Hay veces que el aire huele a problemas, y la tensión se respira en la cara de los demás y en la propia. En tiempo de exámenes en la facultad de derecho los jóvenes se arrojan a toda clase de desenfreno empujados por las presiones de su entorno, los pagos, las notas, el transporte.
El día antes nos reunimos a estudiar frente a un edificio que van a remodelar, la estructura es vieja y las restricciones hacen que no puedan estar más de cuatro personas por piso a la vez, hace unos años un temblor nos hizo pensar que su caída era inminente, por eso ya nadie sube a él.
La tensión nos carcomía la cabeza, ya habíamos estudiado todo lo posible, y sabíamos aún así que perderíamos, nadie pasaba nunca esa materia, era cuestión de suerte.
Cuando se oscureció empezamos a beber y se enrollaron los cigarros, las cosas habían tomado un rumbo de inevitable hacía el desenfreno, todos queríamos que así fuera. Teníamos la intención de quedarnos en tiendas de acampar para evitar el tráfico de la ciudad y llegar sin problemas al examen.
Cuando comenzamos el curso Marcela me enloqueció, es más bien de baja estatura, morena, con ojos café verdosos, delgada y te hipnotiza con sus tetas despampanantes; suele ir con camisas de escotes transparentes y ombligueras que hacen que su camisa quede flotando y casi no pueda volver a tocarle el cuerpo.
Cuando recién entramos al curso fui a almorzar con ella, nos tumbamos en el pasto y hablamos un rato largo, es ese tipo de mujer que sabe que los hombres la desean, de hecho mientras hablábamos llamó a uno de nuestros compañeros que pasaban por ahí y empezó a coquetearle, todo mientras me miraba con superioridad. La cosa iba bien hasta ese momento, pero no estuve dispuesto a seguir ahí de tercero, me paré sin despedirme y dejé el almuerzo tirado a la mitad.
Otro día nos encontramos en el pasillo y tuvimos una conversación muy rápida, algo del estilo.
M: Si me sigues mirando así se te van a secar los ojos
Yo: No te miraba a ti, no estás tan buena como crees.
Me roza el paquete con la punta de los dedos.
M: Si, claro. Con tono irónico.
Tenía razón, me calentaba de sólo verla.
Esa noche todos bebíamos, ella no paraba de hacerme ojitos y de retarme con la mirada, que se cruzaba con la mía muchas veces, ya debían ser entre las 8-9 pm, y la noche llegaba a su apogeo, Marcela a lo lejos sintió que le vibraba el celular y se levantó a atender una llamada, yo me paré y la seguí, su culo hipnótico me llamaba.
Camino un poco hasta un lugar que casi no se veía desde donde estaban los demás, escuché como se sacaba algo de la chaqueta y apagaba la pantalla del celular. Cuando iba acercandome a ella se volteó y en medio de la oscuridad sentí su mano en mi boca.
M: sigues a las mujeres así? Eres un psicópata.
Su mirada estaba un poco perdida y el humo le había enrojecido los ojos.
Me lanzó una sonrisa que se confundía con una mueca de ira intensa mientras me miraba de arriba a abajo.
M: Si me quieres, tienes que ganartelo putito, me gustan los hombres de verdad, tienes que probarme que no eres un marica como los de allá. Dijo señalando las carpas.
Le metí la mano por el cabello y detrás de la cabeza, la acerqué a mi y la besé mientras mi otra mano le tocaba las tetas !eran perfectaaas!.
Escuché como su respiración se agitaba conforme me besaba, y la aparté de mí jalandole un poco del cabello por detrás.
Yo: Eres una perra engreída.
Sentí su risa, burlona y alcoholizada.
M: Soy la perra que te enloquece. Me mandó la mano al pantalón y agarró mi verga que estaba a punto de romper los jeans.
M: Crees que no se que mis tetas te ponen duro? Te mueres por mí, putito. Me puso en mi mano el brasier que se acababa de quitar.
M: Eres predecible, sólo esperabas a que estuviera sola y me seguirías, ¿sabes qué?, quiero que me des duro y me saques esta mierda que tengo por el exámen.
Nadie veía la escena, estabamos solos y yo le metía las manos entre la camiseta, le apretaba los pezones, me regocijaba con esas tetas perfectas y grandes, al final no aguantamos la calentura y le dije que conocía un lugar en el edificio de administración (el que estaba callendose) , por el cual podíamos entrar y tener privacidad.
Entramos por un ventanal grande que estaba roto, subimos al tercer piso y nos acomodamos en un balcón, desde donde se veían claramente las carpas donde íbamos a pasar la noche.
Le quité la camiseta y le puse la chaqueta encima, la noche era muy fría y sus pezones estaban puntiagudos y duros, me enloquecí tanto con semejante belleza que empecé a comerme esas delicias que me habían quitado el sueño, los lamía, los mordisqueaba, ella me miraba con superioridad, lo disfrutaba y su morbo era evidente.
Me sacó la verga y yo me quité la camisa, estaba semidesnudo y con ganas de llenarle esas tetas de semen.
Ella me empujó y caí sobre un sofá de cuero que tenía ya unos cuantos años.
Se puso de rodillas frente a mi y me empezó a lamer desde la base hasta la punta
M: te calienta tanto que siento como tu polla lucha por no venirse sin siquiera quitarme el pantalón.
Podía sentir sus ojos retadores en mí, como me increpaban a que la sometiera, a que le diera sexo duro. La cogí del cabello y la hice tragarse toda mi polla, escuché como se ahogaba un poco y la solté.
Se rió sadicamente mientras me miraba sin apartarme los ojos. La puse de pie cogiéndola del cuello y la tiré en el sofá, le quité el jean y metí dos dedos en su vagina; estaba mojada y lista para mí polla.
La agarré del cuello con ambas manos y sentí como el calor de su concha me daba la sensación más placentera que he tenido nunca.
La folle frenéticamente, el ruido que hacíamos debió ser suficiente para que nos escucharan nuestros compañeros abajo, no me importaba, ni eso ni nada, su respiración ahogada y sus gemidos de placer me hacían darl cada vez con más fuerza y mas rápido.
En medio del sonido de mi cuerpo chocando contra su vagina, escuché como su voz entrecortada a punto del orgasmo me pedía que le diera más duro. Su mano se tocaba frenéticamente el clitoris y con la otra se lamia las tetas para mí placer, para que yo la viera.
Le di una cachetada y soltó un bramido que se confundía entre el placer absoluto y la rabia. Su contextura es muy menuda, sentía que su cadera se iba a romper, que su cintura no iba a aguantar más, que sus brazos iban a ceder en algún punto y se moverían segúnla inercia de mi penetración.
La emoción que ella causa en mí es difícil de explicar, había un deseo ardiente, carnal, agresivo, que quería poseerla, hacerla sentirse sobrepasada por mí, pero al mismo tiempo había una suerte de odio y cariño que se combinaban en arrebatos de furia sexual con besos que me hacían sentir algo parecido al amor, sabía exactamente que no quería nada con ella, sólo me dejé llevar por las sensaciones y liberé cosas que creí no tener en mí interior.
Sentí como se contraía su vagina y ella me decía que se iba a venir, que se estaba viniendo, sus gritos y gemidos me hicieron llegar a mi también, y la penetré a toda velocidad con la mirada embelesada en sus tetas y en su cara que se contorsionaba con un orgasmo de aquellos.
Terminé adentro sin molestias y cuando salimos fuimos directo a mi tienda de acampar sin mirar a nadie. Dormimos abrazados esa noche.
A la mañana siguiente despertamos fiez minutos antes del exámen, ya todos se habían ido. Aquello quedó ahí, somos buenos amigos ahora.
El día antes nos reunimos a estudiar frente a un edificio que van a remodelar, la estructura es vieja y las restricciones hacen que no puedan estar más de cuatro personas por piso a la vez, hace unos años un temblor nos hizo pensar que su caída era inminente, por eso ya nadie sube a él.
La tensión nos carcomía la cabeza, ya habíamos estudiado todo lo posible, y sabíamos aún así que perderíamos, nadie pasaba nunca esa materia, era cuestión de suerte.
Cuando se oscureció empezamos a beber y se enrollaron los cigarros, las cosas habían tomado un rumbo de inevitable hacía el desenfreno, todos queríamos que así fuera. Teníamos la intención de quedarnos en tiendas de acampar para evitar el tráfico de la ciudad y llegar sin problemas al examen.
Cuando comenzamos el curso Marcela me enloqueció, es más bien de baja estatura, morena, con ojos café verdosos, delgada y te hipnotiza con sus tetas despampanantes; suele ir con camisas de escotes transparentes y ombligueras que hacen que su camisa quede flotando y casi no pueda volver a tocarle el cuerpo.
Cuando recién entramos al curso fui a almorzar con ella, nos tumbamos en el pasto y hablamos un rato largo, es ese tipo de mujer que sabe que los hombres la desean, de hecho mientras hablábamos llamó a uno de nuestros compañeros que pasaban por ahí y empezó a coquetearle, todo mientras me miraba con superioridad. La cosa iba bien hasta ese momento, pero no estuve dispuesto a seguir ahí de tercero, me paré sin despedirme y dejé el almuerzo tirado a la mitad.
Otro día nos encontramos en el pasillo y tuvimos una conversación muy rápida, algo del estilo.
M: Si me sigues mirando así se te van a secar los ojos
Yo: No te miraba a ti, no estás tan buena como crees.
Me roza el paquete con la punta de los dedos.
M: Si, claro. Con tono irónico.
Tenía razón, me calentaba de sólo verla.
Esa noche todos bebíamos, ella no paraba de hacerme ojitos y de retarme con la mirada, que se cruzaba con la mía muchas veces, ya debían ser entre las 8-9 pm, y la noche llegaba a su apogeo, Marcela a lo lejos sintió que le vibraba el celular y se levantó a atender una llamada, yo me paré y la seguí, su culo hipnótico me llamaba.
Camino un poco hasta un lugar que casi no se veía desde donde estaban los demás, escuché como se sacaba algo de la chaqueta y apagaba la pantalla del celular. Cuando iba acercandome a ella se volteó y en medio de la oscuridad sentí su mano en mi boca.
M: sigues a las mujeres así? Eres un psicópata.
Su mirada estaba un poco perdida y el humo le había enrojecido los ojos.
Me lanzó una sonrisa que se confundía con una mueca de ira intensa mientras me miraba de arriba a abajo.
M: Si me quieres, tienes que ganartelo putito, me gustan los hombres de verdad, tienes que probarme que no eres un marica como los de allá. Dijo señalando las carpas.
Le metí la mano por el cabello y detrás de la cabeza, la acerqué a mi y la besé mientras mi otra mano le tocaba las tetas !eran perfectaaas!.
Escuché como su respiración se agitaba conforme me besaba, y la aparté de mí jalandole un poco del cabello por detrás.
Yo: Eres una perra engreída.
Sentí su risa, burlona y alcoholizada.
M: Soy la perra que te enloquece. Me mandó la mano al pantalón y agarró mi verga que estaba a punto de romper los jeans.
M: Crees que no se que mis tetas te ponen duro? Te mueres por mí, putito. Me puso en mi mano el brasier que se acababa de quitar.
M: Eres predecible, sólo esperabas a que estuviera sola y me seguirías, ¿sabes qué?, quiero que me des duro y me saques esta mierda que tengo por el exámen.
Nadie veía la escena, estabamos solos y yo le metía las manos entre la camiseta, le apretaba los pezones, me regocijaba con esas tetas perfectas y grandes, al final no aguantamos la calentura y le dije que conocía un lugar en el edificio de administración (el que estaba callendose) , por el cual podíamos entrar y tener privacidad.
Entramos por un ventanal grande que estaba roto, subimos al tercer piso y nos acomodamos en un balcón, desde donde se veían claramente las carpas donde íbamos a pasar la noche.
Le quité la camiseta y le puse la chaqueta encima, la noche era muy fría y sus pezones estaban puntiagudos y duros, me enloquecí tanto con semejante belleza que empecé a comerme esas delicias que me habían quitado el sueño, los lamía, los mordisqueaba, ella me miraba con superioridad, lo disfrutaba y su morbo era evidente.
Me sacó la verga y yo me quité la camisa, estaba semidesnudo y con ganas de llenarle esas tetas de semen.
Ella me empujó y caí sobre un sofá de cuero que tenía ya unos cuantos años.
Se puso de rodillas frente a mi y me empezó a lamer desde la base hasta la punta
M: te calienta tanto que siento como tu polla lucha por no venirse sin siquiera quitarme el pantalón.
Podía sentir sus ojos retadores en mí, como me increpaban a que la sometiera, a que le diera sexo duro. La cogí del cabello y la hice tragarse toda mi polla, escuché como se ahogaba un poco y la solté.
Se rió sadicamente mientras me miraba sin apartarme los ojos. La puse de pie cogiéndola del cuello y la tiré en el sofá, le quité el jean y metí dos dedos en su vagina; estaba mojada y lista para mí polla.
La agarré del cuello con ambas manos y sentí como el calor de su concha me daba la sensación más placentera que he tenido nunca.
La folle frenéticamente, el ruido que hacíamos debió ser suficiente para que nos escucharan nuestros compañeros abajo, no me importaba, ni eso ni nada, su respiración ahogada y sus gemidos de placer me hacían darl cada vez con más fuerza y mas rápido.
En medio del sonido de mi cuerpo chocando contra su vagina, escuché como su voz entrecortada a punto del orgasmo me pedía que le diera más duro. Su mano se tocaba frenéticamente el clitoris y con la otra se lamia las tetas para mí placer, para que yo la viera.
Le di una cachetada y soltó un bramido que se confundía entre el placer absoluto y la rabia. Su contextura es muy menuda, sentía que su cadera se iba a romper, que su cintura no iba a aguantar más, que sus brazos iban a ceder en algún punto y se moverían segúnla inercia de mi penetración.
La emoción que ella causa en mí es difícil de explicar, había un deseo ardiente, carnal, agresivo, que quería poseerla, hacerla sentirse sobrepasada por mí, pero al mismo tiempo había una suerte de odio y cariño que se combinaban en arrebatos de furia sexual con besos que me hacían sentir algo parecido al amor, sabía exactamente que no quería nada con ella, sólo me dejé llevar por las sensaciones y liberé cosas que creí no tener en mí interior.
Sentí como se contraía su vagina y ella me decía que se iba a venir, que se estaba viniendo, sus gritos y gemidos me hicieron llegar a mi también, y la penetré a toda velocidad con la mirada embelesada en sus tetas y en su cara que se contorsionaba con un orgasmo de aquellos.
Terminé adentro sin molestias y cuando salimos fuimos directo a mi tienda de acampar sin mirar a nadie. Dormimos abrazados esa noche.
A la mañana siguiente despertamos fiez minutos antes del exámen, ya todos se habían ido. Aquello quedó ahí, somos buenos amigos ahora.
1 comentarios - Como me cogí a la trola más buena de la universidad