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Nuestra historia - Cap. I

Mi nombre es Lucas y mi esposa se llama Mariel. Hoy tenemos 25 años los dos, ella es dos meses más chica que yo. Nos conocemos desde los 10 años. Cuando teníamos 12 nos dimos nuestro primer beso, a los 14, en el cumpleaños de un amigo volvimos a darnos un beso y en la fiesta de 15 de Mariel formalizamos nuestra relación. Desde ahí, no dejamos de estar juntos nunca.
Luego de llevar casi un año juntos, empezamos a jugar un poco más en serio. Hasta el momento solo nos tocábamos por encima de la ropa y muy poco, mayormente el que tocaba era yo. Cuando nos besábamos apasionadamente le tocaba la cola y a veces los pechos, siempre por encima de la ropa. Yo no tenía vergüenza en mostrarme desnudo, ella decía que le daba pudor mirarme y que la vea desnuda pero cuando estábamos en la pileta, a veces se le escapaba una teta por no tener la bikini acorde a su tamaño, eso me daba mucho material para mis masturbaciones.
El día que cumplí 16 años, se animó y me masturbó en el baño de mi casa, con todos los invitados en el comedor. Fue de lo mejor, hasta ese momento.
A los dos meses, cuando ella cumplió 16 intenté devolverle el favor pero dijo no estar preparada aún. Pasaron pocas semanas hasta que se dió nuestro primer encuentro, nuestra primera vez. Fue algo simple, con mucho miedo de ambos lados pero con mucho cariño.
Dejamos pasar unos días para tener el siguiente, menos días para el tercero y así hasta llegar al punto de hacerlo prácticamente todos los días. 
Teníamos la suerte de que en mi casa no había nadie entre el mediodía y la tarde, entonces teníamos nuestros ratos solos. De a poco fuimos incorporando otras cosas, como la primera vez que me hizo sexo oral, fue fascinante. Pero mucho más el día que yo se lo hice a ella. Escucharla ahogar sus gemidos me ponía muy caliente, al punto que la cogía con fuerza y después me decía que no tenía que ser tan bruto, que le dolía un poco. Yo miraba videos e intentaba imitarlos, hice que ella viera algunos y me decía “ves que ella es una profesional? no siente lo que siento yo”. Ahí entendí lo que intentaba decirme y comencé a ser más suave, nuestros encuentros se volvieron más románticos y mucho más placenteros, con muchos besos, caricias y orgasmos simultáneos.
Al terminar el secundario, empezamos a buscar trabajo y conseguimos cada uno por su lado, nos extrañábamos mucho y cuando nos veíamos nos devorábamos. Tanto así que comenzamos a buscar un departamento para irnos a vivir juntos y tener privacidad. Nuestros padres nos apoyaron y ayudaron a conseguir el dinero inicial para alquilar. Buscamos algo que nos quede cerca de los dos trabajos para viajar menos y vernos más.
Los primeros días era llegar, desvestirnos, meternos en la ducha y cogernos ahí, salir sin terminar de secarse, ir a la cama y coger otra vez. Cenábamos en el sillón y casi sin terminar de tragar el último bocado, cogíamos otra vez, ahí mismo en el sillón y a veces en la cama. Nos despertábamos juntos, desnudos, nos duchábamos juntos, desayunábamos y nos íbamos cada uno a su trabajo.
Los fines de semana visitábamos a nuestros padres y no veíamos la hora de volver para comernos a besos y garcharnos. Más de una vez, aprovechando alguna distracción, hicimos algo en la vieja habitación de alguno de los dos o en el baño.
El que más recuerdo, es un pete que me hizo en el baño de mi antigua casa. Yo entré para orinar, ella entró detrás mío, se sentó en el inodoro y comenzó a masturbarme y chupármela hasta que me hizo acabar, sosteniendo todo en su boca para luego escupirlo en el lavamanos. Se enjuagó la boca, me besó tiernamente y se fue, dejándome totalmente sorprendido. Eso hizo que a la noche reciba su recompensa.


Continuará...


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