Continuamos con esta saga, si te perdiste los capitulos anteriores buscalos acá:
http://www.poringa.net/posts/relatos/3529400/Amores-y-desamores-en-el-Buenos-Aires-colonial-Cap-1.html
http://www.poringa.net/posts/relatos/3533384/Amores-y-desamores-en-el-Buenos-Aires-colonial-Cap-2.html
http://www.poringa.net/posts/relatos/3536443/Amores-y-desamores-en-el-Buenos-Aires-colonial-Cap-3.html
http://www.poringa.net/posts/relatos/3540448/Amores-y-desamores-en-el-Buenos-Aires-colonial-Cap-4.html
http://www.poringa.net/posts/relatos/3543544/Amores-y-desamores-en-el-Buenos-Aires-colonial-Cap-5.html
http://www.poringa.net/posts/relatos/3546024/Amores-y-desamores-en-el-Buenos-Aires-Colonial-Cap-6.html
Arnulfo y su comitiva llegaron a la aldea sin más inconvenientes. Lo que no sabía es que Buenos Aires era un hervidero de militares españoles y agentes de las finanzas del Rey por el tema de los contrabandistas.
José Cardenas Oviedo, el padre de María, estaba a salvo, hace un tiempo se había retirado y solo se dedicaba a vivir de su fortuna y de algún negocio menor alejado del contrabando.
Varios cabecillas fueron apresados y serian deportados a España, de nada valieron los arreglos de estos con la gobernación de Buenos Aires, el gobernador fué removido de su cargo y reemplazado.
Ahora esperaban al más importante de todos: Arnulfo.
Este no tuvo tiempo ni de descansar, apenas bajo del carruaje llegó la noticia de que venian a buscarlo. Hizo guardar el carruaje y las carretas para no demostrar su llegada y corrió apresurado a esconderse, muy cobardemente, en los aposentos de su esposa.
Llegó el escuadrón y no creyó el cuento de que Arnulfo no habia arribado, buscaron por toda la casa sin hallarlo y concluyeron que debía estar donde faltaba revisar: el dormitorio de su esposa.
María estaba muy asustada y Arnulfo la maltrataba para que se calle. En un rincón, Teresa observaba todo muy atenta y quieta.
El oficial golpeó la puerta y gritó:
- Soy el capitán Rafael Yañez del ejercito del Rey, entreguese Perez Alcorta!
María, al sentir a su amado Rafael y sin poder dar credito a lo que oyeron sus oídos, dijo:
- ¿Rafael? ¿Amor mío eres tu?
Arnulfo miró a María con los ojos inyectados en sangre.
-¿Cómo amor mio? ¡GRANDISIMA PUTA!
Y diciendo esto la tomó por el cuello y la comenzó a asfixiar.
Rafael, que la oyó, forcejeaba la puerta para poder entrar pero no podía. Teresa sacando un cuchillo de entre su falda apuñaló a Arnulfo en el pecho, este cayó desplomado justo cuando el capataz y Mauro entraban por la puerta posterior. El capataz atacó a Teresa pero Mauro lo tomó del cuello, en un rapido movimiento María sacó el puñal del cuerpo de Arnulfo y atravesó el pecho de Ibañez.
Cuando Rafael pudo entrar ambos cuerpos yacían sin vida, en un charco de sangre.
María se arrojó en sus brazos y Rafael trataba de entender la situación.
Despues de hablar de ausencias, amores contrariados, matrimonios arreglados, malos tratos y la perdida de su embarazo, Rafael pudo entender lo que ahi sucedía.
El les dijo:
- Si esto trasciende ustedes la van a pasar muy mal.
-Ven - le dijo a Mauro- hiereme levemente en el brazo. Diremos que se me vinieron en mi contra y que no me quedó otra que reducirlos. Y tu María, es mejor que te prepares rapidamente y te vayas por un largo tiempo a la casa del campo, por lo menos hasta que se aclaren las cosas. Deberé hablar con el gobernador y ver cual va a ser tu futuro, demostrar tu inocencia y que tu no estabas al tanto de todo esto.
Tu familia ayudará.
¡Vete ya!
María preparó todo y con un grupo de esclavos entre los que se encontraban sus amigos y cuatro soldados de escolta que le dejó Rafael, partió hacia el campo.
El capitan Rafael Yañez recibió los honores por el éxito de la campaña. Arnulfo se había vuelto tan poderoso y rico que desde el gobierno ya no podían contra él. Muerto era lo mejor que les podía pasar. Y una buena advertencia para el resto: ni el más poderoso pudo contra la corona.
Accedieron a dejar a María en paz, sabian bien que no continuaría los negocios de su marido y se retiraria a disfrutar de su fortuna sin molestar.
Mientras tanto María se estableció en el campo. Tenía una estancia para ella y su servidumbre.
Teresa y Roberta se reencontraron con sus hijos y María comenzó a pensar en darles la libertad.
Por lo pronto sacó a los muchachos de su trabajo en el campo y los puso a trabajar en la casa. Les dió a todos ellos una casa vecina a la suya y los tuvo cerca.
Teresa se dedicó a criar a su beba, Roberta y Romualdo comandaron al personal de la casa y Mauro fue una especie de capataz de todos los negros de la casa.
Demás está decirles que al poco tiempo volvieron las orgías de sexo y pasión a toda hora. María ya se había acostumbrado al tamaño de la verga de Romualdo y lo requería a diario para sentirse llena, esa verga entrando y saliendo de su concha estimulaba cada porción de su cabidad. Gozaba con toda su concha al sentirse fregada por completo y su culo, antes violado y castigado por su marido, ahora se sentía completo. Roto. Usado hasta bien adentro de sus entrañas.
Pero también le gustaba coger con Mauro. El conocía el arte del sexo como nadie, el sabía como hacerla explotar, orgasmo tras orgasmo, y su leche!... María se había hecho adicta al sabor dulzón y especial de la espesa y muy caliente leche del moreno...
¿Sexo tántrico? ¿Qué podía saber Maria de eso? Pero en la tribu de Mauro lo practicaban de antaño y él se había convertido en un experto en esas artes. Eso a María la hacía perder de placer y no pensaba jamas en dejar esa práctica de lado.
Pero tambien estaban Teresa y Roberta y con las morenas el sexo también era intenso. Los sensuales cuerpos de las morenas la llevaban tambien a la gloria. Comerles sus conchas era tremendo y que se la coman ellas era un placer supremo.
¿Cómo haría María para llevar su finca adelante si lo único que hacía era pasarsela cogiendo?
El gobierno de Buenos Aires confiscó la mansión de Arnulfo. También premió con una buena suma de dinero al capitán Yañez por sus logros con los contrabandistas, en especial con Arnulfo.
Rafael pensó que era un buen momento para retirarse del ejercito y establecerse en Buenos Aires, pidió la mansión a cambio de la muy buena recompensa y se propuso, ya instalado en ella, reconquistar el corazón de María.
¿Aceptaría la joven?
¿Dejaría todo su desenfreno sexual por Rafael?
¿Se adaptaría Rafael a toda esta locura sexual?
Continuará. Final en el próximo capítulo.
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Arnulfo y su comitiva llegaron a la aldea sin más inconvenientes. Lo que no sabía es que Buenos Aires era un hervidero de militares españoles y agentes de las finanzas del Rey por el tema de los contrabandistas.
José Cardenas Oviedo, el padre de María, estaba a salvo, hace un tiempo se había retirado y solo se dedicaba a vivir de su fortuna y de algún negocio menor alejado del contrabando.
Varios cabecillas fueron apresados y serian deportados a España, de nada valieron los arreglos de estos con la gobernación de Buenos Aires, el gobernador fué removido de su cargo y reemplazado.
Ahora esperaban al más importante de todos: Arnulfo.
Este no tuvo tiempo ni de descansar, apenas bajo del carruaje llegó la noticia de que venian a buscarlo. Hizo guardar el carruaje y las carretas para no demostrar su llegada y corrió apresurado a esconderse, muy cobardemente, en los aposentos de su esposa.
Llegó el escuadrón y no creyó el cuento de que Arnulfo no habia arribado, buscaron por toda la casa sin hallarlo y concluyeron que debía estar donde faltaba revisar: el dormitorio de su esposa.
María estaba muy asustada y Arnulfo la maltrataba para que se calle. En un rincón, Teresa observaba todo muy atenta y quieta.
El oficial golpeó la puerta y gritó:
- Soy el capitán Rafael Yañez del ejercito del Rey, entreguese Perez Alcorta!
María, al sentir a su amado Rafael y sin poder dar credito a lo que oyeron sus oídos, dijo:
- ¿Rafael? ¿Amor mío eres tu?
Arnulfo miró a María con los ojos inyectados en sangre.
-¿Cómo amor mio? ¡GRANDISIMA PUTA!
Y diciendo esto la tomó por el cuello y la comenzó a asfixiar.
Rafael, que la oyó, forcejeaba la puerta para poder entrar pero no podía. Teresa sacando un cuchillo de entre su falda apuñaló a Arnulfo en el pecho, este cayó desplomado justo cuando el capataz y Mauro entraban por la puerta posterior. El capataz atacó a Teresa pero Mauro lo tomó del cuello, en un rapido movimiento María sacó el puñal del cuerpo de Arnulfo y atravesó el pecho de Ibañez.
Cuando Rafael pudo entrar ambos cuerpos yacían sin vida, en un charco de sangre.
María se arrojó en sus brazos y Rafael trataba de entender la situación.
Despues de hablar de ausencias, amores contrariados, matrimonios arreglados, malos tratos y la perdida de su embarazo, Rafael pudo entender lo que ahi sucedía.
El les dijo:
- Si esto trasciende ustedes la van a pasar muy mal.
-Ven - le dijo a Mauro- hiereme levemente en el brazo. Diremos que se me vinieron en mi contra y que no me quedó otra que reducirlos. Y tu María, es mejor que te prepares rapidamente y te vayas por un largo tiempo a la casa del campo, por lo menos hasta que se aclaren las cosas. Deberé hablar con el gobernador y ver cual va a ser tu futuro, demostrar tu inocencia y que tu no estabas al tanto de todo esto.
Tu familia ayudará.
¡Vete ya!
María preparó todo y con un grupo de esclavos entre los que se encontraban sus amigos y cuatro soldados de escolta que le dejó Rafael, partió hacia el campo.
El capitan Rafael Yañez recibió los honores por el éxito de la campaña. Arnulfo se había vuelto tan poderoso y rico que desde el gobierno ya no podían contra él. Muerto era lo mejor que les podía pasar. Y una buena advertencia para el resto: ni el más poderoso pudo contra la corona.
Accedieron a dejar a María en paz, sabian bien que no continuaría los negocios de su marido y se retiraria a disfrutar de su fortuna sin molestar.
Mientras tanto María se estableció en el campo. Tenía una estancia para ella y su servidumbre.
Teresa y Roberta se reencontraron con sus hijos y María comenzó a pensar en darles la libertad.
Por lo pronto sacó a los muchachos de su trabajo en el campo y los puso a trabajar en la casa. Les dió a todos ellos una casa vecina a la suya y los tuvo cerca.
Teresa se dedicó a criar a su beba, Roberta y Romualdo comandaron al personal de la casa y Mauro fue una especie de capataz de todos los negros de la casa.
Demás está decirles que al poco tiempo volvieron las orgías de sexo y pasión a toda hora. María ya se había acostumbrado al tamaño de la verga de Romualdo y lo requería a diario para sentirse llena, esa verga entrando y saliendo de su concha estimulaba cada porción de su cabidad. Gozaba con toda su concha al sentirse fregada por completo y su culo, antes violado y castigado por su marido, ahora se sentía completo. Roto. Usado hasta bien adentro de sus entrañas.
Pero también le gustaba coger con Mauro. El conocía el arte del sexo como nadie, el sabía como hacerla explotar, orgasmo tras orgasmo, y su leche!... María se había hecho adicta al sabor dulzón y especial de la espesa y muy caliente leche del moreno...
¿Sexo tántrico? ¿Qué podía saber Maria de eso? Pero en la tribu de Mauro lo practicaban de antaño y él se había convertido en un experto en esas artes. Eso a María la hacía perder de placer y no pensaba jamas en dejar esa práctica de lado.
Pero tambien estaban Teresa y Roberta y con las morenas el sexo también era intenso. Los sensuales cuerpos de las morenas la llevaban tambien a la gloria. Comerles sus conchas era tremendo y que se la coman ellas era un placer supremo.
¿Cómo haría María para llevar su finca adelante si lo único que hacía era pasarsela cogiendo?
El gobierno de Buenos Aires confiscó la mansión de Arnulfo. También premió con una buena suma de dinero al capitán Yañez por sus logros con los contrabandistas, en especial con Arnulfo.
Rafael pensó que era un buen momento para retirarse del ejercito y establecerse en Buenos Aires, pidió la mansión a cambio de la muy buena recompensa y se propuso, ya instalado en ella, reconquistar el corazón de María.
¿Aceptaría la joven?
¿Dejaría todo su desenfreno sexual por Rafael?
¿Se adaptaría Rafael a toda esta locura sexual?
Continuará. Final en el próximo capítulo.
1 comentarios - Amores y desamores en el Buenos Aires colonial. Cap. 7