Me fui del kiosco hecha una furia. Enojada, triste, pero por sobre todas las cosas, envuelta en un sentimiento que todavía no había identificado, pero que muy poco tiempo después sabría de qué se trataba.
Había ido a visitar a mi kiosquero, era mío, porque durante muchas tardes, me escondía detrás de su mostrador, y se la chupaba hasta que, generoso, me daba mi ración de leche en la boca, y el día que fui, decidida a que me toque, a que me haga suya, a entregarle mi virginidad, loco por un arrebato, me rompió el culo, dejando mi himen intacto.
¿Qué era lo que me tenía así, hecha una leona enjaulada, en mi casa, caminando seria? No era, ni más ni menos, una calentura que brotaba de mi cuerpo, que tenía a todas mis hormonas alertas, y que las usuales pajas no lograban calmar.
Pero pasaron solo dos días después del evento, donde todo fue tomando su cauce normal.
Ya la bronca estaba desapareciendo, y el dolor, apenas un mal recuerdo.
Estaba sola en el departamento familiar, y abrí la heladera para ver si había un yogur o algo para entretenerme antes de la merienda, y vaya si encontré con qué entretenerme.
En el cajón de las verduras, había un pepino. Si bien era verde, tenía un tamaño muy parecido al de la pija de mi kiosquero. Así que no lo pensé demasiado. Lo lavé bien, y me fui a mi habitación.
Me puse los auriculares. Escuchaba “El lado oscuro de la luna”. Me dejé llevar por las primeras caricias. Mientras una mano rozaba mis pechos, con la otra acariciaba mi vientre. Hasta aquí, un paja más, de las que me prodigaba dos o tres a la hora de la siesta. Pero allí estaba mi pepino, y lo apoyé en mi clítoris, y eso desencadenó todo.
Fue como cuando me la apoyó Carlos. Con el grosor justo, un glande pero ya no de carne, sino de vegetal, frotándome el clítoris, y volvieron las pequeñas explosiones en mi nuca, en mi vientre, y en mi garganta, que me hicieron gemir fuerte, sin que yo lo pudiera reprimir.
Pero no solo vino un gemido en m garganta. También vino una oleada de jugos que lubricaron toda mi vagina virgen, y que llevaron a que ya no me frote solo el clitoris con todo el grosor del pepino, sino que buscara, instintivamente, penetrarme con él.
La calentura era tanta, que ya no importó himen, ni dolor, ni nada. Casi sin darme cuenta, tenía medio pepino dentro mío, entrando y saliendo, moviéndolo desesperada, porque a cada movimiento, sentía más y más placer, y el cuerpo es sabio, me pedía más y más.
Hasta que vino el mejor, el más rico, el inolvidable orgasmo que atravesó mi cuerpo. No era como cuando me frotaba. Fue distinto, desbastador. Se inició en mi espalda, y se concentró en mi vientre, y como un torrente, bajó y se desenroscó en mi pelvis.
Para ser clara: no fue un orgasmo. Acabé. Con ganas, con furia, por primera vez. Decir que me desvanecí es una exageración. En realidad me quedé dormida.
Desperté cuando escuché la puerta de calle, y me di cuenta de dos cosas: que mi madre había regresado a casa, y que todavía tenía medio pepino incrustado entre mis piernas.
Me sonreí de ese modo en que algunos conocen. Satisfecha.
Había ido a visitar a mi kiosquero, era mío, porque durante muchas tardes, me escondía detrás de su mostrador, y se la chupaba hasta que, generoso, me daba mi ración de leche en la boca, y el día que fui, decidida a que me toque, a que me haga suya, a entregarle mi virginidad, loco por un arrebato, me rompió el culo, dejando mi himen intacto.
¿Qué era lo que me tenía así, hecha una leona enjaulada, en mi casa, caminando seria? No era, ni más ni menos, una calentura que brotaba de mi cuerpo, que tenía a todas mis hormonas alertas, y que las usuales pajas no lograban calmar.
Pero pasaron solo dos días después del evento, donde todo fue tomando su cauce normal.
Ya la bronca estaba desapareciendo, y el dolor, apenas un mal recuerdo.
Estaba sola en el departamento familiar, y abrí la heladera para ver si había un yogur o algo para entretenerme antes de la merienda, y vaya si encontré con qué entretenerme.
En el cajón de las verduras, había un pepino. Si bien era verde, tenía un tamaño muy parecido al de la pija de mi kiosquero. Así que no lo pensé demasiado. Lo lavé bien, y me fui a mi habitación.
Me puse los auriculares. Escuchaba “El lado oscuro de la luna”. Me dejé llevar por las primeras caricias. Mientras una mano rozaba mis pechos, con la otra acariciaba mi vientre. Hasta aquí, un paja más, de las que me prodigaba dos o tres a la hora de la siesta. Pero allí estaba mi pepino, y lo apoyé en mi clítoris, y eso desencadenó todo.
Fue como cuando me la apoyó Carlos. Con el grosor justo, un glande pero ya no de carne, sino de vegetal, frotándome el clítoris, y volvieron las pequeñas explosiones en mi nuca, en mi vientre, y en mi garganta, que me hicieron gemir fuerte, sin que yo lo pudiera reprimir.
Pero no solo vino un gemido en m garganta. También vino una oleada de jugos que lubricaron toda mi vagina virgen, y que llevaron a que ya no me frote solo el clitoris con todo el grosor del pepino, sino que buscara, instintivamente, penetrarme con él.
La calentura era tanta, que ya no importó himen, ni dolor, ni nada. Casi sin darme cuenta, tenía medio pepino dentro mío, entrando y saliendo, moviéndolo desesperada, porque a cada movimiento, sentía más y más placer, y el cuerpo es sabio, me pedía más y más.
Hasta que vino el mejor, el más rico, el inolvidable orgasmo que atravesó mi cuerpo. No era como cuando me frotaba. Fue distinto, desbastador. Se inició en mi espalda, y se concentró en mi vientre, y como un torrente, bajó y se desenroscó en mi pelvis.
Para ser clara: no fue un orgasmo. Acabé. Con ganas, con furia, por primera vez. Decir que me desvanecí es una exageración. En realidad me quedé dormida.
Desperté cuando escuché la puerta de calle, y me di cuenta de dos cosas: que mi madre había regresado a casa, y que todavía tenía medio pepino incrustado entre mis piernas.
Me sonreí de ese modo en que algunos conocen. Satisfecha.
25 comentarios - Me tomé revancha del kiosquero
" de repente ella tomó el miembro con su mano y con cierta destreza corrió el prepucio hacia atras, dejando su glande desnudo expuesto en su plenitud y muy juguetona con su lengua se introduce ese cíclope muy lentamente en su lujuriosa boca y con movimientos ritmicos se pone a ritmo de su partenere, mientras su mano recorre su pecho y siente como ese miembro se pone cada vez más erecto, a le vez que una de sus manos juega con sus testículos y observa la cara de placer inte
ahora... una señora exploradora...
Hermosa vos, obvio!
https://elcalce.com/jarana/razones-las-debes-sustituir-dildo-pepino/
Va consejito y +10
💋
Pero no es negra:
https://es.wikipedia.org/wiki/Clare_Torry
Te deje un MP.
Besote!
AF97