Mi esposa se desmayó cogiendo con mi mejor amigo
Esta historia sucedió hace muchos, muchos años, mientras Mariana y yo todavía eramos novios, aunque ya convivíamos.
Una tarde, en el festejo del cumpleaños de mi mejor amigo, Eduardo, después de comer, empecé a sentirme mal, mareado, comencé a vomitar y a sentir que perdía el conocimiento.
Sin dudarlo un segundo, y abandonando su propio festejo, Eduardo me llevó en su auto hasta el hospital. Obviamente, Mariana nos acompañó.
Llegamos al hospital y, espera mediante, me hacen análisis, me conectan un suero y nos comunican que tengo una fuerte intoxicación. Probablemente, algún alimento en mal estado. No es nada grave, pero me dejan internado toda la noche.
Hablé con Mariana y le dije que se fuera a casa, que no valía la pena que se quedara conmigo toda la noche. Ella accedió diciendo que volvería a la mañana siguiente. Eduardo, amigo de fierro como esos que ya no se encuentran, se ofreció a llevarla a casa en su auto. ¡Más que amigo es un hermano!
Apenas llegaron a casa, Eduardo se despidió de Mariana y le dijo que debía irse rápido, ya era domingo a la noche y él entraba muy temprano al trabajo. "Y me quiero bañar, no me banconesta baranda a asado". Pobre Edu, había estado de asador y chofer todo el día.
Ella no lo dudó un minuto: "Tenés como una hora de viaje, pasá y date una ducha acá", le dijo. No era mala idea. Accedió.
Y mientras mi amigo se duchaba, sin sospechar nada, totalmente inocente, Mariana se metió desnuda en la ducha. Sin dudarlo lo abrazó y comenzó a frotar su cuerpo contra el de él. Edu la apartó horrorizado. "¿Qué hacés?", le dijo él. "Desde que te vi esta mañana que estoy loca por vos", contestó. "¿Y Juan?", preguntó mi leal amigo. "No tiene porqué enterarse", respondió mi putísima y hermosa novia.
Ahí mismo se arrodilló delante de él y, mientras la ducha caliente los mojaba y llenaba el baño de vapor, ella se dedicó a enviciararce con la pija de mi amigo, cuya lealtad fue cediendo y dejando paso a una enorme erección que confirmó el deseo sexual que Mariana sentía por Eduardo.
Se la chupó como solo ella sabe hacer y las pobres negativas de él se fueron transformando en una salvaje determinación. Aunque deseaba llenarle la boca de leche a la puta de mi novia, decidió que eso podía esperar. Yo iba a pasar toda la noche internado así que, para qué apurarse...
La levantó, le comió la boca, le chupó y manoseó las tetas, mientras ella gemía de placer, y la dio vuelta para ponerla en cuatro, imaginando que Mariana iba a apoyarse en la pared, pero no. Ella se dobló toda hasta tomarse los tobillos, abrió bien las piernas y dejó que mi amigo hiciera el resto. Edu se aferró a sus caderas, apoyó la cabeza de la pija en la conchita empapada de mi novia y fue enterrando su vasta poronga. Ella, los ojos en blanco, disfrutaba de cada centímetro de verga. Y arrancó. Un mete y saca furioso. No era ya mi amigo, era una máquina de penetrar. Diez, veinte, cincuenta clavadas de pija. Mariana estaba que estallaba de placer. Y él quería que su leche estalle adentro de ella, pero fue imposible.
El agua caliente. El vapor cubriéndolo todo. La temperatura del baño, y de ellos, en aumento. La respiración agitada. La presión bajó y mi novia se desmayó. Se desplomó en la bañera.
Mi amigo quedó con la pija surcando el aire, como un mástil palpitante, como una katana que cortaba el vapor. Salió rápido del shock, cerró la ducha, la envolvió a ella con el toallón y la llevó a nuestra habitación. La acostó en nuestra cama, la secó un poco, se secó él y comenzó a pensar qué había que hacer con alguien que se desmayaba. ¿Sal? ¿Azúcar? ¿Cachetazo? No tenía idea. Afortunadamente, pasados pocos minutos, Mariana reaccionó.
Eduardo le explicó lo sucedido mientras se vestía. Ella lo miró con cara de bebota ofendida y le dijo: "¿A dónde te creés que vas?". Se levantó de la cama, le sacó a mi amigo las pocas prendas que se había puesto, lo tiró en la cama y se le subió arriba. El flácido miembro de él volvió a convertirse en un mástil palpitante que ella manoteó y guió hasta su conchita, ya mojada nuevamente.
Lo cabalgó como nunca nadie lo había cabalgado , con gruñidos, con la cabeza hacia atrás, con insultos y elogios. Él no podía parar de chupar y manosear sus hermosas, suaves y gordas tetas. Así estuvieron un buen rato hasta que ella acabó en un profundo orgasmo que le sacudió todo el cuerpo y él acabó llenando de leche caliente la concha empapada de mi novia.
Cayeron rendidos en la cama, jadeando, y así, desnudos y abrazados pasaron toda la noche. Bien temprano se despertaron, se besaron, se vistieron y partieron. Edu trajo a Mariana de vuelta al hospital donde yo seguía internado y se fue hacia su trabajo.
Sé que se vieron algunas veces más, pero la distancia terminó enfriándoles la pasión. Edu sigue siendo mi mejor amigo. Y tal vez se pregunten cómo me enteré yo de todo esto, de los cuernazos que me puso mi novia con mi mejor amigo. Acá va la respuesta: Me lo contó todo, todo, con lujos de detalles, ella anoche, mientras hacíamos el amor; y con cada detalle que recordaba y describía, enloquecía de placer, rememorando el placer morboso que sintió, y siente, al engañarme con mi mejor amigo.
Esta historia sucedió hace muchos, muchos años, mientras Mariana y yo todavía eramos novios, aunque ya convivíamos.
Una tarde, en el festejo del cumpleaños de mi mejor amigo, Eduardo, después de comer, empecé a sentirme mal, mareado, comencé a vomitar y a sentir que perdía el conocimiento.
Sin dudarlo un segundo, y abandonando su propio festejo, Eduardo me llevó en su auto hasta el hospital. Obviamente, Mariana nos acompañó.
Llegamos al hospital y, espera mediante, me hacen análisis, me conectan un suero y nos comunican que tengo una fuerte intoxicación. Probablemente, algún alimento en mal estado. No es nada grave, pero me dejan internado toda la noche.
Hablé con Mariana y le dije que se fuera a casa, que no valía la pena que se quedara conmigo toda la noche. Ella accedió diciendo que volvería a la mañana siguiente. Eduardo, amigo de fierro como esos que ya no se encuentran, se ofreció a llevarla a casa en su auto. ¡Más que amigo es un hermano!
Apenas llegaron a casa, Eduardo se despidió de Mariana y le dijo que debía irse rápido, ya era domingo a la noche y él entraba muy temprano al trabajo. "Y me quiero bañar, no me banconesta baranda a asado". Pobre Edu, había estado de asador y chofer todo el día.
Ella no lo dudó un minuto: "Tenés como una hora de viaje, pasá y date una ducha acá", le dijo. No era mala idea. Accedió.
Y mientras mi amigo se duchaba, sin sospechar nada, totalmente inocente, Mariana se metió desnuda en la ducha. Sin dudarlo lo abrazó y comenzó a frotar su cuerpo contra el de él. Edu la apartó horrorizado. "¿Qué hacés?", le dijo él. "Desde que te vi esta mañana que estoy loca por vos", contestó. "¿Y Juan?", preguntó mi leal amigo. "No tiene porqué enterarse", respondió mi putísima y hermosa novia.
Ahí mismo se arrodilló delante de él y, mientras la ducha caliente los mojaba y llenaba el baño de vapor, ella se dedicó a enviciararce con la pija de mi amigo, cuya lealtad fue cediendo y dejando paso a una enorme erección que confirmó el deseo sexual que Mariana sentía por Eduardo.
Se la chupó como solo ella sabe hacer y las pobres negativas de él se fueron transformando en una salvaje determinación. Aunque deseaba llenarle la boca de leche a la puta de mi novia, decidió que eso podía esperar. Yo iba a pasar toda la noche internado así que, para qué apurarse...
La levantó, le comió la boca, le chupó y manoseó las tetas, mientras ella gemía de placer, y la dio vuelta para ponerla en cuatro, imaginando que Mariana iba a apoyarse en la pared, pero no. Ella se dobló toda hasta tomarse los tobillos, abrió bien las piernas y dejó que mi amigo hiciera el resto. Edu se aferró a sus caderas, apoyó la cabeza de la pija en la conchita empapada de mi novia y fue enterrando su vasta poronga. Ella, los ojos en blanco, disfrutaba de cada centímetro de verga. Y arrancó. Un mete y saca furioso. No era ya mi amigo, era una máquina de penetrar. Diez, veinte, cincuenta clavadas de pija. Mariana estaba que estallaba de placer. Y él quería que su leche estalle adentro de ella, pero fue imposible.
El agua caliente. El vapor cubriéndolo todo. La temperatura del baño, y de ellos, en aumento. La respiración agitada. La presión bajó y mi novia se desmayó. Se desplomó en la bañera.
Mi amigo quedó con la pija surcando el aire, como un mástil palpitante, como una katana que cortaba el vapor. Salió rápido del shock, cerró la ducha, la envolvió a ella con el toallón y la llevó a nuestra habitación. La acostó en nuestra cama, la secó un poco, se secó él y comenzó a pensar qué había que hacer con alguien que se desmayaba. ¿Sal? ¿Azúcar? ¿Cachetazo? No tenía idea. Afortunadamente, pasados pocos minutos, Mariana reaccionó.
Eduardo le explicó lo sucedido mientras se vestía. Ella lo miró con cara de bebota ofendida y le dijo: "¿A dónde te creés que vas?". Se levantó de la cama, le sacó a mi amigo las pocas prendas que se había puesto, lo tiró en la cama y se le subió arriba. El flácido miembro de él volvió a convertirse en un mástil palpitante que ella manoteó y guió hasta su conchita, ya mojada nuevamente.
Lo cabalgó como nunca nadie lo había cabalgado , con gruñidos, con la cabeza hacia atrás, con insultos y elogios. Él no podía parar de chupar y manosear sus hermosas, suaves y gordas tetas. Así estuvieron un buen rato hasta que ella acabó en un profundo orgasmo que le sacudió todo el cuerpo y él acabó llenando de leche caliente la concha empapada de mi novia.
Cayeron rendidos en la cama, jadeando, y así, desnudos y abrazados pasaron toda la noche. Bien temprano se despertaron, se besaron, se vistieron y partieron. Edu trajo a Mariana de vuelta al hospital donde yo seguía internado y se fue hacia su trabajo.
Sé que se vieron algunas veces más, pero la distancia terminó enfriándoles la pasión. Edu sigue siendo mi mejor amigo. Y tal vez se pregunten cómo me enteré yo de todo esto, de los cuernazos que me puso mi novia con mi mejor amigo. Acá va la respuesta: Me lo contó todo, todo, con lujos de detalles, ella anoche, mientras hacíamos el amor; y con cada detalle que recordaba y describía, enloquecía de placer, rememorando el placer morboso que sintió, y siente, al engañarme con mi mejor amigo.
5 comentarios - Mi mejor amigo me ayudó, pero se cogió a mi novia
Me alegro, amigo!