¿Soy una puta?
Ha sido una pregunta que me hago desde un tiempo a esta parte y no puedo encontrar una respuesta definitiva. Quizás porque algunas personas, me tildarían de putita, mientras que otras, de una mujer joven que intenta divertirse cuando se le presenta la oportunidad.
Para mí, coger bien es una gran diversión. Desafortunadamente, no existe un cojómetro (calibre para medir el nivel de goce de una cogida), por lo tanto es imposible definir si ya disfrutaste de la mejor cogida.
Los pocos hombres que me han cogido, me regalaron emociones intensas, en especial mi marido, pero... ¿Alguna habrá sido LA EMOCIÓN?
Es así que, consciente de que no es bien visto, estoy a la espera del hombre y su verga, capaz de regalarme el placer en grado extremo.
Bromeábamos como siempre que nos encontrábamos. Nos conocíamos desde que éramos nenes y nuestra amistad había quedado inalterada con tiempo.
Pero, por primera vez, desde que estábamos casada/o, almorzábamos solos. Algo así no ha sucedido desde la universidad.
-Inés ¿Pido otra botella?- dijo Alfredo.
Sonreí y negué con la cabeza.
-Estoy realmente algo borracha-
-¡A quién se le decís!-
Nos reímos sin razón, al igual que en la escuela secundaria. El tiempo parecía detenerse cuando estábamos juntos. Eso podía significar sólo una cosa: la empatía entre nosotros era única.
Ambos sabíamos todo, o casi todo, el uno del otro, desde lo banal a lo más reservado u oculto y, en lo que a mi respeta, nunca lo había mirado como “presa sexual”. Hasta ese medio día.
-¿Alguna vez pensaste en mí de modo…. indecente?-abrí el juego.
-¿De modo quéeee?-
-¡Dale, no te hagás el dolobu!!, sabés de que estoy hablando…. ¡-
-¡Ah, del… sexo!-
-Sí. Mirá, no me ofendés si me decís que nunca se te pasó por la cabeza…. voltearme!-
- ¿Y a vos… se te….?-
- ¡Ahh noooo…. Yo pregunté primero… te toca contestar a vos!-
-Solo un par de veces... por día... desde que te crecieron las lolas-.
Me reí a carcajadas.
-¡Y se necesitó una botella de merlot para sacártelo a la luz!-
-Es que siempre estamos con nuestras parejas e hijos. No recuerdo un momento a solas con vos, desde tiempo inmemorial. De lo contrario te hubiese saltado encima hace muchos años -
Es así. Vivíamos, desde mucho tiempo, en distintas ciudades y, las contadas ocasiones que coincidíamos en una, era con la/el respectivo conyugue y prole.
En esa oportunidad, él viajó solo para un trámite y yo me las rebusqué para ir sola al almuerzo que me propuso. Sin malicia, para un buen rato recordando nuestro pasado en común.
Pero los ovarios me jugaron una mala pasada.
-Bueno ahora se dió-
-¿Perdónnn?-
- Ahora estamos los dos solos. ¿Por qué no me saltaste encima todavía?-
Sus ojos se volvieron similares a los de un tigre listo para arrojarse sobre su presa.
Nunca había visto esa mirada procaz en mi Alfredo. Indudablemente, tenía que ser un Alfredo que nunca había conocido.
Estaba “alzado” era obvio.
Se puso de pie, se inclinó sobre la mesa y me besó en los labios, con una mano detrás de mi cabeza.
El mundo pareció detenerse.
Volvió a sentarse, pidió la cuenta y me llevó de la mano, a un hotel para parejas, a menos de 100 mts. del restaurante.
Comenzamos a besarnos y franelearnos como dos adolescentes, en el mientras tanto, nuestras ropas caían al piso. Nos encontramos desnudos, frente a frente vacilando como si estuviésemos viendo, yo un hombre, él una mujer, indecentes sin ropas.
-Sos hermosa. Debería habértelo dicho un millón de veces desde que nos conocemos, pero nunca tuve el coraje de poner en palabras lo que mis ojos veían-
- ¡La puchaa!... sos un capo con las palabras. Estoy todo mojada!!-
Yo manotee su verga dura, el manoseó mi concha encharcada.
Me tumbó, de modo urgente, apremiante, en la cama y enseguida lo tuve con su boca en mi boca y su miembro adentro hasta el fondo.
Apartó sus labios de los míos y susurró entre diente:
-¡Te cojo.. te cojo toda!!-
-¡Siiii, cógeme…. Quiero que…. mi mejor amigo….. me coja…. como nadie..!- alcancé a balbucear entre sus primeras acometidas impetuosas
El momento deseado, por fin había llegado. Los dos éramos un solo cuerpo, capaz de generar placer en nuestras mentes, con el auxilio de la carne, esqueletos y terminaciones nerviosas.
Había un profundo deseo en esa cogida. Era como si, ambos, pretendíamos recuperar todos los años en un solo encuentro, masacrándonos con los sexos, las bocas, las manos, las uñas y gritando al mundo nuestro goce.
¿Qué éramos? ¿Amigos? ¿Amantes? ¿Adúlteros? No cabían las preguntas necesitábamos el cuerpo del otro.
Los orgasmos, tumultuosos, guardaron proporción con nuestro descontrol emocional.
En el transcurso de un cariñoso descanso, llegamos a la conclusión que queríamos hacer el amor de todos modos imaginables. En esa ocasión no podía faltar el sexo anal.
Alfredo me puso de costado, con las piernas a 90 grados, se escupió la verga humedeciéndola de nuevo. Yo respiré hondo relajando el esfínter.
Me penetró con fuerza en el ano y me pistoneó largo y placenteramente para mí y, a juzgar por los sonidos que salían de su boca, para él también. Esa enculada quedará en los anales de mis experiencias sexuales, por mucho tiempo.
Alfredo eyaculó dentro de mí, pero esta vez mientras iba sacando la verga.-
Se sentó y lo sentí murmurar:
“¡Es alucinante ver mi semen gotear de este culo divino que admiré durante años sin siquiera tocarlo!-
Sentí una recia palmada en mis nalgas:
-¡No lo puedo creer, hasta hace apenas unas horas, no era más que un sueño inalcanzable- agregó
Había sucedido. Nos miramos, como incrédulos de que no hubiera sucedido antes.
Reímos, nos besamos apasionadamente.
Nos separamos con la promesa, de él, de otro(s) viaje(s) a mi ciudad, sin la familia, para “invitarme a almorzar, solos los dos”
Ha sido una pregunta que me hago desde un tiempo a esta parte y no puedo encontrar una respuesta definitiva. Quizás porque algunas personas, me tildarían de putita, mientras que otras, de una mujer joven que intenta divertirse cuando se le presenta la oportunidad.
Para mí, coger bien es una gran diversión. Desafortunadamente, no existe un cojómetro (calibre para medir el nivel de goce de una cogida), por lo tanto es imposible definir si ya disfrutaste de la mejor cogida.
Los pocos hombres que me han cogido, me regalaron emociones intensas, en especial mi marido, pero... ¿Alguna habrá sido LA EMOCIÓN?
Es así que, consciente de que no es bien visto, estoy a la espera del hombre y su verga, capaz de regalarme el placer en grado extremo.
Bromeábamos como siempre que nos encontrábamos. Nos conocíamos desde que éramos nenes y nuestra amistad había quedado inalterada con tiempo.
Pero, por primera vez, desde que estábamos casada/o, almorzábamos solos. Algo así no ha sucedido desde la universidad.
-Inés ¿Pido otra botella?- dijo Alfredo.
Sonreí y negué con la cabeza.
-Estoy realmente algo borracha-
-¡A quién se le decís!-
Nos reímos sin razón, al igual que en la escuela secundaria. El tiempo parecía detenerse cuando estábamos juntos. Eso podía significar sólo una cosa: la empatía entre nosotros era única.
Ambos sabíamos todo, o casi todo, el uno del otro, desde lo banal a lo más reservado u oculto y, en lo que a mi respeta, nunca lo había mirado como “presa sexual”. Hasta ese medio día.
-¿Alguna vez pensaste en mí de modo…. indecente?-abrí el juego.
-¿De modo quéeee?-
-¡Dale, no te hagás el dolobu!!, sabés de que estoy hablando…. ¡-
-¡Ah, del… sexo!-
-Sí. Mirá, no me ofendés si me decís que nunca se te pasó por la cabeza…. voltearme!-
- ¿Y a vos… se te….?-
- ¡Ahh noooo…. Yo pregunté primero… te toca contestar a vos!-
-Solo un par de veces... por día... desde que te crecieron las lolas-.
Me reí a carcajadas.
-¡Y se necesitó una botella de merlot para sacártelo a la luz!-
-Es que siempre estamos con nuestras parejas e hijos. No recuerdo un momento a solas con vos, desde tiempo inmemorial. De lo contrario te hubiese saltado encima hace muchos años -
Es así. Vivíamos, desde mucho tiempo, en distintas ciudades y, las contadas ocasiones que coincidíamos en una, era con la/el respectivo conyugue y prole.
En esa oportunidad, él viajó solo para un trámite y yo me las rebusqué para ir sola al almuerzo que me propuso. Sin malicia, para un buen rato recordando nuestro pasado en común.
Pero los ovarios me jugaron una mala pasada.
-Bueno ahora se dió-
-¿Perdónnn?-
- Ahora estamos los dos solos. ¿Por qué no me saltaste encima todavía?-
Sus ojos se volvieron similares a los de un tigre listo para arrojarse sobre su presa.
Nunca había visto esa mirada procaz en mi Alfredo. Indudablemente, tenía que ser un Alfredo que nunca había conocido.
Estaba “alzado” era obvio.
Se puso de pie, se inclinó sobre la mesa y me besó en los labios, con una mano detrás de mi cabeza.
El mundo pareció detenerse.
Volvió a sentarse, pidió la cuenta y me llevó de la mano, a un hotel para parejas, a menos de 100 mts. del restaurante.
Comenzamos a besarnos y franelearnos como dos adolescentes, en el mientras tanto, nuestras ropas caían al piso. Nos encontramos desnudos, frente a frente vacilando como si estuviésemos viendo, yo un hombre, él una mujer, indecentes sin ropas.
-Sos hermosa. Debería habértelo dicho un millón de veces desde que nos conocemos, pero nunca tuve el coraje de poner en palabras lo que mis ojos veían-
- ¡La puchaa!... sos un capo con las palabras. Estoy todo mojada!!-
Yo manotee su verga dura, el manoseó mi concha encharcada.
Me tumbó, de modo urgente, apremiante, en la cama y enseguida lo tuve con su boca en mi boca y su miembro adentro hasta el fondo.
Apartó sus labios de los míos y susurró entre diente:
-¡Te cojo.. te cojo toda!!-
-¡Siiii, cógeme…. Quiero que…. mi mejor amigo….. me coja…. como nadie..!- alcancé a balbucear entre sus primeras acometidas impetuosas
El momento deseado, por fin había llegado. Los dos éramos un solo cuerpo, capaz de generar placer en nuestras mentes, con el auxilio de la carne, esqueletos y terminaciones nerviosas.
Había un profundo deseo en esa cogida. Era como si, ambos, pretendíamos recuperar todos los años en un solo encuentro, masacrándonos con los sexos, las bocas, las manos, las uñas y gritando al mundo nuestro goce.
¿Qué éramos? ¿Amigos? ¿Amantes? ¿Adúlteros? No cabían las preguntas necesitábamos el cuerpo del otro.
Los orgasmos, tumultuosos, guardaron proporción con nuestro descontrol emocional.
En el transcurso de un cariñoso descanso, llegamos a la conclusión que queríamos hacer el amor de todos modos imaginables. En esa ocasión no podía faltar el sexo anal.
Alfredo me puso de costado, con las piernas a 90 grados, se escupió la verga humedeciéndola de nuevo. Yo respiré hondo relajando el esfínter.
Me penetró con fuerza en el ano y me pistoneó largo y placenteramente para mí y, a juzgar por los sonidos que salían de su boca, para él también. Esa enculada quedará en los anales de mis experiencias sexuales, por mucho tiempo.
Alfredo eyaculó dentro de mí, pero esta vez mientras iba sacando la verga.-
Se sentó y lo sentí murmurar:
“¡Es alucinante ver mi semen gotear de este culo divino que admiré durante años sin siquiera tocarlo!-
Sentí una recia palmada en mis nalgas:
-¡No lo puedo creer, hasta hace apenas unas horas, no era más que un sueño inalcanzable- agregó
Había sucedido. Nos miramos, como incrédulos de que no hubiera sucedido antes.
Reímos, nos besamos apasionadamente.
Nos separamos con la promesa, de él, de otro(s) viaje(s) a mi ciudad, sin la familia, para “invitarme a almorzar, solos los dos”
10 comentarios - De la amistad al adulterio.