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Profesex...

Cómo cada año, finalizando el mismo, empiezan a celebrarse las habituales reuniones de ex alumnos. Mi colegio no es la excepción, una emblemática institución de San Justo a la que no voy a nombrar por razones obvias.
Ya es una costumbre que para la última semana del mes de noviembre, la promoción de 1998 se reuna en las instalaciones del Colegio para evocar aquellos tiempos en los que el mundo aún nos parecía vasto e insondable.
En mi caso no soy de asistir todos los años, pero en ésta oportunidad mi marido estaría de viaje, por lo que pensé que sería lindo reencontrarme una vez más con quiénes habían formado parte de mi adolescencia.
No me voy a alargar demasiado en la reunión en sí, ya que es siempre lo mismo, comida, baile, bebida, y esas anécdotas que aunque las contemos cientos de veces nos seguirán provocando la misma gracia que si hubiesen ocurrido ayer.
Luego de charlar hasta por los codos con mi grupo de amigas, sobre todo con Vale y Jose, con quiénes nunca perdí el contacto, bailé un rato con Fede, solo un tema ya que estaba la pesada de su esposa, para luego reencontrarme con Juanjo, que había vuelto de España dispuesto a instalarse de nuevo en el país.
-Lindo momento elegiste para volver- bromeé en obvia alusión a la crisis que nos aqueja.
-Era ahora o nunca, y la verdad que viéndote ahora no me arrepiento- 
Estábamos bailando el "Believe" de Cher, uno de los hits de ésa época, y aunque se trata de un tema movido, nosotros nos pegábamos cada vez más. 
En el Colegio nunca hubo onda entre nosotros, él prefería a las chicas más extrovertidas y yo, una vez que empecé a coger con mi tío Carlos, dejé de fijarme en los chicos de mi edad. Pero ahora, con los años y la madurez encima, sentía que teníamos una nueva oportunidad. Después de todo, ¿quién no ha salido de una de esas fiestas de la mano de un ex compañero? 
En lo que a mí respecta todavía no había cruzado esa línea, aunque sabía de primera mano que tanto Vale como Jose, mis dos mejores amigas de aquellos años, gracias a esas reuniones, habían rememorado viejos amores del secundario.
Y la verdad es que me hubiera ido con Juanjo de no ser porque, entre vítores y hurras, apareció nuestro antiguo profesor de Historia, a quién no esperábamos, ya que a mitad de año había perdido a su esposa, tras una larga y cruel enfermedad.
El Profesor Augusto M., aunque ya no ejercía como tal en el colegio, era un habitué de esas reuniones y uno de sus principales animadores, pero a sabiendas de su reciente pérdida, no albergábamos demasiada esperanza de que viniera, pero allí estaba. Desanimado, claro, y mucho más avejentado que años anteriores, con ese aura que te imprime la viudez.
Luego de que todos lo saludaran y le dieran el consabido pésame, me acerqué con dos copas en la mano.
-Que gusto verlo, profe- le digo invitándole una.
-Espero que éste año haya mejorado la elección de la bebida- asintió dándole un sorbo.
-Es un Malbec mendocino, de una de las bodegas con las que trabaja mi marido, yo misma traje las botellas- 
-Muy buena elección la de su marido, Valle, hágale llegar mis felicitaciones- repone tras saborear el vino como un auténtico catador.
Pese a los años transcurridos el Profesor no perdía la costumbre de llamarnos por el apellido. El mío no es Valle, pero voy a utilizarlo para hacer más fiel el relato.
-Bueno, ya saludé a todos, así que me retiro, el año que viene ya me quedaré más tiempo- deja la copa sobre una de las mesas, se acerca para estrecharme la mano, y agrega -un gusto verla, Valle, como siempre-
Se va, tratando de alejarse del jolgorio que no se corresponde con ese momento de su vida, pero antes de que llegue a la puerta de salida, le doy alcance ya con mi cartera en la mano.
-Profe, me gustaría acompañarlo- 
-No hace falta Valle, quedese y siga disfrutando de la fiesta- 
-La verdad es que este año está medio aburrido, nos hacen falta sus arengas, además..., ya pedí un taxi-
No le quedó otra más que aceptar. Cuándo llega el taxi me abre la puerta, como todo un caballero, y al momento de subirme no se me escapa la tremenda mirada que le echa a mis piernas. Estoy de mini así que al moverme hacía el otro asiento, alcanza a percibir no solo la tersura de mis muslos, sino hasta el color de mi tanguita.
-Usted primero, profe- le digo en alusión al recorrido que vamos a emprender.
Le indica su dirección al tachero y hacia allá vamos. Durante el trayecto nos ponemos a hablar animadamente, recordando esos días del secundario. El Profesor Augusto era una especie de "Felipe Pigna", nos enseñaba la parte real de los próceres y no la que está escrita en bronce. Los libros de texto oficiales los pasábamos muy por encima, ya que nos recomendaba leer autores tales como Félix Luna, Estanislao Zevallos, Sarmiento o Mitre. Nos decía que solo leyendo a los que habían formado parte íbamos a entender mejor Nuestra Historia.
Era fascinante escuchar sus disertaciones sobre el cruce de Los Andes, la batalla de San Lorenzo o la liberación del Perú. Prácticamente nos transportaba a aquella época en la que todo estaba por hacerse.
Cuando llegamos, tras un viaje que se me hizo demasiado corto, se baja e intenta despedirse, pero se sorprende al darse cuenta que me bajo con él.
-¿Me invita a tomar una copa, profe?- le pregunto tras pagar el viaje y despedir al taxista.
-¿No tenés que irte a tu casa?- se sorprende ante mi propuesta.
-Hoy es mi noche libre, sin límite de horario- le confirmo con una sonrisa rebosante de picardía.
-Si es así, una copa entonces, aunque te advierto que no tengo nada del nivel del vino que llevaste a la reunión- 
-Lo que tenga estará bien- 
Entramos al edificio y mientras subimos en el ascensor recibo un mensaje de una de mis amigas:
"¿Dónde te metiste? Juanjo te está buscando desesperado, mirá que si no te lo fifás vos, me lo fifo yo".
"Dale para adelante y disfrutalo, después me contás", le respondo.
Bajo el volumen de las notificaciones y guardo el celular, ya que estoy segura que va a empezar a inundarme de mensajes para saber con quién me fuí.
-Las chicas, no les avisé que me iba- le digo respecto al mensaje.
-Estás a tiempo de volverte- me advierte.
-Estoy dónde quiero estar, profe- le confirmo justo cuándo el ascensor llega al octavo piso.
Bajamos, atravesamos el pasillo y entramos al departamento señalizado con la letra D. 
-Sentate que te voy a servir algo que me tomo cada vez que quiero relajarme un poco- me indica.
Me acomodo en el sofá mientras se acerca a un pequeño mueble que hace las veces de bar y sirve un par de copas. Me tiende una y se sienta no a mí lado, sino en un sillón que está enfrente. Brindamos y bebemos un sorbo.
-No está mal- le digo recordando la advertencia previa que me había hecho al respecto.
-Es lo que tengo, desde que mi esposa..., bueno, la verdad es que no he salido demasiado de compras últimamente-
-¿Tiene música, profe?- le pregunto tratando de alejarlo lo más pronto posible de ese tema.
-Tengo unos discos, pero no creo que sea la música que te guste escuchar-
Si mal no recuerdo, el profe Augusto era un gran fanático del tango. Así que tenía razón, no era la clase de música adecuada para ese momento.
-No se preocupe...- le digo, y sacando mi celular, lo prendo y pongo una de mis playlist de Spotify.
Dejo el celu en el apoyabrazos del sillón, bebo otro sorbo de mi copa, y mirándolo en esa forma que trasciende cualquier barrera idiomática, le digo:
-Profe, ¿porque no viene y se sienta al lado mío?-
Creo que el profe ya sabía para dónde iban los tiros, es un tipo grande, con experiencia, aunque también creo que, de cierto modo, y pese a los años transcurridos, seguía viéndome como su alumna. Lo cual, de alguna forma, evitaba que se me tirara encima y me hiciera de todo, teniéndome ahí regalada como estaba.
Él también toma un sorbo, mucho más largo que el mío, se levanta y se sienta a mi lado, aunque no tan cerca. Soy yo la que se junta más.
-Tenía ganas de verlo, profe- le confieso.
-Bueno, yo también..., a todos, por eso fuí- titubea.
-Pero yo tenía ganas de verlo a usted, solo a usted- le aclaro, apoyándole, a modo de ratificación, una mano sobre la pierna.
Aunque parece estar sudando la gota gorda, no se aparta ni intenta levantarse.
-Mariela...- ahora sí me llama por mi nombre, tratando de alejar, quizás, la imagen que tenía de mí como alumna -Pensá en tu marido, en tu hijo, yo ya soy un viejo-
-Pienso en mi marido y en mi hijo, pero ellos están en casa y yo estoy acá, con vos, un viejo que me encanta- le replico intensificando las caricias sobre su pierna.
Ya puedo sentir la tensión y el abultamiento en esa parte de su cuerpo. Por más que haya sido mí profesor, en ese momento somos un hombre y una mujer, ávidos de sexo, de lujuria, de descontrol.
Cuando ya parece que no va a oponerse más, le agarro el paquete y se lo aprieto, constatando una más que importante dureza. Me acerco aún más, sin soltárselo, y lo beso en la boca. En el preciso instante en que nuestras lenguas hacen contacto, siento como el bulto le pega una sacudida.
Siempre con el mayor tacto posible, le desabrocho el pantalón, le bajo el cierre y le saco la pija afuera. Nada fuera de lo común, pero digamos que en el estado que me encontraba en ese momento, tan ansiosa y desesperada, no estaba como para exigencias.
Besándolo con más entusiasmo, se la pajeo, sintiendo como se me va mojando la mano de líquido preseminal. Me echo entonces en el suelo, por entre sus piernas, y tirándole toda la piel hacia abajo, le doy un beso en la punta. Levantó la cabeza, y al ver que está con los ojos cerrados, ronroneando plácidamente, se la empiezo a besar también por los lados.
-¿Alguna vez fantaseaste con que una alumna te chupara la pija?- le pregunto mientras me la meto en la boca y me pongo a chupársela con deleitable fruición.
Como es corta llego a comérmela toda, hasta los pelos, que forman un colchón áspero y espumoso contra el cuál impactan mis labios cada vez que llegan hasta abajo.
No me contesta, pero los suspiros y las expresiones de placer, me resultan suficiente. Me levanto y empiezo a desvestirme delante suyo. La mini, la blusa, la bombacha, el corpiño. Sus ojos recorren mi desnudez de arriba abajo. No dice nada pero su mirada delata su fascinación.
Separo las piernas, me le subo encima, y agarrándole la pija, me la acomodo en la entrada de la concha. Me gusta sentir ese primer roce, antes de la penetración, el momento previo a la consumación de nuestros anhelos. 
Me la meto despacio, inyectándome su virilidad pedazo a pedazo, sintiendo como nuestras partes encajan a la perfección. 
Me quedo un momento ahí, disfrutando ese rabioso palpitar, tras lo cuál empiezo a moverme, como hamacándome, llenándome de la pija del profe, que ya está con los ojos en blanco, en pleno trance extatico. Entonces me agarra de la cintura y empieza a moverse él, empujando su cuerpo contra el mío. Recibiendo cada uno de sus ensartes, le refriego las tetas por toda la cara, para que me las chupe, me las muerda o haga con ellas lo que se le antoje.
Nos inclinamos hacía un costado, sin dejar de sacudirnos, recostados en el apoyabrazos del sofá, dándonos masa sin parar, salvajes, frenéticos, impetuosos.
De repente siento que me está llenando de leche. Yo no acabé todavía, pero él ya está en pleno orgasmo. Cuando se da cuenta de lo que sucede, me mira como asustado.
-No se preocupe, profe, acabe tranquilo que está todo bien...- lo tranquilizo, apretándome aún más contra sus huevos.
Mientras él me acaba adentro, yo me pajeo el clítoris, acompañándolo en ese goce que apenas resulta un aperitivo para una noche que se me antoja será épica.
Me levanto, con la leche chorreándome por entre las piernas, y me acurruco a su lado, melosa, acaramelada.
Después de vaciarse, la pija del profe se le pone chiquita, nada que ver con el misil todopoderoso con el que acaba de bombearme.
Se levanta, agarra la botella, las dos copas y me invita a ir a la cama. Entramos a su cuarto, nos acostamos y tras un nuevo brindis, nos enredamos en una larga sesión de besos y chupones.
De a poco le voy empujando la cabeza hacia abajo, hasta que él mismo se da cuenta de lo que quiero, y se baja solito.
Me chupa las tetas, el ombligo, me lame el vientre y al llegar a mi zona más íntima, me mete la lengua como si fuera una pala. 
Debo admitir que nunca me imaginé al profesor Augusto entre mis piernas, pero al verlo ahí, y sobre todo al sentirlo, no podía imaginarlo en ninguna otra parte.
El profe tiene una barbita candado, del tipo intelectual, hoy ya toda canosa, con la cuál me raspa toda esa zona, provocándome unas cosquillas deliciosas.
En pleno delirio, con la concha mojada a más no poder, hago que se me ponga encima, y mientras le como la boca, saboreando entre sus labios mi propia esencia, le agarro la pija por debajo y me la pongo entre los gajos. Todavía no está en su plenitud, así que empiezo a pajeársela y a frotármela contra el clítoris, de modo que no tarda en ponerse morcillona. 
Cuando ya alcanza cierto grado de dureza, me la mete y me la deja ahí, guardadita, mientras seguimos besándonos con una pasión descontrolada.
-¡Cogeme...!- le pido sintiendo como dentro mío se le va poniendo más gorda y dura.
Empieza moviéndose despacio, suave, con ternura, llegándome cada vez más profundo, como si con cada penetración se le fuera alargando la pija.
Me mantengo pasiva un rato, dejándome coger, permitiendo que él maneje el ritmo, hasta que el fuego empieza a crecer y cuando ya estoy a punto de inmolarme, lo abrazo, y empiezo a moverme yo también. Ahora sí, nos cogemos los dos, fluyendo el uno dentro del otro, golpe a golpe, estallando en jadeos y gemidos cada vez más intensos.
Esta vez, cuándo acaba, yo estoy en medio de un orgasmo, por lo que nuestros polvos se unen, se mezclan, fluyendo en un solo torrente rebosante de vida y placer.
De nuevo su mirada culposa, preocupado por no haber podido aguantarse.
-¡Me encanta que me acabés adentro...!- le digo tranquilizándolo, haciéndole saber que no era una metida de pata, que me gustaba sentir su leche en mi interior.
No nos despegamos, nos mantenemos juntos, unidos, disfrutando de ésa sensación que solo el mejor sexo puede dispensar.
Debo ser sincera y admitir que el profesor Augusto no es ningún macho brioso y desbocado, si tuviera que ponerme objetiva y calificar su desempeño seguramente no resultaría aprobado, pero el hecho de que haya sido mi profesor en el secundario, el tener la noche libre, el vino que había tomado en la fiesta, todo se complotaba para que, ante el menor roce, nuestros cuerpos se sacaran chispas.
Nos terminamos la botella, cada uno fue a su tiempo al baño, y cuando volvemos a meternos en la cama, le planteo un desafío:
-¿Cómo se ve para un tercero, profe?-
-Hasta dos llegué alguna vez, pero ¿tres?, creo que nunca en la vida- me manifiesta.
Y esta vez tampoco pudo ser, y eso que le puse ganas, chupándole y amasándole la pija con el mayor de mis empeños, pero aún así no se le volvió a parar. Igual estuvo bueno intentarlo.
Me quedé a dormir esa noche con el profe. Y a la mañana siguiente, luego de desayunar juntos, me fuí a mi casa. 
Cuando revisé el celular en el taxi me estallaba de mensajes de mis amigas queriendo saber con quién me había ido de la fiesta. Obvio que las dejé con la intriga. Ése es mi secreto...

















































16 comentarios - Profesex...

Bass_07
siempre increible y perfecta marita!
casado41
Me encantan todos tus relatos. Tremendo la variedad de situaciones y matices que pones en cada uno. Evidentemente, no solo garchar bien es lo lo tuyo. Escribis genial.
Sute41 +1
@Maritainfiel, como siempre, 10 puntos tu relato. Los leo y es como si estuviera ahi, viendo como disfrutas y disfrutan de vos... Me encantaría ser el protagonista de uno, cómo siempre digo "La esperanza es lo último que se pierde". Sos una grosa. Besos ...
kalebvito
Exelemte. Encendes todo
+10
Yacare1620
Diosa!!! Que lindo momento para el profe!!!
FabricioBiazzi
@Maritainfiel. 10 puntos, como siempre. por falta de más puntos.
jucho35
nena como me calientas tud relatos, me encantaria verte con esa mini y poder cojerte toda!! un saludo.
voyeur18
siempre es un placer leere
Marc_2
Al lado de otros este relato es un aperitivo. Pero fueron 10 porque sos vos.
gerardoriker
sos un sueño lo que daria por ser tu amante
pablooo_2
Muy buena historia!!!
Y menos mal que ese pobre hombre no la quedó de la emoción... aunque es la mejor forma de irse, obvio!
visiopro
todas las productoras de seguro son turras y copadas.. vos sos fenomenal marita 😃
pedagogo47
Tanto tiempo en Poringa y no te conocía,q erótico relato, excelente tu post.saludos.