarse fue Paula. “Debe estar deseando que la folles”, me susurró Sara. La miré preocupado pero ella me dio un beso y me sonrió. No se enfadaba. De hecho miró con ojos lujuriosos a mi ex cuando volvió, sin ropa, a nuestro lado. Pero ella debía tenerle miedo, porque se puso entre Amelia y yo. Sentí que me acariciaba la pierna.
Raquel y Lucía fueron las siguientes en ir a quitarse la ropa. No tardaron mucho en hacerlo, y aparecieron rápidamente completamente desnudas. Tenía pinta de que esa tarde iba a ser muy muy fogosa. Nos miraron a todos, y lanzaron una mirada inquisitiva a Fer y Ana. Obviamente, estaban impacientes por empezar.
Ellos dos tardaron un poco más en aparecer. Salieron del dormitorio, algo cohibidos sin duda. Miraron al resto del grupo, y sonrieron tímidos. Puede que aquello fuera más de lo que habían esperado. Pero Sara parecía muy satisfecha. De reojo me fijé en que su polla estaba durísima, lista para entrar en acción. Incluso le goteaba el precum. Sonreí.
“Bueno, cuando queráis” dijo, y sin poder acabar la frase, Ana se lanzó a por ella. Parecía deseosa de empezar. Las dos se fundieron en un beso y se dejaron caer sobre la suave alfombra. A mi lado de pronto vi que Paula era atrapada entre los brazos de Amelia. La vi con un poco de miedo. Pero Amelia era un amor y Se ocupó de tratarla con cariño.
“Eso nos deja a vosotros para nosotras dos”, comentó Raquel mientras nos miraba a Fer y a mi. “¿Deberíamos elegir?”, preguntó a su novia. Lucía nos echó un vistazo.
“Sin ofender a Fer, pero a mi me apetece este gatito” comentó Lucía acercándose a mi. Me dio un beso y empezó a hacerme una paja. Qué rica. Lucía se acercó a Fer y empezó a hacer lo mismo que su novia. Joder. “Es una copiona. Tú y yo a lo nuestro”, dijo mientras me besaba por el cuello. “Hace mucho que no jugamos”.
“Lo sé, ¿y no me vas a dejar que te-?”
“No, grandullón, la primera corre de mi parte”, dijo mientras empezaba a besarme por el cuerpo y bajaba por él. No había dejado de manosearme el rabo en todo ese rato y de pronto se lo metió a la boca. Era muy buena. Me sorprendía, ya que hasta donde yo sabía, aparte de Raquel solo se veía con Sara y conmigo, y hacía mucho tiempo desde la última vez. Pero disfruté de aquella mamada que me estaba haciendo.
Miré a mi izquierda, y pude ver a Ana dedicándole una buena mamada a Sara. Ella le acariciaba el pelo mientras sonreía complacida. Obviamente Ana era una buena feladora. Miré a la derecha y me pareció muy tierno ver a Amelia de rodillas bajo Paula, comiéndole el coño con intensidad. Mi ex se las veía difícil para aguantar estar ahí en pie. Amelia parecía hipnotizada por el sabor de sus jugos. Y frente a mi, Fer recibiendo el sexo oral de Lucía.
“Ay, Raquel”, le dije. “No hace falta que me hagas eso”, añadí mientras me lamía los huevos. Cierto es que me ponía como una moto, pero me apetecía otra cosa. Ella parecía no escucharme. “Raqueeeeel…”
“Dime…” respondió sin dejar de chupármela. “No se debe hablar con la boca llena…”
“Pero yo quiero follarte”, le pedí, “sé buena chica”.
“Mmmm. Creo que tienes razón”, dijo y tras besarme el glande tiró de mi hacia el suelo. “Como tu sabes, porfa”.
Levanté un poco sus piernas antes de hundir mi polla dentro de ella. Mucho mejor, desde luego. Y cómo gemía, ni que fuera una actriz porno. Aproveché para manosearle las tetas. Me gustaban mucho. Con su pezón estuve jugando un poco y esta vez fue más natural en sus gritos.
“¿Esto te gusta?”, pregunté mientras se los pellizcaba. “¿Y esto?”, me llené la boca con su teta.
“Joder, sí… tenemos que hacer esto más veces” gimió Raquel, “fóllame, por faaaaaa, sííííí, me gustaaaa…”
Me corrí dentro de ella. Suspiró. No pasaba nada, tomaban la píldora. Fer por su parte se había corrido sobre el coñito de Lucía. Ana parecía muy satisfecha por la polla de Sara, y Amelia tenía entre sus brazos a Paula, extasiada por el orgasmo. Joder, había empezado bien la mañana. Sonreímos pero aquello apenas empezaba.
“Creo que esta chica tiene algo pendiente contigo”, dijo Amelia mientra separaba las piernas de Paula para mi. “Haz lo que sabes”
Me acerqué así a mi ex y me puse a punto para metérsela. Me miró con un poco de miedo, como si pretendiera hacerle daño. Le sonreí mientras suavemente se la metía. Había olvidado cómo era estar dentro de ella, pero me gustaba mucho. Me tomó la mano y empezó a lamerme un dedo, así que mientras me la follaba le metí sensualmente el dedo en la boca.
“No me creo que Sara… me deje hacer esto…” dijo como pudo, sin dejar de chuparme el dedo.
“Es una tía estupenda”, le respondí.
“Lo es… ahora lo sé…” gimió Paula. “Y me gusta poder hacer esto… aaaaaaah, sí, así me gusta”, gimió cuando cambié el ritmo de mis embestidas, “aún te acuerdas”
“Sí… y también me gusta”, le dije, sin apartar los ojos de ella continué follándola. Yo no tenía control, quería correrme de nuevo. No sabía si había algún límite establecido, pero Sara no me había dicho nada y yo me dejaba llevar. Inundé con mi semen el coñito de Paula y no dejé de metérsela de inmediato, sino que disfruté por un largo rato hasta que ya no podía más.
“Los demás no pierden el tiempo”, comentó Paula mientras me hacía una paja, y es que Sara se estaba follando a Fernando mientras este se la metía a Amelia; y Ana se veía dentro de un trío lésbico: le comía el coño a Raquel, y ella a Lucía y ella a Ana. Su primera vez con dos días y lo estaba haciendo de maravilla al parecer.
“Solo queríamos que saldárais la deuda”, dijo Sara. Su polla no se bajaba a pesar de haberse corrido, “pero queremos que os unáis a nosotros. Venid”.
Amelia me folló aquella vez, mientras yo le comía el coñito a Ana, y ella disfrutaba del sabor del coño de Paula. Mi ex tampoco había tenido experiencia con otras mujeres pero seguro que quedaba encantada por cómo veía a Ana hacerle el cunnilingus. Entretanto, Fer se follaba a Raquel y ella se besaba con Lucía mientras dejaba a Sara hacérselo por detrás. De pronto noté un escalofrío, pues mi cuñada había empezado a manosearme desde los huevos hasta el perineo. Me corrí suavemente empapando su mano mientras los jugos de Ana me llenaban la boca.
Fernando, Sara, Amelia y yo nos sentamos en el sofá para disfrutar de una buena mamada. Lucía vino conmigo, Raquel a por Fernando, y Ana a por Sara, ya que Paula quería devolverle el favor del principio a Amelia. Nadie dijo nada en contra, y los que estábamos en el sofá nos dimos de la mano para disfrutar del momento. Sara y Fernando empezaron a besarse, y Amelia no quiso ser menos y me besó.
Tuvimos muchísimo más sexo y se nos llegó a pasar la hora de comer. Llegó cierto punto en el que todos estábamos tan cansados que nos quedamos dormidos. De pronto alguien me despertó. Era Sara, me miraba con una sonrisa.
“¿Qué ocurre?”, pregunté.
“Ven”, susurró. “No hagas ruido”.
Aparté la cabeza de Fer, que me la había estado chupando antes de quedarnos dormidos, y la seguí hasta la cocina, y nos quedamos en la puerta. Asomamos la cabeza y me quedé sorprendido por lo que estaba viendo. Paula y Amalia dándose el bote. Mi ex estaba subida en la encimera.
“Amelia, me gustas mucho”, gemía mi ex, disfrutando de aquel momento en que Amelia le chupaba por todo el cuerpo.
“Y tu a mi, pero no hagas ruido o nos pillará mi hermana”
“Que nos pille” dijo Paula suspirando por la chupada de tetas que le hacía Amelia. “Quiero ser tu novia”
Aquello debió dejar sorprendida a Amelia, que de pronto se quedó paralizada. Paula tuvo miedo. Igual había hablado de más. Pero no, porque Amelia se lanzó a besarla. La envolvió con los brazos.
“Quiero. Quiero ser tu novia” sonrió. “Eres justo lo que he buscado”.
Vi que a Sara se le escapaba una lágrima. Me dio de la mano y nos alejamos sin hacer ruido.
“¿Sabes? Tuve un poco de celos cuando te vi con ella. Pero ya veo que no tuve por qué. Y mi hermana ha conocido a alguien especial”
“¿Aunque sea ella?”
“Sí. Ella es feliz y eso me basta. Y ahora, amor, hazme un poco de caso”.
Extendió las piernas para mi. Tanteé su culito, y me di cuenta de que estaba preparado para recibirme. Se la metí con cuidado y pronto su cuerpo se adaptó al mío. Acaricié y estimulé su pene mientras lo hacíamos. No necesitábamos decir nada. Simplemente dejarnos llevar por el momento, en que nos corrimos casi a la vez.
“¿Sabes que con nuestros amigos hay confianza para hacerlo cuando quieras?”, me preguntó.
“Cuando nos apetezca. Somos un equipo”, le recordé.
Sonrió. Éramos felices.
Somos felices.
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Todo el día no, pero… sí estaríamos toda la tarde. Nos costó un poco levantarnos. Sobre todo porque se aferró a mi y empezó a chupármela. Una forma tan bonita como cualquier otra de empezar el día.
Se lo tomaba con calma. Algo poco habitual en ella. Acaricié sus cabellos. Me sorprendió que en ese momento me tomara la mano y cruzase sus dedos con los míos. Su otra mano acariciaba mis testículos mientras su lengua continuaba jugando con mi glande. Succionó con los labios. Era buenísima. No tardé mucho en liberar mi primera carga del día.
“¿Te gusta ver así a tu nena?”, me preguntó traviesa, mientras un hilillo de mi semen resbalaba por la comisura de su boca.
“Me gusta mucho”, dije. Pensé que me plantaría un beso que me obligara a probar mi propio sabor, pero en su lugar pasó una pierna por encima de mí y frotó sus glúteos contra mi pene, logrando que dejase de estar flácido rápidamente y se irguiera.
“Vamos a por otro asalto”, dijo.
“Espera, cariño… ¿no te apetece descargar a ti?”, pregunté extrañado, ya que su erección apuntaba peligrosamente hacia mi.
“No te preocupes… seguro que consigues que me corra así”, provocó ella. “Vamos, amor…”
“Espera, espera... “, dije. “¿Te pasa algo?”
“Que te quiero mucho”, me dijo, y esta vez sí me besó. “¿Es que una chica no se puede poner mimosa con su novio?”, hinchó los carrillos en una falsa rabieta.
“¿Seguro que sólo es eso?”
Sara suspiró. La había pillado. Algo tenía en su cabecita. Se tumbó encima de mí y me miró directamente a los ojos.
“Mira, simplemente… que no me creo que esto esté pasando. Soy muy feliz contigo”
“Y yo contigo”
“No, es más que eso… Escucha. El día que me pediste quedar, yo… estaba en un momento muy malo. Terrible. Estuve a punto de decirte que no. Estaba asqueada conmigo misma”
“¿Qué dices?”
“Estuve una temporada con muchos imbéciles. Idiotas que sólo querían usarme como un juguete para sus pajas… un agujero para correrse me habían llegado a llamar tras descubrir que soy transexual. Así que me daba miedo lo que me pudieras pedir ese día”.
“Pero…”
“Pero tú me dijiste lo que querías probar. Y acepté. Y me gustó mucho. Habíamos tenido sexo como iguales. Buscando el placer del otro. Me hice ilusiones, aunque no me apetecía. Y cuando no pude más te pedí repetir. Y el resto ya te lo sabes. Eres mi salvación. Me demostraste que podía disfrutar con alguien”.
“Sara, yo…”
“Tú nada. Te lo debo todo, mi amor. Por eso me apetecía darte un día de placer”
“Pero por eso mismo. Nosotros disfrutamos buscando el placer mutuo… no puedo dejarte así…”
“Pues tócame mientras me tomas. Luego cambiamos. Pero quiero sentirte dentro ya… por favor”
Volvimos al jueguecito, pero un poco más intenso. Ella volvió a frotarse contra mi falo. No tardé mucho en tenerlo completamente tieso para ella. Y en ese momento aprovechó para introducírselo dentro. Los dos gritamos, había sido intenso. Empezó a rebotar encima de mí completamente descontrolada. Yo le acaricié el culo y a continuación empecé a pajearla. Su pene no tardaría en explotar en un orgasmo, y su lefa saltó manchando todo mi pecho mientras yo me corría dentro de ella.
“Gracias”, susurró ella, complacida. Se echó hacia adelante, encima de mi, y nos besamos tiernamente. Mi novia… no podía quererla más. Acaricié su melena. Ella me besuqueó por el cuello. “¿Te puedo hacer una pregunta?”
“Claro. ¿Acaso lo dudas?”
“Escucha… ¿tú disfrutas con mi pene?”
“Disfruto mucho, nena. Me has dado placer de un modo que no me hubiera imaginado”.
“¿Y has pensado qué pasará el día que… ya no esté?”
“Que voy a seguir contigo, mi amor. Seguiremos jugando y disfrutando del sexo. De otras maneras”, dije y volví a besarla. “No te preocupes por eso. Yo te quiero”.
“Y yo a ti”, añadió ella y volvió a besarme. “Quiero decirte que… hace unos días fui a una sex-shop”.
“¡Pero bueno! ¿Cómo vas sin avisarme?”, le reñí, “¡Si me lo hubieras dicho podríamos haber buscado algo juntos!”
“Porque quería algo para ti. Es un sitio un poco especial”, me dijo. “Y me dijeron que podían hacer juguetes dedicados”.
“¿Dedicados?”
“Abre la mesilla”
Estiré la mano. La abrí y me encontré con una caja perfectamente blanca. No era de mal tamaño. Sara me miraba con ojos brillantes. Abrí la caja y no me creí lo que me encontré. Un dildo. Pero no uno de esos “prefabricados” que tienen todos la misma forma y características. Este parecía artesanal. Y me recordaba a algo… Joder, no me lo creí.
“¿Esto es…?”
“Sí” dijo ella, quitándome con suavidad el dildo de las manos y lo puso al lado de su rabo, apuntando hacia mi. “Es un dildo con mi pene como molde. ¿Te gusta?”
“Es… increíble, pero ¿cómo…?”
“No te enfades. Fui a preguntar y me dijeron que podían hacer dildos con forma de pene real. Solo hay que… bueno, llevar al modelo y como yo ya estaba ahí… Te aseguro que no fue nada sexual aquello. Simplemente me pidieron que lo tuviera erecto mientras sacaban la forma… Y unos días después me llamaron para decirme que estaba terminado. ¿Te gusta?”
“Es precioso… como el de verdad”, dije. Estaba realmente muy bien hecho. Joder, estaba incluso recubierto por algo que simulaba la piel del pene. Al hacerle una paja el glande asomaba. Qué bonito era.
“Me alegro de que te guste… pensaba que te podías enfadar conmigo. Pero creo que quedará como un bonito recuerdo que…”
La interrumpí cuando empecé a chupársela. La real, no la ficticia. Intentó resistirse, pero según ella, mi lengua es demasiado buena como para aguantar. Le tendí el juguete.
"Espera…Solo un momento, vamos a movernos", pidió Sara.
Se echó en el cabecero de la cama y yo continué lamiendo aquel falo. Besé su glande y le hice una paja lenta mientras seguía chupándosela. Mientras tanto, ella echó la mano al cajón de la mesilla y sacó un bote de lubricante. Echó una cantidad generosa sobre el dildo, lo extendió bien. Yo me encogí sin dejar de chupársela. Levanté una pierna para darle acceso. Sabía lo que me esperaba.
Suavemente ella empujó el dildo dentro de mi culo. De un solo movimiento lento. Era intenso… y de verdad era como sentirla dentro de mi. Jugamos de aquella manera, yo dándole placer con la boca mientras ella estimulaba mi culo. Sentí sus chorros en mis labios cuando se corrió mientras yo eyaculaba gracias al sexo anal.
“¿Qué tal, mi amor?”, le pregunté mientras nos recuperábamos.
“Mucho mejor, gracias a ti”, sonrió. “Te quiero mucho”
“Y yo a ti, mi princesa”, le dije. Me acerqué a ella y nos besamos. Aguantamos un momento ahí desnudos hasta que Sara interrumpió el beso.
“No te lo dije. Hoy viene alguien a hacernos compañía”, me contó. “¿Esperamos en el salón?”
“Claro. ¿Nos vestimos?”
“No hace falta”
Sonriendo fuimos al salón. Apenas me senté en el sofá alguien llamó al timbre. Sara me indicó que esperase y fue a abrir la puerta. Oí que se saludaba con alguien y luego vino al salón en compañía de otra encantadora joven. Yo sabía quién era, por supuesto, nos había presentado en alguna otra ocasión.
“Hola, Amelia”, saludé.
Amelia era la hermana de Sara. Y también era trans. La primera en darse a conocer así fue Sara, y sus padres no lo habían aceptado muy bien. Pero cuando Amelia les contó que también lo era, tuvieron que replantearse las cosas. No podían repudiar a sus hijas pese a no haber sido las cosas como ellos pensaban. Así que poco a poco las cosas se tranquilizaron, y Sara tuvo el apoyo de su hermana en momentos difíciles.
Había venido vestida con una camiseta negra y un pantalón vaquero. Sus tetas no eran tan grandes como las de su hermana, pero estaba buena, y hasta donde yo sabía, mantenía su pene.
“Disculpa, debería haber estado vestido”, dije. “Pero Sara ha querido hacerse la graciosa”.
“No me importa que estés así. Estáis en vuestra casa”, dijo Amelia. “Además, mi hermana me pidió que viniera por algo”.
“¿Ah, sí?”
Sara se sentó a mi lado en ese momento. Desnuda… si no hubiera estado Amelia delante en ese momento le habría hecho el amor. Intenté no fijarme mucho para evitar una erección no deseada. Sara me pasó una mano por encima, y Amelia se sentó delante de nosotros. Era raro, pero supuse que la confianza entre ellas dos era plena.
"Quiero que tengas sexo con Amelia"
"¿Cómo?"
"Sexo. Ya sabes. No digo que solo con ella, más bien pensaba en un trío”, me dijo.
“Buf. Hemos tenido sexo con amigos y lo hemos pasado muy bien, pero ¿con tu hermana? ¿No es un poco extraño?”, le pregunté.
“Puede. Pero fue entre las dos que descubrimos qué somos realmente. Es la persona que más quiero, sin contarte a ti, claro. Y mi pequeña Amelia no es capaz de encontrar un novio tan bueno como tú. Pensé que podrías darle esa alegría”, me dijo. “Si te parece bien, claro”.
Lo cierto era que no se me había pasado un detalle. Amelia llevaba toda aquella conversación mirando mi polla. Me había hecho el loco a base de mirar a Sara mientras hablábamos, pero obviamente la deseaba.
“Si mi cuñada necesita ayuda, yo se la daré”, dije, y ambas sonrieron. “¿Habéis hablado de algún tipo de límites?”
“Ninguno. Hasta donde te veas capaz de llegar, mi amor”, me dijo Sara y tendió la mano hacia su hermanita. “Voy a prepararla para ti”.
Con la confianza de quien lleva toda la vida, se puso detrás de Amelia y le quitó la camiseta. Eso me permitió ver sus tetas. Estaban desarrolladas. Efectivamente no tanto como las de Sara, pero eran bonitas. Luego le quitó el pantalón, y me di cuenta de las sexys bragas que se había puesto. Y efectivamente, su bulto. Sonreí.
“No te asustes, mi amor”, dijo Sara mientras le quitaba las bragas a su hermana. Y entendí por qué me lo decía. La polla de Amelia era grande. No algo monstruoso pero sin duda, más que la de Sara. Silbé de admiración. A esas alturas una polla no podía darme miedo. Amelia sonrió.
Me puse de pie y me acerqué a ella. Junté mi cuerpo con el suyo, permitiendo el roce de nuestras erecciones que Sara se ocupó de estimular. Besé a Amelia, suavemente, permitiendo que nos acostumbrásemos al otro. Noté su pene contra mi cuerpo. Diablos, tenía que probarlo. Besé su cuello y empecé a bajar y bajar por su delicioso cuerpo hasta llegar a la erección. Vista de cerca parecía aún más grande. Saqué la lengua y probé el sabor de su glande.
“Joder”, exclamó Amelia. “Sí que es bueno”
Ignoré el comentario y empecé a chupar su polla con ganas. Admito que no me la podía meter entera en la boca, estaba muy bien dotada, pero igualmente sabía darle placer. Sara debió sentir algo de envidia porque se agachó a mi lado. No me hizo falta preguntar lo que pretendía. Empezamos a compartir la erección de Amelia como si de un caramelo se tratara. Pronto Sara empezó a hacerme la paja y yo le correspondí.
“Sabía que eras el mejor novio”, comentó Sara sin dejar de disfrutar de la erección de Amelia. “No pensaba hacer esto pero al verte me he puesto cachonda”
“No te preocupes por eso, mi amor”, le dije, “vamos a corrernos los tres, ¿a que sí?”
Asintió y seguimos chupando aquel falo. Cuando Amelia nos avisó de que se iba a correr, Sara me cedió los honores. Continué chupando aquel pene hasta que se corrió en mi boca, y yo me corrí gracias a la paja que Sara me estaba haciendo. También logré que ella se corriera con mi mano. Joder, eso era el cielo o algo parecido.
“Ningún chico me había dejado hacer esto”, me dijo Amelia. Estaba a mi espalda, conmigo a cuatro patas para ella. Yo tenía delante a Sara, con su culo ofrecido para mi, y suavemente deslicé mi polla dentro de ella. “Me das mucha envidia, Sara”.
“Por eso he querido compartirlo hoy contigo”, dijo mi novia mientras gemía al sentir mi erección en su culo. “Sé buena con él”.
“Lo seré”, aseguró mientras dilataba mi culo. Había empezado metiéndome un dedo y lubricando con su saliva, y ahora tenía dos de ellos insertados dentro. Yo disfrutaba del juego, pero sabía que incluso así iba a sentir su poderoso falo muy pronto. "¿Puedo hacerlo ya?", me preguntó. "¿Estás preparado?"
"Lo estoy", dije, "Ten cuidado"
"Claro", me dijo ella y me besó en el hombro.
Sentí que su polla tocaba mi ano y suspiré. Su glande entró dentro de mi. Au. Dolía un poco. Me la sacó y volvió a metérmela suave. Entró un poco más. Buf. Casi era como la primera vez que había probado a jugar con mi culo. Me eché hacia adelante para besar los hombros de Sara mientras permitía a su hermana volver a penetrarme el culo. Lentamente tuve toda su erección dentro de mi. Sin duda era mayor que la de Sara.
Pero trató mi cuerpo de maravilla, moviéndose a un ritmo que no me hacía daño. Lentamente, acariciándome mientras sentía su falo dentro y fuera de mi. Al mismo tiempo yo me iba follando a Sara, y disfrutaba de aquella sensación con esas maravillosas mujeres. Empezamos a sincronizarnos, de modo que cada vez que Amelia me penetraba por completo yo se la metía a Sara. Y otra vez, y otra vez y otra vez.
“Esto es demasiado bueno”, me dijo Amelia. “Voy a correrme, rey”
“Yo estoy a punto…”, le dije “Sara, me corro, amor mío”
“Hazlo”, pidió ella, “yo también voy a acabar ya…”, dijo, “esto me encanta”.
Y me corrí dentro de Sara mientras ella también eyaculaba. Era una locura aquello. Y de pronto una cálida sensación inundó mi culo. Amelia se estaba corriendo dentro de mi. Disfruté de aquella invasiva sensación. Sonreí y me eché para adelante para besar a Sara, y luego me eché hacia atrás para besar a Amelia.
“¿Qué te ha parecido, hermanita?”
“Es maravilloso. Yo quiero uno”, comentó la joven mientras me daba un abrazo. “No puedes dejar que se escape”.
“No lo haré”
“¿Ya estás cansada?”, le pregunté a Amelia.
Pero no lo estaba. Simplemente ahora pretendía ser más sumisa. Tumbada bocarriba en nuestro sofá se entregó a mi, de forma que mi erección pudo deslizarse con cuidado dentro de su culo. Y como si fuera la típica situación, empezó a chupársela a Sara. Incluso en lo lascivo aquella imagen me parecía tierna. Estábamos teniendo sexo los tres, muy agradable. Amelia se entregaba a la perfección a mi cuerpo, y su cuerpo se movía al compás del mío cuando la follaba. Y Sara parecía disfrutar de aquella mamada.
Cuando me corrí inundando el culo de mi cuñada ella también se corrió, manchando su vientre con la lefa. Sara se corrió poco después. Habíamos dejado a Amelia bastante manchada, pero ella parecía feliz. Probablemente no había tenido muchas ocasiones de gozar de verdad en el sexo. Me sonrió desde su posición, y se sentó en el sofá. Tenía la oportunidad de conocer algo mejor a mi cuñada.
“Creo que he tenido una buena idea hoy”, comentó Sara.
“Eso creo”, respondí.
“Y eso que aún no estamos todos”, dejó caer mi novia.
“¿Todos?”
“Tienes razón. Creo que estoy lista”, dijo Amelia.
“¿Lista para qué?”, pregunté sin entender nada.
Pero no pude volver a preguntar porque Amelia subió encima de mi y me empezó a besar. Yo me dejé llevar por la situación, y no me di cuenta de que había sonado el timbre. Solo fui consciente porque de pronto hubieron dos voces de sorpresa. Me giré para mirar. Ana y Fernando habían venido de visita, y por alguna razón no se escandalizaban al ver a la hermana de mi novia subida encima de mi cuando estábamos los dos desnudos.
“¡Hola!”, saludó Ana. “Tú debes ser Amelia, ¿verdad?”
“Sí”, dijo ella, levantándose para saludar.
“Eres más guapa de lo que pensaba”, dijo dándose dos besos en la mejilla. “¿No crees, Fer?”
“Desde luego”, dijo este, embobado. Sin duda mi cuñada le ponía cachondo. También le saludó con dos besos. “Así que eres tú… madre mía”
“¿Decepcionado?”, preguntó Amelia.
“Al contrario, hoy va a ser genial”, dijo este.
“Vale, aquí sabéis todos algo menos yo. ¿Me lo explicáis de una vez?”, pedí.
Sara vino a por mi y me tendió la mano para que me levantase, y lo hice.
“He organizado una orgía con nuestros amigos”, me contó. “Quería que disfrutasemos de una tarde con ellos antes de mi operación. Por eso han venido Ana y Fer. Y pedí a Amelia que viniera porque sabía que también le vendría bien”.
“¿Y no me lo cuentas?”
“Quería darte una sorpresa”
“Pues me la has dado. No voy a negarme”, dije, encantado con aquella idea. “¿Vamos a empezar ya?”
“No, aún faltan más invitadas”, dijo Sara, y en ese momento sonó el timbre.
“Yo abro!”, dijo Amelia y fue a la puerta a abrir. “Hola, chicas”
Raquel y Lucía también habían venido a casa. Por supuesto, ya se conocían. Con quien no habían coincidido fue con Ana y Fer, y este parecía encantado por aquel ramillete de flores de los que nos íbamos a rodear esa tarde. Pues ya estamos todos, pensé yo, pero no. Sonó el timbre una vez más. Fue Sara quien se acercó a abrir. Yo no sabía quién más debía venir.
Y de pronto entró en el salón la última persona que pensé que aparecería. Bueno, casi. No era nadie de mi propia familia. Pero igualmente era inesperada.
“¡PAULA!”, grité.
Mi ex-novia. La mujer que había querido antes de conocer a Sara. Y que la última vez que había visto, fue la vez que echamos un polvo… y Sara nos interrumpió. Follamos los tres muy fríamente, y Sara la había echado de mala manera. Así que no entendía qué hacía allí.
“Hola”, saludó tímidamente.
“¿Qué hace aquí?”, pregunté mirando a Sara. Teniendo en cuenta que la última vez que se vieron Sara seguramente la hubiera asesinado. Pero ahora parecían, ¿amigas?
"Yo soy la primera sorprendida", dijo Sara, " pero verás. Hace algunas semanas, Paula me escribió. Un WhatsApp muy largo pidiéndome perdón por aquella ocasión en la que me engañaste con ella. Sin rencores", me dijo, pues yo me había puesto pálido. "Acepté sus disculpas, y bueno, presa de los celos le dije que mientras no se acercase a ti no pasaba nada".
"Y empezamos a hablar", siguió Paula, "poco a poco. Yo tenía curiosidad por su situación. Nada morboso, sé que estuvo muy feo despreciarla por… por tener pene".
"Y entonces entendí un poco mejor tu pasado", me dijo Sara. "No entendía por qué habías estado con esta idiota. Pero resulta que no lo era. Y empezamos a entablar amistad".
"En teoría yo no iba a venir hoy", explicó Paula. "De hecho le dije que no hacía falta que nos vieramos si eso le ponía celosa. Pero me dijo la idea que tenía. Y me ofreció venir. Pensé que estaría bien. Si a ti también te lo parece"
Miré a Sara. Necesitaba su confirmación. Y asintió con una sonrisa. Obviamente yo no me podía negar en esa situación.
"Bienvenida, Paula", le dije.
Ella me dio un abrazo. Era extraño, ya que yo estaba desnudo. Mi novia también. La hermana de ella. Y el resto de nuestros amigos mirando. Bueno. No era lo más raro que iba a ocurrir ese día. En vista de que todo el mundo parecía a punto, Sara dio la orden.
"Fuera la ropa", anunció. “Podéis dejar todo en mi habitación. Nos vamos a divertir aquí”, dijo con una sonrisa.
Ella, Amelia y yo esperamos a que todos fueran a cambiarse. Empezaron por turnos, y la primera en ir a desnudarse fue Paula. “Debe estar deseando que la folles”, me susurró Sara. La miré preocupado pero ella me dio un beso y me sonrió. No se enfadaba. De hecho miró con ojos lujuriosos a mi ex cuando volvió, sin ropa, a nuestro lado. Pero ella debía tenerle miedo, porque se puso entre Amelia y yo. Sentí que me acariciaba la pierna.
Raquel y Lucía fueron las siguientes en ir a quitarse la ropa. No tardaron mucho en hacerlo, y aparecieron rápidamente completamente desnudas. Tenía pinta de que esa tarde iba a ser muy muy fogosa. Nos miraron a todos, y lanzaron una mirada inquisitiva a Fer y Ana. Obviamente, estaban impacientes por empezar.
Ellos dos tardaron un poco más en aparecer. Salieron del dormitorio, algo cohibidos sin duda. Miraron al resto del grupo, y sonrieron tímidos. Puede que aquello fuera más de lo que habían esperado. Pero Sara parecía muy satisfecha. De reojo me fijé en que su polla estaba durísima, lista para entrar en acción. Incluso le goteaba el precum. Sonreí.
“Bueno, cuando queráis” dijo, y sin poder acabar la frase, Ana se lanzó a por ella. Parecía deseosa de empezar. Las dos se fundieron en un beso y se dejaron caer sobre la suave alfombra. A mi lado de pronto vi que Paula era atrapada entre los brazos de Amelia. La vi con un poco de miedo. Pero Amelia era un amor y Se ocupó de tratarla con cariño.
“Eso nos deja a vosotros para nosotras dos”, comentó Raquel mientras nos miraba a Fer y a mi. “¿Deberíamos elegir?”, preguntó a su novia. Lucía nos echó un vistazo.
“Sin ofender a Fer, pero a mi me apetece este gatito” comentó Lucía acercándose a mi. Me dio un beso y empezó a hacerme una paja. Qué rica. Lucía se acercó a Fer y empezó a hacer lo mismo que su novia. Joder. “Es una copiona. Tú y yo a lo nuestro”, dijo mientras me besaba por el cuello. “Hace mucho que no jugamos”.
“Lo sé, ¿y no me vas a dejar que te-?”
“No, grandullón, la primera corre de mi parte”, dijo mientras empezaba a besarme por el cuerpo y bajaba por él. No había dejado de manosearme el rabo en todo ese rato y de pronto se lo metió a la boca. Era muy buena. Me sorprendía, ya que hasta donde yo sabía, aparte de Raquel solo se veía con Sara y conmigo, y hacía mucho tiempo desde la última vez. Pero disfruté de aquella mamada que me estaba haciendo.
Miré a mi izquierda, y pude ver a Ana dedicándole una buena mamada a Sara. Ella le acariciaba el pelo mientras sonreía complacida. Obviamente Ana era una buena feladora. Miré a la derecha y me pareció muy tierno ver a Amelia de rodillas bajo Paula, comiéndole el coño con intensidad. Mi ex se las veía difícil para aguantar estar ahí en pie. Amelia parecía hipnotizada por el sabor de sus jugos. Y frente a mi, Fer recibiendo el sexo oral de Lucía.
“Ay, Raquel”, le dije. “No hace falta que me hagas eso”, añadí mientras me lamía los huevos. Cierto es que me ponía como una moto, pero me apetecía otra cosa. Ella parecía no escucharme. “Raqueeeeel…”
“Dime…” respondió sin dejar de chupármela. “No se debe hablar con la boca llena…”
“Pero yo quiero follarte”, le pedí, “sé buena chica”.
“Mmmm. Creo que tienes razón”, dijo y tras besarme el glande tiró de mi hacia el suelo. “Como tu sabes, porfa”.
Levanté un poco sus piernas antes de hundir mi polla dentro de ella. Mucho mejor, desde luego. Y cómo gemía, ni que fuera una actriz porno. Aproveché para manosearle las tetas. Me gustaban mucho. Con su pezón estuve jugando un poco y esta vez fue más natural en sus gritos.
“¿Esto te gusta?”, pregunté mientras se los pellizcaba. “¿Y esto?”, me llené la boca con su teta.
“Joder, sí… tenemos que hacer esto más veces” gimió Raquel, “fóllame, por faaaaaa, sííííí, me gustaaaa…”
Me corrí dentro de ella. Suspiró. No pasaba nada, tomaban la píldora. Fer por su parte se había corrido sobre el coñito de Lucía. Ana parecía muy satisfecha por la polla de Sara, y Amelia tenía entre sus brazos a Paula, extasiada por el orgasmo. Joder, había empezado bien la mañana. Sonreímos pero aquello apenas empezaba.
“Creo que esta chica tiene algo pendiente contigo”, dijo Amelia mientra separaba las piernas de Paula para mi. “Haz lo que sabes”
Me acerqué así a mi ex y me puse a punto para metérsela. Me miró con un poco de miedo, como si pretendiera hacerle daño. Le sonreí mientras suavemente se la metía. Había olvidado cómo era estar dentro de ella, pero me gustaba mucho. Me tomó la mano y empezó a lamerme un dedo, así que mientras me la follaba le metí sensualmente el dedo en la boca.
“No me creo que Sara… me deje hacer esto…” dijo como pudo, sin dejar de chuparme el dedo.
“Es una tía estupenda”, le respondí.
“Lo es… ahora lo sé…” gimió Paula. “Y me gusta poder hacer esto… aaaaaaah, sí, así me gusta”, gimió cuando cambié el ritmo de mis embestidas, “aún te acuerdas”
“Sí… y también me gusta”, le dije, sin apartar los ojos de ella continué follándola. Yo no tenía control, quería correrme de nuevo. No sabía si había algún límite establecido, pero Sara no me había dicho nada y yo me dejaba llevar. Inundé con mi semen el coñito de Paula y no dejé de metérsela de inmediato, sino que disfruté por un largo rato hasta que ya no podía más.
“Los demás no pierden el tiempo”, comentó Paula mientras me hacía una paja, y es que Sara se estaba follando a Fernando mientras este se la metía a Amelia; y Ana se veía dentro de un trío lésbico: le comía el coño a Raquel, y ella a Lucía y ella a Ana. Su primera vez con dos días y lo estaba haciendo de maravilla al parecer.
“Solo queríamos que saldárais la deuda”, dijo Sara. Su polla no se bajaba a pesar de haberse corrido, “pero queremos que os unáis a nosotros. Venid”.
Amelia me folló aquella vez, mientras yo le comía el coñito a Ana, y ella disfrutaba del sabor del coño de Paula. Mi ex tampoco había tenido experiencia con otras mujeres pero seguro que quedaba encantada por cómo veía a Ana hacerle el cunnilingus. Entretanto, Fer se follaba a Raquel y ella se besaba con Lucía mientras dejaba a Sara hacérselo por detrás. De pronto noté un escalofrío, pues mi cuñada había empezado a manosearme desde los huevos hasta el perineo. Me corrí suavemente empapando su mano mientras los jugos de Ana me llenaban la boca.
Fernando, Sara, Amelia y yo nos sentamos en el sofá para disfrutar de una buena mamada. Lucía vino conmigo, Raquel a por Fernando, y Ana a por Sara, ya que Paula quería devolverle el favor del principio a Amelia. Nadie dijo nada en contra, y los que estábamos en el sofá nos dimos de la mano para disfrutar del momento. Sara y Fernando empezaron a besarse, y Amelia no quiso ser menos y me besó.
Tuvimos muchísimo más sexo y se nos llegó a pasar la hora de comer. Llegó cierto punto en el que todos estábamos tan cansados que nos quedamos dormidos. De pronto alguien me despertó. Era Sara, me miraba con una sonrisa.
“¿Qué ocurre?”, pregunté.
“Ven”, susurró. “No hagas ruido”.
Aparté la cabeza de Fer, que me la había estado chupando antes de quedarnos dormidos, y la seguí hasta la cocina, y nos quedamos en la puerta. Asomamos la cabeza y me quedé sorprendido por lo que estaba viendo. Paula y Amalia dándose el bote. Mi ex estaba subida en la encimera.
“Amelia, me gustas mucho”, gemía mi ex, disfrutando de aquel momento en que Amelia le chupaba por todo el cuerpo.
“Y tu a mi, pero no hagas ruido o nos pillará mi hermana”
“Que nos pille” dijo Paula suspirando por la chupada de tetas que le hacía Amelia. “Quiero ser tu novia”
Aquello debió dejar sorprendida a Amelia, que de pronto se quedó paralizada. Paula tuvo miedo. Igual había hablado de más. Pero no, porque Amelia se lanzó a besarla. La envolvió con los brazos.
“Quiero. Quiero ser tu novia” sonrió. “Eres justo lo que he buscado”.
Vi que a Sara se le escapaba una lágrima. Me dio de la mano y nos alejamos sin hacer ruido.
“¿Sabes? Tuve un poco de celos cuando te vi con ella. Pero ya veo que no tuve por qué. Y mi hermana ha conocido a alguien especial”
“¿Aunque sea ella?”
“Sí. Ella es feliz y eso me basta. Y ahora, amor, hazme un poco de caso”.
Extendió las piernas para mi. Tanteé su culito, y me di cuenta de que estaba preparado para recibirme. Se la metí con cuidado y pronto su cuerpo se adaptó al mío. Acaricié y estimulé su pene mientras lo hacíamos. No necesitábamos decir nada. Simplemente dejarnos llevar por el momento, en que nos corrimos casi a la vez.
“¿Sabes que con nuestros amigos hay confianza para hacerlo cuando quieras?”, me preguntó.
“Cuando nos apetezca. Somos un equipo”, le recordé.
Sonrió. Éramos felices.
Somos felices.
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