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Buen pique II (x2)

Siguiendo el recorrido turístico,ahora se alojan en un complejo de cabañas a orillas del lago. Hijo y maridocontinúan con la pasión pesquera descripta en el relato anterior (ver BuenPique…) y ella se las arregla para compartir lo compartible y hacer la suya. Elencuentro inesperado de la etapa anterior la ha dejado impactada y no puedesacarla de su mente. Para colmo, de sexo ni hablar con marido, tan ocupado enplanificar excursiones de pesca y además compartiendo habitaciones con el hijoadolecente. Así que ahora está mucho más atenta a lo que pueda depararle eldestino, ayudándolo con ropa más provocativa y exhibiéndose en cada salida acenar o a pasear con una actitud decididamente agresiva.
En este lugar paradisíaco no ha dejadode llamarle la atención el muchacho de la recepción, al que en verdad ha vistocasi nada, pero lo suficiente para percibir su cabeza morocha enrulada, sualtura nada despreciable y sus ojos verdosos. En este caso, no duda que esbastante menor a sus cuarenta.
Al tercer día ya tienen programada lasalida pesquera en el lago, que les va a llevar todo el día porque además van aremontar a pie algunos arroyos prometedores en salmones y truchas. Esta vez nohay termas a donde ir, así que ella, aprovechando esos días calurosos piensareposar en la costa y darse un chapuzón cuando el calor aprieta.
Una vez sola, esta vez elige la bikinicolor piel para exponerse, y como un rayo se le cruza la cara sonriente delrecepcionista. Lo descarta sonriendo y con una camisa suelta encima, sussandalias y una silla plegable se encamina hacia el lago.
En el sendero se cruza con Manuel –asíse llama- que la saluda respetuosamente. Sigue su camino con la certeza de queel fulano le va a mirar su magnífica cola bambolearse, pero la sorprende un segundotipo que al parecer es su ayudante, tan joven como el otro, pero de pelocastaño y algo más petiso. Ambos de jean y torso desnudo van hacia la otrapunta del complejo.
Sentada a orillas del lago, aprovechapara avanzar en la lectura del libro que le regaló su amante. Al ratito nomás,el recuerdo de lo vivido días atrás con aquel desconocido se le atraviesa y nopuede seguir leyendo. Manadas de ratones la asaltan y un cosquilleo crecientele sube de la entrepierna. Acomoda su cola en la silla, y piensa en su esfínterdilatado por aquella verga que la hizo sacudir sin misericordia. Su cabeza yaestá en otra, y la bombachita de la bikini acusa la humedad que brotainevitable.
Al rato está rodeada de gente,familias con chicos que juegan en la playa y entran al agua con sus consabidosgritos y chillidos. Decide volver a la cabaña, quiere estar más tranquila,acaso el wifi bastante precario del lugar le permita ratonearse con su amantelejano. Al acercarse ve la puerta abierta y los ruidos en su interior le dicenque están haciendo la limpieza diaria: Manuel y su ayudante están cambiando lastoallas y pasando un lampazo en el piso cerámico. Sonriendo, pide disculpas yse queda en el marco de la puerta, mientras Manuel la mira con cada vez másinsistencia. Sus pechos se destacan, y los pezones erectos se dibujan claramentea través de la camisa. No puede evitar la excitación de la escena, y entoncesél le hace un comentario sobre la excursión de pesca y si a ella no le gusta.Le contesta que no es lo suyo, que prefiere disfrutar el lugar, relajarse ypasarla bien a su manera.
Por supuesto, ratifica el muchacho, ycruza una mirada claramente cómplice con su compañero de tareas, que a ella nose le escapa y le eriza la piel. José –así se llama el otro- le pregunta si nose aburre, más con lo largas que son esas excursiones y con lo tarde que van avolver. Entonces ella, sin pensarlo, y arrepintiéndose al instante, le contestaque “depende”.
Se da cuenta que ha dejado picando lapelota a un metro del arco, siente que se sonroja y el corazón le da un vuelco,y sólo atina a sonreir nerviosa. Para colmo, ambos hacen silencio y se miranfijo, como si no hiciera falta decir nada más…
Sola en la frescura de la cabaña, lasituación vivida la ha dejado en vilo. Una mezcla de temor y excitación latiene temblando. Y si estos tipos se quieren abusar? Y sí…?
Se desnuda y se mete en la ducha tibiapara relajarse. Se seca a medias y sólo se pone la camisa, esa que le sientatan bien llegando al filo de la colita y marcándole pechos y pezones. Totalmentejugada, marca en el teléfono el número de la recepción y le miente a Manuel quese dejaron un balde y dos trapos de piso. Tras cinco segundos de silencio, elmuchacho le dice que disculpe señora, en unos minutos vamos por ahí. Y remarcael vamos
Para Manuel no es totalmente novedosala situación. En los últimos años ha tenido varias experiencias similares. Se reclinahacia atrás en la silla y le vuelven como un pantallazo, como aquella tarde conla hija caprichosa del matrimonio yanqui, o la noche interminable con la esposadespechada del millonario que se iba a jugar al casino tres días seguidos, y lamás traviesa del grupo aquel de universitarias que no le importó nada y seperdió todas las excursiones con tal de cojérselo en su cabaña día tras día, alpunto de dejarlo exhausto. Sin embargo, cada oportunidad lo pone nervioso comola primera, y esta tremenda mujer que lo llama con una excusa tan simple- elbalde y demás cuestiones están a su vista- lo pone ante un nuevo desafío. Lasituación lo excita sobremanera: la dejaron sola y está decididamentehambrienta. Por suerte ha terminado rápido la limpieza del complejo, y losdueños no aparecen casi nunca, así que puede acomodar sus horarios paradisfrutar lo que se le presenta. Manotea el blíster de la pastilla azul delcajón del escritorio y se la pone en la boca –presiente que se avecina unalarga y exigente jornada- al tiempo que se dispone a buscar a José, que hoy lacosa viene especial…
 
El corazón parece desbocarse cuandogolpean suavemente la puerta. Pasó media hora eterna desde que llamó, y envarias ocasiones pensó en cancelarlo. Ahora no hay vuelta atrás: recorre consus pies descalzos el trecho hasta la entrada, soltando el botón de la camisaque abre la visión de sus pechos. En el vano de la puerta, los ojos verdosos lamiran profundamente, y tras Manuel entra José. Los dos están ahora en short debaño y remeras musculosas. Ella cierra la puerta y le pone la traba, mientrasescucha la voz de Manuel que le pregunta si se está aburriendo mucho. Alinstante la rodean. Manuel le suelta los botones que quedan y la besa, mientrasJosé le acaricia la cola desde atrás. Ella se cuelga con sus brazos en elcuello y abre su boca, entregando territorio sin condiciones. Cuatro manos lemanosean las tetas bajo la camisa…
 
Desde la puerta de la habitación, Josépresencia la escena: Sin malla ni remera, su amigo está acostado en la camamatrimonial, boca arriba. Sobre él, arrodillada en sentido contrario, todavíacon la camisa puesta, ella juega con su pija erecta de todas las formas quesabe, mientras con sus piernas abiertas le ofrece su propio sexo a la altura dela boca, que Manuel ocupa con una voracidad implacable. La cama que anochecompartió con su marido ahora es el escenario de una épica batalla de chupadas,lamidas y mordiscos. En la penumbra, ve cómo Manuel agarra esa hermosa colaexpuesta, y el largo pelo negro chorreante de ella de derrama sobre la verga,oculta dentro de su boca. En cuestión de minutos, escucha más fuertes yseguidos los quejidos guturales de su compañero, y ve cómo se arquea su cuerpohacia arriba. Ella respira profunda y ruidosamente, mientras traga, y traga…
 
Sola ahora con José -Manuel tuvo queacudir a la recepción- se ocupa ahora de su compañero: Tras una soberbiachupada sentada en la cama –constata que tiene la verga más gruesa que laanterior- y un banquete que él se da con su tetas, lo recibe boca arribaenroscando sus poderosas piernas en sus caderas. Sus manos oprimen las nalgasde José y lo impulsan en el bombeo desenfrenado…
 
Bañada en sudor, la ducha reparadorale devuelve el aliento y el sentido de la realidad.
Cubierta sólo con la camisa, contempladesde la ventana de la cocina la inmensidad del lago y la gente bañándose y loschicos jugando, mientras se prepara un café. Muy relajada, se dice que si ahorase acuesta, se duerme al instante. Se ha quedado sola, y asume que todo haterminado, que estos muchachos han tenido lo suyo por hoy, y se sonríe.
Ni siquiera golpea la puerta Manuel.La encuentra de espaldas en la cocina, apoyada en la mesada con el pocillo enla mano. Ella gira la cabeza y lo mira, y le ofrece café…
 
Nada ha terminado. En la cocina se hadejado besar, manosear y apoyar. El muchacho suelta su short que cae a sus piesy exhibe una erección formidable, en busca de una segunda andanada. Latentación de garchar ahí mismo es poderosa, acaso subirla a la mesada o deparados nomás darle por atrás mientras ella contempla el paisaje. Pero puedenverlos por las ventanas, y además él viene con otros planes, así que ella sedeja conducir a la  habitación. Escuchaque también entra el otro: El escenario tan temido y tan deseado en susfantasías está a tiro de la cama….
 
En la penumbra, le cuesta distinguirpersonas y voces. Con los ojos cerrados, se bambolea sobre quien cree que esJosé. Están al costado de la cama, se da cuenta, y el muchacho en cuestióntiene las piernas colgando fuera de ella. La atrae hacia sí y la pone enposición casi acostada sobre él, con la cola bien levantada. Una mano le estápasando un líquido frío en el esfínter, y deduce al instante que encontraron sugel lubricante en la mesa de luz. De pie tras ella, el otro introduce de a pocola cabeza de la verga en su orificio libre y untado. Todo le da vueltas en untorbellino de sensaciones, y sólo atina a quedarse quieta y dejarse hacer.Estos tipos la tienen clara, y es obvio que experiencia en la maniobra:Admirablemente coordinados, alternan sus respectivos bombeos en un ritmocreciente –una pija avanza y la otra retrocede- y ella se da cuenta que estágritando con la boca muy abierta. Tras un tiempo que no podrá precisar cuandolo recuerde, le acaban casi al unísono, llenándola en convulsiones sucesivas.
Cuando vuelve en sí, está sola en lacama. Habrá más, se pregunta…
 
El remate es en el sillón de la sala,y con la tele prendida. Los postigos abiertos y la luz a pleno le permiten aJuan registrar con el celu con todos los detalles. 4 ó 5 horas después delcomienzo de las hostilidades, ella está encaramada sobre Manuel, que ha venidopor el resto. Los ha recibido totalmente desnuda, entregada a su suerte, y deuna pasan a la acción. Los polvos previos le dan al muchacho mucho más aguante,que ella aprovecha moviéndose a gusto, jugando con la pija en diferentescadencias, subiendo, bajando, girando, sacándola casi del todo y tragándola afondo, reteniéndola en su profundidad y balanceando las caderas, gritando unorgasmo tras otro, disfrutando los pellizcos en los pezones y los besos de succión.Sus dedos se enredan en los rulos del muchacho y le sostienen la cabeza paraque devore sus pechos. José primero registra con timidez, desde el sillón deenfrente. Después se anima y gira alrededor de ellos, tomando la caradesencajada de goce de esa hembra inagotable, tomando con su celu el sube ybaja de su trasero, el esfínter todavía dilatado del round anterior, la vergade su amigo que aparece y desaparece…
 
El sol ya está oculto tras lasmontañas cuando la lancha llega al pequeño muelle. Una camisa –otra, claro- yun buzito la cubren del frío creciente del atardecer. Un short de jean ajustadoy unas zapatillas completan el atuendo. Manuel y José ayudan en las maniobrasde atraque, y ellos bajan con gesto triunfante con las cañas y cajas de pesca.Buen pique? Pregunta. Una barbaridad, contestan. Vos, te aburriste? Lepreguntan a su vez. Para nada, dice sonriente, y se mira con los muchachos queaseguran sogas y amarres.
Esa noche, tomando unas cervezas en eldeck de la cabaña y escuchando las anécdotas pesqueras, ella siente el derrameque le baja incontenible. Buen pique tuvimos hoy, les dice. 

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