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mi propia cama.

Mi vecino Daniel me había dejado a la miseria luego de los dos polvos que me había echado en la terraza del edificio.
Un par de días después de eso, la concha todavía me ardía y, para peor, yo estaba otra vez muy caliente y con ganas de que ese hombre me poseyera otra vez, a pesar del dolor que me causaba su verga…

Mi adorado novio me había advertido que regresaría tarde de su trabajo; así que yo tenía pensado invitar a mi vecino para que nos encontráramos en mi casa. La cama mullida sería mucho más cómoda que esas duras baldosas de la terraza.
Daniel me había advertido que me preparara el ano y lo dilatara con algún consolador; pues su intención era sodomizarme. Yo no estaba muy convencida: esa gruesa y dura pija me iba a dejar desfondada y destruida si le permitía darme por el culo…
Después de almorzar algo frugal, me preparé para mi encuentro prohibido. Disfruté de una buena ducha tibia y me vestí sexy. Quería impresionarlo de entrada, para ver cómo se le ponía dura la verga de solo verme.
Decidí llevar una minúscula tanga de algodón, un mini vestido liviano bien ajustado a mi cuerpo y sandalias de taco mediano. Me maquillé bien y finalmente subí a la terraza para esperarlo allí.
Cuando Daniel llegó, le sugerí ir a mi departamento.
Apenas entramos a mi casa, sus pesadas manos me empujaron de espaldas contra la pared y sus labios comenzaron a comer los míos, mientras nuestras lenguas se entrelazaban en un beso húmedo.
El hombre estaba muy excitado; podía sentirlo en su respiración agitada y la manera en que me estrujaba los glúteos mientras me comía la boca.
Levantó mi breve vestido y acarició mi cola; pero enseguida una de sus manos pasó al frente y sus dedos se colaron dentro de mi tanga empapada; hundiéndose entre mis labios vaginales. Entonces pudo notar que yo ya estaba muy caliente y mojada.
Mi mano se deslizó por su entrepierna y encontré que su verga estaba ya bien dura; lista para darme una buena tarde de placer.
De repente Daniel se detuvo; sacó sus dedos de mi enfebrecida vagina y me tomó de la mano, arrastrándome a mi dormitorio.
Sus enormes manos me despojaron de mi liviano vestido y me arrancaron la tanga; que quedó hecha jirones en el piso. Me empujó boca arriba sobre mi propia cama y se regodeó con la visión de mi labia depilada, mientras él se desvestía.
Ver su enorme verga me hizo quedar al borde de un orgasmo.
Se abalanzó sobre mi cuerpo y me hizo abrir bien las piernas. Pronto su lengua invadió mi concha hambrienta de verga. Comenzó a lamer, chupar y a meter sus gruesos dedos en mi concha.
Me provocó un placer tremendo y comencé a gemir y a jadear sin control. Le dije que mi culo estaba listo para recibir su verga.
El muy bruto sonrió y sacó sus dedos lubricados con mis jugos vaginales. Enseguida hundió uno de ellos en mi estrecha entrada anal. Gemí de placer al sentirlo y le supliqué que no se detuviera.
Mi estrecho ano se relajó como para facilitar que ese dedo invasor entrara más a fondo. Podía oír mis propios suspiros y jadeos…
Daniel seguía lamiendo mi clítoris con maestría; mientras su dedo entraba cada vez más a fondo en mi ano.
En sus manos me sentía una verdadera puta; nunca había experimentado una sensación semejante.
Su pija totalmente endurecida ya estaba lista como para coger todos mis orificios; así que me puse en cuatro, mi cara enfrentando a la pared de su casa, para gritar mi placer de perra en celo; como cuando me coge mi adorado esposo…
Daniel se ubicó detrás de mi cuerpo y me aferró por las tetas desde atrás. Me las sobó con poca delicadeza, estrujando mis pezones y haciendo que estuvieran a punto de explotar…
De repente sus gruesas manos tomaron mis caderas y sentí que apuntaba la punta de su pija directo a mi entrada trasera.
Aullé como loca al sentir que esa cosa enorme y dura comenzaba a invadir mi estrecho culo.
Daniel me tironeó de los cabellos; preguntándome si me gustaba esa verga rompiéndome el culo. Le dije que me encantaba y que quería todavía más.
En una sola y brutal embestida, me la clavó hasta el fondo. Esta vez el dolor reemplazó al placer y grité desaforadamente con toda la capacidad de mis pulmones…
Cuando me calmé un poco, sintiendo que mi ano comenzaba a adaptarse al grosor de semejante verga; sucedió algo inesperado.
Daniel me bombeaba la cola en silencio; cuando de repente pudimos oír con claridad unos suaves gemidos de placer a través de la pared.
Pronto los gemidos se convirtieron en aullidos salvajes y ambos reconocimos el tono de voz de Martha… No estaba sola en casa…
Giré mi cabeza para mirar a Daniel: pero él no pareció inmutarse.
Todo lo contrario; mientras su delicada mujercita aullaba del otro lado de la pared, él comenzó a bombearme el culo con más ganas, sin piedad; casi con una bronca furiosa…
Me reí para mí misma; sabiendo que ese hombre había descubierto que era cornudo, mientras disfrutaba de la estrechez de mi pobre ano…
Comencé a aullar de dolor, sin placer; oyendo el respaldo de la cama golpear contra la pared. Ahora sabía lo que sentía Martha, cada vez que semejante macho viril la embestía sin misericordia.
Pero esa mujer seguía gritando salvajemente. Yo estaba segura de que no se estaba masturbando sola mientras me escuchaba gritar a mí. Esos salvajes alaridos y maullidos de placer solamente los podía provocar una buena verga bombeándole la concha al estilo perrito.
Daniel finalmente me llenó la cola de semen caliente y enseguida se salió de mi cuerpo; dejándome totalmente abatida sobre la cama. Se vistió a las apuradas y salió de mi casa sin despedirse…
Segundos después pude oír golpes, insultos, gritos furiosos y cosas que volaban por el aire y se estrellaban contra las paredes.

Me acaricié la concha y zambullí un par de dedos a fondo; mientras escuchaba la batahola a través de la pared.
Daniel no me había hecho acabar mientras me sodomizaba; así que lo logré en pocos minutos; excitada por la situación en el departamento de mis vecinos.
Cuando dejé de temblar con mi propio orgasmo, los ruidos al lado habían cesado por fin.
No me interesaba realmente averiguar quién era ese otro hombre que había convertido a Daniel en un tremendo cornudo. Pero esa misma noche, mi adorado esposo regresó a casa con la cara magullada a golpes, rasguños, un labio partido y una venda en la cabeza. Me dijo que lo habían asaltado a la salida de la oficina y que había ido al hospital para que le curaran las heridas.
Me mostré preocupada por su integridad física; pero supe que había sido mi propio esposo quien había hecho aullar a Martha esa tarde.
Ya no me importaba demasiado; me bastaba con saber que de vez en cuando, mi salvaje macho vecino vendría a mi cama para que su propia esposa pudiera escucharme jadear y aullar a través de la pared…

2 comentarios - mi propia cama.

mdqpablo -1
exelente relato .muy buena experiencia se nota que lo pasastes muy bien ,
omar698
Jaja👅 muy buen relato