No era un día, viernes, diferente de los demás.
Como siempre: desayuno, mi marido Carlos salió a su trabajo, después de un descanso para almorzar, llevé a los nenes a la escuela.
De regreso a casa, una llamada telefónica de Carlos:
-…. me ascendieron en la empresa,….. vamos a salir a festejar,…. fíjate de dejarle los nenes a tu mamá,…. que los tenga hasta mañana–
“¡Festejar! ¡Ya me imagino! Cena, los dos, en un restaurante elegante, volver a casa, sexo y a dormir. “pensé
Pero no, ese día no fue sólo alegre, festivo, de buen humor y de sexo “legal”
De regreso a casa, del trabajo, después de explicarme sus nuevas funciones en la empresa, me sorprendió, sugiriéndome que me produjese con esmero.
-No creas que la salida de hoy va a ser como siempre, tengo pensado algo distinto-
-¿Qué tenés in mente?-
-Hoy vino a felicitarme Raúl. Me ayudó bastante para que me dieran el ascenso. Vamos celebrar los cuatro: él, Nadia, su esposa y nosotros.-
Recordé lo que, unos 10 días antes, habíamos, Carlos y yo, hablado sobre esa pareja, medio en joda medio en serio.
Palabra más, palabra menos:
Carlos: -¿Lo tenés presente a Raúl?-
Yo:-¡Cómo podría no tenerlo presente, es el más buenmozo de tus amigos, alto, recio, simpático,…. Buen bocado!–
Yo:-¿Y vos que tenés presente de Nadia?-
Carlos:-Su aspecto, su mirada, su sonrisa, su manera de hablar y moverse-
Yo:-¿Por qué no agregar lo restante?-
Carlos:-¡OK!¡También sus tetas, sus polleritas cortas que dejan ver medias y gambas, su culo!-
Yo:-¡Sos un cochino!-
“¡Huumm!!¡Quién sabe si esta nube trae agua! Decía mi abuelo” pensé. ¿Reservamos toda la noche para una cena con amigos?
Me produje para la ocasión (o sea para impresionar a Raúl y darle envidia a la esposa): maquillaje esmerado, cabello suave, ondulado, caído sobre el hombro, blusa de seda, semitransparente que dejaba entrever mis pechos, pollera plisada a la mitad del muslo, ancha, susurrante, muy ligera, que apenas conseguía cubrir el elástico de las medias negras y zapatos con taco aguja, muy alto.
Al salir del baño, Carlos me miraba, estrábico:
-¿No me decís nada?-
-¿Sos vos Inés o estoy soñando? ¡Estás estupenda! –
-¡Viste! Alguien me besó en la frente y convirtió la bruja en princesa,…. putita y con ganas –
-Callate, no sigas o me zambullo de boca entre tus piernas y salimos el mes que viene-
Ya en el auto, parados al tercer o cuarto semáforo, se vino un muchacho limpiavidrios.
Carlos iba a impedir que limpie el parabrisas, yo le dije:
-¡Dalee! Dejáselo hacer y que se gane unos pesitos!-
Le dijo que sí, con el pulgar hacia arriba, mientras me susurraba:
-Cuando esté de tu lado, levantá las piernas y mostrale la bombachita-
Recliné, un poco, el respaldo del asiento, doblé las piernas en las rodillas y se las mostré abiertas de par en par, al muchacho.
¡Otra que limpiar el vidrio! No quitaba la vista de mi entrepiernas. Sus ojos tenían escrito los que sus labios callaban.
Puse la mano sobre el bulto de Carlos:
- Le gusta mirarme. Tal vez también a él, se le puso dura como a vos-
-¡Sos una puerca!-
-Poné primera y arrancá, que abrió el semáforo.-
En el restaurante, Raúl y Nadia se nos habían anticipado. Él elegante, esmerado, ella estaba espléndida, admirable, era evidente que se había puesto mucho cuidado en lucirse.
La cena trascurría agradable, con conversación amena, salpicada de elogios de ellos a nosotras.
El velo comenzó a correrse cuando necasité ir al sanitario, localizado en nivel superior al del comedor y accesible por dos rampas de escalera. Al salir, en el rellano estaba Raúl, no para entrar en el baño de hombres. Me agarró la mejilla izquierda entre los dedos índice y pulgar y:
-¡Qúe linda que sosss!-murmuró sonriendo y con apetito de placeres deshonestos, en los ojos.
Enseguida apoyó el índice, en mi teta izquierda:
-¡Si muyyy bonita!¡Y qué buena que estás!-
Le aparté la mano, apoyó ambas manos en mis brazos desnudos y las dejó caer hasta mi cintura, mientras acercó su boca para besarme. Giré la cabeza para impedírselo, me besó mejilla y cuello. Aparté sus brazos con los míos.
Seguimos él intentando besarme y levantarme la pollera, yo, rechazándolo y bajando la pollera, unos cuantos segundos. Hasta que cedí al reclamo de los ovarios y su boca pasó de mi mejilla a mi boca y sus manos, levantada la pollerita, a mis nalgas.
Siguió un breve entrevero de lenguas y soba de culo, piernas y concha. Nos separamos por el ruido de pasos subiendo la escalera.
Por la mirada y sonrisa burlona de la mujer que pasó hacia el baño, fue evidente que Raúl no me soltó lo suficientemente rápido.
Camino a la mesa:
-¡Estoy loco por vos!-
-Pará la mano, están tu esposa y mi marido-
-No hay drama. Carlos, si no me equivoco ya, se la debe haber levantado a Nadia –
-¡Pero…!-
-Nada de peros ni peras, vos déjame a mí. La vas, la vamos, a pasar bomba-
Nos sentamos. Reanudamos la conversación como si nada hubiese ocurrido. Aparentemente, porque semblanteando, cara a cara, los otros tres era fácil “ver” que compartían algo.
Mientras tomábamos el café, Raúl preguntó:
-¿Vos Inés manejás, cierto?-
-Si ¿Por?- contesté
-Es que yo no manejo, nunca aprendí y….. me vas a tener que llevar vos en tu auto-
-¡Perdónnn! El auto es mío, el suyo quedó en el garaje….. Pero igual, que te lleve-terció Carlos
Rieron los dos.
-¿Dónde se supone que debo llevarlo a Raúl?- dije, simulando sorpresa
No era tal, a esa altura de la velada: “si tiene 4 patas, cola, es peludo y maúlla, es gato”
- A tu casa y Nadia lo lleva a Carlos a la nuestra,…. Si estamos todos de acuerdo- contestó Raúl.
Nadia y Carlos asintieron con la cabeza.
-Ya veo que lo tenían arreglado- murmuré
-¡Yo nada que ver, lo juro!! Si no es improvisado, fueron ellos dos que lo maquinaron- se defendió Nadia.
Siguieron unos pocos minutos de charla intencionada, pagar la cuenta, acordar que la mañana siguiente, sábado, Nadia levaría a Carlos a nuestra casa y regresaría a la suya con Raúl, y dejamos atrás la playa de estacionamiento.
En el trayecto, Raúl, fue calentando el ambiente: caricias y frases puercas, besos en los semáforos, piropos. Su desvergüenza, insolencia y atrevimiento hicieron que llegase a casa toda mojada y con “hambre” de verga.
De manera rauda, fuimos al dormitorio y reanudamos el “entrevero” donde lo habíamos dejado en el rellano de la escalera del restaurante: besos y manoseo ardientes.
Precipitadamente, perdí las prendas que llevaba puestas, vi como él se deshacía de las suyas y enseguida me ubicó con los pies en el piso, inclinada, las manos apoyadas en el colchón y me la puso, en la concha, por detrás. Me cogía con sus manos en mis tetas, para mantenerme en cuatro y no desparramarme en la cama, con cada entrada.
Me sorprendió la furia y la velocidad con que me cogió durante unos cuantos minutos, provocándome un placer sensual muy vivo y múltiples exteriorizaciones vocales de goce.
De pronto, sin mediar palabra, salió de dentro de mí, me acostó, se arrodilló en el colchón, me abrió las piernas me metió la verga en la concha y reanudó la cogida, él erguido, yo de espaldas, gozando y voceando de placer.
Me cogió con fuerza en esa posición un buen rato, luego reclinó la parte superior de su cuerpo sobre el mío y siguió cogiéndome en pose misionero.
Mientras mantenía el ritmo del entra y sale, me besó cuello, mejillas y boca y me susurró frases y palabras dulces. No sé cuánto, pero fue prolongado, tiempo me tuvo mete y ponga, aluciné que viajaba por el espacio, de orgasmo a orgasmo. Ni se cuántos tuve, varios.
Esa primera revolcada sexual terminó, con Raúl acabando, dentro de mí, mientras me tenía con sus brazos, mis piernas abiertas y dobladas, casi con mis pies a la altura de mis orejas.
Antes de eyacular, me “pidió permiso”:
-¿Puedo… soltarte…. los…. hijitos…. adentro… o los querés…. en las tetas?-
La noche, incluyó una chupada mía de verga, una mamada y lamida de concha de él y una segunda cogida, larga y deliciosa, similar a la primera, no hubo bombeo en cuatro pero si un lapso en pose cucharita.
No me pidió la cola.
Nos duchamos y de regreso a la cama quise saber si, él y su esposa, eran swinguers. Me aseguró que no, que ese era su primer intercambio. Tal como nosotros.
Agregó que la idea había surgido un poco por juego, un desafío, entre Carlos y él.
-¿Cuál desafío?-
-Cada uno debía “levantar” la mujer del otro, que iba sin aviso a la cena. Claro que, las dos, tienen en su currículum, varias “agachadas”. Como suponíamos, la cosa, no fue “cuesta arriba”-
-¿Y si una de las dos no agarraba viaje?-
-El intercambio se convertía en cita del suertudo con la mujer del otro-
Le dije de todo, menos, lindo y nos dormimos.
Al despertarnos, volvimos a coger, de nuevo en pose misionero. Una rapidita para saludar al sol ya bien alto
Después de un desayuno liviano, café, tostadas, queso crema y mermelada, llegaron Nadia y Carlos, como convenido.
Cero referencias a las respectivas revolcadas, sólo breve charla genérica, besos en las mejillas y despedida.
Cuando quedamos solos, después de tratarlo de puerco e “hijo de mala madre” por lo que había armado a espalda mías, Carlos me contó, a grandes rasgos, su experiencia con Nadia (la calificó de soberbia) y yo la mía, con Raúl, con más detalles y la rotulé como superlativa.
Las etiquetas Soberbia y Superlativa, habilitaban a repetir la experiencia. Así fue, aunque, con algunas variantes, fueron otras 2.
Afortunadamente, y, fundamentalmente, gracias al amor mutuo que nos tenemos y a nuestros hijitos que adoramos, seguimos más juntos que nunca, recreos chanchos aparte.
Los dos, preferimos aventuras al comportamiento preestablecido.
Eso sí, el único punto fijo es (la pija de) Carlos, todo el resto debe ser casual y no repetitivo en el tiempo.
Como siempre: desayuno, mi marido Carlos salió a su trabajo, después de un descanso para almorzar, llevé a los nenes a la escuela.
De regreso a casa, una llamada telefónica de Carlos:
-…. me ascendieron en la empresa,….. vamos a salir a festejar,…. fíjate de dejarle los nenes a tu mamá,…. que los tenga hasta mañana–
“¡Festejar! ¡Ya me imagino! Cena, los dos, en un restaurante elegante, volver a casa, sexo y a dormir. “pensé
Pero no, ese día no fue sólo alegre, festivo, de buen humor y de sexo “legal”
De regreso a casa, del trabajo, después de explicarme sus nuevas funciones en la empresa, me sorprendió, sugiriéndome que me produjese con esmero.
-No creas que la salida de hoy va a ser como siempre, tengo pensado algo distinto-
-¿Qué tenés in mente?-
-Hoy vino a felicitarme Raúl. Me ayudó bastante para que me dieran el ascenso. Vamos celebrar los cuatro: él, Nadia, su esposa y nosotros.-
Recordé lo que, unos 10 días antes, habíamos, Carlos y yo, hablado sobre esa pareja, medio en joda medio en serio.
Palabra más, palabra menos:
Carlos: -¿Lo tenés presente a Raúl?-
Yo:-¡Cómo podría no tenerlo presente, es el más buenmozo de tus amigos, alto, recio, simpático,…. Buen bocado!–
Yo:-¿Y vos que tenés presente de Nadia?-
Carlos:-Su aspecto, su mirada, su sonrisa, su manera de hablar y moverse-
Yo:-¿Por qué no agregar lo restante?-
Carlos:-¡OK!¡También sus tetas, sus polleritas cortas que dejan ver medias y gambas, su culo!-
Yo:-¡Sos un cochino!-
“¡Huumm!!¡Quién sabe si esta nube trae agua! Decía mi abuelo” pensé. ¿Reservamos toda la noche para una cena con amigos?
Me produje para la ocasión (o sea para impresionar a Raúl y darle envidia a la esposa): maquillaje esmerado, cabello suave, ondulado, caído sobre el hombro, blusa de seda, semitransparente que dejaba entrever mis pechos, pollera plisada a la mitad del muslo, ancha, susurrante, muy ligera, que apenas conseguía cubrir el elástico de las medias negras y zapatos con taco aguja, muy alto.
Al salir del baño, Carlos me miraba, estrábico:
-¿No me decís nada?-
-¿Sos vos Inés o estoy soñando? ¡Estás estupenda! –
-¡Viste! Alguien me besó en la frente y convirtió la bruja en princesa,…. putita y con ganas –
-Callate, no sigas o me zambullo de boca entre tus piernas y salimos el mes que viene-
Ya en el auto, parados al tercer o cuarto semáforo, se vino un muchacho limpiavidrios.
Carlos iba a impedir que limpie el parabrisas, yo le dije:
-¡Dalee! Dejáselo hacer y que se gane unos pesitos!-
Le dijo que sí, con el pulgar hacia arriba, mientras me susurraba:
-Cuando esté de tu lado, levantá las piernas y mostrale la bombachita-
Recliné, un poco, el respaldo del asiento, doblé las piernas en las rodillas y se las mostré abiertas de par en par, al muchacho.
¡Otra que limpiar el vidrio! No quitaba la vista de mi entrepiernas. Sus ojos tenían escrito los que sus labios callaban.
Puse la mano sobre el bulto de Carlos:
- Le gusta mirarme. Tal vez también a él, se le puso dura como a vos-
-¡Sos una puerca!-
-Poné primera y arrancá, que abrió el semáforo.-
En el restaurante, Raúl y Nadia se nos habían anticipado. Él elegante, esmerado, ella estaba espléndida, admirable, era evidente que se había puesto mucho cuidado en lucirse.
La cena trascurría agradable, con conversación amena, salpicada de elogios de ellos a nosotras.
El velo comenzó a correrse cuando necasité ir al sanitario, localizado en nivel superior al del comedor y accesible por dos rampas de escalera. Al salir, en el rellano estaba Raúl, no para entrar en el baño de hombres. Me agarró la mejilla izquierda entre los dedos índice y pulgar y:
-¡Qúe linda que sosss!-murmuró sonriendo y con apetito de placeres deshonestos, en los ojos.
Enseguida apoyó el índice, en mi teta izquierda:
-¡Si muyyy bonita!¡Y qué buena que estás!-
Le aparté la mano, apoyó ambas manos en mis brazos desnudos y las dejó caer hasta mi cintura, mientras acercó su boca para besarme. Giré la cabeza para impedírselo, me besó mejilla y cuello. Aparté sus brazos con los míos.
Seguimos él intentando besarme y levantarme la pollera, yo, rechazándolo y bajando la pollera, unos cuantos segundos. Hasta que cedí al reclamo de los ovarios y su boca pasó de mi mejilla a mi boca y sus manos, levantada la pollerita, a mis nalgas.
Siguió un breve entrevero de lenguas y soba de culo, piernas y concha. Nos separamos por el ruido de pasos subiendo la escalera.
Por la mirada y sonrisa burlona de la mujer que pasó hacia el baño, fue evidente que Raúl no me soltó lo suficientemente rápido.
Camino a la mesa:
-¡Estoy loco por vos!-
-Pará la mano, están tu esposa y mi marido-
-No hay drama. Carlos, si no me equivoco ya, se la debe haber levantado a Nadia –
-¡Pero…!-
-Nada de peros ni peras, vos déjame a mí. La vas, la vamos, a pasar bomba-
Nos sentamos. Reanudamos la conversación como si nada hubiese ocurrido. Aparentemente, porque semblanteando, cara a cara, los otros tres era fácil “ver” que compartían algo.
Mientras tomábamos el café, Raúl preguntó:
-¿Vos Inés manejás, cierto?-
-Si ¿Por?- contesté
-Es que yo no manejo, nunca aprendí y….. me vas a tener que llevar vos en tu auto-
-¡Perdónnn! El auto es mío, el suyo quedó en el garaje….. Pero igual, que te lleve-terció Carlos
Rieron los dos.
-¿Dónde se supone que debo llevarlo a Raúl?- dije, simulando sorpresa
No era tal, a esa altura de la velada: “si tiene 4 patas, cola, es peludo y maúlla, es gato”
- A tu casa y Nadia lo lleva a Carlos a la nuestra,…. Si estamos todos de acuerdo- contestó Raúl.
Nadia y Carlos asintieron con la cabeza.
-Ya veo que lo tenían arreglado- murmuré
-¡Yo nada que ver, lo juro!! Si no es improvisado, fueron ellos dos que lo maquinaron- se defendió Nadia.
Siguieron unos pocos minutos de charla intencionada, pagar la cuenta, acordar que la mañana siguiente, sábado, Nadia levaría a Carlos a nuestra casa y regresaría a la suya con Raúl, y dejamos atrás la playa de estacionamiento.
En el trayecto, Raúl, fue calentando el ambiente: caricias y frases puercas, besos en los semáforos, piropos. Su desvergüenza, insolencia y atrevimiento hicieron que llegase a casa toda mojada y con “hambre” de verga.
De manera rauda, fuimos al dormitorio y reanudamos el “entrevero” donde lo habíamos dejado en el rellano de la escalera del restaurante: besos y manoseo ardientes.
Precipitadamente, perdí las prendas que llevaba puestas, vi como él se deshacía de las suyas y enseguida me ubicó con los pies en el piso, inclinada, las manos apoyadas en el colchón y me la puso, en la concha, por detrás. Me cogía con sus manos en mis tetas, para mantenerme en cuatro y no desparramarme en la cama, con cada entrada.
Me sorprendió la furia y la velocidad con que me cogió durante unos cuantos minutos, provocándome un placer sensual muy vivo y múltiples exteriorizaciones vocales de goce.
De pronto, sin mediar palabra, salió de dentro de mí, me acostó, se arrodilló en el colchón, me abrió las piernas me metió la verga en la concha y reanudó la cogida, él erguido, yo de espaldas, gozando y voceando de placer.
Me cogió con fuerza en esa posición un buen rato, luego reclinó la parte superior de su cuerpo sobre el mío y siguió cogiéndome en pose misionero.
Mientras mantenía el ritmo del entra y sale, me besó cuello, mejillas y boca y me susurró frases y palabras dulces. No sé cuánto, pero fue prolongado, tiempo me tuvo mete y ponga, aluciné que viajaba por el espacio, de orgasmo a orgasmo. Ni se cuántos tuve, varios.
Esa primera revolcada sexual terminó, con Raúl acabando, dentro de mí, mientras me tenía con sus brazos, mis piernas abiertas y dobladas, casi con mis pies a la altura de mis orejas.
Antes de eyacular, me “pidió permiso”:
-¿Puedo… soltarte…. los…. hijitos…. adentro… o los querés…. en las tetas?-
La noche, incluyó una chupada mía de verga, una mamada y lamida de concha de él y una segunda cogida, larga y deliciosa, similar a la primera, no hubo bombeo en cuatro pero si un lapso en pose cucharita.
No me pidió la cola.
Nos duchamos y de regreso a la cama quise saber si, él y su esposa, eran swinguers. Me aseguró que no, que ese era su primer intercambio. Tal como nosotros.
Agregó que la idea había surgido un poco por juego, un desafío, entre Carlos y él.
-¿Cuál desafío?-
-Cada uno debía “levantar” la mujer del otro, que iba sin aviso a la cena. Claro que, las dos, tienen en su currículum, varias “agachadas”. Como suponíamos, la cosa, no fue “cuesta arriba”-
-¿Y si una de las dos no agarraba viaje?-
-El intercambio se convertía en cita del suertudo con la mujer del otro-
Le dije de todo, menos, lindo y nos dormimos.
Al despertarnos, volvimos a coger, de nuevo en pose misionero. Una rapidita para saludar al sol ya bien alto
Después de un desayuno liviano, café, tostadas, queso crema y mermelada, llegaron Nadia y Carlos, como convenido.
Cero referencias a las respectivas revolcadas, sólo breve charla genérica, besos en las mejillas y despedida.
Cuando quedamos solos, después de tratarlo de puerco e “hijo de mala madre” por lo que había armado a espalda mías, Carlos me contó, a grandes rasgos, su experiencia con Nadia (la calificó de soberbia) y yo la mía, con Raúl, con más detalles y la rotulé como superlativa.
Las etiquetas Soberbia y Superlativa, habilitaban a repetir la experiencia. Así fue, aunque, con algunas variantes, fueron otras 2.
Afortunadamente, y, fundamentalmente, gracias al amor mutuo que nos tenemos y a nuestros hijitos que adoramos, seguimos más juntos que nunca, recreos chanchos aparte.
Los dos, preferimos aventuras al comportamiento preestablecido.
Eso sí, el único punto fijo es (la pija de) Carlos, todo el resto debe ser casual y no repetitivo en el tiempo.
3 comentarios - Fue en un día que comenzó de manera habitual.