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Soy su madrastra

Otro relato de algun lugar

Me casé con un hombre que me amaba, viudo, con un hijo de 20 años… hijo al que pillaba observándome, con poca discreción.
Para desempeñar bien mi papel, decidí ser una buena madrastra.
Federico, mi marido, era un hombre de negocios, un poco soso para mis gustos y preferencias… pero estaba enamorado. Un fin de semana decidimos escaparnos a la playa, mi lugar favorito.
Para que Daniel, su hijo no quedará solo en casa, le pedí a Federico que lo lleváramos con nosotros para pasar el fin de semana, igual… tal vez podría ponerme un poco de salero.
El sábado en la mañana, mi marido recibió una llamada desde su despacho y tuvo que regresar a la ciudad.
-Debo viajar cariño. –Me dijo.
-Perfecto, aquí me quedaré con Daniel, que me hará compañía. Y no tardes para que vayamos a comer.
-No te preocupes, estaré puntual y que buena idea tuviste en traerlo -Me contestó.
Nos despedimos y marchó, mientras yo salía hacia la playa.
Era una playa solitaria, estuvimos con Daniel allí toda la mañana. Él se metió en el agua y yo estaba entretenida viéndole jugar y nadar, era un chico joven y de buen ver. (Pero los jóvenes nunca me gustaron).
Después salió y se sentó a mi lado a conversar conmigo.
Cuando noté que tenía una erección, se acostó boca abajo en la arena.
-Daniel vamos a casa… -le dije, levantándome de la arena.
Y el accedió
Hemos caminado hasta casa, y Daniel fue a la cocina a servirse algo.
Y yo me fui al baño a usar el bidé, en eso que abre la puerta.
Veo a Daniel acojonado por el susto y la vergüenza.
-Perdona, me dijo y dio media vuelta.
Entonces le grité:
-Daniel ven. Abrió la puerta lentamente y agachó la mirada.
Me levante del bidé desnuda
-Dime. -Me contestó con voz tímida.
Le crucé la cara con dos bofetones, mientras le decía: ¿Por qué has tardado en entrar cabrón de mierda? Mientras le agarraba de los pelos y lo hacía ponerse de rodillas ante mí.
-Por favor perdóname, perdóname, repetía Daniel.
No era mi intención hacerte enfadar.
-No eres más que un cabrón pervertido, ¿me crees tonta? ¿Piensas que no me doy cuenta que cuando te habló se te empina la polla?.
-Lo siento Maria, lo siento, no ha sido mi intención. -Contestó. Mientras le pateaba.
-¿Crees que no me doy cuenta que te pajeas pensando en mí? –Le decía mientras lo llevaba agarrado de los cabellos a mi habitación.
-Lo siento mucho, perdóname, no quería ofenderte, repetía Daniel.
Después de llevarlo a rastras a mi habitación, le até a la cama, mientras veía el miedo en sus ojos.
-¿Por qué me atas Maria? ¿Qué vas a hacerme? –Me preguntaba asustado.
-Eres un perro pervertido niñato, ya te vas a enterar lo que haré contigo.
-Por favor suéltame Maria, me decía con voz débil y temerosa.
-No cariño, ¡vas a aprender que en esta casa mando yo! –Le contesté
-Suéltame -grito con voz fuerte.
Me subí en la cama, me senté en su vientre y puse una bolsa de plástico en su cara.
A partir de este momento vas a ser mi esclavo y harás todo lo que te ordene. –Le dije.
-Desátame, me pidió gritando.
-Daniel, hijo, creo que no comprendes la situación en la que te encuentras ni mis instrucciones.
Estoy harta de ver tus ojos sobre mí, he sentido como me ves el culo cuando te doy la espalda.
-Perdóname Maria, no pensé que te darías cuenta de ello. No lo volveré a hacer. –Me decía el pobre Daniel.
-De ahora en adelante seré yo quien te castigue y donde no me obedezcas te haré la vida difícil, ¿te queda claro? – Le pregunté.
-Yo haré lo que tú me digas Maria, pero por favor no me hagas daño.
Entonces me pare sobre la cama poniendo mis pies a cada lado de su cabeza, pude sentir como se excitaba al verme… mientras me senté sobre su boca.
-Bríndame placer perro pervertido y empieza a lamerme el coño y el culo. -Le ordené. Mientras me refregaba sobre él.
Me estaba devorando el coño con ansiedad y pasión, hasta que me corrí en su boca y moje totalmente su cara.
Entonces me levante  y vi a Daniel relamiéndose mis fluidos.
-¿Ves lo que haces?, desde que te ví lo supe, eres un pervertido.
Y mírate la polla, la tienes empinada.
Me senté sobre ella y empecé a cabalgarlo con fuerza. Mi hijastro gemía de placer
Agarre unas medias y las anudé a su cuello y fui tirando de ellas cortándole la respiración mientras lo cabalgaba con fuerza, veía su dificultad al respirar, pero continuaba excitado.
-Por favor Maria no puedo respirar. –Me dijo con voz entre cortada.
Entonces solté un poco la media para que respirara, sin dejar de cabalgar sobre su polla…
El no paraba de gemir de placer y cuando sentí que iba a correrse, me levanté… y le vi tirar su leche sobre su vientre y pecho, mientras se retorcía atado de pies y manos a las esquinas de la cama.
-Mira lo que has hecho Daniel, has traicionado la confianza de tu padre y has hecho de mí, de tu madre, una mujer adúltera.
No vas a poder librarte del castigo de tu madrastra… no sabes lo que te espera de ahora en adelante…

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