Mi novia, mi mejor amigo y yo: nuestro primer trío

Con Sofi, mi novia, llevamos más de 5 años saliendo juntos. Ambos tenemos 28 años. Nuestra vida sexual la iniciamos prácticamente juntos. Si bien no debutamos el uno con el otro, no teníamos demasiada experiencia pevia.

Como buenos principiantes, nuestra sexualidad fue desarrollándose con el correr del tiempo. Arrancamos apenas con simple penetración, y con el paso de los años fuimos agregando nuevos elementos. Un día empezó a hacerme petes, incorporamos los masajes, algún que otro acogotamiento y frases eróticas, los juegos anales (tanto en ella como en mí), etc. En fín, nada que no puedan imaginarse: fuimos progresivamente liberándonos juntos.

Como toda experiencia nueva, en algún momento pasa a ser algo normal, y comienza a aburrir. En un momento, me di cuenta de que estábamos como en una búsqueda permanente de cosas nuevas. La búsqueda se potenciaba cuando ella se emborrachaba: ahí dejaba salir su verdadero ser sexual y todo era increíble. Pocas cosas me calentaban más que verla en pedo desaforada por la verga.

Yo, en mi intimidad, nunca dejé de masturbarme. Cuando estábamos tranquilos, acudía a los siempre fieles videos porno. En épocas de mayor calentura, me ratoneaba mucho con ella en “modo puta”. La cantidad de pajas que le habré dedicado es inimaginable. Tríos, infidelidades, lesbianismo, ella con su jefe forzada, todo, todo y más de lo que puedan imaginar.

En determinado momento, quizás más por mis ganas y ratones que otra cosa, empecé a notar ciertos comentarios y acciones de ella en presencia de mi mejor amigo, César, que rozaban la provocación. Por lo general lo hacía en tono chistoso. Me daba cosa retrucarle y que me dijera que era joda y quedar como un desubicado. Pero parecía que no era casualidad.

Esos comentarios van desde hablar con sutileza de determinados temas sexuales, hablar de sus propias tetas, o incluso desafiarme (irónicamente) delante de César a que yo “no me animaría a tener una relación abierta”.

Todo empezó el día en que César vino a casa con la noticia de que había cortado con su novia. Por supuesto que ese primer día lo contuvimos. Lo único que noté fue que quizás a ella se le escapó por primera vez en muchos años una mano que lo abrazó mas cariñosamente que de costumbre.
Con el paso de las semanas, César venía a casa a contarnos de sus hazañas en boliches. Cuando ella me veía hablando por privado en Whatsapp con él, me preguntaba con insistencia si sabía de algo nuevo. Los comentarios picantes se fueron profundizando, pero hasta el momento nadie daba un paso para adelante.

Hasta que llegó el día.

Una noche, vinieron a casa varios amigos y amigas a comer. Como ya salir a bailar no es parte de nuestras opciones hoy por hoy, decidimos hacer tragos en casa y emborracharnos juntos. Nada que suene demasiado divertido a priori.

Empezamos desde temprano con distintos tragos. Para las 12 de la noche ya estábamos todos totalmente en pedo. En un momento de la noche, Sofi se me acercó y se sentó upa mio. Ella estaba bastante en pedo.

Había otras parejitas también, en situación similar. Se daban besos, alguna que otra mano se les escapaba y parecían todos bastante calientes. En un momento, empezaron todos a joder con el tema de que cada uno se iba a ir por la suya a garchar son su pareja. El único soltero de la noche era César, que pedía que no comiéramos delante de los pobres.

Y así fue como se fueron yendo por separado las parejitas. Cada uno que se iba, recibía algún chiste con algo sexual. En un momento quedamos sólo nosotros, que éramos los anfitriones, César, y otra pareja más.

Esa pareja cerca de las 3.30 de la madrugada se levantó para irse. César, pensando que iba a ser incómodo y sin ganas de quedar como un aguafiestas, se paró para irse atrás de ellos. Dijo que le vendría bien también porque el no tenía auto, y lo podían tirar cerca de la casa.
Pero justo ahí, en ese precioso momento, explotó una bomba en el medio del living de mi casa:
-“César, no seas amargo, quédate y después te llevamos nosotros”. PUM. Sofi, en 1 segundo, reventó todos los ratones que yo venía incubando durante los últimos meses, y en la misma fracción de tiempo me dejó la pija dura como piedra.

César me miró, obviamente. Yo le hice el típico gesto con cejas y hombros levantados, como diciéndole “y si, si ella lo dice…”.

Estoy escribiendo esto mientras trabajo y les juro que en este momento se me está endureciendo la verga como aquel día.

Yo bajé a abrirles a los que se iban, maquinando como loco. Les confieso que hasta me amasé un poco la chota en el ascensor. Cuando llegué de nuevo al departamento, quizás por escepticismo, creía que me iba a encontrar con que todo era un malentendido y simplemente lo invitó a quedarse para seguir escabiando juntos, o criticar a alguno de los que se habían ido.

Pero las esperanzas se renovaron cuando entré de nuevo a casa: los vi a los dos sentados en el sillón, cerca pero no pegados. Sofi le estaba hablando sin parar, y cada menos de 5 segundos le apoyaba la mano en la rodilla.

En ese momento, como estrategia para que ellos siguieran escalando su calentura, pero más que nada para aprovechar la tremenda erección que estaba teniendo antes de que se pinchara la ilusión, me fui al baño a hacerme una paja. Si les digo que estuve más de 30 segundos es mucho. Reventé de leche el inodoro.

Cuando volví, después de lavarme bien, ya con las neuronas frías y el escepticismo reinando, me encontré con otra sorpresa tremenda que me volvió a poner la pija dura: estaban hablando de sexo explícitamente. Él le describía como cogía con las minas que levantaba en los boliches, y ella le preguntaba. Yo me senté al lado de ella, pegado abrazándola. Ella me daba la espalda en el sillón y tenía la vista (y su mano derecha) fijas en él y en su pierna.




Un momento de la conversación me puso de la cabeza, me subió la leche hasta el cerebro:
César: “A la que me garché el sábado pasado le di sin parar casi una hora y media”
Sofi: “Qué hija de puta, que lindo que te cojan así”.

Listo. Olvidate. Se me apagó la tele ahí. Tomé el coraje que me faltaba y me dije a mi mismo: es hoy o nunca.

Como estrategia, pensé que sería bueno ir generando contacto caliente con ella. Mientras ellos hablaban, le fui bajando la mano desde el hombro lentamente hasta la cola. Dejé la mano apoyada un par de minutos. Ella no me registraba.

Una vez apoyada en la cola, la fui moviendo hacia la rodilla. Después, despacio la fui llevando hacia arriba hasta llegar a la entrepierna. Ahí empecé a moverla, hacía un ciclo rodilla – entrepierna – rodilla – entrepierna. Con el correr de los minutos, extendía el viaje y con el dedo gordo le rozaba la concha. Ella seguía hablando.

En un momento, me di cuenta de que estaba empezando a gesticular de la calentura. La miraba a los ojos y veía que pestañaba prolongadamente. El éxtasis lo alcancé cuando la vi que de repente empezaba a morderse el labio inferior con cara de placer. YA ME ESTABA POR SALIR LA LECHE DE LA CHOTA SIN TOCARLA.

Mi amigo, en ese interín, nos miraba mientras seguía hablando. Se acomodó para atrás en el sillón mientras mi novia le seguía tocando la pierna. Ya se le notaba bastante que tenía la pija re dura él también.
Y en un momento micro silencio de la charla, se produjo el segundo gran momento de la noche.
Mi novia giró la cabeza y me empezó a chapar a lo loco. Me metió la lengua hasta el fondo de la boca como nunca había hecho en su vida. Hasta se me subió arriba.





Yo abrí los ojos y vi como mi amigo nos miraba. Ninguno de los dos lo podría creer. No nos hicimos ningún gesto, entendíamos todo. Estábamos incómodos todavía, pero creo que los dos decidimos dejarla a ella que hiciera lo que quisiera.
Seguimos chapando. En un momento bajó su otra mano (nunca dejó de tocarle la pierna a César), y empezó a tocarme la chota. De tocarme, pasó a amasármela. Se la notaba caliente, y empezó a gemir. Yo metí mano como loco también. Estaba desquiciada. ¡GEMÍA Y NI SIQUIERA LE HABÍA EMPEZADO A COLAR LOS DEDOS!

En ese momento, para adentro me preguntaba cómo iba a ser el momento en que César se metiera en el quilombo con nosotros. Él se empezó a amasar un poco la chota mientras nos miraba, ella se dio cuenta porque seguía apoyándole la mano y seguramente sintió el movimiento. Creo que él incluso se aseguró de que ella lo sintiera.

No veía la forma de hacerlo entrar. No hizo falta.

Segundos después, Sofi se alejó de mi, lo miró y con vos de mega puta le dijo:
-“Sacate el pantalón para tocarte, si querés”-

PUFFF. Yo ya no daba más. Quería que me comiera la pija. Sofi me bajó el pantalón y el boxer en ese momento, y empezó a pajearme bien a lo puta chapándome fuerte.

En un momento giró la cabeza para mirarlo a César, que ya se había bajado la ropa y se estaba pajeando mientras nos miraba. Se quedó mirándolo, con cara de puta mordiéndose el labio.
De la nada, le sacó la mano que tenía apoyada en la rodilla de César, se corrió el short y la tanga negra que tenía puesta hacia un costado y empezó a meterse dos deditos en la concha, mientras con la otra mano me seguía pajeando. Yo me la jugué y le saqué la remera y el corpiño mientras me tocaba.





Ahí los dos nos pusimos de la cabeza. ELLA ESTABA CALIENTE COMO UN VOLCÁN, Y NOSOTROS TENÍAMOS LOS DOS LA PIJA RE VENOSA.
Cuando creía que ya había llegado al punto máximo de calentura en mi vida, escuché eso...

-“Vení boludo, acércate que no llego”- le dijo a César. Y mi vida cambió para siempre.

Si me disculpan, me voy al baño del laburo a tocarme. No puedo más. Si quieren saber cómo siguió la noche, escríbanme abajo y cuéntenme qué tan calientes están en este momento. Si me mandan fotos y me motivan capaz mañana sigo con el relato.
Acepto fotos de conchas, tetas, pijas, lo que quieran. Con Sofi seguramente les dediquemos alguna.