You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Viejo también me gusta.

Mi nombre es Laura y, con mi esposo Miguel, me llevo genial.
Estoy enamorada de él y él de mí, pero tenemos un pequeño vicio o, más bien, una pequeña perversión: nos gusta, de vez en cuando, tener sexo extramatrimonial.

Con frecuencia, Miguel, me mima, me dice que soy una mujer hermosa y seductora. Un día introdujo una variante en su adulación:
-….. sos tan hermosa y seductora que, hasta una momia, se excitaría contigo…..-
Me burlé de su halago y respondí que no era cierto, que no era tan hermosa.
Insistió y dijo que incluso los viejos, conmigo, tendrían su hermosa erección.
En eso tenía razón, Miguel. Yo lo había comprobado, tiempo antes, con Carlos un amante de mi mamá que se la cogía a ella, pero hizo un “paréntesis a toda orquesta” conmigo, sin que Miguel lo supiera. (Subí un relato de esa experiencia)
Pero medio en broma medio como desafío le dije a Miguel:
-…. tráeme un anciano y veamos quién tiene razón…-
Pasaron semanas, ya no recordaba el “desafío” que había lanzado, un viernes por la noche cuando Miguel regresa a casa a las ocho en punto me dice:
-Bueno, ¿Qué hacés ahí? ¿Preparaste tus valijas?-
Al asombro que leyó en mi rostro, él respondió que había organizado el fin de semana en un hotel fuera de la ciudad, donde podíamos descansar y relajarnos, incluso con la ayuda de los baños termales incluidos en el complejo.
Los nenes estaban con los abuelos. Teníamos vía libre.
Feliz y le doy un lindo beso como recompensa, en menos de una hora (récord absoluto para mí) preparo mi equipaje y estoy en el auto lista para partir.
El lugar es hermoso. A la mañana del sábado, disfrutamos de masajes y baños termales; el hotel es realmente agradable, no demasiado lujoso pero de buen nivel.
En el almuerzo:
-¿Te fijaste en los otros huéspedes?-
Aunque no somos la única pareja joven, la mayoría de los comensales son de la tercera edad.
-Hay algunos ideales para resolver nuestra incógnita- me dice mientras esboza una sonrisa que se convierte en una risa sonora.
-¡De qué estás hablando?-
-De si sos capaz de hacérsela parar a un viejo-
¿Cómo no lo pensé antes? Mi estado de ánimo cambió radicalmente, empecé a estar perturbada e impaciente.
Un par de cogidas deliciosas, una siestita y la tarde pasó. Para le cena Miguel sugiere que baje producida.
Para no estar demasiado fuera de lugar, elijo un look mesurado pero adecuado al propósito de llamar la atención
Mientras comemos, observo atentamente a los otros huéspedes del hotel y después de cenar Miguel me pregunta si tengo preferencia entre las parejas de edad avanzada.
Me señala a dos parejas, muy agradables, ellos y ellas, en mi opinión.
No termino de asentir que, él seguro me dice, que coincide y que suba y espere en la habitación.
Espero preguntándome cómo va a plantear el tema y como va a convencer la pareja de que no es una broma ni una celada.
Nunca quiso decirme, pero, repensándolo estoy persuadida que conocía una de las dos parejas propuestas por mi (que había acordado con ellos, pasar el fin de semana en el mismo lugar y simular un intercambio improvisado)
Después de todo, el resultado es lo que cuenta.
A las once y cuarto finalmente oigo pasos que se detienen frente a la puerta, golpean, respondo que pueden entrar, que está abierto.
Miguel me presenta a:
-Antonio, soltero, jubilado, con poco cabello pero no calvo.
Es simplemente un espléndido hombre de, más de 70 años, culto, afable y galante, con un cuerpo hermoso, una mirada profunda y melancólica de hombre que ha vivido. La comparación con él, hace palidecer a, la totalidad, de los hombres mayores que había conocido en mi vida.
-Inés, su amiga/amante, 10 o 15 años más joven, una mujer de rostro precioso, cabellera rubia teñida y larga, ojos color verde profundo y sonrisa cautivante.
Alta, con un cuerpo que lleva, con prestancia, el paso del tiempo.
Transcurridos unos 15 a 20 minutos, de charla animada pero neutra, “regada” con copitas de “lemoncello” quedé sola con Antonio (Miguel e Inés, rumbearon para el otro cuarto, el de ella y Antonio) y me encuentro sentada en el sofá con un hombre de 70 o más años muy agradable y emprendedor.
Enseguida se arrima y comienza a acariciar mis piernas y rápidamente llega a mi bombacha.
Lo “reto” juguetonamente y su mano pasa a manosear mis tetas y su boca se posa sobre la mía.
Las caricias en mi pecho, aunque amortiguadas por la blusa –no visto corpiño- me embalan y mi lengua busca su lengua, como para enfatizar que…. ¡si quiero!.
Al instante se pone de pie, se desabrocha los pantalones haciéndome ver su herramienta arrugada y con las bolas muy alargadas, lo que me sorprendió mucho. Me dio la idea de todo, excepto de la fuerza y virilidad de un verga para la penetración.
“¿Habré ganado la apuesta, con Miguel, y a este viejo no se le para?” pensé
Descarto este pensamiento – ¿para qué Antonio se embarcaría en un intercambio si fuera impotente? - y busco una solución a la situación en la que me encuentro. Me meto en la boca su pedazo de carne quieto y manso.
Experimento una sorpresa tras otra: me gusta su sabor, sabe a fresco y limpio a pesar de las apariencias, es agradable sentir un miembro semi-blando en mi boca, lo saboreo. Casi instintivamente dejo de saborearlo, aprieto más los labios y empiezo a bombear y prestar más atención a sus reacciones.
Finalmente algo se mueve, va dejando atrás la flojera. Unos pocos hábiles lengüetazos y el juego está hecho: lo siento grueso u duro en mi boca, no es de mármol como el de Miguel, pero se defiende bien.
Me lo saco de la boca, su aspecto es completamente diferente al inicial, ya no está arrugado, sino tieso y de dimensiones más bien generosas. El glande está lustroso, hinchado y, además, sanguíneo. Incluso las bolas parecen haberse vuelto firmes.
“Este debe haber demorado en tomar la pastilla de Viagra y el estimulante, visual, táctil y bucal, o sea yo, tardó un poco en conseguir la erección” pensé
Es una sensación muy extraña que no puedo explicar, pero es agradable sentir que la salchicha “derrumbada”, toma tiempo y necesita dedicación y compromiso para endurecerse. Es un especie de desafío entre mí. y la fuerza de la gravedad.
Ahora, con el artefacto alistado, Antonio se desata. Me acuesta en el sofá, sus manos son incansables, me tocan por todas partes, me desabrochan la camisa y descubren las tetas, me las acaricia y pellizca los pezones. La aspereza de esas manos me vuelve loca y gimo por el placer.
Me levanta, me quita la pollera, para acostarme en la cama, comienza a lamer mis piernas y rápidamente sube a la bombacha, la baja, me la saca y comienza a lamer mi sexo ya mojado. Siento una emoción única y diferente, sus lengüetazos son fuertes y expertos, me vuelven loca.
Estoy gimiendo y jadeando, quiero que me coja, le ruego que me coja, y Antonio acepta la invitación colocándose sobre mí. Su verga ahora es hermosa y dura en toda su erección. Me doy cuenta de que es realmente notable.
Él se enfoca en mi sexo y con un golpe decisivo, me entra sin problemas. Me siento llena, pero ni siquiera tengo tiempo de disfrutar de esta sensación, comienza a cogerme, me bombea con fuerza y regularidad, siempre empujándolo hacia el fondo, uno, dos, tres, diez, veinte, cincuenta veces, el goce es indescriptible, grito de placer, un placer profundo que desde el clítoris y se propaga a lo largo de mi espalda, hasta el cerebro.
Después del orgasmo me relajo, pero Antonio continúa entrando y saliendo, regularmente.
Me excito de nuevo, estoy realmente extasiada: una buena pija dura me está cogiendo, con más y más frenesí, con la pelvis trato de complementar sus embestidas, acabo otra vez, siento un suspiro y una exclamación de placer y
ha aumentado la frecuencia, jadea, grita "¡Me voyyy!", y enseguida siento chorros de líquido caliente y denso que se vierte buen adentro de mí, me mira casi como para disculparse, me acaricia (mientras continúa dejando que su miembro pierda vigor dentro mi concha). Es un gesto de ternura nunca probado, similar al de un abuelo con su nieta o un padre con su hija.
Para devolver gentilezas le acaricio las bolas y la base de la verga, sonrío, se inclina sobre mí, me besa y se deja caer en la cama a mi lado.
Seguimos así por al menos 10 minutos. Los dos estamos cansados y felices.

Escuchamos golpecitos en la puerta y un “¿Se puede?” en voz baja.
Antonio entiende que su tiempo se acabó.
Baja de la cama, recoge sus prendas y entra en el baño para un refresco bajo la ducha.
Yo me quedo allí, desnuda en la cama, transpirada y con su esperma y mis humores, goteando en la sábana.
Antonio se despide con un formal “buenas noches”
Lo miro a Miguel y le digo:
-…. Estuvo muy bueno pero…. necesito una pija joven y de largo aliento…-
Se desnuda, su verga está en su punto culminante, hecha un mármol.
-… ¿Qué pasó con Inés, la viejita?..... ¿no funcionó?-
-Al contrario, coge como los dioses pero….. necesito una concha joven y aguantadora….-

Primero la pone en mi boca y luego cogimos en todas las posiciones.
Acabo, al menos otras 4-5 veces.
Nos quedamos dormidos exhaustos.
Cuando me despierto a la mañana siguiente, todavía estoy desnuda, pero me siento muy bien.
El resto del fin de semana, siesta y noche del domingo sólo polvos, “legales”, no por eso menos placenteros.
¡Fue el fin de semana soberbio!


6 comentarios - Viejo también me gusta.

mdqpablo
muy buen relato exelente experiencia . los maduritos tenemos nuestras mañas y tiempos. pero funcionamos ja
SolanesA
quiero twnrr 70 como el viejito!
Pervberto
En nombre de todos los viejos querendones, excelente relato.
pachegerli
Mira que bueno, yo con 62 estoy en carrera todovia. Jejeje