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Sumiso en castidad: La vecina II

Este relato y los siguientes juegan entre la realidad y la fantasía. Algunas de las cosas aquí escritas son ciertas, otras no. Queda a consideración del lector qué tomar por cierto y qué no.


Parte 1: http://www.poringa.net/posts/relatos/3595945/Sumiso-en-castidad-La-vecina.html


No creo que tenga que decirles que la noche que pasé fue un infierno. Con el cinturón de castidad, mi pija apenas tenía espacio para crecer y el recuerdo de lo que había pasado sólo me producía constantes y dolorosas erecciones. Forcejee de mil maneras para quitarme el maldito aparato pero no hubo caso. Dormía de a ratos, pero invariablemente me despertaba en la misma situación: caliente, dolorido y maldiciendo mi suerte.

Me desperté por última vez cerca de las 11 de la mañana. Por suerte era sábado, lo cual significaba que no tenía que ir a laburar y podía ir a ver a Verónica de inmediato, así que eso hice. Me lavé como pude, me vestí y crucé el pasillo decidido a hablar con mi vecina y recuperar mi libertad. Golpeé la puerta varias veces con decisión, pero no obtuve otra respuesta más que silencio. Insistí con los golpes, la llamé por su nombre varias veces pero nada ocurrió. Maldije por lo bajo y volví a mi puerta, decidido a repetir la operación cada hora si era necesario.

Lo intenté unas siete u ocho veces en vano, cada vez más desesperado que la anterior. Para cuando se hizo de noche, ya estaba seriamente preocupado, y buena parte de mi impulso inicial se había evaporado. Si antes estaba dispuesto a tirarle la casa abajo para conseguir esa maldita llave, ahora lo mejor que podía hacer era pedírsela por las buenas. Intenté no pensar en qué pasaría si no estaba, junté coraje y crucé el pasillo que nos separaba una vez más.

Verónica me abrió al tercer golpe, sin mirar ni preguntar quién era. Ya sabía quién era. Me miró de arriba abajo y sin decir palabra me hizo un gesto para que pasara. Yo titubeé. La última vez que había cruzado esa puerta las cosas no habían salido muy bien, y no necesitaba entrar otra vez para que me dé la llave y quitarme el aparto. Verónica pareció leer mis pensamientos porque hizo el ademán de cerrar la puerta poniendo los ojos en blanco. Antes de que pudiera hacerlo, me metí con rapidez y ella cerró la puerta a mis espaldas.

- Por fin -me espetó- Hasta para esto sos lento. ¿Cómo está mi juguete?
Tengo que reconocer que la forma en que me hablaba, tan altanera y despectiva, me hizo sentir una punzada. No sé si en el orgullo o en la pija, o ambas.
- Mirá Verónica, me parece que... -no pude terminar la frase, Verónica me había puesto un dedo en los labios-
- A vos no te parece nada, ¿okey? Vos viniste acá porque yo te dije. Y te dije que vinieras para divertirme ¿estamos?
Su seguridad, una vez más, me produjo una puntada. No entendía cómo habían cambiado tanto nuestra relación en tan poco tiempo, pero Verónica no titubeaba y yo no sabía qué hacer ni cómo dirigirme. Verónica debía saber esto también, porque con la misma seguridad que antes, añadió:
- Me parece que vos me estás debiendo algo.
- ¿Yo? -le pregunté perplejo- ¿Deberte a vos? En todo caso sería al revés, ¿no? Vos tenés la llave que...
- Volvé a mencionar la llave y no la vas a ver nunca más -me interrumpió Verónica en seco- Y sí, vos me estás debiendo. Me estás debiendo una buena chupada, como la que yo te hice a vos.
- Pero si ni siquiera-- por tercera vez no pude terminar la frase, esta vez por una cachetada--
- ¿Si ni siquiera qué? ¿Si ni siquiera qué, tarado? Si acabaste al toque como buen virgo que sos no es mi culpa. Yo iba a hacer el esfuerzo de chuparte un poco esa pija chica que tenés, pero ni a eso llegaste.
Esta vez sentí con toda claridad la puntada, directo en la pija. La jaula empezaba a quedarme chica otra vez.

- Mirá, te lo voy a hacer fácil -dijo Verónica, al tiempo que se daba vuelta y me apoyaba el culo contra la jaula- Si te portás bien, te doy lo que querés. --añadió mientras se frotaba contra mí-- Si no, andate y no vuelvas.
La decisión me pareció de repente muy simple. Tanto que respondí de inmediato.
-  Sí, lo que vos digas.
- Muy bien. -dijo y sonrió- nos vamos entendiendo. Ponete de rodillas.

Instintivamente, sin pensarlo, me arrodillé.  Verónica se separó la distancia de un paso y comenzó a bajarse lentamente la calza que llevaba puesta, tan o más ajustada que mi aparado de castidad. Me dió la espalda, y ví como el elástico se estiraba a límites imposibles para cubrir el contorno de su culo perfecto. Lo hacía lentamente, muy lentamente, mientras me miraba por encima del hombro. Mi pija ya apretaba contra el cinturón y Verónica, que lo sabía, sonreía satisfecha desde arriba.

- Vení -me dijo con voz suave- Besame la cola. Despacio. Con devoción. Mostrame que sos obediente.
Me primer impulso fue el de desobedecer. Pensé en abalanzarme sobre ella y quitarle la llave, a la fuerza si hacía falta. Pero la verdad es que no sabía dónde la tenía, y un tipo forcejando con una mina en su departamento era como mínimo tentativo de robo y como máximo un intento de violación. Intento, claro, porque en castidad sería imposible pero la sola idea de tener que darle ese tipo de explicaciones a un juez...

Despejé esa idea de inmediato y volví a verla ahí parada, perfecta, con la calza donde terminaba la cola. Firme, redonda, en cualquier otra circunstancia se la habría manoteado de golpe. Pero sabía que no era el mejor curso de acción. Si me portaba bien y la satisfacía, quizás su buen humor me beneficiara.

Así que eso hice. Cerré la corta distancia que nos separaba y me arrodillé a sus espaldas, delante de esa cola digna de una tapa de revista. La miré y la miré sin poder creer lo que veía. Mi pija ya estaba totalmente despierta pero el cinturón no daba señales de ceder. Verónica, en cambio, ya se impacientaba:

- Dale -me espetó- Empezá.
Y eso hice. Primero tímido, despacio, sin saber muy bien dónde, le besé la cola. Un beso aquí, otro allá, otro en... siempre despacio, intentando no pasarme de la raya, literal y figurativamente. Verónica comenzaba a ronronear complacida y esto me entusiasmó a seguir hasta olvidarme del dolor de pija que tenía.
- Muy bien... así tenés que estar, oíste? Obediente. A mi servicio.
No respondí y continué besándola en silencio. Verónica estiró un brazo, me tomo del pelo, y dándose sólo media vuelta me dijo:
- Ahora me vas a chupar el culo, sabés? Quiero que me pases bien la lengua. Despacito. Con el mismo respeto de recién, ¿estamos?
Así como estaba, arrodillado, encerrado y mirándola a los ojos, no podía hacer mucho más que aceptar. En otras circunstancias lo hubiera hecho igual y en estas, más me convenía hacerlo bien.
Así que saqué la lengua y con todo cuidado, empecé a pasársela por la cola, despacio. Recorrí la linea de abajo a arriba una y otra vez, lamiendo con cuidado. Verónica parecía complacida porque ya no me miraba y gemía por lo bajo a cada lenguetazo.

- Muy bien... sí... así... seguí lamiendo... pareces un perro obediente así... chupando... ¿o no?
Yo no respondí y seguí pasándole la lengua. Verónica no se lo tomó a bien. Se volvió a dar media vuelta, y con los ojos encendidos me tomó del cabello y me repitió la pregunta:

- ¿O no?
- Sí... -respondí tímidamente-
- Sí, ¿qué? -insistió ella, sin soltarme del pelo y sin alejarme de su culo-
- Sí, parezco un perro lamiendo.
- Y un juguete.
- Sí, y un juguete. Tu juguete.

Esto último fue idea mía. No sé por qué lo dije, pero lo cierto es que era lo primero que decía por iniciativa propia desde que había entrado a ese departamento el día anterior. Quizás era la situación que me calentaba, o quizás empezaba a aceptar mi nuevo rol. Sea como fuere, Verónica pareció notarlo, e inmediatamente me hundió la cabeza contra su cola de un tirón en el pelo.

- Jajaja, yo sabía... Sabía que eras un sumiso desde que te ví... mirándome la cola como un pajero... baboseandote en el ascensor... 
No dije nada y tampoco hubiera podido. Mi cabeza estaba enterrada completamente entre sus cachetes, cuyo tamaño me parecía aún más grande que antes.
- Ahora tenés lo que querías. Disfrutalo. Y yo también tengo lo que quiero: un juguete sumiso para divertirme. Así ganamos los dos, ¿no te parece?
Quise responder pero lo único que podía emitir eran guturales sonidos.
- ¿Qué pasa? ¿No podés hablar? ¿Tenés la boca ocupada?
Yo seguía chupando y gruñendo sin que se me entiendiera nada.
- Que lástima... te iba a preguntar si querías que te sacara el cinturón un rato.
- Sí por favfhgkjbhlas
Verónica no me dejó terminar la frase y me mantuvo contra su culo con una fuerza que no esperaba, fruto de todas esas horas de gimnasio. 
- Jajajaja, ¿qué? ¿Qué? -me preguntaba Verónica entre risas- ¿Qué dijiste? No se te entiende... jajajaja.

Intenté varias veces despegarme de ella y responder que sí a gritos pero fue en vano. Verónica sólo se reía y gemía cada vez que movía la boca para hablar, enterrado en su culo. No sé cuánto duro toda esta tortura, pero cuando me soltó yo tenía la cara roja y la pija goteando en el bóxer.

- Bueno... parece que no tenés ganas de que te suelte. Una lástima.
Yo no dije nada. Ya había aprendido que contradecirla era mala idea, y que lo único que me iba ganar era otra cachetada. Decidí quedarme ahí, de rodillas, mirándola hasta que me dijera algo más. Su nueva orden no tardó en llegar.
- Acostate. Quiero ver cómo está mi juguete.
Eso hice. Me tendí en el piso y ella se acostó a mi lado. Comenzó a desabrocharme los pantalones y por un momento, creí que mi pesadilla había llegado a su fin. Qué equivocado que estaba.

- ¡Jajajajaja! No lo puedo creer... ¡te mojaste! Sos un sumiso completo. ¿Sabés lo que esto significa, no? -me preguntó Verónica mientras señalaba mi bóxer, visiblemente manchado por los fluidos que no había parado de soltar en todo este tiempo-
- No... -respondí asustado-
- Significa que no necesitas acabar. Ni ahora, ni nunca. Significa que soy tu dueña, y que de ahora en más esto es todo lo que vas a tener. No más sexo, no más pajas, nada. De ahora en más, esto es todo para vos.

Me desesperé. Verónica debe haber notado el terror en mis ojos porque antes de que pudiera levantarme saltó sobre mí, me envolvió con las piernas y se sentó en mi cara. Era a todas luces una llave con las piernas sobre el cuello. No sé qué le estaban enseñando en ese gimnasio, pero había aprendido bien.

- Claro que -continuó como si nada pasara- vamos a tener que establecer algunas reglas. Primero, la higiene es muy importante. Vas a venir todos los días a que te lave. A que yo te lave -puntualizó- No confío en vos, pajero.
Me empezaba a faltar el aire, pero lejos de aflojar la presión Verónica parecía no inmutarse.
- Segundo, me vas a dar tu celular. Un juguete tiene que estar disponible las 24 horas. No me importa qué estás haciendo, no me importa con quién estás. Lo que importa es lo que yo quiero, y tu única función es complacerme. Si te pìdo algo, lo haces. Si te llamo, venís. Y si te ignoro te la aguantas. ¿Entendiste, sumiso?
Intenté mover la cabeza para respirar pero Verónica pareció tomarlo como una señal de asentimiento por lo que continuó.
- Tercero, ya no soy tu vecina. Soy tu dueña, tu ama, tu diosa. Tampoco soy tu noviecita ni quiero serlo, así que nada de celos ni esas boludeces.  Hacé lo que quieras con tu vida... si podés -añadió mientras daba golpecitos con los dedos sobre el aparto-  No me interesa, pero te vas a dirigir a mí con el máximo respeto, y ante la más mínima falta va a haber un castigo correspondiente. ¿Te quedó todo claro?
Forcejeé en vano tratando de soltarme pero Verónica no cedía. Tampoco decía nada más. Mi única salida era decir que sí a todo y, al mismo tiempo, recuperar el aire y condenar mi vida. Con las últimas fuerzas, cuando estuve a punto de desmayarme, grité que sí. Verónica se rió, apretó un poco más las piernas como para darme a entender que podía ser mucho peor y me soltó.

Tosí y recuperé el aire como pude, a bocanadas. Estaba agitado y transpirado, muerte de cansancio, cuando noté que Verónica ya estaba vestida de nuevo, de pie junto a la puerta. Me miró desde arriba y me dijo con desprecio:

- Andate. Ya es tarde y salgo con mis amigas. A lo mejor les cuento algo de vos. 



Continuará.

2 comentarios - Sumiso en castidad: La vecina II

MIsko-Jones
muy buen relato , felicitaciones
espero que continues la historia

saludos
Red_October
Muchísimas gracias. Definitivamente, aún hay mucho más que contar. Saludos de vuelta.
cuando-quieras
Uff me dejó re caliente... que siga esa historia por favor !!!
Red_October
Objetivo cumplido entonces. Prometido que continuará.