Cuando sonó el timbre del departamento yo no sabía si iba a estar listo para lo que ella pretendía. Muchas veces había intentado sacar mi parte más dominante, pero llegaba el punto en el que sentía que estaba actuando y me sentía extraño.
Ella volvió a la ciudad después de pasar el verano con su familia. Me contó de otros vínculos, si bien me excita saber que había disfrutado del sexo, se esforzaba mucho para dejar en claro que yo era a quien ella quería. Eso le quitaba un poco el morbo que me generaba sentirla deseante. Me había hecho pedidos explícitos: una correa y un vibrador para ella, porque ya no quería usar los que yo tenía. Quería uno nuevo, que yo se lo regalara. Creo que así ella sentía que yo la hacía mía, que se convertía en un objeto más de mi casa, que yo adornaba con regalos.
Mientras bajaba en el ascensor me miré al espejo, la remera negra pegada a un cuerpo delgado, apenas sobresalen los hombros redondos, el jean claro, me acaricié la pija por encima para aumentar la excitación. Ella estaba parada unos pasos atrás de la puerta. Tenía una remera grande, un pantalón suelto, zapatillas y una sonrisa que usaba para tapar lo que sufría.
Abrí la puerta, la besé cortito. Entré junto a ella al ascensor y apreté el botón que cierra la puerta.
—Hola, Te
La besé suave y cuando parecía que el beso se acababa comencé a abrir la boca, mordí un poco su labio y ella se puso un poco tensa. Pasé mi brazo por su cintura, la acerqué un poco más y ella se dejó llevar. Intentó agarrarme la cara, lentamente bajé su brazo hasta que pude sostenerlo con la mano con la que le agarraba la cintura.
Di un paso hasta apoyarla contra el espejo del ascensor, ella ya no podía moverse y aumentó el ritmo del beso. Me separé y con la mano que tenía libre acaricié su vientre hasta bajar a su clítoris. Estaba seco. Lo acaricié dos veces de lado a lado, seguí un poco más hacia su vagina. Pude sentir su humedad. Ella estaba colorada, agitada y esperando que yo siguiera.
—Hola Te. Hoy yo me ocupo. Espero que hagas caso
Le solté la mano que le tenía inmovilizada y la besé en la frente justo cuando llegamos al piso de mi departamento.
Entró y se quedó quieta mirándome esperando que le dijera lo que tenía qué hacer. Le di un beso y usé mis dos manos para subir desde su panza hasta sus pechos. Pequeños y redondos. Sus pezones se pusieron duros con el primer roce.
—Bañate, hay un vestido en el baño, usalo, no te pongas ropa interior todavía.
Un día normal, en el que Teresa me visitaba, a esta altura, estaríamos hablando de todos los mambos que tuvo mientras no nos vimos. Ella valoraba mi capacidad de escucha y odiaba la forma en la que le decía siempre lo que pensaba, pero hace un año que nos conocemos y por eso me lo permite, además ella ya había encontrado mejores caminos para resolver y sentirse mejor.
Yo no quería dominarla por la fuerza, ella esperaba esa forma de coger, pero no me pasaba, yo disfrutaba de dominarla desde la personalidad, que ella sintiese mi deseo, mis ganas de coger. Que se colocase allí, porque quisiese colocarse allí, que ella sintiera que yo la forzaba, no con mis brazos si no con las intenciones de mi deseo, jugando con el suyo. La iba a convertir en mi puta como ella quería, pero a mi forma.
Salió del baño, llevaba un vestido negro corto con poco escote, y tiritas sobre los hombros, le quedaba suelto a partir de la cintura, unos aros grandes y el pelo mojado, la piel tostada ruborizada por el calor de la ducha. No le hacía falta maquillarse.
—Me lo voy a quedar.
—Tenés que ganártelo y exigiendo no es la forma
Me acerqué en un movimiento, agarrándola de la garganta, y fui girando hasta quedar a su lado llevando mi mano hacia su nuca. No la dejé hablar, sabía que si hablaba, nos sacaría de la situación.
Le di un beso en la mejilla y le lamí la oreja, la mordí despacio. Le susurre que no hablara si no hacía falta, que la iba a convertir en mi puta, le indique que asintiera si entendía, apenas movió la cabeza. Metí mi mano entre sus piernas para corroborar que no llevara ropa interior, comencé a jugar con sus labios, hasta que estuvo mojada, le dije que no la iba a besar y que no lo intente, que no la iba a castigar físicamente. La iba a atar y obligar que me mire masturbarme mirando porno. Después volveríamos a ser los de siempre, la iba a desatar, cenar, charlar y no la iba a coger hasta que vuelva a tener ganas de intentar esto.
Hizo el gesto de hablar, pero apreté un poco más su cuello y no llegó a decir nada.
Hundí mis dedos para mojarlos, me encantaba sentir que estaba generando toda esa humedad, me dediqué estrictamente a su clítoris hasta que le temblaron las piernas, ella jadeaba de tanto en tanto, yo empecé a sentir mi pija apretada contra el jean, sin soltarla del cuello la guie hasta el sillón, ella se sentó, y yo me quedé parado.
—Abrí las piernas, tengo muchas ganas de chuparte la concha. No me acaricies solo agarrame de la cabeza
cuando sea estrictamente necesario marcarme el ritmo.
Ella abrió las piernas y yo me arrodillé frente a ella, le abrí un poco más las piernas y se las sujeté, comencé a besarle los labios, cada tanto subía y bajaba con mi lengua, la humedad aumentaba y yo usaba la lengua para correr sus fluidos hacia los costados, soplaba y succionaba su clítoris. Muy despacio.
Escuché un gemido y enseguida sentí sus manos en mi nuca me presiono un poco contra ella y puse mi lengua dura a jugar con su clítoris, ella gemía y me llevaba a donde quería sentirme. comenzó a gemir más fuerte, me arquee un poco para dejar pasar mi mano y la penetre con mi pulgar, ella soltó un pequeño grito porque no esperaba que la penetrara, pero enseguida se relajó. Hacía círculos con mi dedo dentro de ella, giraba la mano para usarla entera, movía sus labios y lamía su clítoris según ella me indicaba. Acabó. Me empapó la cara, saqué mi dedo y ella gemía. Gemía y se reía. Me paré para verla tener sus pequeños espasmos.
Ahí estaba lo que me excitaba, el poder de lograr un orgasmo. Llevar a la otra persona al punto de verla perder decisión sobre su cuerpo. le di un minuto...
—No dejes de tocarte.
Ella se acariciaba mientras me miraba fijo prestando atención a mi erección. Yo estaba de pie frente a ella. Las ganas de penetrarla me nublaban los pensamientos. Quería que esto durara. No quería acabar y entrar en modo pausa. Quería que esa excitación fuese eterna, estirar ese deseo de querer penetrarla, cogerla rápido y fuerte hasta sentir que me muero.
—Ponete en cuatro.
Mientras ella se giraba agarré un preservativo, gel y un plug anal, que había dejado entre los libros.
Me acerqué con la intención de ponerme a su lado, pero no me resistí y comencé a lamerle los labios. Empecé a estirar el movimiento para que sintiera mi lengua jugar con su ano, tenía la cintura pequeña y las caderas anchas. Podía ver sus pequeñas tetas colgando de los costados, estiré mis manos para apretarlas y pesarlas. Le pellizcaba los pezones, ella comenzó a pedirme que la coja. yo no le hacía caso a su pedido. Me dediqué a su culo, ella empezó a gemir un poco más fuerte. Repetía que le encantaba, tome el plug y lo lubrique, empecé a penetrarle el culo con mi lengua, sentía como ella se relajaba para dejarme entrar. Empezó a gemir más fuerte, moví mi cabeza hacia atrás y ella me tomó de la coronilla y me enterró la cara en su culo, volví a lamer con fuerza y a penetrarla, me di cuenta que estaba relajada, lo gozaba y gemía…
—Si Fausto, cogeme el culo. Me encanta como me lo coges todo, es tuyo bebé.
Se me heló el cuerpo, mi corazón se detuvo por un segundo, entré en pánico. Tenía media lengua dentro de su culo, ella gemía, yo temblaba, la pija dura y la cabeza a mil...
—Fausto, bebé sabes que me encanta tu verga gorda en mi cola. Ahora sí soy tu puta.
Mi corazón volvió a latir más fuerte. Me sentí inseguro, humillado, avergonzado.
Yo no soy fausto. Nunca habíamos tenido sexo anal y mi verga no es gorda.
La excitación me superó, estaba súper duro, quería acabar, llenarle el culo como ella me lo pedía. O se lo pedía a Fausto.
Solté el plug y me puse el preservativo, me mojé la pija con el gel que me había quedado y la penetré despacio. Ya estaba lo suficientemente dilatado y ella excitada, después de unos segundos tenía mi pija enterrada hasta los huevos, ella se tocaba desesperada, estaba a punto de acabar, tensionaba la planta de los pies y se contorneaba.
— Ay Fau, me volves loca, me encanta que me cojas el culo. ¡PENDEJO!
Empezó a gemir y gritar... sentí como acababa en mi pija, como me la apretaba con su culo y lo relajaba, una y otra vez. Yo me quede quieto, intentando no acabar.
Hice un paso atrás, tomé el plug y se lo puse antes de que retomara su estrechez.
Ella sintió el frío, tuvo un espasmo y se relajó.
Esa imagen era hermosa, su humedad resbalaba entre sus piernas, apretaba el culo y sentía el plug. Yo veía cómo se movía la gema a medida que ella apretaba y soltaba intermitentemente.
Se dio vuelta, me miró y yo veía en pequeños movimientos de su rostro como ella sentía el plug, su peso, y como se movía adentro suyo. Se arrodilló con dificultad, agarro mi pija a punto de explotar y me saco el preservativo.
—Le vas a sacar la leche a Fau?
—No a Na, Fau es mi bebe y me acaba en la cola...
—A Na le saco la lechita.
Comenzó a pajearme, con la verga en la boca, yo no daba más. Cuando sintió que estaba por acabar, dejó de chupar y me pajeó cerrando los ojos, apuntándose con mi pija.
Acabé hermosamente con espasmos, cuando pude verla había leche en todo su pecho, chorreándole hacia las tetas, las junto y se las masajeo.
Se llevó mi pija a la boca para limpiarla, trago.
Me di vuelta, le alcancé una tanga negra y un corpiño que apretaba las tetas uniéndolas con tiras, le hice señas de ir a la pieza mientras armaba un cigarrillo, se acostó al lado mío, el silencio duró, unos minutos, ninguno quería romper el ambiente.
—Todavía no sos mi puta, pero se ve que si la de Fau, contame de él mientras me tocas la pija.
—¿Yo me puedo tocar también? Fau es mi bebé, y yo quiero ser tu putita, no la de él...
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Esta es la primera vez que me permito escribir, sera que la cuarentena me permitió sentarme, espero que lo disfruten, lo compartan y si tiene algo que decir lo digan.
Quiero agradecerle, a mi compañera, que me permite desde hace tiempo cuestionar la sexualidad y las miradas sobre ella, por editar este primer texto.
Ella volvió a la ciudad después de pasar el verano con su familia. Me contó de otros vínculos, si bien me excita saber que había disfrutado del sexo, se esforzaba mucho para dejar en claro que yo era a quien ella quería. Eso le quitaba un poco el morbo que me generaba sentirla deseante. Me había hecho pedidos explícitos: una correa y un vibrador para ella, porque ya no quería usar los que yo tenía. Quería uno nuevo, que yo se lo regalara. Creo que así ella sentía que yo la hacía mía, que se convertía en un objeto más de mi casa, que yo adornaba con regalos.
Mientras bajaba en el ascensor me miré al espejo, la remera negra pegada a un cuerpo delgado, apenas sobresalen los hombros redondos, el jean claro, me acaricié la pija por encima para aumentar la excitación. Ella estaba parada unos pasos atrás de la puerta. Tenía una remera grande, un pantalón suelto, zapatillas y una sonrisa que usaba para tapar lo que sufría.
Abrí la puerta, la besé cortito. Entré junto a ella al ascensor y apreté el botón que cierra la puerta.
—Hola, Te
La besé suave y cuando parecía que el beso se acababa comencé a abrir la boca, mordí un poco su labio y ella se puso un poco tensa. Pasé mi brazo por su cintura, la acerqué un poco más y ella se dejó llevar. Intentó agarrarme la cara, lentamente bajé su brazo hasta que pude sostenerlo con la mano con la que le agarraba la cintura.
Di un paso hasta apoyarla contra el espejo del ascensor, ella ya no podía moverse y aumentó el ritmo del beso. Me separé y con la mano que tenía libre acaricié su vientre hasta bajar a su clítoris. Estaba seco. Lo acaricié dos veces de lado a lado, seguí un poco más hacia su vagina. Pude sentir su humedad. Ella estaba colorada, agitada y esperando que yo siguiera.
—Hola Te. Hoy yo me ocupo. Espero que hagas caso
Le solté la mano que le tenía inmovilizada y la besé en la frente justo cuando llegamos al piso de mi departamento.
Entró y se quedó quieta mirándome esperando que le dijera lo que tenía qué hacer. Le di un beso y usé mis dos manos para subir desde su panza hasta sus pechos. Pequeños y redondos. Sus pezones se pusieron duros con el primer roce.
—Bañate, hay un vestido en el baño, usalo, no te pongas ropa interior todavía.
Un día normal, en el que Teresa me visitaba, a esta altura, estaríamos hablando de todos los mambos que tuvo mientras no nos vimos. Ella valoraba mi capacidad de escucha y odiaba la forma en la que le decía siempre lo que pensaba, pero hace un año que nos conocemos y por eso me lo permite, además ella ya había encontrado mejores caminos para resolver y sentirse mejor.
Yo no quería dominarla por la fuerza, ella esperaba esa forma de coger, pero no me pasaba, yo disfrutaba de dominarla desde la personalidad, que ella sintiese mi deseo, mis ganas de coger. Que se colocase allí, porque quisiese colocarse allí, que ella sintiera que yo la forzaba, no con mis brazos si no con las intenciones de mi deseo, jugando con el suyo. La iba a convertir en mi puta como ella quería, pero a mi forma.
Salió del baño, llevaba un vestido negro corto con poco escote, y tiritas sobre los hombros, le quedaba suelto a partir de la cintura, unos aros grandes y el pelo mojado, la piel tostada ruborizada por el calor de la ducha. No le hacía falta maquillarse.
—Me lo voy a quedar.
—Tenés que ganártelo y exigiendo no es la forma
Me acerqué en un movimiento, agarrándola de la garganta, y fui girando hasta quedar a su lado llevando mi mano hacia su nuca. No la dejé hablar, sabía que si hablaba, nos sacaría de la situación.
Le di un beso en la mejilla y le lamí la oreja, la mordí despacio. Le susurre que no hablara si no hacía falta, que la iba a convertir en mi puta, le indique que asintiera si entendía, apenas movió la cabeza. Metí mi mano entre sus piernas para corroborar que no llevara ropa interior, comencé a jugar con sus labios, hasta que estuvo mojada, le dije que no la iba a besar y que no lo intente, que no la iba a castigar físicamente. La iba a atar y obligar que me mire masturbarme mirando porno. Después volveríamos a ser los de siempre, la iba a desatar, cenar, charlar y no la iba a coger hasta que vuelva a tener ganas de intentar esto.
Hizo el gesto de hablar, pero apreté un poco más su cuello y no llegó a decir nada.
Hundí mis dedos para mojarlos, me encantaba sentir que estaba generando toda esa humedad, me dediqué estrictamente a su clítoris hasta que le temblaron las piernas, ella jadeaba de tanto en tanto, yo empecé a sentir mi pija apretada contra el jean, sin soltarla del cuello la guie hasta el sillón, ella se sentó, y yo me quedé parado.
—Abrí las piernas, tengo muchas ganas de chuparte la concha. No me acaricies solo agarrame de la cabeza
cuando sea estrictamente necesario marcarme el ritmo.
Ella abrió las piernas y yo me arrodillé frente a ella, le abrí un poco más las piernas y se las sujeté, comencé a besarle los labios, cada tanto subía y bajaba con mi lengua, la humedad aumentaba y yo usaba la lengua para correr sus fluidos hacia los costados, soplaba y succionaba su clítoris. Muy despacio.
Escuché un gemido y enseguida sentí sus manos en mi nuca me presiono un poco contra ella y puse mi lengua dura a jugar con su clítoris, ella gemía y me llevaba a donde quería sentirme. comenzó a gemir más fuerte, me arquee un poco para dejar pasar mi mano y la penetre con mi pulgar, ella soltó un pequeño grito porque no esperaba que la penetrara, pero enseguida se relajó. Hacía círculos con mi dedo dentro de ella, giraba la mano para usarla entera, movía sus labios y lamía su clítoris según ella me indicaba. Acabó. Me empapó la cara, saqué mi dedo y ella gemía. Gemía y se reía. Me paré para verla tener sus pequeños espasmos.
Ahí estaba lo que me excitaba, el poder de lograr un orgasmo. Llevar a la otra persona al punto de verla perder decisión sobre su cuerpo. le di un minuto...
—No dejes de tocarte.
Ella se acariciaba mientras me miraba fijo prestando atención a mi erección. Yo estaba de pie frente a ella. Las ganas de penetrarla me nublaban los pensamientos. Quería que esto durara. No quería acabar y entrar en modo pausa. Quería que esa excitación fuese eterna, estirar ese deseo de querer penetrarla, cogerla rápido y fuerte hasta sentir que me muero.
—Ponete en cuatro.
Mientras ella se giraba agarré un preservativo, gel y un plug anal, que había dejado entre los libros.
Me acerqué con la intención de ponerme a su lado, pero no me resistí y comencé a lamerle los labios. Empecé a estirar el movimiento para que sintiera mi lengua jugar con su ano, tenía la cintura pequeña y las caderas anchas. Podía ver sus pequeñas tetas colgando de los costados, estiré mis manos para apretarlas y pesarlas. Le pellizcaba los pezones, ella comenzó a pedirme que la coja. yo no le hacía caso a su pedido. Me dediqué a su culo, ella empezó a gemir un poco más fuerte. Repetía que le encantaba, tome el plug y lo lubrique, empecé a penetrarle el culo con mi lengua, sentía como ella se relajaba para dejarme entrar. Empezó a gemir más fuerte, moví mi cabeza hacia atrás y ella me tomó de la coronilla y me enterró la cara en su culo, volví a lamer con fuerza y a penetrarla, me di cuenta que estaba relajada, lo gozaba y gemía…
—Si Fausto, cogeme el culo. Me encanta como me lo coges todo, es tuyo bebé.
Se me heló el cuerpo, mi corazón se detuvo por un segundo, entré en pánico. Tenía media lengua dentro de su culo, ella gemía, yo temblaba, la pija dura y la cabeza a mil...
—Fausto, bebé sabes que me encanta tu verga gorda en mi cola. Ahora sí soy tu puta.
Mi corazón volvió a latir más fuerte. Me sentí inseguro, humillado, avergonzado.
Yo no soy fausto. Nunca habíamos tenido sexo anal y mi verga no es gorda.
La excitación me superó, estaba súper duro, quería acabar, llenarle el culo como ella me lo pedía. O se lo pedía a Fausto.
Solté el plug y me puse el preservativo, me mojé la pija con el gel que me había quedado y la penetré despacio. Ya estaba lo suficientemente dilatado y ella excitada, después de unos segundos tenía mi pija enterrada hasta los huevos, ella se tocaba desesperada, estaba a punto de acabar, tensionaba la planta de los pies y se contorneaba.
— Ay Fau, me volves loca, me encanta que me cojas el culo. ¡PENDEJO!
Empezó a gemir y gritar... sentí como acababa en mi pija, como me la apretaba con su culo y lo relajaba, una y otra vez. Yo me quede quieto, intentando no acabar.
Hice un paso atrás, tomé el plug y se lo puse antes de que retomara su estrechez.
Ella sintió el frío, tuvo un espasmo y se relajó.
Esa imagen era hermosa, su humedad resbalaba entre sus piernas, apretaba el culo y sentía el plug. Yo veía cómo se movía la gema a medida que ella apretaba y soltaba intermitentemente.
Se dio vuelta, me miró y yo veía en pequeños movimientos de su rostro como ella sentía el plug, su peso, y como se movía adentro suyo. Se arrodilló con dificultad, agarro mi pija a punto de explotar y me saco el preservativo.
—Le vas a sacar la leche a Fau?
—No a Na, Fau es mi bebe y me acaba en la cola...
—A Na le saco la lechita.
Comenzó a pajearme, con la verga en la boca, yo no daba más. Cuando sintió que estaba por acabar, dejó de chupar y me pajeó cerrando los ojos, apuntándose con mi pija.
Acabé hermosamente con espasmos, cuando pude verla había leche en todo su pecho, chorreándole hacia las tetas, las junto y se las masajeo.
Se llevó mi pija a la boca para limpiarla, trago.
Me di vuelta, le alcancé una tanga negra y un corpiño que apretaba las tetas uniéndolas con tiras, le hice señas de ir a la pieza mientras armaba un cigarrillo, se acostó al lado mío, el silencio duró, unos minutos, ninguno quería romper el ambiente.
—Todavía no sos mi puta, pero se ve que si la de Fau, contame de él mientras me tocas la pija.
—¿Yo me puedo tocar también? Fau es mi bebé, y yo quiero ser tu putita, no la de él...
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Esta es la primera vez que me permito escribir, sera que la cuarentena me permitió sentarme, espero que lo disfruten, lo compartan y si tiene algo que decir lo digan.
Quiero agradecerle, a mi compañera, que me permite desde hace tiempo cuestionar la sexualidad y las miradas sobre ella, por editar este primer texto.
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