Esta es la historia de Juan Manuel, un hombre que descubre que la vida sexual de sus vecinas es sumamente activa y disfruta viéndolas mientras ellas viven excitantes momentos junto a diferentes compañeros. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
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Capítulo 3: Chica brasileña
Las noches de insomnio cesaron luego de que el sexo con Antonella revivió de manera increíble. Nos habíamos reencontrado a nivel sexual y eso hizo que de golpe el ambiente cambiara completamente entre nosotros dos. Ella estaba mucho más feliz y proactiva, a tal punto que decidió ponerse a estudiar la última materia que le quedaba para recibirse. Yo también estaba muy contento con ese realzar del sexo que estábamos teniendo. De golpe me di cuenta que vivía excitado y que no veía la hora de verme con mi novia para comernos a besos y matarnos en la cama. Pasamos a hacerlo al menos dos veces al día y los fines de semana tratábamos de armar la menor cantidad de programas posibles para quedarnos los dos solos y coger como locos. El fin de semana siguiente al del antifaz, lo hicimos siete veces entre sábado y domingo, algo que sin dudas era un nuevo record para los dos.
Los encuentros casuales con Clara en el ascensor disminuyeron muchísimo. Luego de encontrarla abriéndole la puerta a su amante no volví a verla hasta casi dos semanas después cuando me la crucé yéndose a la facultad y me sorprendió ver que abajo la esperaba Nicolás, su novio. “Cornudito” pensé luego de saludarlo con la mano y de despedirme de ella con una sonrisa. A pesar de eso, me seguía llamando la idea de encontrármela a ella cogiendo con él alguna vez en el sillón. Era un morbo que no había podido cumplir y por alguna razón quería hacerlo, quería poder verla disfrutar con su novio alguna vez para así poder comparar con quien gozaba más. “Seguro que con el pendejo rubio” me decía convencido cada vez que la idea pasaba por mi cabeza.
A mediados de Noviembre el sexo con Anto se empezó a regularizar y de hacerlo al menos dos veces por día pasamos a una vez al día y unas cinco o seis veces a la semana. Obviamente seguía siendo un montón en comparación con lo que era meses anteriores, pero eso me daba más tiempo a fantasear y a pensar en Clara y sus aventuras. Sin embargo ella empezó a tener competencia cuando el calor azotó la ciudad y sentarse a tomar un poco de sol pasó a ser un buen plan. En la terrada del edificio donde vivimos hay un pequeño solárium con una pileta que solemos aprovechar para refrescarnos en el calor del verano. Ese miércoles a la tarde, aprovechando que salí temprano del trabajo, decidí subir a recostarme un ratito bajo el sol.
No llevaba más de cinco minutos cuando de golpe se abrió la puerta y una persona salió a la terraza y me llamó la atención. Era la primera vez que veía a esa chica en el edificio y la verdad es que estaba buenísima. Una morocha de piel tostada y bronceada, bien alta y con un cuerpo divino se sentó en la reposera que estaba del otro lado de la pileta luego de saludarme con un “hola” algo vago y una sonrisa. Noté que tenía un acento medio extraño, sin embargo dejé de pensar en eso cuando se empezó a sacar la ropa hasta quedarse en bikini. ¡Estaba buenísima! Tenía una cola descomunal y muy bien trabajada, una cintura perfecta que se remarcaba con la bikini rosa que tenía puesta y dos tetas impresionantes que flotaban delante de su pecho.
La chica se recostó sobre la reposera y comenzó a tomar sol mientras que yo tomé mi celular e intenté sacarle una foto para enviarles a mis amigos. Sin embargo el ángulo que tenía era muy malo por lo que no pude hacerlo y decidí que mejor iba a deleitarme yo solo con esa imagen. La chica al cabo de unos veinte minutos se paró y fue a sentarse al borde de la pileta metiendo sus pies en el agua. “Hola” volvió a saludarme cuando yo la miré de reojo y nuevamente noté algo raro en su forma de hablar. Le devolví el saludo y ella enseguida me preguntó mi nombre a lo que yo le contesté y luego le pregunté el suyo.
- Me llamo Yanela.- Dijo y al ver que la miraba de forma extraña por como lo había pronunciado (Ianela), me aclaró.- Soy brasilera.- Y una sonrisa se dibujó en su rostro.
Yanela tenía 20 años y acababa de mudarse a la ciudad para estudiar en la facultad que estaba a unas cuadras del edificio. En ese momento estaba haciendo los cursillos y luego del verano se iba a instalar definitivamente para vivir por al menos seis años hasta que terminara la carrera. Conversamos un rato y me contó un poco de su historia mientras que yo le dije algo de mi vida, aunque por alguna razón decidí omitir que tenía novia. Vivía en el tercer piso, en el mismo que vivía la señora Fernández, una vieja de casi noventa años que estaba en el edifico casi desde su construcción. Durante toda la conversación me costó muchísimo mirarla a los ojos, pues sus hermosas tetas me tentaban, pero por alguna razón me dio la sensación de que ella sacaba pecho esperando que yo la mirara.
El domingo a la tarde aproveché de que Antonella se iba a pasar el día a la casa de una amiga y decidí subir nuevamente a la terraza a tomar un poco de sol. No me sorprendió encontrarme a Yanela en bikini bronceando su cuerpo. Ella se levantó para saludarme con un beso en la mejilla y aproveché su cálido saludo para sentarme en la reposera que estaba al lado de ella. Enseguida nos pusimos a conversar y la chica brasileña me contó que había estado de novia, pero que decidió terminar la relación pues iba a estar varios años viviendo en el país y no creía en las relaciones a distancia. “Aparte acá está lleno de chicos hermosos” dijo haciendo énfasis en esa última oración. Tras ese comentario de ella, no me quedó otra que confesarle que yo estaba de novio hacía ya varios años y que vivía con ella hacía ya un tiempo.
- Eso es lo malo de acá.- Dijo entonces Yanela con su acento que tanto me encantaba.- Acá todos los chicos lindos están de novios.
En la semana siguiente nuestra nueva vecina comenzó a seguirme en Instagram y obviamente yo hice lo mismo. En su perfil había varias fotos de ella en ropa interior o en bikini en la que se podía apreciar su hermoso cuerpo, algo que sin dudas ella hacía notar todo el tiempo. Luego de que le diera like a la última publicación (una foto de ella tomando sol en la terraza del edificio) me escribió por chat para preguntarme si esa tarde quería subir a tomar sol con ella. “No puedo, estoy trabajando” le respondí, pero la idea de encontrarme con ella me dio tanto morbo que le propuse vernos el día siguiente, ya que era jueves y yo los jueves a la tarde no trabajaba. “Dale. Te espero a eso de las 5” dijo ella y luego me envió el emoji de una carita sonriente.
Llegué a mi casa ese día y por alguna razón del destino en el palier me encontré a Clara que estaba con su novio, Nicolás. Ella me saludó y nuevamente noté como su mirada bajaba al piso mientras que yo saludaba al chico que sin saber lo que sucedía me dijo “hola” sonriendo. Nos subimos los tres al ascensor y el silencio reinó el viaje por esos siete pisos mientras que en mi cabeza me imaginaba a mi vecina disfrutando del sexo con su amante, estando su novio ahí en frente nuestro.
- ¡Hola vecino!- Me saludó Yanela cuando salí al solárium de la terraza.
Ese día tenía puesta una bikini que era amarilla en la parte de abajo y de varios colores en la parte de arriba. Me acerqué a ella y la saludé con un beso y nuevamente me senté en la reposera que estaba al lado de la suya. Enseguida me saqué la remera y me recosté sobre para empezar a tomar sol. “¿No te pones bronceador?” me preguntó ella y cuando alcé la cabeza vi que tenía una botellita en la mano. Accedí a su pedido y estiré el brazo esperando que me diera el bronceador, pero en su lugar ella lo abrió y se puso crema en su mano y se sentó sobre el borde de mi reposera para directamente esparcírmelo en mi cuerpo. Obviamente la situación me calentó al palo y la forma en la que ella acariciaba mi pecho cubriéndolo de crema, hizo que me quedara inmóvil con la boca semi abierta.
- Ahora sí.- Dijo ella y volvió a sentarse en su reposera.
Luego de varios minutos en los que yo le pregunté un poco de sus estudios, ella decidió interrumpir mi siguiente pregunta para darse vuelta y quedar boca abajo, obviamente realzando su cola. Se desabrochó la parte de arriba de la bikini mientras me miraba y siguió contándome que por suerte había conseguido anotarse en los cursillos a la mañana. Pero yo había dejado de prestarle atención, pues Yanela había alzado levemente su espalda y desde mi perspectiva podía ver sus tetas con claridad. Me costaba mucho disimular mi calentura, sobre todo porque debajo de la malla que tenía puesta, mi pija empezaba a endurecerse. Por eso decidí levantarme y sentarme en el borde de la pileta con las piernas en el agua, tal como ella lo había hecho la vez anterior.
Pero era evidente que ella quería provocarme, pues pasados unos pocos minutos se levantó sin ponerse la parte de arriba de la bikini y se metió al agua que apenas le llegaba a la cintura. “¡Ay! ¡Me olvidé de vestirme! ¿No te molesta, verdad?” dijo haciéndose la sorprendida y tapándose las lolas con las manos, pero yo le dije que no había problema. Entonces corrió sus manos de lugar y yo me quedé embobado con esas gomas hermosas que acariciaban el agua cada vez que ella se agachaba levemente. Yanela comenzó a deslizarse sobre la pileta (que no era muy grane) y poco a poco se acercaba a mí, que no paraba de mirar a la puerta pensando que Antonella iba a entrar en cualquier momento. Pero era jueves a las seis de la tarde en Noviembre, mi novia estaba trabajando y nadie iba a subir a la terraza. Cuando me mentalicé, decidí dejarme provocar por mi nueva vecina y ver hasta dónde estaba dispuesta a llegar.
- Tenés muy lindo cuerpo.- Le dije y ella se frenó de golpe y me miró.- Con todo respeto lo digo.
- ¡Gracias!- Dijo ella y se paró bien recta y dio una vuelta muy lento para que pudiera apreciarla.- Mis tetas no me gustan mucho.- Agregó después y llevó sus manos hasta ellas para levantarlas y presionarlas contra su cuerpo
- Nada que ver.- Le dije yo apreciando nuevamente sus hermosas lolas con sus pezones que eran de un marrón oscuro.- Tenés muy lindas tetas.
- ¿Querés tocarlas?- Me preguntó de golpe levantando la cabeza.
Yo me quedé mudo pues no me esperaba esa pregunta de parte de ella. Alcé la mirada y nuestros ojos se cruzaron y noté en sus pupilas el deseo de que algo pasara entre nosotros dos. “Si no te molesta” le dije yo y ella vino caminando hasta el borde donde yo estaba sentado de manera muy lenta. Ni bien se paró frente a mi cuerpo sus tetas quedaron un poco por debajo de mi pecho y las miré con deseo. Entonces Yanela posó sus manos sobre las mías y las fue guíando despacio por el aire hasta que se posaron encima de sus lolas. Suavemente dejé que ella guiara mis manos en los movimientos y me dediqué a disfrutar de como tocaba sus hermosas tetas.
Ella volvió a levantar la cabeza y nuestras miradas se cruzaron nuevamente. Pude ver una sonrisa perversa y morbosa en rostro y noté como poco a poco mi pija se iba endureciendo por debajo de mi malla. Ella soltó mi mano izquierda y apoyó su mano derecha sobre mi rodilla, para ir subiéndola muy lento hasta hacer contacto con la tela que cubría la parte superior de mi pierna. “¿Qué te parecen?” me preguntó soltando mi otra mano y dejando que yo las acariciara a mi ritmo y me entretuviera jugando con sus pezones.
- Comprobalo vos misma.- Le dije y señalé con la mirada mi entrepierna.
Entonces tiré mi torso hacia atrás y apoyé mis manos sobre el piso dejándole espacio para que ella pudiera meter su mano por debajo de mi malla. Cuando Yanela llegó hasta mi pija y comprobó que ya estaba bien dura se sorprendió y se dedicó a manoseármela con ganas. La trolita lo hacía mirándome a los ojos y relamiéndose la boca, algo que me calentó muchísimo. Ya no me importaba si alguien entraba de golpe al solárium, ya no pensaba en mi novia y mucho menos pasaba por mi cabeza en ese momento la idea de Clara cogiendo con su novio. Solo podía pensar en las ganas que tenía de sentir los labios de mi vecina sobre mi verga.
- Chupámela.- Le dije en un susurro.
Ella no dudó ni un segundo y se acercó aún más a mi cuerpo. Me bajó levemente la malla y tomó mi pija parada con sus dos manos y comenzó a pajearme suavemente mientras que rozaba sus pezones por mis rodillas y mis muslos. Pero yo no aguantaba más de la calentura y llevé una de mis manos hasta su nuca y la fui guiando como ella había hecho conmigo para que mi pija entrara en su boca. “¡Uff sí!” dije al sentir como sus labios húmedos se posaban en mi cabeza y cómo iba entrando toda en su boquita.
Yanela siguió sosteniendo mi pija con una de sus manos mientras que con su boca la iba degustando y se deleitaba con ella. Poco a poco se la fue tragando hasta donde pudo y la empezó a chupar con más ganas. Mi mano seguía posada sobre su nuca y hacia presión hacia abajo mientras que sentía como sus tetas se apretaban contra mis piernas. Para ser una pendeja calienta vergas, esperaba más de su pete, pero el morbo que me generaba que me la chupara en la terraza del edificio, me volvía loco. Sentía como la saliva salía de su boca y caía por toda mi dureza hasta llegar a mi cintura.
Cerré los ojos por unos segundos y en mi cabeza volvió a aparecer la imagen de Clara comiéndose la verga de su amante, esa imagen que me había calentado al palo a través de la ventana. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo en ese momento y sentí como mis huevos se llenaban de leche que estaba a punto de salir. “Voy a acabar” le dije entonces a Yanela pues no me parecía bien acabarle en la boca. Ella se levantó y acercó sus tetas a mi pija mientras me seguía pajeando con ganas. Segundos más tarde acabé una cantidad increíble de semen que fue a parar directo a las gomas preciosas de mi nueva vecina, hasta dejárselas blancas.
En ese momento caí en la cuenta de lo que estábamos haciendo y reaccioné. Me levanté de golpe y me limpie como pude con la mano y fui caminando hasta la reposera mientras que Yanela se limpiaba mi semen en el agua. Le alcancé la parte de arriba de la bikini y le pedí disculpas por lo que había pasado a pesar de que ella me dijo que no tenía que disculparme pues le había encantado. “Es que tengo novia y vive acá ella” me excusé vistiéndome y preparándome para bajar a mi departamento.
- No te preocupes. No soy celosa.- Dijo Yanela dejando la bikini en el borde de la pileta y mojándose las lolas.
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