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Bombeando 1

Terminamos en ese lugar porque no teníamos un peso para vacacionar. Éramos muy jóvenes, casi chicos, y nos arreglábamos con cualquier cosa, pero aun así aquello era demasiado.
La casa quinta que alquilamos desde Buenos Aires hubiera sido una belleza, como nos dijeron, si acaso estuviese con un mínimo de mantención. Fue llegar y casi deprimirse por el espectáculo: los pastos altos, maleza por todos lados, paredes despintadas y la pileta sucia y vacía.
—¿Qué es esto? ¿Nos están cargando? —increpé al casero, que era el encargado de abrirnos, cobrarnos y controlar que estuviera todo bien quince días después, al dejar la casa. El tipo me miró con desprecio y volví a sentirme intimidado. Era un hombre de unos 55 años, ancho y retacón, con dos cicatrices en el rostro y ojos duros y escrutadores. Era de andar seguro y trato prepotente. Al menos, así se mostró conmigo desde que nos habíamos subido a su camioneta.

En cambio con Tami, mi novia, no había sido así. Tampoco es que era atento, pero la miraba de otra forma.
Bombeando 1


—No hubo tiempo de hacer los últimos arreglos. Pero vamos a terminar para hoy a la noche —No me hablaba a mí, sino a Tami. Tami era por aquel entonces una morocha de apenas 19 años, delgada y con un cuerpo de modelo. No tenía un rostro angelical pero sí unos ojos felinos que, con su cabello largo y oscuro, le daban un aura de perra fatal. No lo era. Bueno, al menos hasta ese verano.
Tami no parecía molesta, como si la casa quinta arruinada no fuera un problema para dormir, comer y pasar allí quince días.
—Esto es inaudito. Yo no voy a dejar que mi novia viva en este chiquero. Nos vamos para…
—Esperá, mi amor… —dijo Tami. Miraba hacia el fondo, donde había dos morochos cortando unas malezas altas. Estaban en cueros y sudados por el sol—. ¿Seguro que para hoy a la noche terminan?

pileta

—Para mañana a más tardar, princesa —le respondió el casero. Tami sonrió halagada. Yo no podía creer el tupé de este señor—. Tengo a Botellón y al Indio para sacar los yuyos y podar los árboles, y a “Rápido y Furioso” para la pintura y la mampostería —señaló a un viejo gordo medio ido, con el pelo muy ralo y teñido de rubio berreta, que rasqueteaba unas paredes. La crueldad del chiste de campo me pegó: “Rápido y Furioso” era a todas luces el idiota del pueblo.
—¿Y usted se va a encargar de la pileta?
—Le informaron mal, porteñito —me dijo con sorna. —No hay pileta este verano.
—¿Cómo que no hay pileta? Nosotros la alquilamos con pileta.
—Se rompió el motor de la bomba y el dueño va a comprar otra con lo que saque este verano. La única forma de llenarla es a mano.
—Entonces nos vamos…
—Mi amor, no sé… Sería un bajón, volver… —veía a mi novia dudando. Yo estaba mandándome un poco la parte para ver si el casero movía aunque sea un dedo por la casa. Claro que podíamos estar allí sin pileta. De hecho, pensaba estar todo el día cogiendo con mi novia, pero la situación era injusta y quería protestar—. ¿Cómo se podría llenar?
El casero contestó:
—Con la bomba manual. ¿Ve? Allá.
Cerca de la pileta había una bomba de agua, de esas que se accionan con una palanca y toman agua de las napas de la tierra. El pobre cristiano que el casero pusiera a trabajar con eso para llenar la pileta iba a estar dos o tres días sin parar.
—Está bien —dije haciéndome el importante—, ponga a uno de sus chicos a trabajar cuanto antes. Eso va a tardar un siglo.
—Nosotros no vamos a hacer nada. La casa se alquiló sin pileta. Si usted quiere la pileta llena, va a tener que llenarla con sus propias manos.
—¿Me está jodiendo?
Me puso una mirada que no dejaba dudas sobre la seriedad de lo que decía. Otra vez me sentí intimidado. Se me acercó.
—Ya me está cansando con todas esas mariconadas de ciudad. Si no le gusta, váyase. Acá estamos trabajando.
Y se fue a repartir órdenes entre los dos chicos que cortaban maleza.
—Mi amor, no te pongas pesado con el casero… —Encima mi novia me regañaba—. ¿Querés que nos quedemos sin casa quinta?
—Pero… ese tipo nos está cagando. ¡Mirá si me voy a poner a bombear con eso!
—Yo no quiero volver a casa. Además, no tenés que llenar toda la pileta, con que llenes la mitad está bien.
—¿Pero vos viste lo que es eso?
—¿Y yo no valgo ese pequeño sacrificio? —me dijo con carita de ángel—. Pensá todo lo que podemos hacer en estos quince días.

puta


Giró para mirar al casero y los dos chicos en cuero. Las curvas perfectas se le dibujaban bajo el jean apretado y no pude evitar imaginármela en la cama boca abajo con un almohadón bajo su pancita, toda su cola redonda a mi merced.

esposa


El casero volvió con los dos muchachos.
—¿Y…? ¿Al final qué hacen?
—Nos quedamos —resolvió entusiasmada Tami—. Mi novio va a llenarme la pileta.
El casero me miró con asco y sonrió. Escupió algo de su boca y se corrió para dar lugar a los muchachos y presentarnos.
—Ellos son el Indio y el Botellón… —le hablaba a Tami, a mí me ignoraba por completo. Los dos morochos eran chicos jóvenes de entre 20 y 30 años, fibrosos, de sonrisa rápida y mirada aun más veloz. Se devoraron a  mi novia con los ojos, y me pareció que Tami hizo lo mismo. Fue cuando seguí su mirada que me detuve en el bulto que portaba Botellón en sus bermudas. No sé si estaba al palo o no, pero la pierna del pantaloncito hacía como un doblez duro y enorme. Se saludaron con un beso, lo que me llamó la atención. A esa altura Tami se había ido corriendo y me daba parcialmente la espalda. Se había formado una especie de círculo donde yo quedaba casi afuera.

cuernos


Me acerqué para presentarme yo también con los dos chicos, pero el casero me franqueó el paso con el brazo.—Yo le diría que empiece a bombear cuanto antes porque si no lo va a agarrar febrero y no se va a dar ni un chapuzón.
—Sí, mi amor, José tiene razón —¿Y eso? ¿Desde cuándo llamaba al casero por el nombre? Ni un “don” José, siquiera—. Empezá cuanto antes —Giró y se volvió a Botellón.
—Vaya y empiece a bombear —me ordenó el casero. Tami se dio vuelta porque el tono había sido desubicado e imperativo. Pero no hizo mayor caso y volvió otra vez con Botellón y el Indio.
Destilaba tanta violencia contenida el tono del casero que lo obedecí sin cambiarme de ropa. Vi que don José tomó a mi novia de la cintura al tiempo que le decía:
—Venga que le presento al resto del peonaje y la guio por la casa.

Bombeando 1


Yo me encontré con la bomba de agua, a unos cinco metros de la pileta. Conecté a la canilla una manguera como la de los bomberos, mientras Tami le sonreía condescendiente a Rápido y Furioso, a quien le estaban presentando. Puse el otro extremo de la manguera dentro del foso de la pileta y vi cómo el casero se metía en la casa con mi novia.
Mientras los dos chicos y Rápido y Furioso retomaron sus trabajos, yo levanté la palanca. Estaba dura de óxido y hacía un ruido agudo. Parecía que se iba a destartalar. Luego la bajé y repetí el movimiento un par de veces. En unos segundos comenzó a fluir el agua, primero sucia y luego ya limpia y fría.
Desde donde estaba podía ver la entrada de la casa y a Rápido y Furioso rasqueteando una pared. Esperaba que Tami se apareciera en cualquier momento. Pero en cambio apareció el casero y fue directo a la camioneta. Sacó un bolso, el de Tami, y volvió a la casa. Lo intercepté cuando cruzó cerca mío.
—¿Qué pasó?
—Su novia quiere cambiarse para estar más cómoda… Siga bombeando.
Ensayé una protesta pero el tipo me tenía calado. Se me vino al humo apenas respiré para decir algo y me apretó la mano contra la palanca que yo mismo estaba accionando.
—Su novia quiere la pileta llena para las vacaciones. Sea hombre y complázcala. Siga bombeando hasta llenarla.
—¡Ay! —grité dolorido.
—¡Maricón! —me dijo. Me soltó y se fue. Quedé dolorido y arrodillado sobre el pasto, tomándome la mano esguinzada. Alcé la vista y vi a Rápido y Furioso disfrutar de la función. Los dos chicos que estaban allá lejos tampoco se habían perdido el espectáculo. Me sentí impotente, solo, dolido. Tuve el impulso de llorar de la impotencia, pero me contuve.
Y seguí bombeando.
Tami se apareció por allí más de media hora después. En bikini. Se había cambiado y ahora andaba lo más campante por el parque casi desnuda. 

pileta

La tanguita turquesa se le enterraba en la cola y las tetas se peleaban por salir del corpiñito.


puta

—¡Nena, estás en bolas!
—¿Qué decís, amor? ¡Es una malla!
Vi a Rápido y Furioso aflojar el ritmo y mirarla con cara de degollado. Se le cayó la espátula y Tami rió por lo bajo.
—Los negros estos te van a violar.
—Dejate de decir pavadas —me desautorizó—. Además, está José. Con él me siento segura, no van a hacer nada estos tipos.
—¿Con José? ¿Pero qué José? ¿Y yo?
—Vos estás para bombear —bromeó. Y comenzó a caminar hacia los dos chicos.
Seguí bombeando, el calor y la sed me estaban matando, y para peor, apareció el casero.
—Va bien —me dijo Y agregó mirando el movimiento del culo de mi novia al alejarse—. Hermosa hembrita... Lo felicito. Dan ganas de bombear y bombear.
Me estaba cargando pero no le iba a dar el gusto de que me vuelva a hacer doler. Hice como que no lo escuché. Tami estaba en el fondo hablando y jugando de manos con Botellón y el Indio, un poco desfachatadamente, lo que hizo que los dos vagos aprovecharan para manosearla con disimulo.

esposa

 Cuando regresó, caminaba insinuante y sensual, como una modelo, sexy como nunca. La vi erguirse al pararse delante de José y éste comerla con la vista.
—Voy a tomar un poquito se sol, amor —me anunció.
—Ya le traigo una reposera, señorita —dijo solícito don José.
Se puso a tomar sol junto a la pileta. Se tiró boca arriba y se puso protector. El casero le daba indicaciones a los dos chicos mientras yo seguía bombeando. Como a la media hora Tami se dio vuelta y llamó a don José, para que le pasara bronceador por la espalda.
—Mi amor, yo te puedo pasar —reclamé.

—No, bichi. No quiero hacerte perder tiempo. Vos seguí bombeando que vas re bien… —se dio media vuelta sobre la reposera y quedó de espaldas. El casero ya se estaba embadurnando las manos con crema y mi novia se desabrochaba el corpiño.
cuernos


Comenzó a aplicarle el protector sobre toda la piel con suavidad, en la espalda primero, lentamente. El hijo de puta disfrutaba de cada centímetro de piel que magreaba. Y disfrutaba aun mas, estoy seguro, porque yo observaba la vejación a escasos cinco metros. Pronto llegó a los hombros, los brazos, y finalmente se detuvo en la cola. Se llenó las manos de esa redondez perfecta de mi novia y la masajeaba despacio, palpándola y deleitándose con esa carne joven. Yo, carajo, estaba comenzando a tener una leve erección. Pero no de excitación sino de bronca, claro.

Bombeando 1


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—¡Mi amor! —no me pude contener—.  ¡Te está tocando!
—No seas tonto, me está poniendo protector. ¿Vas a empezar otra vez con tus celos?
Pero el hijo de puta del casero le estaba pasando la crema bien entre la raya. Mi novia hizo un movimiento y se enterró la bikini muchísimo más adentro, de forma ya desvergonzada.


cuernos

Bombeando 1







Y José aprovechó para enterrarle la puntita de uno de sus dedos.

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Tragué saliva. Mi pija estaba creciendo y endureciéndose de forma inexplicable. Pero seguía con bronca por el avasallamiento. Como no me animaba a decir nada, me desquité dándole más duro y fuerte a la bomba, subiéndola y bajándola con todo, mientras el otro hijo de puta se manoseaba a mi nena.
puta


Cada vez que yo bajaba la palanca, el casero le enterraba un dedo entre la bikini y la entrepierna, y cuando yo la subía, él la retiraba.
esposa


Una y otra vez, y lo hacía a propósito porque me miraba desafiante con cada leve penetración. Mi novia se hacía la desentendida, como si no le estuviera haciendo nada fuera de lo normal. Estuvieron así un buen rato y me di cuenta que Tami se estaba excitando.

cuernos



Por suerte el jueguito terminó rápido, quizá el casero se amedrentó por mi presencia.A media mañana yo estaba tan cansado y sediento que arranqué la manguera de bomberos de la bomba y me bañé en el agua helada. Luego me tiré a descansar y casi me quedo dormido. O me quedé. Cuando recuperé fuerzas me despabilé pero Tami ya no estaba junto a la pileta. El casero tampoco. Miré alrededor. Botellón y el Indio seguían quitando maleza y yuyerío, allá tras, y Rápido y Furioso rasqueteaba despacio y mirándome de reojo. Algo andaba mal.
Sí, la ventana del ala norte, la que daba a la pared que Rápido y Furioso rasqueteaba, estaba ahora cerrada, cuando antes estaba abierta. Un salto en el corazón me ahogó. Largué la bomba que ya maquinalmente había agarrado y me dirigí a la casa. El idiota me salió al paso.
—No entre. ¡No puede entrar! —me dijo con su sonrisa ida.
—¿Cómo que no puedo entrar? —Rápido y Furioso no era el casero, nomás era un pobre tonto bueno con una facha bizarra, no me intimidaba. Crucé la puerta con él atrás, suplicándome no avanzar.
Hasta que llegué a la puerta de la habitación norte. Los gemidos de mujer eran fuertes y rítmicos. ¿Mi novia? Quise abrir pero estaba cerrada. Traté de forzarla. Del otro lado los sonidos no paraban, y Rápido y Furioso me agarraba débilmente del brazo para sacarme.
En un momento la cogida paró y la puerta se abrió apenas unos centímetros. Era el casero, y parecía desnudo.
—¿Qué carajo quiere?
—¿Dónde está mi novia? ¡Déjeme entrar! —y empujé. Pero José tenía trabada la puerta abajo, con su pie.
—Acá no se puede entrar. Esto es un asunto privado —Apoyó también el culo y ahora empujar se me hacía imposible.
—¿Mi novia está ahí? ¡Déjeme ver quién está con usted!
Pero el hijo de puta no solo ignoró mi reclamo, sino que hizo algo peor.
—Vení, nenita, vení para acá —le dijo a la que estaba con él. La llevó evidentemente para sí y continuó cogiéndosela, pero esta vez apoyado contra la puerta que yo trataba de abrir.
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Me asomé por el poquito de espacio que había y vi que se estaba cogiendo a una chica delgada y de pelo oscuro, igual de delgada y morocha que mi novia, pero de quien no le pude ver el rostro. Ella se apoyó de espaldas a él y a la puerta y se acomodó para —evidentemente— enterrarse la verga del casero.
—¡Tami! ¿Estás ahí? ¡Tami!
—¡Andá a seguir bombeando, cuerno! —me gritó José, mientras se seguía clavando a la que seguro era mi novia,  y a la vez trataba de empujar la puerta con su peso, para cerrarla. Pero el que trababa ahora con el pié abajo era yo.
—Tami! ¿Sos vos? —Vi cómo la chica iba atrás y adelante con movimientos repetidos. Y jadeaba. Dios, cómo jadeaba.
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Se la estaría violando. Mi noviecita era incapaz de hacerme algo así. Empecé a golpear la puerta con desesperación y tratar de meter el cogote para comprobar si era Tami. Era. Le vi el rostro por un segundo y estaba como poseída por un demonio.



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Bombeando 1


Empapada de transpiración, los cabellos mojados sobre sus ojos, mordiéndose los labios de puro placer animal. Recibía la verga de José, totalmente entregada, facilitado por la apertura que el mismo hijo de puta le producía al abrirle con sus manos las nalgas, como si fueran gajos. Le sacaba la pija y se la enterraba hasta los huevos, ahora a una buena velocidad.
—¡Suéltela, hijo de puta! ¡No se la coja!

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Pero el casero seguía garchándosela como si nada. A veces se asomaba un poco por la apertura de la puerta y me miraba y se reía, burlón. Y seguía bombeándola. Entonces comencé a implorar, patético:
—No me la coja más, por favor… —Pero eso parecía excitarlo y redoblaba los pijazos—. No me la coja, don José, por favor, no me la coja…
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Un minuto después yo estaba de rodillas junto a la puerta y llorisqueando un ruego lastimoso. Cada jadeo de Tami era una cuchillada a mi orgullo, y el orgasmo que el casero le arrancó, notorio, uno a mi hombría.

José se asomó.
—¡Viejo pelotudo, te dije que no quería que entrara nadie! —le gritó a Rápido y Furioso mientras seguía bombeando sin parar como un animal, buscando ahora su propia acabada—. ¡Te voy a descontar el día! —Los jadeos de mi novia se habían aflojado por el orgasmo, pero volvían a crecer—. Andá a buscar a los chicos, y sáquenme a este infeliz de acá que no me puedo coger tranquilo a la pendeja.
Mi novia jadeaba y pedía más, pero en voz baja, como si tuviera vergüenza.
—Tami, no dejes que te coja… No te dejes, por favor…
Cuando llegaron el Indio y Botellón, yo ya estaba saliendo. Me acompañaron hasta la pileta y fui a la bomba, como un autómata. Supongo que para que yo no regresara a la casa, se quedaron cerca mío. Botellón se sentó en la reposera y se quedó charlando con el Indio. Mientras retomé el bombeo, lentamente, lo observé. Por la posición en que estaba sentado, el bulto que le había visto al principio ahora se revelaba, casi expuesto hacia mí, por el hueco de la pierna de las bermudas. Era una terrible pija, como me había imaginado. Pero terrible de verdad. Parecía, efectivamente, una botella. Supe en ese instante que las probabilidades de que esos chicos también me hicieran cornudo eran del ciento por ciento. Botellón se movió otra vez y ahora la pija le quedó absolutamente expuesta. Lo miré a la cara y vi que me estaba viendo. Me puse rojo como un morrón y bombeé más fuerte, más al palo y más cornudo.
Mi novia salió de la casa tres cuarto de hora después, con el cabello mojado y con otra ropa: short y remera blancos. Traía una jarra con jugo y unos vasos, como si nada. Venía sonriendo, más que sonriendo, radiante, feliz. Me saludó con un beso en la frente.
—¿Estás cansado, mi amor? Te traje algo para que repongas fuerzas.
Yo la miraba sin poder creer su comportamiento.
—¿No tenés nada para decirme? —le pregunté indignado.
—Sí, que vas a seguir bombeando todo el día… —se divertía a costas mías—. Y que ya empiezo a preparar la comida.
El almuerzo fue patético. Tami había cocinado algo y yo había puesto la mesa. Pero por órdenes de José, él se sentó en la cabecera y mi novia a su derecha. Los otros rodeándola, y yo en otra mesita más chica y apartada en un costado. La familiaridad con la que se manejaban con mi novia era por demás humillante. Lo que más me molestaba no era eso sino la pasividad o permisividad de mi novia. Parecía que eso estaba bien, que era normal, que así debía ser.
Corrió vino. Bastante. Yo tomé algo y me aflojé. Me di cuenta que ella era objeto constante de manoseos furtivos y bromas mal intencionadas. Pero el vino me hacía más tolerante. Decidí tomar más para dejar esa pesadilla atrás. Y tomé y tomé.
—Bueno, cornudo…—me dijo José al término del almuerzo, con tono paternal y tomándome de los hombros—. Ahora vos te vas a seguir bombeando mientras nosotros nos encargamos de tu chiquita, ¿sí?
—Sí —dije muy borracho, aliviado y muy asumido. Miré hacia atrás de él, Botellón y el Indio le estaban haciendo sanguchito a mi novia, que los aguantaba en el medio mientras le besaban el cuello y le metían mano. La realidad me daba vueltas del mareo que tenía.
—No tenés que espiar, ¿eh? —José me advertía como si fuera un chico—. Mirá que tenés que llenar la pileta…
—Yo les lleno la pileta y ustedes me llenan a Tami…
Estaba decididamente borracho, y José festejó el chiste con ganas.
—Jajaja! ¡Qué pedazo de cornudo sos, nene…! Y no te preocupes que tu novia la va a pasar como nunca… Te la vamos a llenar bien llenita… —Me palmeó la espalda y me despidió—. Ya vas a ver dentro de nueve meses, jajaja…
—Jajaj —me reí yo también.
—Bueno, ahora levantá la mesa y lavá todos los platos que nosotros nos vamos a gozar a tu noviecita… te la vamos a emputecer bien emputecida, ¿querés…?
Y me condujo amablemente a la cocina donde comencé a lavar los platos como un auténtico cornudo.
Los otros tres turros se llevarían a mi novia a la habitación para enfiestársela, estaba seguro. No sabía qué podía suceder con el idiota. Me asomé al comedor: Rápido y Furioso estaba dormido en un sillón, babeando sobre su brazo.
Cuando terminé, me fui a la pileta a bombear. Me habían ordenado  no espiar y por alguna razón sentí que debía obedecer.
Pero la sorpresa me estaba esperando en la pileta.

3 comentarios - Bombeando 1

gorila_xxx
Jajajaj así me imaginé a vos rapyfu a José (el que se la cogio y se fue ja!) y tami jajajaj

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