Esta es la historia de Camila, un chica muy santa que a los 19 años se pone de novia con un chico más grande y empieza a experimentar con su vida sexual descubriendo muchísimas cosas que ni se imaginaba que le iban a dar tanto placer. Esta historia es ficción, sin embargo eso no quiere decir que no se basa en algunos hechos reales…
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Capítulo 5: Juguetes sexuales
Al día siguiente de hacerlo por la cola me arrepentí completamente. Me dolía, me resultaba incómodo y sentía que tenía que ir al baño cada dos por tres. Definitivamente no tenía ninguna intención de volver a hacerlo, sin embargo dos semanas después de alguna manera Francisco se las arregló para convencerme de que lo intentáramos de nuevo y yo la pasé también que sabía que no iba a poder dejar de hacerlo. La incomodidad del día siguiente iba a ser un “efecto colateral” que estaba dispuesta a padecer por el solo hecho de pensar lo mucho que me gustaba que me cogieran por el culito.
En marzo llegó una nueva ola de calor que nos llevó a vernos muchas tardes en mi casa, con el fin de disfrutar la pileta y de vez en cuando nos poníamos un poco toquetones y teníamos que irnos a la pieza para saciar nuestra calentura. Notaba en mí una actitud distinta en cuanto al sexo, sin dudas esa niña tímida, vergonzosa y asquerosa había desaparecido y ahora me comportaba como una persona mucho más madura y que sabía disfrutar de estar con mi pareja. Había aprendido muchas cosas con él, había aprendido la importancia del sexo en una relación y Fran me estaba enseñando a hacer nuestros encuentros cada vez más excitantes. Yo sentía que podía abrirme con él y expresarme libremente, después de todo era él quien me había ayudado a transformarme en la persona que me estaba convirtiendo.
Sin embargo para mis amigas de la facultad Ailín seguía siendo el centro de atención ya que ella y Gastón, su novio futbolista, eran la pareja más reciente y ella estaba dispuesta a contarnos todo sobre su relación. Elisa empezaba a cansarse un poco de eso, pero Florencia miraba a Ailín como si fuese una musa inspiradora, algo que me parecía estúpido y exagerado. Fue por eso que decidí empezar a contarle a mis amigas de algunas de mis nuevas experiencias, después de todo me sentía lo suficientemente segura como para hablar frente a ellas.
- Cuando lo hicimos en el auto fue lo más excitante que me pasó.- Relataba Ailín después de que Flor le preguntara algo raro que habían hecho.- Sabíamos que alguien podía entrar en cualquier momento a la cochera y eso nos puso re calientes.
- Tampoco exageres.- La interrumpí yo de golpe y ella se calló enseguida y me miró desentendida.- No creo que sea para tanto. Dijiste que eran las 3 de la mañana y encima era un martes, es obvio que nadie va a aparecer.- Pero como me pareció muy agresiva después agregué.- Igual es verdad que es excitante, pero es más copado hacerlo, no sé… en un parque a la noche cuando está lleno de gente. O en el baño de un restaurante.
- Sí, sí obvio.- Dijo ella enseguida haciéndose la superada.- Estuvimos hablando de eso y seguramente lo hagamos.- Agregó después con el objetivo de hacer de cuenta que nada había pasado.
- Te lo re mil recomiendo.- Le dije yo antes de que pudiera volver a hablar y las tres me miraron sorprendidas. Yo sonreí orgullosa.
- Camila, ¿vos hiciste eso?- Me preguntó Elisa sin poder creerlo.
- Así es. Las dos cosas y otras más…- Le dije yo y ver la cara de fascinación de mis amigas me provocó tal carcajada que no pude creerlo.
Enseguida le empecé a contar a las chicas algunas de las cosas que habíamos hecho con Francisco, como tener sexo en la pileta de mi casa, chuparle la pija mientras él manejaba o hacerlo en el parque de su pueblo mientras cientos de personas pasaban alrededor nuestro. Las tres estaban muy sorprendidas de que alguien como yo les comentara eso, después de todo ellas me creían una puritana bárbara, pero yo ya no me sentía así y tampoco quería que mis amigas pensaran eso de mí. Lo mejor de todo fue la cara de Ailín, que había dejado de ser el centro de atención y ahora era una espectadora. A partir de ese día se volvió mucho más modesta y por ende menos insoportable.
Con Francisco parecíamos más alzados que nunca, nos veíamos todos los días y siempre terminábamos desnudos y con una buena sesión de sexo. El solo hecho de vernos nos excitaba y se nos hacía imposible calentarnos el uno al otro. Disfrutábamos muchísimo de estar juntos y de ir variando nuestros encuentros. Cuando no era en un lugar bizarro, casi siempre estábamos en su casa, pero nos ocupábamos de que todas las veces fuera distinto modificando detalles, agregando prendas seductoras y porque no algún que otro baile hot. La idea era experimentar.
A fines de abril él me preguntó qué opinaba de sumar un consolador a la cama y yo le dije que me parecía algo raro, pero que estaba segura de que iba a ser una buena idea. Así, al día siguiente fuimos juntos hasta un sex shop y a pesar de que yo me moría de vergüenza y no veía la hora de irme de ahí, compramos un consolador de silicona transparente y bien grandecito. Esa misma noche él me dio placer con su boca y después con nuestro nuevo juguetito.
- ¿Te gustó mi amor?- Me preguntó cuándo se dio cuenta de que acababa de darme un hermoso orgasmo.
- ¡Me encantó!- Le dije gimiendo y respirando aceleradamente.
El consolador fue protagonista de nuestros próximos encuentros y de golpe nos dimos cuenta de que nos encantaba usarlo. Nos divertíamos muchísimo. Fran se fascinaba de metérmelo y cogerme con él y yo me volvía loca cuando lo hacía. En algunas ocasiones no lo soltábamos ni un segundo y hasta llegaba a usarlo yo sola mientras mi novio se bañaba o se preparaba para darme placer.
- Muy buena incorporación.- Le dije dándole un besito a la punta del consolador que estaba todo mojado.- ¡Muy buena!
- Quien te dice… Capaz que dentro de poco te sorprendo con otra cosa.- Me respondió él y yo abrí bien grande los ojos con expresión de sorprendida.
Y así lo fue. La noche del 5 de Mayo nos juntamos a celebrar mi cumpleaños número 21 y después de comer algo rico que me preparó me dijo que lo esperara unos minutos en el comedor y que él iba a la pieza a preparar una sorpresa que me tenía. Salió caminando con cara de pícaro y cerró la puerta dejándome a mí con una intriga inmensa sobre que podía llegar a ser. Enseguida supe que el consolador estaba involucrado, ya que desde que lo compró lo habíamos usado todas las noches. Pero me quedé pensando en que otra cosa podía ser. Se me ocurrieron algunas opciones, pero cuando Fran me llamó para que vaya y abrí la puerta, no podía creer lo que me esperaba del otro lado.
La cama estaba completamente cubierta de distintos juguetes que él había comprado. Algunos me resultaban familiares, los había visto en fotos o videos, mientras que otros no sabía lo que eran ni para que se podían llegar a usar. Él me miró sonriente y pareció emocionarse al ver mi expresión de sorpresa. Se acercó a mí y me tomó de la mano y me fue enseñando uno a uno las nuevas incorporaciones.
- Estos son algunos nuevos consoladores.- Dijo tomando primero uno azul muy similar al que teníamos y después uno más chiquito y plateado.- Este vibra.- Dijo y encendió el chiquitito.- Después compré unas esposas como para divertirnos un rato y por qué no jugar al policía y la ladrona.- Agregó enseñándome unas comunes y otras que tenían peluchito.- Acá tenemos un plug anal, algo que estoy seguro que te va a gustar.- Me contó mientras agarraba una especie de consolador bien chiquito, negro y con una punta finita que se iba agrandando a medida que se acercaba al borde.- Estos son algunos geles y cremas y algo de vaselina para cuando tenga ganas de cogerte bien durito por la cola.- Me dijo enseñándome unos frasquitos y botellas que estaban en el centro.- Por acá tenemos un anillo vibrador, este es para mí.- Y me enseñó un anillo que después volvió a dejar sobre la cama.- Y por último una correa para cuando te portes mal y tenga que atarte.- Dijo y me enseñó una especie de soga negra que parecía de cuero.- Bien. ¿Cuál te parece que usamos primero?
- ¡Todos!- Le dije y me tiré automáticamente encima de él.
En cámara lenta nos fuimos cayendo al piso y terminamos a los besos y abrazos al lado de la cama. Por alguna extraña razón el tour sexual me había excitado muchísimo y no veía la hora de probar todo lo que había comprado. Con violencia le saqué la remera y el pantalón para dejarlo en bóxer y él hizo lo mismo hasta que estuve en ropa interior. Los besos se fueron extendiendo por todo el cuerpo mientras que Fran buscaba a siegas con la mano algo encima de la cama.
Lo primero que me mostró fueron las esposas comunes. Las tomó con ambas manos y las estiró encima de mí y enseguida supe que íbamos a pasarla bien. Me hizo poner las manos encima de mi cabeza y me las esposó para que yo no pudiera moverlas. Apoyó sus manos sobre mis muñecas y con voz seductora me ordenó que me quedara quietita mientras volvía a arrodillarse para buscar algo sobre la cama. Esta vez volvió con un cubre ojos negro que no me había enseñado durante la muestra. Me lo colocó con suavidad y entonces me quedé a ciegas, con las manos atadas y con mi novio arrodillado entre mis piernas dispuesto a hacerme gozar con todo lo que había comprado para mi cumpleaños.
- Vamos a probar este nuevo consolador a ver si te gusta tanto como el que ya tenemos.- Dijo y sentí como su mano pasaba por mi conchita haciendo cosquillas.
De golpe hubo unos segundos de silencio, en los que solo se oía el ruido que hacía Francisco al acomodarse y de pronto, sus manos abrieron mis piernas y su lengua pasó por mi cuerpo provocándome una onda de calor muy intensa. Comenzó a jugar con ella por encima de mi conchita, moviéndola de un lado hacia otro dándome mucho placer. Y de la nada apareció el vibrador metálico que había conseguido y lo pasó lentamente por mi cuerpo y nuevamente sentí un cosquilleo que iba desde la punta de mis pies hasta mi cabeza. Volvió a pasarlo, un poco más rápido esa segunda vez y en mi rostro se dibujó una sonrisita.
Suavemente lo fue metiendo adentro de mi cuerpo, mientras que con su lengua seguía jugueteando con mi clítoris y sentí como todo mi cuerpo se electrocutaba de golpe. Entonces entendí que había prendido el vibrador y el movimiento era tan eléctrico que mi cuerpo se empezó a mover como si fuera un robot, sin poder controlar lo que hacía. Sentía como mi cintura subía y bajaba de golpe a medida que mi novio metía y sacaba el artefacto de mi concha. Mis manos también se movían, eran tal las cosquillas que sentía que quería tocar, pero él enseguida me tomó de las muñecas y me dejó nuevamente inmóvil. Volví a sonreír.
Francisco siguió cogiéndome suavemente con el vibrador que a pesar de que él lo movía despacio, para mi iba a mil por hora. Cuando decidió sacarlo sentí nuevamente una ola inmensa de calor que recorrió todo mi cuerpo y me di cuenta de lo excitada que estaba. Sin dudas ese nuevo aparatito había acelerado todos mis sentidos y me había encendido de manera muy intensa. ¿Cuál era el próximo instrumento que iba a usar? ¿La soga capaz? ¿O alguna de las cremas o esencias?
De golpe me cerró las piernas y me obligó a darme vuelta. Mientras lo hacía me sacó las esposas, pero no porque quería dejarme libre, sino porque una vez que me tuvo en cuatro, me llevó los brazos a la espalda y volvió a colocármelas para dejarme aún más inmóvil que antes. Mi cuerpo cayó hacia adelante pero mi culito quedó bien parado y entonces sube lo que estaba a punto de suceder. Mientras metía su pija adentro de mi conchita me di cuenta que buscaba algo encima de la cama y a los pocos segundos sentí como un líquido bien cálido caía por mi cola.
- ¡Mmm!- Gemí yo al sentir como su dedo lo iba esparciendo por todo mi culo.
- ¿Te gusta mi amor?- Me preguntó él.
- ¡Me encanta!- Le respondí yo disfrutando de su dedo en uno de mis agujeros y de su pija en el otro.
A medida que Fran me iba cogiendo por la conchita, me abría la cola con total facilidad gracias al lubricante que acababa de ponerme. Lo que yo no sabía era que su intención no era cogerme por la cola, sino meterme el plug anal mientras él me daba por adelante. Cuando sentí como comenzaba a penetrarme pensé que era su dedo, pero a medida que se iba haciendo más ancho, me di cuenta de lo que se trataba. Volví a gemir, un gemido que indicaba mucho placer ya que el lubricante se ocupaba de no causarme dolor. Una vez que lo tuve completamente adentro, él me tomó fuertemente por la cintura y se empezó a mover con ganas.
Su pija entraba y salía de mi concha a toda velocidad, cosa que me encantaba y me volvía loca. Pero tener un juguetito cubierto de lubricante cálido metido en la cola era una sensación muy rara y hermosa a la vez. Para colmo yo era prisionera, ya que mis manos estaban atrapadas en mi espalda y tenía los ojos vendados por lo que no podía ver nada. Sin dudas era un momento magistral, completamente excitante y algo que me estaba volviendo loca.
Cuando caí en la cuenta de que mi boca estaba abierta, los gritos que salían de ella denotaban puro placer, placer que solo él podía darme. Sus manos me apretaban con mucha fuerza, me tenía prisionera de su pija. Su cuerpo me estaba volviendo loca y el plug en medio de la cola me hacía delirar de placer. Comencé a babearme y sentía como mi cuerpo se aceleraba más y más. Lancé un grito de placer bien agudo y en ese momento me di cuenta de que estaba acabando muchísimo pero no una vez, sino dos y tres y hasta cuatro veces seguidas. No podía parar de acabar y todo el líquido que salía de mi cuerpo chorreaba mis piernas y las de Francisco. Estaba completamente excitada.
De pronto él sacó su pija de mi cuerpo y segundos después el plug anal. Unos instantes más tarde pude apreciar como su lechita bien calentita caía en mi cola y se metía por mi culito que había quedado totalmente abierto por el nuevo juguete. No podía moverme, porque estaba prisionera y encima él me había dejado inmóvil. Tampoco podía ver porque tenía los ojos tapados. Sin embargo había sido una de las mejores cogidas de mi vida. Esa noche aprendí que incluir objetos puede ser muy divertido.
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8 comentarios - Las 10 cosas que aprendí de sexo. Capítulo 5
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