He contado tantas historias en los colectivos en los que viajo diariamente. Mías o de mi potra María Teresa, por ejemplo. Pero ésta, aunque excite, es de lo más inesperada. Y eso que no incluye mujeres involucradas.
Corta y rápida antes de que imite lo que hice en un ómnibus de la línea 19. Volvía hace unos días de Olivos para casa, no pensaba en nada erótico, venía de cobrar en un banco de la zona unos cheques, mediodía de calor, tráfico, bocinazos, qilombo. Y para colmo ni una mujer se sentaba al lado mío, al menos para un poco de alegría. Pero a mitad del viaje, me pasó lo que un amigo de Carapa me había advertido: "Ojo que a veces la vibración del colectivo te puede provocar erecciones".
En ese momento me le reí a mi amigo en la cara. Sin embargo, su teoría fue verdad. A mitad del viaje nomás me empezó a crecer un poquito el pene bajo mi liviano pantalón de verano. Empecé a sentir cosqilleo, ganas de tocarme, cada vez más, y de tocarlo por instinto se me fue agrandando. Tanto, que en pocos segundos y con el rodamiento del colectivo que no paraba se me puso duro y grandote porongón. Para ponérselo en la boca a alguna inspectora de tránsito linda o alguna pasajera. Pero no había nada. Y me seguía creciendo hasta quedar un salchichón con jamón bien potente. Me lo acaricié, me creció un poco más, me lo puse medio de costado a ver si se bajaba, imaginen, no podía bajarme con semejante nutria.
No sólo que no pude bajarlo, sino que quedó duro e imposible de tranquilizar, como si me hubieran puesto cremita excitante. Tuve que bajar del 19 en avenida Independencia con semejante pija. Bueno, de última las mujeres agradecidas, pero quedaba para el orto. Seguií caminando hasta llegar a mi departamento a ver si con la caminata se bajaba.
Y nada. Entonces resolví rápido y de una, me metí en una panadería conocida de Carapa, pedí pasar al baño que me sentía mal (?¿) y una vez adentro, me bajé el pantalón, el calzón, ni hizo falta acariciarme el pene para estimularlo, ya estaba que eyaculaba solo, y me di duro adelante y atrás. Y obvio que no sólo lo re disfruté, resoplando agitado loco, sino que me vine y acabé monstruoso semen que bañó las paredes y el piso del baño. Y no conforme, porque seguía un tanto duro, me di dos veces más y volví a eyacular semen de lo lindo. Pufff, ahí sí, mi salchichón bajó, me lavé ahí, me lo acomodé de nuevo, ahora entraba bien bajo mi calzón, y pude ir a casa. Cuando no es una potra que te lo para, el colectivo te ayuda. Por eso tiene paradas. Las del recorrido y las de porongones como el mío.
Corta y rápida antes de que imite lo que hice en un ómnibus de la línea 19. Volvía hace unos días de Olivos para casa, no pensaba en nada erótico, venía de cobrar en un banco de la zona unos cheques, mediodía de calor, tráfico, bocinazos, qilombo. Y para colmo ni una mujer se sentaba al lado mío, al menos para un poco de alegría. Pero a mitad del viaje, me pasó lo que un amigo de Carapa me había advertido: "Ojo que a veces la vibración del colectivo te puede provocar erecciones".
En ese momento me le reí a mi amigo en la cara. Sin embargo, su teoría fue verdad. A mitad del viaje nomás me empezó a crecer un poquito el pene bajo mi liviano pantalón de verano. Empecé a sentir cosqilleo, ganas de tocarme, cada vez más, y de tocarlo por instinto se me fue agrandando. Tanto, que en pocos segundos y con el rodamiento del colectivo que no paraba se me puso duro y grandote porongón. Para ponérselo en la boca a alguna inspectora de tránsito linda o alguna pasajera. Pero no había nada. Y me seguía creciendo hasta quedar un salchichón con jamón bien potente. Me lo acaricié, me creció un poco más, me lo puse medio de costado a ver si se bajaba, imaginen, no podía bajarme con semejante nutria.
No sólo que no pude bajarlo, sino que quedó duro e imposible de tranquilizar, como si me hubieran puesto cremita excitante. Tuve que bajar del 19 en avenida Independencia con semejante pija. Bueno, de última las mujeres agradecidas, pero quedaba para el orto. Seguií caminando hasta llegar a mi departamento a ver si con la caminata se bajaba.
Y nada. Entonces resolví rápido y de una, me metí en una panadería conocida de Carapa, pedí pasar al baño que me sentía mal (?¿) y una vez adentro, me bajé el pantalón, el calzón, ni hizo falta acariciarme el pene para estimularlo, ya estaba que eyaculaba solo, y me di duro adelante y atrás. Y obvio que no sólo lo re disfruté, resoplando agitado loco, sino que me vine y acabé monstruoso semen que bañó las paredes y el piso del baño. Y no conforme, porque seguía un tanto duro, me di dos veces más y volví a eyacular semen de lo lindo. Pufff, ahí sí, mi salchichón bajó, me lavé ahí, me lo acomodé de nuevo, ahora entraba bien bajo mi calzón, y pude ir a casa. Cuando no es una potra que te lo para, el colectivo te ayuda. Por eso tiene paradas. Las del recorrido y las de porongones como el mío.
0 comentarios - Se me paró duro en el 19 y tuve que eyacular