Otro relato de por ahi
Es domingo por la tarde y yo estoy tumbada en la enorme cama que comparto con mi esposo. Hace bastante calor por lo que casi estoy en pelotas, vistiendo unas bragas negras y un brasier de encaje del mismo color.
Kevin, mi marido, es futbolista y se ha reunido con sus compañeros de club para ir a comer después de su entrenamiento. Y me ha dejado sola, con una idea loca rondándome la cabeza.
Verán, hace tiempo Kevin me puso los cuernos con mi ex mejor amiga pero se lo perdoné porque para ser sincera, el dinero me importaba más. Pero ahora siento más enojo que nunca y tengo muchos deseos de vengarme. Y tengo a alguien en mente para hacerlo, alguien a quien le tengo muchísimas ganas.
Hago un último intento para convencerme de que no vale enojarse por algo que pasó hace año y medio, pero mando todo a la mierda y tomo mi celular para marcarle a Sergio, el mejor amigo de mi marido.
Sergio es un hombre impresionante, posee un cuerpazo de dios griego y es mucho más alto que Kevin. Él es el arquero, las muchas veces que lo he visto en televisión en partidos de selección o clubes siempre me he fijado en un detalle, cuando se estira para atajar se le marca un paquete delicioso que me hace babear a espaldas de mi esposo.
Hasta ahora.
—¿Hola? —escucho su voz ronca a través de la línea y me prendo tanto que llevo mi mano libre a mis bragas.
—Hola Sergio, ¿cómo estás?
—Muy bien preciosa, ¿y tú? ¿cómo va lo de la mudanza?
—Va bien… este… Sergio, ¿te puedo pedir algo? —Jadeo y hago a un lado el hilo de mis bragas. Su voz me pone mucho, no me quiero imaginar cómo serán sus gemidos o me correré ahora mismo.
—Obvio, dime.
—¿Podemos vernos más tarde? Es que Kevin ha salido y al parecer volverá tarde. Y yo estoy aburrida y con muchas ganas de compañía —Escucho un suspiro de su parte y sonrío satisfecha—. Me gustaría conocer la ciudad.
—Claro nena. ¿Dentro de un par de horas te parece bien?
—Sí, nos vemos.
Pasaron el par de horas establecidas. Y yo estoy muy impaciente esperando que él llegue, de pie al costado de la puerta.
Tocan el timbre y salto de mi asiento, ansiosa. Antes de abrir la puerta aliso mi corta falta y acomodo mi escote.
—Hola —lo saludo alegremente y dejo que me bese la mejilla. Su mano va a mi espalda baja y suspiro por lo bajo.
—Hola preciosa. ¿Estás lista para salir? —dice mirándome a los ojos. Su profunda voz me excita y su felina mirada oscura acaba la poca cordura que me queda.
—¿Sabes qué, Sergio? —digo jalándolo del cuello de la camisa para meterlo completamente a la casa mientras cierro la puerta detrás de él— Me pones muchísimo y sé que esto es mutuo. Quiero hacerlo contigo. ¿Aceptas o no?
Él se muerde el labio y sin contestar me toma de la cintura y me alza poniéndome contra la pared. Empezamos a besarnos con desesperación, paso mis brazos por su cuello y aprieto su cadera con mis piernas, pronto siento su dureza haciendo contacto con mi parte íntima por encima de la ropa.
Llegamos a la cama y él me deposita, sin dejar de besarme se pone encima de mí. Su lengua rozando la mía es algo muy caliente que nos tiene a los dos bien salidos.
—Acepto —gime ronco con una sonrisa y luego arranca mi blusa dejando mis pechos al aire. Ni bien su mano masajea mi pecho derecho y su boca hace contacto con uno de mis pezones me deshago en suspiros y gemidos de placer. Mete la mano libre entre mis piernas y desliza mis bragas como puede hasta mis muslos.
Se lame dos de sus dedos y los lleva a mi coño, empieza a frotar hasta que los introduce y me arranca un gemido agudo. Empieza a meterlos y sacarlos y cuando estoy a punto de correrme se detiene.
—Oye… —Estoy por quejarme pero él me calla metiendo los mismos dedos a mi boca. Puedo saborearme a mi misma.
—Haré algo mejor —dice quitándome la falta por fin y se topa con mi coño desnudo y depilado brillando por mis fluidos. Separa mis piernas y hunde su lengua entre mis labios vaginales, comienza a lamer de arriba abajo con una lentitud que me hace sufrir. Mis manos van a su cabello y tiro de él obligándolo a que su lengua vaya más profundo, echo la cabeza para atrás y pongo los ojos en blanco mientras grito su nombre.
—S-Sergio… me encantas —logro decir entre gemidos mientras mi espalda se arquea.
—Y tú a mi, reina. Sabes a gloria —Levanto mi cadera y él me agarra el culo para acercarme más a su boca y seguir deslizando su lengua por mi coño mojado.
Mis dedos sueltan su melena y van a mis labios, separándolos y dejándole mi hinchado clítoris a su merced. Lo succiona muy fuerte y suelta un gemido involuntario cuando le doy un jalón de cabello a modo de reprimenda. Me mete su largo dedo medio sin dejar de chuparme y es suficiente para llegar al orgasmo derramando mi nata en su boca y en su dedo, el cual se lleva a la boca para lamerlo.
—Hmm —Pone cara de placer y me besa. Su lengua llega hasta mi garganta y mientras me manosea las tetas rodamos en la cama, yo quedo encima de él.
—Quiero hacer algo —susurro excitada y me siento de espaldas a él sobre su duro abdomen. Levanto mi culo brindándole una buena vista de mi coño y retiro sus pantalones. Vaya, el guarrillo no tiene bóxer porque su polla dura salta casi dándome en la cara. Apoyo una mano en su muslo y con la otra envuelvo su mástil para masturbarlo.
—Dale Alicia, hazme lo que quieras —dice con voz rasposa causando que me excite más y moje su pecho con mis líquidos. Entonces le obedezco y empiezo a chuparle la polla con vehemencia. Lamo desde sus testículos hasta la punta y succiono, masturbando lo que mi mano no llega a cubrir.
Sergio me toma de los muslos para acercar mi culo a su cara. Me hace doblar la espalda y pasa la lengua por mi clítoris hasta introducirla. Y es así como estamos, él devorándome el coño y yo tragándome su polla hasta la garganta, esa polla deliciosa que anhelaba desde hace tiempo.
Y no me arrepiento de nada.
Mis labios tocan su ingle y su larga polla vibra en mi garganta. Me la he mandado toda. Me salen algunas lágrimas por el esfuerzo pero no me importa cuando él deja de chuparme la concha para gemir. No dura mucho, separa mis nalgas y resbala su lengua por mis dos agujeros alternativamente, tengo que parar de mamársela para poder gemir con libertad. Poco después ambos nos corremos, vuelvo a empapar su boca con mi nata y él riega su leche por toda mi cara y parte de mis tetas.
Riendo, me quito de encima y me limpio la cara con la mano. —Eres insaciable, hombre —bromeo y casi me voy de espaldas cuando veo que la tiene como una piedra.
—¿A que sí?
—No jodas, ¿cuánta leche tienes?
—La suficiente para llenarte el coño y el culo.
Tan romántico el niño.
—Comprobémoslo —digo gateando hasta él.
—No te la he metido aún y ya te hice gritar más que Kevin durante el tiempo que llevan casados.
Río apoyando mi cabeza en su pecho. Y sin más rodeos me dejo caer sobre su duro mástil, haciendo que entre todo de golpe. Suelto un grito placer/dolor y le entierro las uñas en el pecho.
—¿Tan… pequeña la… la tiene Kevin para que… grites así? —pregunta con dificultad.
—No te burles. Estuve… sin vivir —contesto y empiezo a moverme saltando. Claro, ahora el que gime es él.
Clava sus dedos en mis nalgas y aprovecha para comerme las tetas que están a la altura de su cara. Sigo moviéndome, esta vez en círculos y de forma más agresiva. Noto como los dedos de Sergio empiezan a acercarse peligrosamente a mi otro agujero, jadeo y lo dejo estar. Sin previo aviso me corro.
—¿Tan rápido? —gime mirándome con sus penetrantes ojos oscuros.
—Espera. Tú no te puedes venir todavía —ordeno y lo sujeto de los brazos para tomar impulso y empezar a dar sentones bestiales.
Me corro una, dos, tres veces más. Sergio mira mis tetas con hambre y tengo que taparle los ojos y decirle que se imagine fracturas para que no se vega aún. En una de esas salgo y me pongo en cuatro, apoyo mi cabeza en la almohada y levanto las nalgas. Él no tarda en situarse detrás de mi y embestirme de nuevo haciendo que blanquee los ojos y gima alto. Sentir sus pelotas rebotando contra mi clítoris y que me tome de las cadera para profundizar aumenta mi deseo a niveles insospechados, me hace pensar que todo este tiempo estuve sin comerme una verga de verdad.
Entre tanto, llevo mis manos a mi espalda y entrelazo mis dedos con los de Sergio, el cual sigue gimiendo no muy disimuladamente. Da una última embestida que me hace morder la almohada y siento su líquido dispararse en mi interior, mezclándose con mis fluidos.
Sale de mi interior con lentitud. Gateo hasta el borde de la cama y me incorporo poniéndome de pie. Sergio se acomoda entre las sábanas y observa descaradamente como su leche se desliza desde mi coño por entre mis piernas.
—Qué pensaría Kevin si se entera que me he reventado a su mujer… —dice más para sí mismo. Logra arrancarme una carcajada mientras voy de camino al baño.
—Se la tenía jurada. En fin. ¿Nos bañamos? Mira cómo me has dejado, guarro —Río de nuevo y él se aproxima hasta tomarme de la cintura. Definitivamente, quiero vengarme muchísimas veces más.
Es domingo por la tarde y yo estoy tumbada en la enorme cama que comparto con mi esposo. Hace bastante calor por lo que casi estoy en pelotas, vistiendo unas bragas negras y un brasier de encaje del mismo color.
Kevin, mi marido, es futbolista y se ha reunido con sus compañeros de club para ir a comer después de su entrenamiento. Y me ha dejado sola, con una idea loca rondándome la cabeza.
Verán, hace tiempo Kevin me puso los cuernos con mi ex mejor amiga pero se lo perdoné porque para ser sincera, el dinero me importaba más. Pero ahora siento más enojo que nunca y tengo muchos deseos de vengarme. Y tengo a alguien en mente para hacerlo, alguien a quien le tengo muchísimas ganas.
Hago un último intento para convencerme de que no vale enojarse por algo que pasó hace año y medio, pero mando todo a la mierda y tomo mi celular para marcarle a Sergio, el mejor amigo de mi marido.
Sergio es un hombre impresionante, posee un cuerpazo de dios griego y es mucho más alto que Kevin. Él es el arquero, las muchas veces que lo he visto en televisión en partidos de selección o clubes siempre me he fijado en un detalle, cuando se estira para atajar se le marca un paquete delicioso que me hace babear a espaldas de mi esposo.
Hasta ahora.
—¿Hola? —escucho su voz ronca a través de la línea y me prendo tanto que llevo mi mano libre a mis bragas.
—Hola Sergio, ¿cómo estás?
—Muy bien preciosa, ¿y tú? ¿cómo va lo de la mudanza?
—Va bien… este… Sergio, ¿te puedo pedir algo? —Jadeo y hago a un lado el hilo de mis bragas. Su voz me pone mucho, no me quiero imaginar cómo serán sus gemidos o me correré ahora mismo.
—Obvio, dime.
—¿Podemos vernos más tarde? Es que Kevin ha salido y al parecer volverá tarde. Y yo estoy aburrida y con muchas ganas de compañía —Escucho un suspiro de su parte y sonrío satisfecha—. Me gustaría conocer la ciudad.
—Claro nena. ¿Dentro de un par de horas te parece bien?
—Sí, nos vemos.
Pasaron el par de horas establecidas. Y yo estoy muy impaciente esperando que él llegue, de pie al costado de la puerta.
Tocan el timbre y salto de mi asiento, ansiosa. Antes de abrir la puerta aliso mi corta falta y acomodo mi escote.
—Hola —lo saludo alegremente y dejo que me bese la mejilla. Su mano va a mi espalda baja y suspiro por lo bajo.
—Hola preciosa. ¿Estás lista para salir? —dice mirándome a los ojos. Su profunda voz me excita y su felina mirada oscura acaba la poca cordura que me queda.
—¿Sabes qué, Sergio? —digo jalándolo del cuello de la camisa para meterlo completamente a la casa mientras cierro la puerta detrás de él— Me pones muchísimo y sé que esto es mutuo. Quiero hacerlo contigo. ¿Aceptas o no?
Él se muerde el labio y sin contestar me toma de la cintura y me alza poniéndome contra la pared. Empezamos a besarnos con desesperación, paso mis brazos por su cuello y aprieto su cadera con mis piernas, pronto siento su dureza haciendo contacto con mi parte íntima por encima de la ropa.
Llegamos a la cama y él me deposita, sin dejar de besarme se pone encima de mí. Su lengua rozando la mía es algo muy caliente que nos tiene a los dos bien salidos.
—Acepto —gime ronco con una sonrisa y luego arranca mi blusa dejando mis pechos al aire. Ni bien su mano masajea mi pecho derecho y su boca hace contacto con uno de mis pezones me deshago en suspiros y gemidos de placer. Mete la mano libre entre mis piernas y desliza mis bragas como puede hasta mis muslos.
Se lame dos de sus dedos y los lleva a mi coño, empieza a frotar hasta que los introduce y me arranca un gemido agudo. Empieza a meterlos y sacarlos y cuando estoy a punto de correrme se detiene.
—Oye… —Estoy por quejarme pero él me calla metiendo los mismos dedos a mi boca. Puedo saborearme a mi misma.
—Haré algo mejor —dice quitándome la falta por fin y se topa con mi coño desnudo y depilado brillando por mis fluidos. Separa mis piernas y hunde su lengua entre mis labios vaginales, comienza a lamer de arriba abajo con una lentitud que me hace sufrir. Mis manos van a su cabello y tiro de él obligándolo a que su lengua vaya más profundo, echo la cabeza para atrás y pongo los ojos en blanco mientras grito su nombre.
—S-Sergio… me encantas —logro decir entre gemidos mientras mi espalda se arquea.
—Y tú a mi, reina. Sabes a gloria —Levanto mi cadera y él me agarra el culo para acercarme más a su boca y seguir deslizando su lengua por mi coño mojado.
Mis dedos sueltan su melena y van a mis labios, separándolos y dejándole mi hinchado clítoris a su merced. Lo succiona muy fuerte y suelta un gemido involuntario cuando le doy un jalón de cabello a modo de reprimenda. Me mete su largo dedo medio sin dejar de chuparme y es suficiente para llegar al orgasmo derramando mi nata en su boca y en su dedo, el cual se lleva a la boca para lamerlo.
—Hmm —Pone cara de placer y me besa. Su lengua llega hasta mi garganta y mientras me manosea las tetas rodamos en la cama, yo quedo encima de él.
—Quiero hacer algo —susurro excitada y me siento de espaldas a él sobre su duro abdomen. Levanto mi culo brindándole una buena vista de mi coño y retiro sus pantalones. Vaya, el guarrillo no tiene bóxer porque su polla dura salta casi dándome en la cara. Apoyo una mano en su muslo y con la otra envuelvo su mástil para masturbarlo.
—Dale Alicia, hazme lo que quieras —dice con voz rasposa causando que me excite más y moje su pecho con mis líquidos. Entonces le obedezco y empiezo a chuparle la polla con vehemencia. Lamo desde sus testículos hasta la punta y succiono, masturbando lo que mi mano no llega a cubrir.
Sergio me toma de los muslos para acercar mi culo a su cara. Me hace doblar la espalda y pasa la lengua por mi clítoris hasta introducirla. Y es así como estamos, él devorándome el coño y yo tragándome su polla hasta la garganta, esa polla deliciosa que anhelaba desde hace tiempo.
Y no me arrepiento de nada.
Mis labios tocan su ingle y su larga polla vibra en mi garganta. Me la he mandado toda. Me salen algunas lágrimas por el esfuerzo pero no me importa cuando él deja de chuparme la concha para gemir. No dura mucho, separa mis nalgas y resbala su lengua por mis dos agujeros alternativamente, tengo que parar de mamársela para poder gemir con libertad. Poco después ambos nos corremos, vuelvo a empapar su boca con mi nata y él riega su leche por toda mi cara y parte de mis tetas.
Riendo, me quito de encima y me limpio la cara con la mano. —Eres insaciable, hombre —bromeo y casi me voy de espaldas cuando veo que la tiene como una piedra.
—¿A que sí?
—No jodas, ¿cuánta leche tienes?
—La suficiente para llenarte el coño y el culo.
Tan romántico el niño.
—Comprobémoslo —digo gateando hasta él.
—No te la he metido aún y ya te hice gritar más que Kevin durante el tiempo que llevan casados.
Río apoyando mi cabeza en su pecho. Y sin más rodeos me dejo caer sobre su duro mástil, haciendo que entre todo de golpe. Suelto un grito placer/dolor y le entierro las uñas en el pecho.
—¿Tan… pequeña la… la tiene Kevin para que… grites así? —pregunta con dificultad.
—No te burles. Estuve… sin vivir —contesto y empiezo a moverme saltando. Claro, ahora el que gime es él.
Clava sus dedos en mis nalgas y aprovecha para comerme las tetas que están a la altura de su cara. Sigo moviéndome, esta vez en círculos y de forma más agresiva. Noto como los dedos de Sergio empiezan a acercarse peligrosamente a mi otro agujero, jadeo y lo dejo estar. Sin previo aviso me corro.
—¿Tan rápido? —gime mirándome con sus penetrantes ojos oscuros.
—Espera. Tú no te puedes venir todavía —ordeno y lo sujeto de los brazos para tomar impulso y empezar a dar sentones bestiales.
Me corro una, dos, tres veces más. Sergio mira mis tetas con hambre y tengo que taparle los ojos y decirle que se imagine fracturas para que no se vega aún. En una de esas salgo y me pongo en cuatro, apoyo mi cabeza en la almohada y levanto las nalgas. Él no tarda en situarse detrás de mi y embestirme de nuevo haciendo que blanquee los ojos y gima alto. Sentir sus pelotas rebotando contra mi clítoris y que me tome de las cadera para profundizar aumenta mi deseo a niveles insospechados, me hace pensar que todo este tiempo estuve sin comerme una verga de verdad.
Entre tanto, llevo mis manos a mi espalda y entrelazo mis dedos con los de Sergio, el cual sigue gimiendo no muy disimuladamente. Da una última embestida que me hace morder la almohada y siento su líquido dispararse en mi interior, mezclándose con mis fluidos.
Sale de mi interior con lentitud. Gateo hasta el borde de la cama y me incorporo poniéndome de pie. Sergio se acomoda entre las sábanas y observa descaradamente como su leche se desliza desde mi coño por entre mis piernas.
—Qué pensaría Kevin si se entera que me he reventado a su mujer… —dice más para sí mismo. Logra arrancarme una carcajada mientras voy de camino al baño.
—Se la tenía jurada. En fin. ¿Nos bañamos? Mira cómo me has dejado, guarro —Río de nuevo y él se aproxima hasta tomarme de la cintura. Definitivamente, quiero vengarme muchísimas veces más.
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