Fidencio es de esos amigos que son extremadamente buenas personas. He olvidado las veces que me ha salvado de aprietos. Confidente y consejero. Es muy buen amigo, aunque nunca sentí algo más por él, por más que sea una buen sujeto no tiene carisma, es tímido y algo tonto es sus conversaciones. Desconozco si siente algo serio por mí, si es así siempre lo dejé en la friendzone. Aunque confieso que he tenido sexo por pena con él en dos ocasiones, aunque siempre dejé en claro que no pasaría a más.
Pese a todo es mi amigo, así que cuando me contó que sus compañeros de trabajo se burlaban de él me molesté bastante. Bromeaban acerca de que "El estúpido de Fidencio nunca se acostó con ninguna mina" y eso lo ponía muy mal. Me contó también que se había metido en un problema pues en su afán de defenderse solo había empeorado las cosas, había mentido, diciendo que sí, tenía pareja y que ya no era virgen. Me sentí incluída, por que pensándolo bien quizás fuera yo la que lo había desvirginado.
Mi única idea en ese momento fue decirle que siga con la mentira, yo sería su "novia" de a mentiras y lo acompañaría a las reuniones para hacer callar las burlas.
Y así lo hice, en tres ocasiones lo acompañé, tratando de ir lo más hermosa posible, no fue difícil ganar entre todas esas viejas arrugadas. Nos besamos, jugamos y reímos, las burlas cesaron.
Cesaron por un tiempo, luego cambiaron de tono. Fidencio no supo defenderse. El más insoportable lo seguía acusando de poco hombre. Le dijo que si "tenía los huevos suficientes aceptaría cambiar de pareja con él".
Eso fui suficiente. Admito que me sorprendió, entiendo que hay matrimonios que cambian de pareja y forman una especie de orgía casera. Pero yo formar parte de eso, no lo sé, no lo había imaginado.
Fidencio estaba deshecho, no tuvo coraje para responder a su compañero. No puedo describir el rostro que puso cuando le dije que mañana le dijera al tal compañero que aceptaba la propuesta.
Omitiendo detalles, el día llegó. Fuimos de noche a la casa del tal compañero. Cenamos ligero, tomamos un poco de vino y vinos una película para ambientar. Luego subimos a la habitación y Fidencio me entregó a su amigo, mientras que él hacia lo mismo con su esposa.
Debo decir que fue un pésimo trato. La esposa del compañero era de edad, sin muchos atributos que enseñar, las tetas un poco caídas y sin nada de cola, un poco dejada y con un poco de barriga.
Todos nos desnudamos rápidamente y mi nuevo acompañante no hacía más que halargarme. "Que hermosa eres" decía mientras me acariciaba lentamente. Se le notaba la erección, era un señorcito algo panzón, con la calva pronunciada. En comparación yo era la fruta más preciosa del Edén. Pelirroja, bajita y con la piel blanca. Mis senos relucían entre sus manos.
No tardamos en acostarnos. Traté de hacer mi mejor papel. Comencé a masturbar al hombre, se acostó boca arriba y me agaché sobre él. Metí su pene en mi boca, pase la lengua por la cabeza y lo introduje lentamente. No tardé en tenerlo por completo dentro. No era una polla tan larga, así que para disfrute del señor mis mamadas eran totales. Apenas lo sentía en la gargantilla así que sin mayor problema podía meterla toda, lo sacaba y lo volvía a meter mientras el señor deliraba y metía sus manos entre mis rojos cabellos.
Fidencio también disfrutaba al lado mío, su nueva compañía se esforzaba en chuparle de la mejor manera, pero la verga de él era mucho más grande y a duras penas lo metía hasta la mitad. Eso fue lo que pude ver porque mi compañero se incorporó en ese momento.
Como no me soltó del pelo yo seguía con la polla en boca. Se puso de pie en el suelo, al borde de la cama y a mí me fue posicionando en lo que ya veía venir. Me acostó boca arriba, con la cabeza colgada al borde. Quería follarme la boca, fue su día de suerte porque lo dejé hacerlo.
Apenas quitó su pene de mi boca lo volvió a meter, el tiempo justo para que me acostara, no perdió ni un segundo más. Me introdujo su miembro en la boca y empezó a moverse, me cogía como si fuera una posición normal. Además, tenía la vista de mi cuerpo completo, sentí sus manos apretar mis senos, recorrer mi cintura y acariciar mi vulva, me metió un dedo y luego dos, todo sin dejar de usar mi boca.
Apesar del pequeño tamaño ya empezaba a quedarme sin aire. No me dejaba salir ni moverme y el pene lo sentía salir y entrar de mi boca. Me asfixié y lo empujé, recién allí me dejó sacar su pene, tosí y recuperé el aire mientras el me tocaba todo el cuerpo y me restregaba las bolas por la cara. El proceso se repitió tres veces más, intensas cogidas entre lapsos que dejaba para respirar.
Cuando decidió que fue suficiente se levantó de encima mío y por fin pude acostarme mejor. Me dolía el cuello, me faltaba el aire, tenía la cara llena de mi propia saliva, los pechos rojos por sus caricias y la vagina bastante húmeda. Miré a Fidencio, quién ya se encontraba acostado sobre aquella señora, penetrándola sin cesar.
Me tocó el turno a mí. Mi compañero se había colocado el preservativo y pedía que me acostase boca arriba. "Eres una diosa" "nunca alguien me dejó hacer eso" fueron unos de sus muchos halagos, me encanta que digan esas cosas, eso sumado a lo caliente de la situación me convenció a acostarme como me pedía.
Abrí mis piernas y las levanté. El señor se acercó a mí, me sujetó de los tobillos y me penetró lentamente. Cuando lo tuvo dentro empezó a follarme con más fuerza.
Tenía cierto encanto. Mientras me penetraba no dejaba de decirme lo hermosa que me veía. Me decía tantas cosas que hasta sentía un poco de vergüenza, tonto si vamos al caso, porque en ese momento estaba siendo penetrada, totalmente desnuda con las piernas abiertas. También, me tocaba como si nunca había tocado a una mujer, me tocaba los pechos de los que se había enamorado. Me acariciaba la cabeza, el cuello, mi cintura y el cuerpo entero. Me tocaba las piernas, las acariciaba y las movía en todas direcciones. Pasaron de estar abiertas a estar cerradas, de estar al aire a estar en su pecho, en sus hombros, dobladas entre sí y bien abiertas en direcciones diferentes. Ese hombre si que disfrutaba de mi cuerpo. El clímax llegó cuando empezó a lamerme los pies.
Tenía un fetiche con ellos, los olía, pasaba la lengua entre mis dedos y se los metía a la boca y los chupaba. Me daba cosquillas pero al mismo tiempo me encantaba. Me comió los pies mientras me cogía a ritmo constante.
Cuando miré al costado, Fidencio estaba acostado y la que estaba arriba era aquella señora. Lo estaba montando con ganas. Y me miraba.¿Acaso era celos lo que notaba en sus ojos? Celos de quién me pregunté. ¿De su esposo quién me estaba devorando los pies y quién metía el pene en mi vagina? ¿O de Fidencio? ¿Acaso le gustaba su verga? Al menos eso parecía porque comenzó a moverse más rápido, lo hizo a propósito, quería demostrar que era mejor que yo.
No me importó demasiado, hacía todo eso por Fidencio. Aunque me estaban dando de lo lindo deseaba que sea rápido. Así que eso propuse, indirectamente. Le pedí cambiar de posición y me puse de cuatro patas, no tardé en sentir la verga dentro de nuevo. De nuevo recibí más halagos, está vez por mis nalgas. Tomé la mano del señor y me la llevé a la cabeza. "Jálame del pelo" le rogué y no tuve que insistir. El cuarto se lleno del sonido del choque entre sus testículos y mis nalgas. Y de mis gemidos.
A mi lado la cosa también cambió. Fidencio miraba mis senos bailar mientras se cogía a la esposa de su compañero. Eso fue un golpe para ella, de modo que también se puso de perrito y así, ambas estabamos siendo cogidas de a cuatro, una al lado de la otra.
"Fidencio, amor. Cógela por atrás" dije pícaramente. Si estaba ayudando a mi amigo, lo ayudaría en todas las formas. También así, me desquitaría con aquella perra, me copiaba la posición, me miraba de mala manera, ¿Se creía mejor que yo? Bueno, no lo iba ponerlo tan fácil si insistía.
"Eso no va a pasar, ella no hace sexo anal" dijo su esposo, quién entre mis nalgas metía su polla, apartaba una de ellas con una mano mientras miraba toda la escena.
Así que no hacía sexo anal. Mi oportunidad salió a la luz.
"Métemela por detrás" le dije entonces.
Hasta Fidencio dejó de follar un instante. A su compañero no le tuve que repetir nada. Se detuvo y me miró por unos momentos, luego dijo "Dios, de verdad eres una diosa".
Me tomó las nalgas con sus manos. Las acarició un instante y las abrió. Supose que se dispuso a observar todo lo que iba a cogerse. Mis blancas nalgas, carnosas y delicadas se hicieron a un lado para dejar un espectáculo tremendo, mi labios vaginales rosados y mojados, y mi culito bien cerrado a su disposición.
El señor se ganó más puntos porque lo que hizo me sorprendió. Hundió su rostro en mi cola. Su lengua fue directamente a mi ano y me lo chupo a conciencia. Empujaba con la lengua y se sentía delicioso, poco después ya sentía su lengua dentro de mi culito. Me volví loca en pocos segundos, yo misma abría mis nalgas para que me pudiera comer.
Luego, delicadamente me metió un dedo por detrás, sin dejar de lamerme, luego metió dos. Los dejó allí un rato hasta que mi esfínter no prestó más resistencia, hasta tuvo la decencia de dilatarme.
Se puso nuevamente en posición y colocó la verga en la entrada. No hizo falta mucho esfuerzo, el pene resbaló con su saliva y entró en mi culo. Grité de dolor y gemí de placer. Él hizo lo mismo. Me tomó de los cabellos nuevamente y empezó a montarme.
Cerré los ojos y vi estrellas. El señor se incorporó en la cama para poder follarme mejor y justo eso sucedió, me folló mucho mejor. Mi culito ardía y de pura picardía lo que hice fue celestial para él: apreté con todas mis fuerzas el culo.
Escuché sus gemidos y con tres o cuatro embestidas bestiales anunció que se venía, pero de detuvo en pleno acto.
"Diosa, quiero terminar en tus pechos"
El hombre me había tocado cada centímetro de mi cuerpo, me había lamido los pies y el culo. Me había follado vaginal y analmente. No le iba negar acabar en mis pechos. De hecho, fuí más allá.
Lo tumbé en la cama, le quité el preservativo y puse su pene entre mis pechos. Le gustaba mis senos, entonces con ellos lo haría terminar. Con mis manos los sujeté alrededor de su pene y los subí y bajé, masturbándolo.
A intervalos chupaba su glande, dejado caer mi saliva para lubricar. No duró mucho y estalló con un alarido. El disparo de semen fue a parar debajo de mi mentón, salpicando por todos lados, los demás chorros fueron más débiles y quedaron entre mis pechos. Los moví un poco más y quedé totalmente embarrada con su eyaculación. Tenía semen en la barbilla, en todo el cuello, entre mis senos y en mis senos. Hasta tenía semen en mis manos. Rápidamente me levanté y me recosté por la cabecera de la cama. Mostré el espectáculo al hombre, quién me miró con una sonrisa triunfal. Todo su semen sobre mí.
Tenía el pene aún erecto. Se había comportado tan bien conmigo que fuí aún más zorra todavía. Lo llamé con un dedo y cuando se acercó a mí tomé su pene, duro aún y con semen goteando de él y lo llevé a mi boca.
Muy delicadamente lo fuí lamiendo, chupando y metiendo hasta la garganta, lentamente y con cuidado lo dejé limpio. Su semen era bastante salado y olía a ese olor a hombre, entre humedad y virilidad. Seguí chupándolo incluso cuando ya se estaba poniéndose flácido.
Pero, mi compañera no se había olvidado de mí. Ni de la manera que le había dado a su marido algo que ella no.
Fidencio la estaba follando en un un misionero y ya estaban en las últimas. La señora abría sus piernas mientras mi amigo saltaba con energía sobre ella. Mi miró con odio en sus ojos y detuvo a Fidencio, con sus manos se quitó el pene de él de su vagina y para mi sorpresa, le quitó el condón. Lo tomó de las nalgas y jalándolo lo hizo penetrarla.
Yo seguía con el pene ya blando en la boca. Miré a su dueño, quien también veía a su esposa siendo penetrada al natural por mi amigo.
"Vamos! ¡Acaba! ¡Dentro mí!" Gritó como una loca. Fidencio, en medio del placer obedeció y con fuertes empujones acabó dentro de la vagina de ella, quien al parecer, disfrutaba de un orgasmo exagerado en ese instante.
"Creo que será un problemilla si embaraza a tu esposa" le dije al compañero de Fidencio, con su verga entre mis labios. Sentí como iba poniéndose un poco dura nuevamente.
"No es mi esposa" fue lo que me dijo "es una prostituta a quién pagué para que cogiera con él" fue lo que agregó despues.
No creo que Fidencio lo hubiera escuchado. No le pude responder porque al mismo tiempo me sujetó de la nuca y me metió su verga en la boca otra vez.
"Fidencio" pensaba mientras aquél señor se empeñaba en terminar en mi boca "eres un tonto".
Pese a todo es mi amigo, así que cuando me contó que sus compañeros de trabajo se burlaban de él me molesté bastante. Bromeaban acerca de que "El estúpido de Fidencio nunca se acostó con ninguna mina" y eso lo ponía muy mal. Me contó también que se había metido en un problema pues en su afán de defenderse solo había empeorado las cosas, había mentido, diciendo que sí, tenía pareja y que ya no era virgen. Me sentí incluída, por que pensándolo bien quizás fuera yo la que lo había desvirginado.
Mi única idea en ese momento fue decirle que siga con la mentira, yo sería su "novia" de a mentiras y lo acompañaría a las reuniones para hacer callar las burlas.
Y así lo hice, en tres ocasiones lo acompañé, tratando de ir lo más hermosa posible, no fue difícil ganar entre todas esas viejas arrugadas. Nos besamos, jugamos y reímos, las burlas cesaron.
Cesaron por un tiempo, luego cambiaron de tono. Fidencio no supo defenderse. El más insoportable lo seguía acusando de poco hombre. Le dijo que si "tenía los huevos suficientes aceptaría cambiar de pareja con él".
Eso fui suficiente. Admito que me sorprendió, entiendo que hay matrimonios que cambian de pareja y forman una especie de orgía casera. Pero yo formar parte de eso, no lo sé, no lo había imaginado.
Fidencio estaba deshecho, no tuvo coraje para responder a su compañero. No puedo describir el rostro que puso cuando le dije que mañana le dijera al tal compañero que aceptaba la propuesta.
Omitiendo detalles, el día llegó. Fuimos de noche a la casa del tal compañero. Cenamos ligero, tomamos un poco de vino y vinos una película para ambientar. Luego subimos a la habitación y Fidencio me entregó a su amigo, mientras que él hacia lo mismo con su esposa.
Debo decir que fue un pésimo trato. La esposa del compañero era de edad, sin muchos atributos que enseñar, las tetas un poco caídas y sin nada de cola, un poco dejada y con un poco de barriga.
Todos nos desnudamos rápidamente y mi nuevo acompañante no hacía más que halargarme. "Que hermosa eres" decía mientras me acariciaba lentamente. Se le notaba la erección, era un señorcito algo panzón, con la calva pronunciada. En comparación yo era la fruta más preciosa del Edén. Pelirroja, bajita y con la piel blanca. Mis senos relucían entre sus manos.
No tardamos en acostarnos. Traté de hacer mi mejor papel. Comencé a masturbar al hombre, se acostó boca arriba y me agaché sobre él. Metí su pene en mi boca, pase la lengua por la cabeza y lo introduje lentamente. No tardé en tenerlo por completo dentro. No era una polla tan larga, así que para disfrute del señor mis mamadas eran totales. Apenas lo sentía en la gargantilla así que sin mayor problema podía meterla toda, lo sacaba y lo volvía a meter mientras el señor deliraba y metía sus manos entre mis rojos cabellos.
Fidencio también disfrutaba al lado mío, su nueva compañía se esforzaba en chuparle de la mejor manera, pero la verga de él era mucho más grande y a duras penas lo metía hasta la mitad. Eso fue lo que pude ver porque mi compañero se incorporó en ese momento.
Como no me soltó del pelo yo seguía con la polla en boca. Se puso de pie en el suelo, al borde de la cama y a mí me fue posicionando en lo que ya veía venir. Me acostó boca arriba, con la cabeza colgada al borde. Quería follarme la boca, fue su día de suerte porque lo dejé hacerlo.
Apenas quitó su pene de mi boca lo volvió a meter, el tiempo justo para que me acostara, no perdió ni un segundo más. Me introdujo su miembro en la boca y empezó a moverse, me cogía como si fuera una posición normal. Además, tenía la vista de mi cuerpo completo, sentí sus manos apretar mis senos, recorrer mi cintura y acariciar mi vulva, me metió un dedo y luego dos, todo sin dejar de usar mi boca.
Apesar del pequeño tamaño ya empezaba a quedarme sin aire. No me dejaba salir ni moverme y el pene lo sentía salir y entrar de mi boca. Me asfixié y lo empujé, recién allí me dejó sacar su pene, tosí y recuperé el aire mientras el me tocaba todo el cuerpo y me restregaba las bolas por la cara. El proceso se repitió tres veces más, intensas cogidas entre lapsos que dejaba para respirar.
Cuando decidió que fue suficiente se levantó de encima mío y por fin pude acostarme mejor. Me dolía el cuello, me faltaba el aire, tenía la cara llena de mi propia saliva, los pechos rojos por sus caricias y la vagina bastante húmeda. Miré a Fidencio, quién ya se encontraba acostado sobre aquella señora, penetrándola sin cesar.
Me tocó el turno a mí. Mi compañero se había colocado el preservativo y pedía que me acostase boca arriba. "Eres una diosa" "nunca alguien me dejó hacer eso" fueron unos de sus muchos halagos, me encanta que digan esas cosas, eso sumado a lo caliente de la situación me convenció a acostarme como me pedía.
Abrí mis piernas y las levanté. El señor se acercó a mí, me sujetó de los tobillos y me penetró lentamente. Cuando lo tuvo dentro empezó a follarme con más fuerza.
Tenía cierto encanto. Mientras me penetraba no dejaba de decirme lo hermosa que me veía. Me decía tantas cosas que hasta sentía un poco de vergüenza, tonto si vamos al caso, porque en ese momento estaba siendo penetrada, totalmente desnuda con las piernas abiertas. También, me tocaba como si nunca había tocado a una mujer, me tocaba los pechos de los que se había enamorado. Me acariciaba la cabeza, el cuello, mi cintura y el cuerpo entero. Me tocaba las piernas, las acariciaba y las movía en todas direcciones. Pasaron de estar abiertas a estar cerradas, de estar al aire a estar en su pecho, en sus hombros, dobladas entre sí y bien abiertas en direcciones diferentes. Ese hombre si que disfrutaba de mi cuerpo. El clímax llegó cuando empezó a lamerme los pies.
Tenía un fetiche con ellos, los olía, pasaba la lengua entre mis dedos y se los metía a la boca y los chupaba. Me daba cosquillas pero al mismo tiempo me encantaba. Me comió los pies mientras me cogía a ritmo constante.
Cuando miré al costado, Fidencio estaba acostado y la que estaba arriba era aquella señora. Lo estaba montando con ganas. Y me miraba.¿Acaso era celos lo que notaba en sus ojos? Celos de quién me pregunté. ¿De su esposo quién me estaba devorando los pies y quién metía el pene en mi vagina? ¿O de Fidencio? ¿Acaso le gustaba su verga? Al menos eso parecía porque comenzó a moverse más rápido, lo hizo a propósito, quería demostrar que era mejor que yo.
No me importó demasiado, hacía todo eso por Fidencio. Aunque me estaban dando de lo lindo deseaba que sea rápido. Así que eso propuse, indirectamente. Le pedí cambiar de posición y me puse de cuatro patas, no tardé en sentir la verga dentro de nuevo. De nuevo recibí más halagos, está vez por mis nalgas. Tomé la mano del señor y me la llevé a la cabeza. "Jálame del pelo" le rogué y no tuve que insistir. El cuarto se lleno del sonido del choque entre sus testículos y mis nalgas. Y de mis gemidos.
A mi lado la cosa también cambió. Fidencio miraba mis senos bailar mientras se cogía a la esposa de su compañero. Eso fue un golpe para ella, de modo que también se puso de perrito y así, ambas estabamos siendo cogidas de a cuatro, una al lado de la otra.
"Fidencio, amor. Cógela por atrás" dije pícaramente. Si estaba ayudando a mi amigo, lo ayudaría en todas las formas. También así, me desquitaría con aquella perra, me copiaba la posición, me miraba de mala manera, ¿Se creía mejor que yo? Bueno, no lo iba ponerlo tan fácil si insistía.
"Eso no va a pasar, ella no hace sexo anal" dijo su esposo, quién entre mis nalgas metía su polla, apartaba una de ellas con una mano mientras miraba toda la escena.
Así que no hacía sexo anal. Mi oportunidad salió a la luz.
"Métemela por detrás" le dije entonces.
Hasta Fidencio dejó de follar un instante. A su compañero no le tuve que repetir nada. Se detuvo y me miró por unos momentos, luego dijo "Dios, de verdad eres una diosa".
Me tomó las nalgas con sus manos. Las acarició un instante y las abrió. Supose que se dispuso a observar todo lo que iba a cogerse. Mis blancas nalgas, carnosas y delicadas se hicieron a un lado para dejar un espectáculo tremendo, mi labios vaginales rosados y mojados, y mi culito bien cerrado a su disposición.
El señor se ganó más puntos porque lo que hizo me sorprendió. Hundió su rostro en mi cola. Su lengua fue directamente a mi ano y me lo chupo a conciencia. Empujaba con la lengua y se sentía delicioso, poco después ya sentía su lengua dentro de mi culito. Me volví loca en pocos segundos, yo misma abría mis nalgas para que me pudiera comer.
Luego, delicadamente me metió un dedo por detrás, sin dejar de lamerme, luego metió dos. Los dejó allí un rato hasta que mi esfínter no prestó más resistencia, hasta tuvo la decencia de dilatarme.
Se puso nuevamente en posición y colocó la verga en la entrada. No hizo falta mucho esfuerzo, el pene resbaló con su saliva y entró en mi culo. Grité de dolor y gemí de placer. Él hizo lo mismo. Me tomó de los cabellos nuevamente y empezó a montarme.
Cerré los ojos y vi estrellas. El señor se incorporó en la cama para poder follarme mejor y justo eso sucedió, me folló mucho mejor. Mi culito ardía y de pura picardía lo que hice fue celestial para él: apreté con todas mis fuerzas el culo.
Escuché sus gemidos y con tres o cuatro embestidas bestiales anunció que se venía, pero de detuvo en pleno acto.
"Diosa, quiero terminar en tus pechos"
El hombre me había tocado cada centímetro de mi cuerpo, me había lamido los pies y el culo. Me había follado vaginal y analmente. No le iba negar acabar en mis pechos. De hecho, fuí más allá.
Lo tumbé en la cama, le quité el preservativo y puse su pene entre mis pechos. Le gustaba mis senos, entonces con ellos lo haría terminar. Con mis manos los sujeté alrededor de su pene y los subí y bajé, masturbándolo.
A intervalos chupaba su glande, dejado caer mi saliva para lubricar. No duró mucho y estalló con un alarido. El disparo de semen fue a parar debajo de mi mentón, salpicando por todos lados, los demás chorros fueron más débiles y quedaron entre mis pechos. Los moví un poco más y quedé totalmente embarrada con su eyaculación. Tenía semen en la barbilla, en todo el cuello, entre mis senos y en mis senos. Hasta tenía semen en mis manos. Rápidamente me levanté y me recosté por la cabecera de la cama. Mostré el espectáculo al hombre, quién me miró con una sonrisa triunfal. Todo su semen sobre mí.
Tenía el pene aún erecto. Se había comportado tan bien conmigo que fuí aún más zorra todavía. Lo llamé con un dedo y cuando se acercó a mí tomé su pene, duro aún y con semen goteando de él y lo llevé a mi boca.
Muy delicadamente lo fuí lamiendo, chupando y metiendo hasta la garganta, lentamente y con cuidado lo dejé limpio. Su semen era bastante salado y olía a ese olor a hombre, entre humedad y virilidad. Seguí chupándolo incluso cuando ya se estaba poniéndose flácido.
Pero, mi compañera no se había olvidado de mí. Ni de la manera que le había dado a su marido algo que ella no.
Fidencio la estaba follando en un un misionero y ya estaban en las últimas. La señora abría sus piernas mientras mi amigo saltaba con energía sobre ella. Mi miró con odio en sus ojos y detuvo a Fidencio, con sus manos se quitó el pene de él de su vagina y para mi sorpresa, le quitó el condón. Lo tomó de las nalgas y jalándolo lo hizo penetrarla.
Yo seguía con el pene ya blando en la boca. Miré a su dueño, quien también veía a su esposa siendo penetrada al natural por mi amigo.
"Vamos! ¡Acaba! ¡Dentro mí!" Gritó como una loca. Fidencio, en medio del placer obedeció y con fuertes empujones acabó dentro de la vagina de ella, quien al parecer, disfrutaba de un orgasmo exagerado en ese instante.
"Creo que será un problemilla si embaraza a tu esposa" le dije al compañero de Fidencio, con su verga entre mis labios. Sentí como iba poniéndose un poco dura nuevamente.
"No es mi esposa" fue lo que me dijo "es una prostituta a quién pagué para que cogiera con él" fue lo que agregó despues.
No creo que Fidencio lo hubiera escuchado. No le pude responder porque al mismo tiempo me sujetó de la nuca y me metió su verga en la boca otra vez.
"Fidencio" pensaba mientras aquél señor se empeñaba en terminar en mi boca "eres un tonto".
3 comentarios - #22 Mi amigo me intercambia (swinging)