¡Hola! Este es mi primer post y relato. Espero que les guste, porque es la confesión de algo que me pasó hoy.
Soy enfermera y trabajo en un hospital público de Buenos Aires, Argentina.
Esta mañana me desperté muy caliente con ganas de ir por todo. Sin embargo, el turno venía muy tranquilo y sin grandes novedades.
Hasta que en una de mis incursiones por el pasillo veo a un chico de treinta y pico con su pareja y niño esperando en la puerta del vacunatorio. Él no paraba de mirarme. Noté que hacía esfuerzo por preocuparse de su bebé hermoso, de pocos meses de vida, pero lo que veía en mí podía más.
- Probemos - pensé.
Salí a tomar aire (el hospital tiene mucho espacio verde) y me lo encuentro al muchacho solo sentado en un banco. Me acerqué para conversar y me contó que salió mientras la mamá le daba la teta a su hijo. Para sacarle el tema, le pregunté cómo le estaba yendo con la paternidad, la relación con la pareja, y eso. Me contó que bastante flojo porque entre el embarazo, el puerperio y una circuncisión que debió haberse hacía mucho tiempo que no tenía intimidad. Indagué por la operación y me contó que llevaba dos meses de recuperación y aún tenía un punto.
- Eso no te impide tener relaciones ni masturbarte - le aseguré sin tapujos.
- ¿Te parece? Me da miedo - me respondió sorprendido y animado.
- Claro. Yo te lo digo como profesional, aunque debería examinar la zona.
Él, sin pestañear, no supo qué responder, así que lo invité a pasar a un consultorio vacío y cerré con llave.
Cuando se bajó el pantalón ví una pija hermosísima, sin prepucio, erecta (se había excitado con la charla) y con el punto e hilo. Haciendo gala de mi profesión, la tomé con firmeza, unté algo de gel sobre el glande y comencé a acariciarlo con dos dedos. Él gemía entre nervioso y ansioso. Tomé mi otra mano, la lubriqué y le empecé a masajear los huevos con mucho esmero.
No pasó mucho tiempo hasta que me avisó que estaba por acabar, que si estaba bien hacerlo. Como le dije que sí, se relajó y largó chorros y chorros de su semen espeso, amarillo, pegajoso y oloroso de tanto tiempo de espera. Se quejó un poco de dolor pero realmente lo disfrutó. Lo limpié, se subió el pantalón y me agradeció con cara de satisfacción y me confesó que tenía ganas de más, pero debía irse.
Se fue en busca de su familia y no lo ví más. Yo seguí caliente y corrí a casa para pajearme y escribir estas líneas. Espero que las disfruten.
Soy enfermera y trabajo en un hospital público de Buenos Aires, Argentina.
Esta mañana me desperté muy caliente con ganas de ir por todo. Sin embargo, el turno venía muy tranquilo y sin grandes novedades.
Hasta que en una de mis incursiones por el pasillo veo a un chico de treinta y pico con su pareja y niño esperando en la puerta del vacunatorio. Él no paraba de mirarme. Noté que hacía esfuerzo por preocuparse de su bebé hermoso, de pocos meses de vida, pero lo que veía en mí podía más.
- Probemos - pensé.
Salí a tomar aire (el hospital tiene mucho espacio verde) y me lo encuentro al muchacho solo sentado en un banco. Me acerqué para conversar y me contó que salió mientras la mamá le daba la teta a su hijo. Para sacarle el tema, le pregunté cómo le estaba yendo con la paternidad, la relación con la pareja, y eso. Me contó que bastante flojo porque entre el embarazo, el puerperio y una circuncisión que debió haberse hacía mucho tiempo que no tenía intimidad. Indagué por la operación y me contó que llevaba dos meses de recuperación y aún tenía un punto.
- Eso no te impide tener relaciones ni masturbarte - le aseguré sin tapujos.
- ¿Te parece? Me da miedo - me respondió sorprendido y animado.
- Claro. Yo te lo digo como profesional, aunque debería examinar la zona.
Él, sin pestañear, no supo qué responder, así que lo invité a pasar a un consultorio vacío y cerré con llave.
Cuando se bajó el pantalón ví una pija hermosísima, sin prepucio, erecta (se había excitado con la charla) y con el punto e hilo. Haciendo gala de mi profesión, la tomé con firmeza, unté algo de gel sobre el glande y comencé a acariciarlo con dos dedos. Él gemía entre nervioso y ansioso. Tomé mi otra mano, la lubriqué y le empecé a masajear los huevos con mucho esmero.
No pasó mucho tiempo hasta que me avisó que estaba por acabar, que si estaba bien hacerlo. Como le dije que sí, se relajó y largó chorros y chorros de su semen espeso, amarillo, pegajoso y oloroso de tanto tiempo de espera. Se quejó un poco de dolor pero realmente lo disfrutó. Lo limpié, se subió el pantalón y me agradeció con cara de satisfacción y me confesó que tenía ganas de más, pero debía irse.
Se fue en busca de su familia y no lo ví más. Yo seguí caliente y corrí a casa para pajearme y escribir estas líneas. Espero que las disfruten.
8 comentarios - Masturbé a un desconocido