Sudaba su piel en el verano de 2017, como una botella de hielo al sol que le baila, sobre sus curvas, las gotas de calor. Yo, enloquecido por su figura de curvas peligrosas y mortales, que desplegaba toda mi imaginación en un solo parpadeo, volteo a mirarla con hambre de lobo. Como nos caracterizaba el sexo fuerte y letal, éramos los dos para uno y uno para los dos. Me acuerdo perfectamente que el calor era sofocante y el sol pegaba con fuerza sobre su piel y la imagen de ella en mi mente; una silueta de la mujer más hermosa que vi: Una perlita con flequillo, pelo largo y negro como la noche, ojos marrones y una cola que las mismas diosas del Olimpo envidian; unas piernas que marcaba muy bien todos los circuitos de su cuerpo y ese shortcito de Jean que estremeció todos mis sentidos. Era una conjugación perfecta de mujer. Una Venus letal y venenosa; una sirena del océano salvaje. Así era ella, una reina indomable.
Volvimos a sentirnos pegados unos al otro, en la mesa de la cocina, mientras nos rodeamos de mate y aire acondicionado, y una música indie atmosférica que resaltaba mi lujuria con solo mirarla. No lo dije antes pero a todo esto, éramos dos novios sin serlo; ella ni se veía con su pareja y yo era devoto a su sexo y sus detalles así mismo, también, a su perfección. Con el pasar de los meses le dimos forma a este quilombo emocional que teníamos de lujuria, placer y deseo.
Volviendo a aquella tarde donde lo malo era lo bueno y todo lo bueno era lo peligroso, sumado a que cada ves nos gustaba mas; Ya todo era segundo plano. Fue en ese momento que la levante de la silla y cuando la apoye entre mis brazos; bajando mis manos por su espalda, muy sutilmente mojada y yo casi sin dejar de parpadear, para no perderme nada, sentí que se me estaba endureciendo la existencia y con ella que cada vez estaba más calurosa, aumentaremos nuestra temperatura corporal. Mis manos descendían sobre su piel y deslizando la remera para arriba siento sus pechos pequeños pero tiesos y perfectamente dibujados, rozando sus pezoncitos, por mi pecho bronceado. Mientras pasaban las horas de sol, desnudo mis secretos para penetrar hasta el atardecer. Un atardecer de verano que siguió por altas horas de la noche con sexo sin filtro. La música por fin era un colchón de sonido para gritos nuestros de placer. Un placer sofocante que sólo limitamos a besos en el cuelo (su cuello: una suave curva perfecta y letal que yo mordía sin prejuicio y les juro por dios que la hice mía para siempre)...
Continuará...
Volvimos a sentirnos pegados unos al otro, en la mesa de la cocina, mientras nos rodeamos de mate y aire acondicionado, y una música indie atmosférica que resaltaba mi lujuria con solo mirarla. No lo dije antes pero a todo esto, éramos dos novios sin serlo; ella ni se veía con su pareja y yo era devoto a su sexo y sus detalles así mismo, también, a su perfección. Con el pasar de los meses le dimos forma a este quilombo emocional que teníamos de lujuria, placer y deseo.
Volviendo a aquella tarde donde lo malo era lo bueno y todo lo bueno era lo peligroso, sumado a que cada ves nos gustaba mas; Ya todo era segundo plano. Fue en ese momento que la levante de la silla y cuando la apoye entre mis brazos; bajando mis manos por su espalda, muy sutilmente mojada y yo casi sin dejar de parpadear, para no perderme nada, sentí que se me estaba endureciendo la existencia y con ella que cada vez estaba más calurosa, aumentaremos nuestra temperatura corporal. Mis manos descendían sobre su piel y deslizando la remera para arriba siento sus pechos pequeños pero tiesos y perfectamente dibujados, rozando sus pezoncitos, por mi pecho bronceado. Mientras pasaban las horas de sol, desnudo mis secretos para penetrar hasta el atardecer. Un atardecer de verano que siguió por altas horas de la noche con sexo sin filtro. La música por fin era un colchón de sonido para gritos nuestros de placer. Un placer sofocante que sólo limitamos a besos en el cuelo (su cuello: una suave curva perfecta y letal que yo mordía sin prejuicio y les juro por dios que la hice mía para siempre)...
Continuará...
2 comentarios - Sudor, música y piel (Corregido)