Esta que cuento hoy surgió en una cena después de un picado con los muchachos. Entre pizza y birra nos cargabamos y hablábamos boludeces como siempre, hasta que a Rama le sonó el celular. Lo leyó y avisó que tenía que ir a llevar a la hija Martina a un lugar y volvía en un rato. La sola mención de esa pendeja a esa hora bastó para que le llovieran todo tipo de barbaridades al pobre padre. No voy a mentir todos en esa mesa teníamos como mínimo una buena mirada del culo perfectamente redondo de esa morocha pero no era ese el mejor recuerdo de la piba en especial para Pocho y para mi:
Apenas salió para llevar a la hijita a la joda que se iba mi amigo Pocho quiso compartir lo que habíamos vivido con esa pibita unos meses atrás. Me miró y preguntó de manera retórica si me acordaba lo que había pasado la vez que la llevamos nosotros. Imposible olvidar semejante locura. Hasta esa noche sospechabamos que la piba era bastante trola por su forma de vestir, por la forma de moverse, tan provocativa, aún cuando sólo estabamos nosotros que eramos los amigos de su padre. Lo cierto es que en una de estas cenas de chavones que acostumbramos, en esa ocasión en el quincho de la casa de Rama, la despampanante hija de mi amigo apareció con un short bestial de esos que parecen ropa interior de jean. No miento cuando digo que la parte del culo del pantaloncito dejaba prácticamente todo su culo al aire y terminaba en su diminuta cintura. Para reventarnos la cabeza tenía una camisa atada debajo de sus suculentas tetas firmes de adolescente. La piel morocha de esa panza tersa invitaba a pensar lo peor. No era una nena para nadie en ese quincho salvo para su padre. Para esa hora estabamos de sobremesa larga como esta vez solo que en esa ocasión Pocho andaba con el Renault 12 y ya había quedado en tirarme a mi casa a la vuelta. Él lo cuenta diciendo que fue un impulso del momento pero yo creo que lo planeó porque apenas Martina le pidió al padre si la podía alcanzar a la casa de la amiga que vive en la misma zona que yo, enseguida Pocho le dijo que nosotros la alcanzábamos que teníamos que ir para ese lado. La piba aceptó antes que el padre y lo obligó a decir que si. Caminamos hacia el auto los tres. Yo me demoré un poco más saludando y quedé unos pasos atrás. Iba mirando esas caderas infernales que hamacaban el orto perfecto de la morocha. Pocho que iba al lado le miraba las tetas como si fuera un costillar crujiente. La pendeja se sentó atrás bien en el medio y nosotros la íbamos mirando por los espejos. Los baches de la calle sacudían sus ricas gomas. Esa par de melones eran cosa seria. Tenía para agarrar por donde la mires encima el perfume fuerte y esa sonrisa putona nos pusieron al palo por completo. Mi amigo la empezó a pasear para seguir mirándola y le hablaba de cualquier cosa para hacerla reír. Martina aprovechó un semaforo para acercarse bien entre los asientos de adelante. La vi morderse los labios al mirar nuestras marcadas erecciones. Se sonrió y dijo que con razón tardabamos tanto en llegar. Nos reímos un poco nerviosos pero la piba es un fuego y tomó la iniciativa. Agarró mi cinto y lo desabrochó. Me bajó el cierre y le dijo a Pocho que busque dónde estacionar. Mi amigo miraba envidioso como la putita se empezó a tragar toda mi pija. Perdí registro de él desde ahí. Solamente sentía esa boca aspirando carne. La hija de nuestro amigo era flor de petera. No estaba improvisando, no paraba de cabecear y de qué manera. Sentí la reversa y en una maniobra Pocho frenó y sacó su pija. La muy puta nos pajeó y peteó a los dos. No se tomaba pausa. Apenas frenaba para respirar y cambiar de pija. La manoseabamos toda. El culo que desbordaba ese mini short se lo apretaba todo y ella misma se desató la camisa para que los pezones marrones se vieran en el centro de cada una de esas tetotas. La pendeja le salió más puta de lo pensado a Rama y nosotros no ibamos a desperdiciar ese pedazo de hembra. Nos fuimos para el asiento de atrás, escondidos por el polarizado de las ventanillas la pusimos en cuatro. Le bajamos el short y corrí una tanga tipo hilo dental. Se la metí hasta los huevos un saque y Pocho le pegó un garche en la boca brutal. La bombeamos fuerte cada uno. La pendeja se dejaba y aparte lo disfrutaba. Al viejo Renault se le quejaba la amortiguación como si fueran los tirantes de una cama. La pendeja gritaba de placer con la boca llena de carne. La cacé del pelo y ese culo aplaudía contra mi cuerpo. Pocas veces cogí con esas ganas. Ni siquiera le pregunté. Le llené la concha de leche a la trola. Pocho resistió un poco más hasta que esa boca petera se tragó toda la crema. Nos habíamos sacado unas ganas de años y la piba recibió un garche tarrible. Mientras mi amigo seguía contando los detalles de esa concha chorreando leche y esa boca sonriendo con toda la saliva teñida de blanco al resto de los presentes yo me acordé que en ese momento la estaba llevando Rama y la imaginé haciéndole uno esos espectaculares petes a su padre. La imagen me vino tan nítida que se me paró al instante y no tuve más remedio que escaparme al baño para pulir esa fantasía morbosa en mi cabeza hasta acabar. Cerré los ojos pensando en como Martina se podía tragar toda la leche de su progenitor y me vine mal y me pregunté si sería capaz
3 comentarios - La hija de nuestro amigo