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Discusión acaba en sexo salvaje


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El flujo de su sexo me llena la boca y la cara. El gusto de su saliva cubre mi lengua. El abrigo, el calor, el fuego de su interior me quema la pija. Estoy cubierto de cuerpo entero de una agridulce capa de su sudor, de sus lágrimas, de su sangre. Fue él orgasmo más fuerte de mi vida y ahora todo se diluye lentamente…
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¿Qué pasa? ¿Soy cornudo o no? ¿Por qué esta sensación me deja constantemente intranquilo? ¿Por qué me excito tanto pensando, fantaseando con ella siendo sometida por otros? ¿Por qué ese juego de ella confesándome una infidelidad me llevó a un orgasmo tan fuerte, de un disfrute tan grande pero, al día siguiente, me carcomía entero en celos?

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Tengo que admitir que ese juego de imaginarla tan puta a mi mujer, tan sedienta de placer, tan entregada al primer desconocido que se le cruce, es algo que me genera mucho morbo, pero en la realidad es otra cosa.

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¿Soportaría la idea de ella comiéndose otra pija, dejándose coger en todas las posiciones, entregando hasta el culo y saboreando, con sed y deseo, la descarga de otro, si ese otro no fuera solo un pensamiento, sino que fuera una persona real?

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No creo que pueda. No. Ya no. No me dá la cabeza. Necesito saber. ¿Para qué? No sé. La verdad no lo sé. Sería mejor, tal vez, dejarlo pasar y seguir disfrutando de los mejores momentos en cuanto a explosiones de placer que nuestra larga relación tuvo.
Pero no puedo y se lo pregunto, directo, sin anestesia ni concesiones: - ¿Vos me engañaste alguna vez?
Es sábado por la mañana y a los chicos se los llevó mi vieja por el fin de semana. Estamos solos y con tiempo para hablar y decirnos todo lo que tengamos que decirnos.
Ella me mira, midiéndome, preguntándose si hablo en serio o si quiero empezar a jugar a eso otra vez. Pero yo estoy serio. Así y todo, quizás haciendo tiempo, ella me pregunta: - ¿Tan temprano queres empezar hoy? A ver ¿Qué queres esta vez? ¿Queres que te cuente cómo me cogí a un ex novio ese fin de semana que te fuiste a la quinta de tu amigo…? ¿O cómo me enfiestaron dos papis del colegio de los nenes…?
- ¡Basta!¡Cortala! Te pregunto en serio.
Ella, que estaba lavando los platos mientras yo la indagaba, cerró la canilla, se sacó los guantes y empezó a secar las cosas con un repasador. Se notaba que los pensamientos la atropellaban, de a ratos mueve la boca cómo si fuera a decir algo y se retiene. Los segundos pasan. Yo no entiendo por qué tanto silencio: - ¿Y? – La apuro para que me conteste. Y en un tono que me sale más áspero de lo que hubiera querido agrego: - Es una pregunta de respuesta directa, no tiene mucha vuelta.
Ella esboza una sonrisa forzada y me dice: - Bueno, ya sabés que pienso que toda mujer se merecería garchar con un pendejo eventualmente... – Y ahí larga su risa de haber dicho algo gracioso. Pero a mí no me causa ninguna gracia, al contrario, me enerva y casi fuera de control, levantando la voz le digo: - ¡No me jodas! – Ella deja de mirarme y se concentra en unas copas que está secando. - ¿Te cogiste un pendejo? – Ella guarda silencio. - ¿Te cogiste un pendejo sí o no? – Eso se lo pregunto ya directamente gritando. Ella por el susto deja caer de sus manos una de las copas que estalla en el suelo en varios pedazos. - ¡Mirá lo que hacés! – Me dice.
Se agacha tratando de levantar los pedazos. Yo la miro y sufro. La veo ahí, agachada y, aun así, vestida tan simplemente con su short y remera de dormir, es para mí la mujer más hermosa del mundo. Esas piernas… esa espalda… su pelo… el aroma de su piel… No puedo concebir la idea de que realmente haya estado con otro. Ella al levantar los pedazos de cristal se corta un poco, sin querer, el costado de un dedo. El dedo le sangra y entonces se levanta a lavarse la mano, ahí mismo, en la cocina. Y después va hacia la habitación a buscar algo en el cajón de la cómoda para detener la sangre. Todo eso lo hace en silencio. Evasiva a mi presencia que la persigue por toda la casa en espera de una respuesta.
- Por favor, contestáme. – le digo casi en un ruego, tragando saliva. – Decime que sos mía. Que solo fuiste mía todo éste tiempo. Por favor.
No sé por qué tardo tanto en entender lo que es obvio. Necesito escucharlo de su boca. Pero ella calla. Me corre la mirada…
Ese silencio me mata, es más poderoso que cualquier cosa que diga. De pronto reacciono, ya no controlo mis actos. Con fuerza la agarro de los brazos y la obligo a que me mire a la cara. Ella me mira y en sus ojos hay tristeza, vergüenza, bronca también. - ¡Soltame! – dice de pronto con una furia que jamás le había visto. Como ya no controlo mis actos y mis manos la siguen apretando con fuerza y ella también está fuera de sí, al ver que no la suelto, me vuelve a gritar con fuerza - ¡Soltame! ¡Vos no sos mi dueño! – y me escupe la cara.
Su saliva me llega directamente a la mejilla junto a la nariz y siento cómo cae, lenta, tibia por el borde de la comisura de mi boca. La reacción me sorprende y la suelto. Ella da un paso atrás sin dejar de mirarme, con los ojos bien abiertos y no puede seguir más porque la frena la cómoda. Yo, saliendo de mi asombro, la encaro y le digo - ¡Cómo que no soy tu dueño! ¡Vos sos mía!
Ella, totalmente aturdida, atina a pegarme una cachetada, fuerte, que me marca su palma en el cachete y me mancha con su sangre la cara. Yo trato de contenerla pero ella está sacada: me empuja, me pega puñetazos en el pecho, me grita en la cara. Para frenarla la envuelvo con mis brazos.
Lo que siento ahora me sobrepasa. Siento el calor de su cuerpo contenido por mío. Y en ese calor siento su bronca y su calentura.
Esa fiera salvaje liberada por mi provocación. Esa cara de su personalidad que jamás había conocido, junto al dolor y la pena de entender que, por más que quiera, yo no puedo hacer nada. Que no soy su dueño aunque es lo que más quisiera en este mundo. Esa impotencia me invade, así como me invade todo su ser, en un sentido físico pero también en un sentido abstracto, espiritual.
La tengo en mis brazos y el torbellino interior que me recorre incluye todos estos años juntos, todos nuestros logros, todos los momentos que pasamos unidos, para bien y para mal. Incluye su olor, su sabor, sus sonidos, las sensaciones que me provocó y que sentí todo este tiempo.
Siento en éste abrazo cómo su temperatura se eleva, como sus pechos se endurecen y no soporto. No soporto terminar así, no soporto perderla, no soporto la tentación de besarla. Me surge un grito, desde las entrañas: -¡Ahhhhhhhhhhhhh! – Y la beso fuerte, con toda la boca y la lengua, le muerdo los labios, esos labios tibios…Cuando me doy cuenta mi erección es total y mi deseo incontenible.
Le rompo la remera y le beso, le chupo, le muerdo los pechos. Con desesperación y descontrol. Ella me toma del cabello, suave. Yo la levanto y la empujo hacia la cama y me recuesto encima suyo, mientras no dejo de besarle toda la cara, todo el cuello y le apoyo la poronga para que la sienta. Quiero que sienta mi calentura, esta excitación que solo ella me genera, este fuego que solo ella me provoca… Ella gime, suspira y empieza a disfrutar con ardor.
Pero las imágenes de saberla disfrutando así con otros me invaden y no puedo seguir. Paro en seco, y me siento a un lado en la cama. Necesito pensar, necesito parar un poco.
Pero ella, el salvaje animal que desperté, no me deja. Primero se levanta y trata de dejar la habitación, pero antes de cruzar la puerta se arrepiente. Su cara está desencajada, sus pezones totalmente duros están a la vista asomándose a través de su remera rota. Ella respira agitada, con una sensación de estar guardando algo en su interior que está a punto de estallar.
Y entonces me ataca. Se acerca y me empuja fuerte, me tira en la cama y se me pone encima, apoyándome las rodillas sobre los brazos y la cola justo encima de mi nariz. No puedo moverme, ella me aplasta con una fuerza imposible. Apenas puedo respirar. Siento el olor de su culo en mi nariz, el calor y la humedad de su concha, a través del short, en mi boca. El momento es una dulce pesadilla, fuera de todo lo concebible estoy obligado a saborear el néctar de sus partes más deseables. Lo hago de inmediato, hipnóticamente, arrebatado. Muerdo y rompo con mis dientes la tela que me separa del irresistible sabor del interior de su cuerpo. Lo acaricio con mi lengua desesperado. Me quiero alimentar, me quiero llenar de ella. Mientras ella me roza y me lame la pija con su lengua, su cara, sus labios y sus dientes.
Presiento, desde la punta de mi lengua, cómo llegan las primeras convulsiones de un orgasmo inmenso. Lo preveo en el gusto, que se vuelve cada vez más dulce, más irresistible. En el calor que emana desde la vulva, en el tamaño del clítoris que pareciera no poder contenerse a sí mismo y estar a punto de explotar. Y finalmente siento cómo me baña la boca, alimentando mi desesperación como calmando mi sed con fuego.
Porque al terminar de disfrutar, ella se levanta y pretende salir de la habitación. Yo también me levanto rápido e intento retenerla de una mano: - ¿A dónde vas? – Le digo mientras logro sujetarle las dos manos a la espalda.
- Vos sos mía. ¿Sabes? – Le digo mientras la llevo hacia la cómoda y la hago apoyarse con las dos manos en el mueble. –Vos sos mía. – Repito mientras le meto entera la poronga, hasta el fondo, en esa concha que suplicante y lubricada me está esperando. Ella siente cómo la poseo y no dice nada…
- Sos mía… sos mía... – Repito, casi demencialmente, mientras la embisto con vigor y ella jadea.
Entonces le saco despacio la pija y apoyándosela en la entrada de la cola le digo otra vez: - Sos mía ¿No? - Y hago que la cabeza entre de un solo impulso. - ¿De quién sos? – Le pregunto mientras despacio le hago sentir cómo el largo de mi pija se le mete por el culo. - ¿De quién sos? ¿Sos mía?
- Sí… - Dice ella despacito primero. – Si, si sí. – comienza a decir a medida que me muevo adentro suyo. - ¿Mía? ¿Solo mía? – Pregunto casi quebrándome. – Si. Si. ¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! – Me dice ella estallando en un nuevo orgasmo. Y yo sé que ese orgasmo tiene tanto de real y poderoso como de falsedad y dolor tiene su respuesta.
Entonces, en un último acto desesperado de intentar apropiármela, saco mi miembro del abrigo y el calor de su cuerpo y se lo doy en la cara para que ella tome de mí, para que deguste la esencia de mi ser. "Esta es mi leche. Tú leche. Tuya. Sólo tuya..." - pienso. Y a esa cara, ya bañada en lágrimas como la mía, ofrezco mi eyaculación que primero le marca la frente y que después, rápida ella, se vierte completa en el interior de su boca.


Ahora el tiempo parece haberse desplomado encima mío. Estoy solo. Ella se fue. No dijo nada más. No sé si alguna vez podré, si alguna vez querré volver a verla…




El principio de mi historia en
http://www.poringa.net/posts/relatos/3558234/Dulce-Egoista.html

Parte 2
http://www.poringa.net/posts/relatos/3562478/Mi-mujer-me-dejo-violarla.html

Parte 3
http://www.poringa.net/posts/relatos/3564100/Despues-de-violar-a-mi-mujer.html

Extracto de parte 3
http://www.poringa.net/posts/relatos/3566340/El-video-que-mi-mujer-borro.html

Parte 4
http://www.poringa.net/posts/relatos/3567467/Voyeur-de-los-cuernos-de-mi-mujer.html

Parte 5
http://www.poringa.net/posts/relatos/3569143/Mi-mujer-me-cuenta-su-infidelidad.html

4 comentarios - Discusión acaba en sexo salvaje

emmaq
No me quedo claro si ella le fue infiel o no al final ☹
martinfcd
Por ahí estuvo con otro. Será ser infiel eso? 🙂
rom123lopz +1
Uffff me gustó la intensidad, muy bueno!
martinfcd +1
Gracias! Situaciones dónde la emoción y lo físico se mezclan son las mejores. Aunque no tan border como aca. Ja.
Necrosfire
hombre es necesario el final o mas es embriagante todo y la sosobra me carcome jaja
emmaq +1
Somos 2
5contar +1
Muy, muy intenso
martinfcd +1
Gracias por la descripción. Polémico final triste para esta historia. A veces pasa...
5contar
@martinfcd sí, y la verdad es que me enganché tanto con ustedes que quiero seguir leyendo no sólo para calentarme, sino también para asegurarme de que pudieron resolverlo