Se sirvió un café en su tazón preferido y lo agarró con las dos manos. Se sentó frente a la computadora, medio de costado, y se dispuso a corregir exámenes. Tenías dos horas por delante de trabajo tedioso, de desentrañar jeroglíficos -porque ni siquiera puede decir que sea letra manuscrita del idioma castellano esos garabatos que sus alumnos volcaban en las hojas que entregaban con las respuestas a sus cuestionarios-. Pero era su vocación y lo disfrutaba mucho.
Le dio un sorbo a su café y escuchó que su celular emitía una alerta de notificación -una suave campanada- que, como un reflejo condicionado de Pavlov, le provocó un cosquilleo en el cuerpo.
Hacía ya un tiempo que mantenía escarceos virtuales con un hombre, largas charlas virtuales en las que se prometían cosas increíbles, y que, cada vez que se encontraban, reproducían casi fielmente, como si las charlas no fueran otra cosa que guiones de la película que iban a filmar apenas coincidieran en tiempo y espacio.
La alarma de notificación a esa hora y ese día, significaba que él estaba libre, y aprovecharía sus minutos libres para jugar el juego que más les gustaba.
Pero ella controló el primer impulso, y le escribió un lacónico “estoy corrigiendo exámenes”-, a lo que inmediatamente fue contestado con un “tendré que esforzarme para distraerte”…
Ya el próximo mensaje fue una foto. Pero no una de esas que muestran la pija desnuda y parada, sino de una que apenas exhibía la pelvis, con una suave sábana que tapaba el miembro viril. Ya no pudo concentrarse demasiado. Tenía en la mano un examen, pero la mirada en la pantalla donde recibía el próximo mensaje… sabía que después de esa foto, vendría los textos que tanto le gustaban, que la hacían gozar.
Le dijo “escribo con los dedos, frente a la computadora, pero no. En realidad escribo con el cerebro, donde se emiten las ideas que le son comunicadas a mis dedos para que arme las palabras, pero no. Escribo con la pija. Últimamente sólo escribo con los cojones, porque me dejo llevar por las descargas eléctricas que emanan de un lugar muy preciso que va desde la base de la chota hasta el sector central de los huevos y que desde allí transmite como una central de operaciones, las ganas, las imágenes, las letras, las escenas, los recuerdos y los deseos”.
Ella sabía de qué le estaba hablando. Sabía que mientras él le escribía esos textos misteriosos, se estaba tocando, y esa conexión directa, llevaría a que su mano libre se metiera dentro de su tanga. Empezó a masturbarse con furia, porque quería acabar en el mismo momento que él. Quería tener un orgasmo simultáneo, conectado solo con palabras, aunque la distancia fuera infinita.
Sintió que un tornado le recorría el cuerpo, algo empezaba a desarrollarse, algo incontenible, algo fuerte algo distinto, y que finalmente terminó de desatarlo un nuevo mensaje de él, que contenía un pequeño video donde, murmurando su nombre, acababa. Ver cómo saltaba la leche de la punta de su pija. Eso le trajo a su cuerpo un orgasmo, pero con algo más que no era habitual: eyaculó. Tuvo un skirt. Sólo había acabado así una vez que su esposo la había nalgueado y vendado los ojos. Pero masturbándose era la primera vez.
El chorro de acabada cayó en el examen de su alumno, así que una vez que recuperó el aliento, trató de limpiar como pudo la hoja.
Siguió haciendo su tarea, hasta terminarla. Entregaría los exámenes y las planillas al día siguiente.
A la mañana siguiente se sonrió porque había descansado muy bien. Aquel orgasmo intenso que se había prodigado sola, con la ayuda del estímulo de la charla con su amigo, la había dejado muy relajada. Se dispuso a tomar el colectivo que la llevaría al Instituto, a una hora de su casa.
Con la mejor cara de docente que pudo, entregó los exámenes, y le tembló un poco la mano cuando le entregó aquél que manchó. Ese estudiante, encima, era hermoso. Pero ella tenía firmes normas éticas que le impedían seducir a sus alumnos. Al menos, mientras ella fuera la docente. Había tenido un par de historias al terminar los cursos.
Todo transcurrió en un instante.
Joaquín -que así se llamaba su alumno- tomó el examen, se sentó en su banco, y olió el papel mirándola fijamente. Como si supiera qué era lo que había ocurrido. Sin disimular, y sin bajar la vista, se tomó el paquete viril por encima del pantalón con toda su mano, y mordiéndose el labio la miró extasiado.
Ella supo que todas sus barreras éticas se irían a la mierda por culpa de su amigo virtual, por culpa de su paja, por culpa de su skirt, y por culpa de esos ojos negros que se estaba tocando la pija ahí, en medio de la clase, mirándola fijamente, embriagado por el aroma que le había dejado en su examen, casi de casualidad.
A @putita_linda
Le dio un sorbo a su café y escuchó que su celular emitía una alerta de notificación -una suave campanada- que, como un reflejo condicionado de Pavlov, le provocó un cosquilleo en el cuerpo.
Hacía ya un tiempo que mantenía escarceos virtuales con un hombre, largas charlas virtuales en las que se prometían cosas increíbles, y que, cada vez que se encontraban, reproducían casi fielmente, como si las charlas no fueran otra cosa que guiones de la película que iban a filmar apenas coincidieran en tiempo y espacio.
La alarma de notificación a esa hora y ese día, significaba que él estaba libre, y aprovecharía sus minutos libres para jugar el juego que más les gustaba.
Pero ella controló el primer impulso, y le escribió un lacónico “estoy corrigiendo exámenes”-, a lo que inmediatamente fue contestado con un “tendré que esforzarme para distraerte”…
Ya el próximo mensaje fue una foto. Pero no una de esas que muestran la pija desnuda y parada, sino de una que apenas exhibía la pelvis, con una suave sábana que tapaba el miembro viril. Ya no pudo concentrarse demasiado. Tenía en la mano un examen, pero la mirada en la pantalla donde recibía el próximo mensaje… sabía que después de esa foto, vendría los textos que tanto le gustaban, que la hacían gozar.
Le dijo “escribo con los dedos, frente a la computadora, pero no. En realidad escribo con el cerebro, donde se emiten las ideas que le son comunicadas a mis dedos para que arme las palabras, pero no. Escribo con la pija. Últimamente sólo escribo con los cojones, porque me dejo llevar por las descargas eléctricas que emanan de un lugar muy preciso que va desde la base de la chota hasta el sector central de los huevos y que desde allí transmite como una central de operaciones, las ganas, las imágenes, las letras, las escenas, los recuerdos y los deseos”.
Ella sabía de qué le estaba hablando. Sabía que mientras él le escribía esos textos misteriosos, se estaba tocando, y esa conexión directa, llevaría a que su mano libre se metiera dentro de su tanga. Empezó a masturbarse con furia, porque quería acabar en el mismo momento que él. Quería tener un orgasmo simultáneo, conectado solo con palabras, aunque la distancia fuera infinita.
Sintió que un tornado le recorría el cuerpo, algo empezaba a desarrollarse, algo incontenible, algo fuerte algo distinto, y que finalmente terminó de desatarlo un nuevo mensaje de él, que contenía un pequeño video donde, murmurando su nombre, acababa. Ver cómo saltaba la leche de la punta de su pija. Eso le trajo a su cuerpo un orgasmo, pero con algo más que no era habitual: eyaculó. Tuvo un skirt. Sólo había acabado así una vez que su esposo la había nalgueado y vendado los ojos. Pero masturbándose era la primera vez.
El chorro de acabada cayó en el examen de su alumno, así que una vez que recuperó el aliento, trató de limpiar como pudo la hoja.
Siguió haciendo su tarea, hasta terminarla. Entregaría los exámenes y las planillas al día siguiente.
A la mañana siguiente se sonrió porque había descansado muy bien. Aquel orgasmo intenso que se había prodigado sola, con la ayuda del estímulo de la charla con su amigo, la había dejado muy relajada. Se dispuso a tomar el colectivo que la llevaría al Instituto, a una hora de su casa.
Con la mejor cara de docente que pudo, entregó los exámenes, y le tembló un poco la mano cuando le entregó aquél que manchó. Ese estudiante, encima, era hermoso. Pero ella tenía firmes normas éticas que le impedían seducir a sus alumnos. Al menos, mientras ella fuera la docente. Había tenido un par de historias al terminar los cursos.
Todo transcurrió en un instante.
Joaquín -que así se llamaba su alumno- tomó el examen, se sentó en su banco, y olió el papel mirándola fijamente. Como si supiera qué era lo que había ocurrido. Sin disimular, y sin bajar la vista, se tomó el paquete viril por encima del pantalón con toda su mano, y mordiéndose el labio la miró extasiado.
Ella supo que todas sus barreras éticas se irían a la mierda por culpa de su amigo virtual, por culpa de su paja, por culpa de su skirt, y por culpa de esos ojos negros que se estaba tocando la pija ahí, en medio de la clase, mirándola fijamente, embriagado por el aroma que le había dejado en su examen, casi de casualidad.
A @putita_linda
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