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Chica de ciudad: Segundo año. Capítulo 3

Chica de ciudad: Segundo año. Capítulo 3

No leiste la primera parte de "Chica de ciudad"? Son solo 10 capítulos y te van a encantar! Acá te dejo el link para que entres y te deleites:
PRIMER AÑO. CAPÍTULO 1



Esta es la historia de Celeste, una pueblerina de 19 años después de vivir un año en la gran ciudad desea seguir explorando la loca vida que ahora le toca llevar, llena de relaciones complicadas, deseos escondidos y fantasías por cumplir. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

CAPITULO 1

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Capítulo 3: La distracción
   El verano siguió y Ezequiel y yo no desaprovechamos ningún día de Enero y tuvimos todo el sexo posible. A medida que pasaban los días se volvía más intenso y más placentero, comenzábamos a darnos cuenta que era lo que al otro le gustaba y nos pasábamos horas hablando de nuestras fantasías y deseos. Pero comenzaba a volverse algo rutinario y predecible, fue por eso que decidimos marcharnos a nuestras ciudades cuando fue lo posible. La segunda semana de Febrero, me subí a un colectivo con Maipi y dejé mi pueblo para volver a Rosario con la idea de dejar ese mes lleno de locuras y placer en una cajita de recuerdos.
   La ciudad comenzó a llenarse una semana después, cuando los estudiantes volvían a sus departamentos y las facultades empezaban a movilizar gente que nerviosa entraba a los salones para rendir sus exámenes. Guillermina y Martina llegaron el 15 de Febrero y las cuatro nos pusimos a estudiar para las distintas materias que teníamos que rendir. La vuelta a la facultad fue casi a fin de mes en una mesa bastante complicada, pero lo peor no fue eso. ¡No! Lo peor fue el reencuentro con Vanina y con Facundo, que seguían de novios y que habían entrado en esa etapa de “entérense todos que estamos juntos” y no paraban de besarse, abrazarse y hablarse como si fuesen nenes chiquitos. Obviamente que los dos me saludaron, ella de una manera muy falsa, con una sonrisa que se notaba que era forzada y él de manera amable pero sabía que lo hacía solo porque yo lo había hecho primero. Me había olvidado por completo de ellos y de su grupito, ese verano en el pueblo lleno de sexo y de diversión, me habían hecho olvidar lo desagradable que eran algunas personas en la ciudad.
   Pero mis intensiones de divertirme y de pasarla bien seguían siendo bien grandes, es más, ese año estaba dispuesta a vivir muchas más locuras de las que ya había vivido. Es por eso que tras rendir la última materia, decidimos organizar una salida de chicas para el 27 de Febrero, con la idea de retomar un poco la locura de la facultad. Luciano todavía seguía de vacaciones, por lo que tenía que esperar si quería tener alago de acción en Rosario. O simplemente podía salir a buscar alguien con quien divertirme mientras tanto.
   Es así como en una noche de mucho alcohol y muchos gritos llegó un nuevo chico. Nos juntamos con Maipi, Guillermina y Martina en el departamento de la primera y tras una previa con buena música y tragos salimos a bailar con la intensión de portarnos mal, conquistar chicos y sobre todo divertirnos. Maipi se perdió al poco tiempo que entramos al lugar, ya que se reencontró con un chico con el que venía saliendo hacía un tiempo y no la vimos más. Martina, que estaba en algo con un ex compañero de la secundaria se fue temprano cuando él la pasó a buscar en su auto. Fue entonces cuando Guille y yo vimos a dos chicos que no paraban de mirarnos y tras debatirlo unos pocos segundos, decidimos darles una oportunidad.
   Uno de ellos era divino, alto, musculoso, rubio con rulitos, de ojos celestes y piel tostada. El otro era más estándar, también alto pero no tan flaco, morocho de ojos negros y quedaba muy opacado al lado de su amigo. La pelea empezó cuando las dos queríamos quedarnos con el rubio y no con el otro y por suerte para Guillermina, él decidió chamuyársela a ella mientras que yo me quedé con el “amigo simpático”. Sin embargo fue un golpe de suerte, porque después de que las dos nos pusiéramos a chapar con nuestros respectivos chicos, el rubio decidió dejar a Guille plantada, mientras que el otro me dio su teléfono y me propuso hablarnos en esos días, cosa que yo acepté.
   - Eso te pasa por codiciosa.- Le dije yo riéndome mientras volvíamos en el taxi.
   - ¡Es una idiota! Se fue con la ex que le dijo que estaba sola en la casa.- Me contaba Guille indignada.- ¡Ya fue! ¿Cómo se llama el tuyo?- Me preguntó.
   - Cristian.- Le respondí yo mirando mi celular en donde había guardado su número.
Y los mensajes de Cristian no tardaron en llegar.

   Al día siguiente me desperté con un “Hola. Cómo va?” de él que me sacó una sonrisa de manera muy impensada. Entonces empezamos a hablar y me di cuenta que Cristian era bastante simpático y agradable y a medida que pasaban las horas del domingo, comenzaba a gustarme. Sin embargo en otra conversación tenía a Luciano que no paraba de decirme todas las cosas que me iba a hacer cuando nos viéramos, después de todo habíamos estado una sola vez juntos y nos moríamos de ganas de repetir la experiencia. Pero él seguía de viaje y no iba a volver hasta mediados de marzo y yo tenía que esperarlo.
   Fue entonces cuando me di cuenta de que en realidad no tenía ganas de esperarlo sentada y que quería seguir divirtiéndome. “¿Qué haces hoy a la noche?” le escribí a Cristian después de unos minutos sin hablar con él y casi al instante me respondió que no tenía nada planeado. “¿Querés venir a casa? Comemos algo tranqui y después vemos una peli” le propuse y él me contestó enseguida de manera afirmativa. Rápidamente ordené un poco la casa y fui a comprar las cosas para cocinarle algo sencillo. No me iba a quedar sentada esperando que Luciano volviera a la ciudad para estar con alguien. Era 28 de Febrero y tenía unos 10 días de espera, podía divertirme tranquilamente.
   Cristian llegó cerca de las 9 de la noche con una botella de vino en la mano y nos pusimos a cenar mientras hablábamos un poco de la vida de cada uno. Era dos años más grande que yo y estaba estudiando ingeniería industrial y mientras comíamos me contaba de su carrera y un poco de sus proyectos. Después comenzamos a hablar de mi vida y tratando de evitar los problemas de relaciones que había tenido a lo largo de los años, le conté algo de mí. Pero rápidamente movimos la charla al sillón y cuando pusimos la película nos dejamos llevar por las luces apagadas y por la botella de vino vacía.
   Él se acercó a mí con intensiones de besarme y yo no puse resistencia alguna. Nuestros labios se juntaron en un beso bien apasionado. Cristian posó su manos sobre mi cuello y me siguió besando ya más suelto de lengua y noté como su cuerpo se inclinaba sobre el mío y como comenzábamos a recostarnos sobre el sillón. Su otra mano comenzó a meterse por debajo de mi remera a la altura de mi cintura y una vez que estuvimos acostados en el sillón se alzó hasta llegar a mis tetas.
   Los besos y el toqueteo comenzaron a hacerse más zarpados a medida que pasaban los minutos. En la tele seguía pasando la película de acción que había quedado olvidada ya que en el sillón las cosas se estaban poniendo cada vez más calientes. Cristian me sacó la remera y acto seguido se sacó la suya. Entre besos y manoseo muy fogoso nos fuimos sacando la ropa. Él comenzó a besar todo mi cuerpo y eso me prendió muchísimo. Su boca pasó por mis labios, mi cuello, el lóbulo de mis orejas, mis hombros, mis brazos, mi pecho, mis tetas y mis pezones y siguió bajando hasta mi cintura. Me sacó el pantalón con mucha facilidad y después de acariciar mis piernas unos segundos, me bajó la bombacha hasta que me quedó colgado de una pierna y se dedicó a darme placer con su boquita.
   Definitivamente no me esperaba lo mucho que me gustó lo que hacía. Cristian sumergió su cabeza entre mis piernas y comenzó a chupármela de una manera muy intensa. Su boca absorbía toda mi conchita y su lengua se movía entre mis labios y mi clítoris, dándome un placer que no me esperaba en lo más mínimo. Fue tal la sorpresa, que mi cuerpo comenzó a vibrar cuando su dedo se posó sobre mi clítoris y comenzó a moverse al mismo ritmo que lo hacía su lengua por el resto de mi conchita. Mis manos fueron directo a mis tetas y las apretaron con fuerza mientras que mi cabeza se inclinaba hacia atrás y me mordía el labio. Los gemidos no tardaron en aparecer cuando él metió ese mismo dedito adentro de mi cuerpo y comenzó a cogerme con él a medida que su boca seguía proporcionándome placer. La excitación crecía a cada segundo y Cristian se daba cuenta que lo que estaba haciendo me volvía loca y por ende continuaba con ello de manera más zarpada. Mis gemidos ya se convirtieron en gritos y mi cuerpo se movía electrizado cada vez que su lengua rozaba mi clítoris.
   - ¡Ay Dios!- Me levanté del sillón un segundo después que él y lo miré con una expresión de locura total.
   Empujé a Cristian contra el respaldar del sillón y de manera muy brusca le saqué el pantalón y el bóxer de un solo saqué. Estaba totalmente desquiciada y fuera de mí, solo quería sexo violento y sin sentido para poder divertirme y él lo entendió. Se dejó llevar por mis movimientos y cuando me arrodillé frente a él y me metí su pija bien gruesa en la boca se dedicó a disfrutar del pete que le hacía. Comencé a chuparle la pija lo más rápido que pude, moviendo mi cabeza hacia arriba y hacia abajo mientras que con mi mano recorría todo el tronco de su verga y sus huevos. Cristian me miraba con fascinación y se le dibujaba una sonrisa inmensa en la cara al sentir el placer de mis labios.
   Esa noche hicimos todo a las apuradas. Después de darnos placer oral mutualmente estábamos listos para la acción verdadera y yo me senté sobre sus piernas sintiendo como su pija bien gorda me partía al medio y mis ojos y mi boca se abrieron al máximo al disfrutar ese momento. Cristian apoyó sus manos sobre mi cintura y a medida que yo me iba moviendo él se iba relajando sobre el sillón. Una de sus manos llegó hasta mi cola y la tomó con fuerza e intentó hacer llegar un dedo a mi cola, pero rápidamente le dije que no y volví a llevarla a mi cintura.
   No había mucha pasión en el sexo, más bien calentura y excitación. Sin embargo la forma en la que lo hacíamos nos complacía a los dos. Después de dominarlo un ratito y de cabalgar su verga, él me dijo que me pusiera en cuatro sobre el piso y se arrodilló atrás mío para penetrarme bien a fondo provocándome un grito de placer. Cristian insistió con sus manos sobre mi cola, pero esta vez no intentó llevar un dedo al agujerito por lo que no le dije nada y mientras me abría los cachetes, movía su cuerpo hacia adelante y hacia atrás volviendo loca con su pija.
   Después volvimos al sillón, pero esta vez yo me acosté en él con mi cintura sobre el borde y mientras él me cogía yo lo envolvía con mis piernas. La feroz manera en la que se comportaba era la dosis justa de sexo que yo necesitaba para poder sobrellevar mis días. Cristian era la distracción perfecta. Entonces en ese momento un pensamiento siniestro invadió mi mente: “¿Y qué tal si yo también soy la distracción de él?” pensé y el morbo de imaginarme siendo una cualquiera me terminó de enloquecer.
   - ¡Ay sí! ¡Cogeme! ¡Cogeme!- Comencé a gritar de golpe y Cristian insistió en darme mucho más fuerte.- ¡Llename de lechita! ¡Llename de lechita!- Escuché que de mi boca salían esas palabras pero no las pensaba.
   Y él pareció volverse loco con mi pedido. Me siguió cogiendo a toda velocidad por unos instantes y cuando no se pudo aguantar, se alejó un poco de mi cuerpo y se fue pajeando por encima de mí hasta que comenzó a largar el semen que rápidamente me bañó entera. Sin dudas me había dejado llevar por la situación y de lo más fondo de mi cuerpo le había pedido algo que ni siquiera sabía que quería. Me quedé recostada unos segundos, cubierta de su leche calentita y él se quedó ahí parado, con su mano apoyada sobre la pared y la otra sobre su verga de la cual caía un hilo de semen que terminaba en mi ombligo.
   Cristian se acostó unos segundos en el piso y después yo le dije que me iba a limpiar al baño pero cuando salí él ya estaba cambiado y dispuesto a irse. “La pasé muy bien” me dijo mientras le abría la puerta y así como si nada, se alejó. Me recosté una vez más en el sillón y me quedé pensando en todo lo que había pasado y como de un día para el otro me había animado a hacer lo que nunca pensé que iba a hacer. Ese año que había vivido en la ciudad me había cambiado y me encantaba lo que estaba haciendo conmigo.


SIGUIENTE


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2 comentarios - Chica de ciudad: Segundo año. Capítulo 3

Pervberto +1
Es tremendo cuando el cuerpo toma el poder.
HistoriasDe +1
Gracias por comentar!!
daros82 +1
venia tranquilo hoy... hasta que lei esto...
HistoriasDe +1
Ufff espero que no hayas quedado tan mal.. Jaja