En mi anterior relato, los señores @Kakaroto2017; @masaviey ; @chalarama y @Alefirevillage ; coincidieron en un pedido. Querían saber cómo se había dado inicio al juego con el kiosquero. Quizás porque quieran descubrir los secretos de cómo levantarme. O para conocer las triquiñuelas del kiosquero para lograr que una pendeja se la sobe.
Nada de eso. Un muchachito, en privado -por eso no lo nombro- me preguntó si yo era romántica o cien por ciento sexual. A esta altura, creo que está claro que tengo una severa adicción por el sexo. Pero no se preocupen. Es una adicción que disfruto. Como disfruto leerlos y compartir con ustedes algunas historias.
Pero me estoy yendo de tema.
No quiero escandalizar a nadie, ni con esta, ni con ninguna otra historia. Lo que voy a contar es muy natural. Más de lo que muchos creen. Y estoy seguro que muchas amigas de ésta página se van a sentir reflejadas en lo que voy a contar. Es un tema muy persona, muy real, es parte de mi historia y no está sujeto al juicio de los demás.
Era en el viejo departamento de la familia, y yo no había empezado todavía la primaria. Esto lo tengo claro, porque si no, a esa hora, yo estaría en el colegio. Así que andaría rondando los cinco años, y el recuerdo es nítido, fotográfico, sensorial. Escuchaba la voz de mi papá y mi mamá, mientras ella cocinaba, picaba cebolla o preparaba una salsa, y él le daba charla.
Esa escena me producían urgencias en m cuerpo de nena, que resolvía siempre del mismo modo: encerrándome en el baño. Las cosquillas inexplicables, intensas, me provocaban un deseo irrefrenable de acariciarme, de frotarme el clítoris.
Entonces, me apoyaba contra la puerta del baño, para que no pudieran abrirla, me dejaba caer, hasta quedar en cuclillas, y allí rozaba con la yema del dedo índice, mi clítoris, hasta sentir las descargas eléctricas que recorrían mi cuerpo. Y a cada movimiento, más descargas, y a cada descarga, un nuevo espasmo que recorría mi cuerpo.
¿Qué quiero decir con esto? Que fui cien por ciento sexual desde muy pequeña.
Pero algunos de ustedes son muy jóvenes. Hubo una película que me trastornó y que cambió mi vida par siempre. Se llamaba “El último tango en Paris”. El que la vio, sabe de lo que estoy hablando. Y el que no la vio, no se que espera para verla. Además de sensual, erótica, caliente, es una obra de arte.
Cuestión que no era fácil verla. Estuvo mucho tiempo prohibida. Y por aquellos tiempos -no se rían los más jóvenes- la única forma era alquilarla en un videoclub, en formato VHS.
Cuando la fui a devolver, tenía la necesidad de avanzar en mis experiencias. Pero el dueño del videoclub me daba asco. Pensándolo ahora, seguro que era un pajero enfermo.
Así que fui a lo de mi kiosquero, el que me atendía de chica. El que notó mis cambios en el cuerpo, y me lo dijo. El que no tuvo que hacer nada. Fui, de frente, y le dije si podía pasar. Cuando me preguntó para qué querés pasar, le contesté, porque tengo una sorpresa para vos. Y no puso reparos. Se dejó hacer. Hasta que se quiso hacer el Marlon Brandon.
Pero eso se los voy a contar después. Era la historia que quería contarles hoy, pero ustedes me pidieron esta.
Nada de eso. Un muchachito, en privado -por eso no lo nombro- me preguntó si yo era romántica o cien por ciento sexual. A esta altura, creo que está claro que tengo una severa adicción por el sexo. Pero no se preocupen. Es una adicción que disfruto. Como disfruto leerlos y compartir con ustedes algunas historias.
Pero me estoy yendo de tema.
No quiero escandalizar a nadie, ni con esta, ni con ninguna otra historia. Lo que voy a contar es muy natural. Más de lo que muchos creen. Y estoy seguro que muchas amigas de ésta página se van a sentir reflejadas en lo que voy a contar. Es un tema muy persona, muy real, es parte de mi historia y no está sujeto al juicio de los demás.
Era en el viejo departamento de la familia, y yo no había empezado todavía la primaria. Esto lo tengo claro, porque si no, a esa hora, yo estaría en el colegio. Así que andaría rondando los cinco años, y el recuerdo es nítido, fotográfico, sensorial. Escuchaba la voz de mi papá y mi mamá, mientras ella cocinaba, picaba cebolla o preparaba una salsa, y él le daba charla.
Esa escena me producían urgencias en m cuerpo de nena, que resolvía siempre del mismo modo: encerrándome en el baño. Las cosquillas inexplicables, intensas, me provocaban un deseo irrefrenable de acariciarme, de frotarme el clítoris.
Entonces, me apoyaba contra la puerta del baño, para que no pudieran abrirla, me dejaba caer, hasta quedar en cuclillas, y allí rozaba con la yema del dedo índice, mi clítoris, hasta sentir las descargas eléctricas que recorrían mi cuerpo. Y a cada movimiento, más descargas, y a cada descarga, un nuevo espasmo que recorría mi cuerpo.
¿Qué quiero decir con esto? Que fui cien por ciento sexual desde muy pequeña.
Pero algunos de ustedes son muy jóvenes. Hubo una película que me trastornó y que cambió mi vida par siempre. Se llamaba “El último tango en Paris”. El que la vio, sabe de lo que estoy hablando. Y el que no la vio, no se que espera para verla. Además de sensual, erótica, caliente, es una obra de arte.
Cuestión que no era fácil verla. Estuvo mucho tiempo prohibida. Y por aquellos tiempos -no se rían los más jóvenes- la única forma era alquilarla en un videoclub, en formato VHS.
Cuando la fui a devolver, tenía la necesidad de avanzar en mis experiencias. Pero el dueño del videoclub me daba asco. Pensándolo ahora, seguro que era un pajero enfermo.
Así que fui a lo de mi kiosquero, el que me atendía de chica. El que notó mis cambios en el cuerpo, y me lo dijo. El que no tuvo que hacer nada. Fui, de frente, y le dije si podía pasar. Cuando me preguntó para qué querés pasar, le contesté, porque tengo una sorpresa para vos. Y no puso reparos. Se dejó hacer. Hasta que se quiso hacer el Marlon Brandon.
Pero eso se los voy a contar después. Era la historia que quería contarles hoy, pero ustedes me pidieron esta.
11 comentarios - El primer Pete y el último Tango...
Con tus relatos lo q obtengo es alimentar el morbo
pero satisfecho el nene?
no queria pasar por loca... yo se que es muy común entre algunas de nosotras!