Buen pique
Mañana van a excursión de pesca,le dijeron hijo y marido. A eso fueron, y se embarcan con guía en una lancha arecorrer el lago. En esta época los salmones remontan los ríos desde el mar yno sabés el tamaño que tienen. Ella había consentido el paseo que en esas cosasno la incluyen, con el acuerdo tácito de ir después al hotel all inclusive quele tiene ganas hace mucho.
OK, yo voy a las termas. Cerquitade donde estaban, lugar agreste y poco hospitalario con el turismo, casi enexclusiva dedicado a los pescadores. Hijo y marido salen a las 8 de la mañana ychau nos vemos a la tarde. Ella un rato después sube a la camioneta y sale paralas termas. En el camino de ripio siente una vez más esa sensacióncontradictoria de libertad y abandono que lleva desde hace tantos años.Libertad, por ejemplo, para dar rienda suelta a los sueños eróticos que suelehacer realidad con su amante cada tanto y cuando se alinean los planetas, comole dice siempre. No puede evitar ahora, curva tras curva, imaginar esa escapadaa las termas con él. Porque sólo con él se ha atrevido a dar rienda suelta a sufogosa calentura después de años de autorepresión y control, pese a lasprolongadísimas ausencias de marido en su trabajo.
Con nadie más, pese a habertenido muchas oportunidades de probar el sexo con variadas compañías, atraídaspor un cuerpo llamativo y una mirada provocativa capaz de prender fuego a laspiedras. Dueña de una cola casi perfecta, estatura nada despreciable, y unospechos siempre sugerentes, con unos pezones saltarines que enloquecen a amantepara que se pierda en interminables mordiscos. Su boca carnosa remiteinevitable a besos y fellatios, actividad esta última que hace el delirio demarido y amante…
Su malla azul enteriza resalta enlas piscinas, con ojos ávidos que la siguen, en su mayoría padres de familia otipos en pareja que pasan de pileta en pileta. Día caluroso, ella se refugia enel único sector con sombra, para colmo sin el protector solar que hijo y maridose han llevado.
Los ojos la ametrallan de todoslados, y ella siente esa satisfacción de ser observada y deseada. El aguacaliente y la imaginación le van subiendo la temperatura y el deseo, y elrecuerdo de amante surcando sus pechos desnudos o recorriendo lo que ella llamaceremoniosamente “partes íntimas”, tesoro inexplorado hasta la aparición deeste personaje en su vida.
Algunos de los admiradoresintentan trabar conversación, atraídos por su acento extranjero, limítrofe peroextranjero al fin. Sabe que no necesita estar demasiado a la defensiva, habidacuenta que son pretendientes platónicos –pajeros, bah- custodiados de cerca porparejas y familias.
Recostada contra el borde de lapileta, sumergida hasta el cuello, gira su cabeza y los ve. Son dos ojosmasculinos en cabeza mojada y cabello corto que le sostienen la mirada sinlascivia, acaso con curiosidad. Ella suelta el cruce visual y recorrebrevemente a uno y otro lado de la cabeza mojada, y no ve a nadie más. Cuandoenfoca de nuevo, ve que la cabeza de aproxima despacio. El tipo viene nadando,si se puede decir nadar en tan poca profundidad. Cuando está a unos tres metrosse pone de pie. Con el agua en la cintura, ella ve un cuerpo más bien delgado,tez bronceada, cabello castaño oscuro y boca sonriente. Algo le dice en suinconfundible acento nativo, y ella tarda en registrar sus palabras. Entiendeque parece que ambos estamos solos o cosa parecida que escucha en una vozgruesa, y que el tipo procura no exceda un volumen imprudente.
Con un gesto ella asiente y nopuede reprimir su propia sonrisa. En pocos minutos, sumergidos con el agua tibiaal cuello a corta distancia, él le cuenta que está en la región por negocios,que es de la ciudad al norte, y se tomó el día para relajarse en los bañostermales. Ella no entiende cómo, o sí, le habla de hijo y marido pescando en ellago y que no vuelven hasta tarde, y ella decidió venir sola a conocer. Cae enla cuenta de lo que le dice, pero el tipo parece recibir la información casicon indiferencia. Le busca la mirada y él sólo recorre la pileta y las inmediaciones,y hace silencio. Después de unos segundos lo rompe contándole que tienealquilada una cabañita en el lugar para quedarse esa noche y lástima que nopodés quedarte. Es ese un impedimento, se pregunta ella, como le dijo a suamante aquella mañana en el asiento trasero de su auto cuando ella fue encalzas y no con vestido suelto. Claro que no lo fue, la calza voló en unsuspiro y lo cabalgó como nunca.
En el vértigo se dice que nadiese entera de esto, tengo la oportunidad y el tiempo y no está mal el tipo. Todoconfluye menos la culpa.
Imprevistamente el tipo cambia eleje y le habla del tiempo, de la humedad, de la vegetación y las cascadas. Lacharla va por otros carriles nada inquietantes y ella se relaja en el placerdel agua caliente y ese tono amable de la voz grave y profunda de este tipo quecada vez es más agradable.
Casi ni se da cuenta que saliódel agua y ahora desde el borde le está ofreciendo la bata de toalla que le dieronen las termas. Ni lo duda y sale ella también del agua, y acepta la bata que sela pone ella misma, ante la atenta mirada del tipo que le recorreindisimuladamente el cuerpo. Ella se ata adelante las tiras y las ajustainconscientemente, o no tanto, como para remarcar las formas y resaltar la colaturgente. El se la pone sin atar, y sin mediar palabra van a donde están susrespectivas sandalias.
Ya no repara en el entorno,indiferente a los varios pares de ojos escrutadores que presencian la escena, ysin mediar propuesta alguna, camina junto al tipo por el sendero entre lavegetación. Nada hablan, ni siquiera se dicen sus nombres, mientras el caminoserpenteante desemboca en un conjunto irregular de bungalows, pequeños perosimpáticos. El la conduce hacia el más alejado, abre la puerta sin llave y conun gesto la invita a pasar.
El corazón le late con violenciamientras se da una ducha tibia en el reducido cubículo que hace de baño, característicodel país. El agua se desliza por sus pechos y los pezones ya están claramenteen pie de guerra. Si la viera amante…
La malla mojada queda colgada enel único perchero del baño, y ahora está parada descalza y con la bata abiertaen medio de la habitación. En la penumbra, una mano de hombre le ofrece un vasode agua fría, que ella se toma casi de un saque. Una boca húmeda se deposita ensu cuello y comienza a besarla despacito. Con los ojos entrecerrados, sienteuna mano que abre la bata y le recorre el torso casi sin tocarla. Sabe que nohay vuelta atrás…
No registra en qué momento nicómo la despojaron de la bata, y completamente desnuda está acostada bocaarriba en la cama, mientras dos manos que parecen cien, y una boca voraz larecorren en cada centímetro, deteniéndose en pezones y pubis. Todavía no labesa, y su propia boca reclama respirar en la otra. Acostumbrada con marido yamante a tener el control, ahora está a merced de ese desconocido que mantienelos ritmos, marca las acciones y no deja de provocarle estremecimientos arepetición. Cesan los mordisqueos declítoris y las intromisiones en su cueva empapada y se produce un vacío: ya nola toca, y en la oscuridad sólo ve una sombra que se mueve despacio. En lacalma que precede a la tempestad, sólo atina a respirar hondo y recoger suspiernas abiertas….
Con sus jadeos como exclusivosonido de la escena, se pregunta cuánto hace que la están penetrando. Sólosiente en su interior un ir y venir en medio de la inundación. También se oyeel chasquido húmedo que rítmicamente sube desde su concha abierta. Unicocontacto: el hombre ni suspira ni la besa ni la toca. Ella colabora separandobien las rodillas, mientras sus manos estrujan compulsivamente las sábanas…
La bata ya no importa. Sale delbaño donde debió volver a ducharse para sacar una cantidad inusitada de semen delos pechos, el cuello y buena parte del torso. Se mueve desnuda por lahabitación, mientras se cruza con su victimario, que ahora ocupa el baño. Porla luz que atraviesa las cortinas, deduce que ya es de tarde, pero no tantocomo para irse. Deben estar en plena pesca, y los deseos de huir de allí sedebaten con otros deseos, con la sensación de que aquello apenas empieza. Supapel dominante ha quedado ultrajado, y algo la impulsa al desquite…
Inevitable recordar al amantecuando -ahora sí- el tipo rompe el silencio, y se debate en rezongos y gorjeosguturales. Aplicada con su arma favorita, somete a ese miembro a un tratamientovoraz. Igual que amante, el tipo enloquece cuando le retiene la cabeza con suslabios y la aprieta con suavidad. Como sabe hacerlo, alterna la boca con sumano, mientras recorre el torso lamiendo y mordisqueando. El resultado es elesperado, y siente claramente la creciente dureza de esa bomba a punto deexplotar. Abre su boca para recoger el premio, y se lo lleva todo…
Ustedes sigan pescando, que yo yaestoy lucubrando cómo le voy a contar a amante lo que estoy haciendo, piensa.No hay apuro, se dice entredormida, mientras el tipo la saca de la semiconsciencia y lamodorra: Habrá pasado una hora tal vez de la última etapa, cuando vuelve alataque besándola profundamente, explorando cada rincón de su boca con lalengua, mientras le amasa los pechos. Por la edad que aparenta, debe habertomado su pastilla correspondiente para seguir en batalla. Y está bárbaro, sedice…
Lo que le está pasando superatodo lo que podía imaginar. Ha perdido la noción del tiempo, y las rendijas dela ventana que ahora ve claramente le marcan que el sol va cayendo sin remedio.Por ahora, encaramada sobre las caderas del tipo, sólo se concentra en suvaivén, llevando miembro adentro su locura ecuestre. Su cuerpo se arquea y suspechos firmes rebotan al compás de cada bombeo desenfrenado. Indiferente aoídos indiscretos, sus gritos descontrolados acompañan cada convulsión, ypierde la cuenta…
El no ha acabado, es obvio. Loconstata al rozar la erección intacta. Recuperando el aliento, la recorre consu mano y siente su propia humedad, la que ha derrochado recién en el trotefrenético. Con marido y amante esa operación sólo puede terminar en un derramecompulsivo. Descolocada, entra en una nebulosa donde no puede pensar nada más,y ni siquiera registra los cambios de posiciones ni porqué ahora está de pieinclinada sobre el respaldo de una silla. Cuando vuelve en sí, es demasiadotarde: Es obvio que para este tipo falta la frutilla del postre, y que esepostre lo tiene ella en su retaguardia. Los orgasmos sucesivos la han dejadolubricada, y al tercer o cuarto intento esa verga inagotable logra su cometido.Aferrada al respaldo con ambas manos, sosteniendo como puede el peso de sucuerpo con sus piernas, siente cómo cada balanceo acelera los acontecimientos yya no le importa nada ni siente dolor alguno y es el deseo incontenible de quela atraviesen de punta a punta y le regalen ese último impulso caliente…
La pesca, le cuentan, ha sido unéxito.
Que no les quepa duda, piensa ella.
Mañana van a excursión de pesca,le dijeron hijo y marido. A eso fueron, y se embarcan con guía en una lancha arecorrer el lago. En esta época los salmones remontan los ríos desde el mar yno sabés el tamaño que tienen. Ella había consentido el paseo que en esas cosasno la incluyen, con el acuerdo tácito de ir después al hotel all inclusive quele tiene ganas hace mucho.
OK, yo voy a las termas. Cerquitade donde estaban, lugar agreste y poco hospitalario con el turismo, casi enexclusiva dedicado a los pescadores. Hijo y marido salen a las 8 de la mañana ychau nos vemos a la tarde. Ella un rato después sube a la camioneta y sale paralas termas. En el camino de ripio siente una vez más esa sensacióncontradictoria de libertad y abandono que lleva desde hace tantos años.Libertad, por ejemplo, para dar rienda suelta a los sueños eróticos que suelehacer realidad con su amante cada tanto y cuando se alinean los planetas, comole dice siempre. No puede evitar ahora, curva tras curva, imaginar esa escapadaa las termas con él. Porque sólo con él se ha atrevido a dar rienda suelta a sufogosa calentura después de años de autorepresión y control, pese a lasprolongadísimas ausencias de marido en su trabajo.
Con nadie más, pese a habertenido muchas oportunidades de probar el sexo con variadas compañías, atraídaspor un cuerpo llamativo y una mirada provocativa capaz de prender fuego a laspiedras. Dueña de una cola casi perfecta, estatura nada despreciable, y unospechos siempre sugerentes, con unos pezones saltarines que enloquecen a amantepara que se pierda en interminables mordiscos. Su boca carnosa remiteinevitable a besos y fellatios, actividad esta última que hace el delirio demarido y amante…
Su malla azul enteriza resalta enlas piscinas, con ojos ávidos que la siguen, en su mayoría padres de familia otipos en pareja que pasan de pileta en pileta. Día caluroso, ella se refugia enel único sector con sombra, para colmo sin el protector solar que hijo y maridose han llevado.
Los ojos la ametrallan de todoslados, y ella siente esa satisfacción de ser observada y deseada. El aguacaliente y la imaginación le van subiendo la temperatura y el deseo, y elrecuerdo de amante surcando sus pechos desnudos o recorriendo lo que ella llamaceremoniosamente “partes íntimas”, tesoro inexplorado hasta la aparición deeste personaje en su vida.
Algunos de los admiradoresintentan trabar conversación, atraídos por su acento extranjero, limítrofe peroextranjero al fin. Sabe que no necesita estar demasiado a la defensiva, habidacuenta que son pretendientes platónicos –pajeros, bah- custodiados de cerca porparejas y familias.
Recostada contra el borde de lapileta, sumergida hasta el cuello, gira su cabeza y los ve. Son dos ojosmasculinos en cabeza mojada y cabello corto que le sostienen la mirada sinlascivia, acaso con curiosidad. Ella suelta el cruce visual y recorrebrevemente a uno y otro lado de la cabeza mojada, y no ve a nadie más. Cuandoenfoca de nuevo, ve que la cabeza de aproxima despacio. El tipo viene nadando,si se puede decir nadar en tan poca profundidad. Cuando está a unos tres metrosse pone de pie. Con el agua en la cintura, ella ve un cuerpo más bien delgado,tez bronceada, cabello castaño oscuro y boca sonriente. Algo le dice en suinconfundible acento nativo, y ella tarda en registrar sus palabras. Entiendeque parece que ambos estamos solos o cosa parecida que escucha en una vozgruesa, y que el tipo procura no exceda un volumen imprudente.
Con un gesto ella asiente y nopuede reprimir su propia sonrisa. En pocos minutos, sumergidos con el agua tibiaal cuello a corta distancia, él le cuenta que está en la región por negocios,que es de la ciudad al norte, y se tomó el día para relajarse en los bañostermales. Ella no entiende cómo, o sí, le habla de hijo y marido pescando en ellago y que no vuelven hasta tarde, y ella decidió venir sola a conocer. Cae enla cuenta de lo que le dice, pero el tipo parece recibir la información casicon indiferencia. Le busca la mirada y él sólo recorre la pileta y las inmediaciones,y hace silencio. Después de unos segundos lo rompe contándole que tienealquilada una cabañita en el lugar para quedarse esa noche y lástima que nopodés quedarte. Es ese un impedimento, se pregunta ella, como le dijo a suamante aquella mañana en el asiento trasero de su auto cuando ella fue encalzas y no con vestido suelto. Claro que no lo fue, la calza voló en unsuspiro y lo cabalgó como nunca.
En el vértigo se dice que nadiese entera de esto, tengo la oportunidad y el tiempo y no está mal el tipo. Todoconfluye menos la culpa.
Imprevistamente el tipo cambia eleje y le habla del tiempo, de la humedad, de la vegetación y las cascadas. Lacharla va por otros carriles nada inquietantes y ella se relaja en el placerdel agua caliente y ese tono amable de la voz grave y profunda de este tipo quecada vez es más agradable.
Casi ni se da cuenta que saliódel agua y ahora desde el borde le está ofreciendo la bata de toalla que le dieronen las termas. Ni lo duda y sale ella también del agua, y acepta la bata que sela pone ella misma, ante la atenta mirada del tipo que le recorreindisimuladamente el cuerpo. Ella se ata adelante las tiras y las ajustainconscientemente, o no tanto, como para remarcar las formas y resaltar la colaturgente. El se la pone sin atar, y sin mediar palabra van a donde están susrespectivas sandalias.
Ya no repara en el entorno,indiferente a los varios pares de ojos escrutadores que presencian la escena, ysin mediar propuesta alguna, camina junto al tipo por el sendero entre lavegetación. Nada hablan, ni siquiera se dicen sus nombres, mientras el caminoserpenteante desemboca en un conjunto irregular de bungalows, pequeños perosimpáticos. El la conduce hacia el más alejado, abre la puerta sin llave y conun gesto la invita a pasar.
El corazón le late con violenciamientras se da una ducha tibia en el reducido cubículo que hace de baño, característicodel país. El agua se desliza por sus pechos y los pezones ya están claramenteen pie de guerra. Si la viera amante…
La malla mojada queda colgada enel único perchero del baño, y ahora está parada descalza y con la bata abiertaen medio de la habitación. En la penumbra, una mano de hombre le ofrece un vasode agua fría, que ella se toma casi de un saque. Una boca húmeda se deposita ensu cuello y comienza a besarla despacito. Con los ojos entrecerrados, sienteuna mano que abre la bata y le recorre el torso casi sin tocarla. Sabe que nohay vuelta atrás…
No registra en qué momento nicómo la despojaron de la bata, y completamente desnuda está acostada bocaarriba en la cama, mientras dos manos que parecen cien, y una boca voraz larecorren en cada centímetro, deteniéndose en pezones y pubis. Todavía no labesa, y su propia boca reclama respirar en la otra. Acostumbrada con marido yamante a tener el control, ahora está a merced de ese desconocido que mantienelos ritmos, marca las acciones y no deja de provocarle estremecimientos arepetición. Cesan los mordisqueos declítoris y las intromisiones en su cueva empapada y se produce un vacío: ya nola toca, y en la oscuridad sólo ve una sombra que se mueve despacio. En lacalma que precede a la tempestad, sólo atina a respirar hondo y recoger suspiernas abiertas….
Con sus jadeos como exclusivosonido de la escena, se pregunta cuánto hace que la están penetrando. Sólosiente en su interior un ir y venir en medio de la inundación. También se oyeel chasquido húmedo que rítmicamente sube desde su concha abierta. Unicocontacto: el hombre ni suspira ni la besa ni la toca. Ella colabora separandobien las rodillas, mientras sus manos estrujan compulsivamente las sábanas…
La bata ya no importa. Sale delbaño donde debió volver a ducharse para sacar una cantidad inusitada de semen delos pechos, el cuello y buena parte del torso. Se mueve desnuda por lahabitación, mientras se cruza con su victimario, que ahora ocupa el baño. Porla luz que atraviesa las cortinas, deduce que ya es de tarde, pero no tantocomo para irse. Deben estar en plena pesca, y los deseos de huir de allí sedebaten con otros deseos, con la sensación de que aquello apenas empieza. Supapel dominante ha quedado ultrajado, y algo la impulsa al desquite…
Inevitable recordar al amantecuando -ahora sí- el tipo rompe el silencio, y se debate en rezongos y gorjeosguturales. Aplicada con su arma favorita, somete a ese miembro a un tratamientovoraz. Igual que amante, el tipo enloquece cuando le retiene la cabeza con suslabios y la aprieta con suavidad. Como sabe hacerlo, alterna la boca con sumano, mientras recorre el torso lamiendo y mordisqueando. El resultado es elesperado, y siente claramente la creciente dureza de esa bomba a punto deexplotar. Abre su boca para recoger el premio, y se lo lleva todo…
Ustedes sigan pescando, que yo yaestoy lucubrando cómo le voy a contar a amante lo que estoy haciendo, piensa.No hay apuro, se dice entredormida, mientras el tipo la saca de la semiconsciencia y lamodorra: Habrá pasado una hora tal vez de la última etapa, cuando vuelve alataque besándola profundamente, explorando cada rincón de su boca con lalengua, mientras le amasa los pechos. Por la edad que aparenta, debe habertomado su pastilla correspondiente para seguir en batalla. Y está bárbaro, sedice…
Lo que le está pasando superatodo lo que podía imaginar. Ha perdido la noción del tiempo, y las rendijas dela ventana que ahora ve claramente le marcan que el sol va cayendo sin remedio.Por ahora, encaramada sobre las caderas del tipo, sólo se concentra en suvaivén, llevando miembro adentro su locura ecuestre. Su cuerpo se arquea y suspechos firmes rebotan al compás de cada bombeo desenfrenado. Indiferente aoídos indiscretos, sus gritos descontrolados acompañan cada convulsión, ypierde la cuenta…
El no ha acabado, es obvio. Loconstata al rozar la erección intacta. Recuperando el aliento, la recorre consu mano y siente su propia humedad, la que ha derrochado recién en el trotefrenético. Con marido y amante esa operación sólo puede terminar en un derramecompulsivo. Descolocada, entra en una nebulosa donde no puede pensar nada más,y ni siquiera registra los cambios de posiciones ni porqué ahora está de pieinclinada sobre el respaldo de una silla. Cuando vuelve en sí, es demasiadotarde: Es obvio que para este tipo falta la frutilla del postre, y que esepostre lo tiene ella en su retaguardia. Los orgasmos sucesivos la han dejadolubricada, y al tercer o cuarto intento esa verga inagotable logra su cometido.Aferrada al respaldo con ambas manos, sosteniendo como puede el peso de sucuerpo con sus piernas, siente cómo cada balanceo acelera los acontecimientos yya no le importa nada ni siente dolor alguno y es el deseo incontenible de quela atraviesen de punta a punta y le regalen ese último impulso caliente…
La pesca, le cuentan, ha sido unéxito.
Que no les quepa duda, piensa ella.
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