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Una Mente Perversa VS Unas Sumisas 4

Una Mente Perversa VS Unas Sumisas 4
Con El Sello De Placer y Morbo…
Juegos Perversos con una Débil Mujer Un Contrato Eterno
Eran cerca de las diez de la mañana cuando me despertó mi “EAS” o lo que es lo mismo, Empleada Amante Sumisa al traerme el desayuno. Mientras todavía en la cama, me tomaba el café Lissana permaneció semidesnuda a mi lado. Su bello cuerpo y saber que era mío, despertó mi libido y se lo hice saber acariciándole las piernas. No me costó comprobar el modo en que le afectaban mis caricias. Sus pezones se endurecieron en cuanto mis manos tomaron posesión de su trasero y ella soltó un ronroneo.
--Mmmnnnn…. -Disfrutando de mi poder y sin ningún reparo, se lo toqué diciendo.
--Menudo culo tienes, zorrita… quien diría hace unos días atrás que sería mía.
Lissana, al saber cuáles eran mis intenciones, abrió un poco las piernas para facilitar que mis dedos recorrieran la abertura de su sexo. Estos se encontraron su sexo mojado, y apoderándome de su clítoris, la empecé a masturbar, diciéndole.
--Creo que vas a disfrutar siendo mi sumisa… ¡eres perfecta para eso ¿lo sabes verdad putita?! -Sus piernas temblaron al sentir mis caricias, pero por miedo a defraudarme se mantuvo firme, mientras su vulva era penetrada.
--ahhhh uffff, ha, ha, ha, ha, ha, haaaa… -El morbo de tenerla así, de pie a mi lado mientras desayunaba provocó que, bajo las sábanas, mi pene empezara a endurecerse.
--Mira como me pones perra. -Le dije quitándomela.
Se estremeció al ver mi extensión totalmente erecta y se mordió el labio, tratando quizás de evitar que de su garganta saliera un gemido. La mujer de mi amigo Alberto se agachó a darme un beso en mi glande, pero se lo impedí ya que quería otra cosa.
--¡Yo no te he dado permiso de eso perrita! -Agarrándola de la cintura, le obligué a ponerse encima de mí de forma que mi falo entró en su sexo, lentamente.
--Haaaaaaaaaaaaaaay Uuusssssfff… -Gimió al sentir como se iba llenando su cavidad, y percibiendo que la tenía completamente dentro, se empezó a mover buscando el placer.
--¡Quieta!- le grité.
Vi en sus ojos un deje de disgusto, estaba excitada y lo que deseaba era menearse conmigo en su interior. Cabreada, se quedó inmóvil y disfrutando al observar su completa obediencia, la premié con un pellizco en su pezón.
--Haaaay. -Al oír su suspiro, le murmuré al oído.
--Te felicito. -Le dije. --Eres una sumisa muy obediente por eso cuando termine, quizás me apiade de ti corriéndome dentro de ti.
Noté que estaba excitada hasta niveles insospechados cuando de su sexo manó el flujo producto de su excitación. Separando sus nalgas con mis dos manos, acaricié su entrada trasera.
--Huuuusssssss, haaaaa,a Huuuussssfff… -Ésta seguía dilatada por el maltrato de la noche anterior, de forma que no encontré impedimento a que mi dedo se introdujera totalmente en su interior.
Lissana, al notar que estaba haciendo uso de sus dos agujeros no pudo reprimir un jadeo, e involuntariamente empezó a retorcerse encima de mis piernas.
--Haaaaaaaaaat…
--Mi putita esta bruta. -Susurré. --Le di una orden, no te muevas… Ho te castigare.
La mujer, tratando de evitar su orgasmo, presionó con su pubis consiguiendo solo que se acelerara su clímax. Quizás fue entonces cuando realmente se dio cuenta que le ponía cachonda el ser mi sumisa y apretando sus músculos interiores presionó mi pene, buscando el darme placer. Fue un polvo rápido, demasiada excitación reprimida de forma que me corrí, dentro de ella mientras le decía obscenidades.
--Haaaaaaaaaaaaaaaaaaaa… -Estas lejos de cortarla, le calentaron aún más, por lo que al sentir como la regaba con mi simiente se corrió.
--Siéntate. -Le dije señalando la silla que tenía a un lado de la cama. Esperé a que se acomodara antes de empezar a hablar. --Tenemos que hablar. Asustada por la seriedad de mi tono, se quedó esperando. Su cara reflejaba inquietud.
--De que quiere hablar Amo. -Dijo ella muy sumisa.
--Como te prometí voy a hacerme cargo de todos los gastos de tu marido, pero como desgraciadamente Alberto pronto nos va a dejar, y eso lamentablemente es un hecho, quiero que escuche lo que te diré. -Ella me escucho sin decir nada. --Nuestro trato acababa cuando tu marido falleciera. -Abrió los ojos de par en par, desperezada por mis palabras.
--Esta, será tu casa siempre que sigas obedeciendo mis órdenes y no te importe ser mi sumisa. -La perspectiva de tener un techo donde acobijarse y poder tener un buen nivel de vida, la hizo reaccionar y sin llegarse a creer su suerte, me preguntó.
--¿Me estás dando la oportunidad de que si sigo comportándome igual, seguirás ayudándome? Y que en tu ausencia, seguiré viviendo en tu hacienda.
--Sí, serás a todos los efectos, la dueña de esta casa, la que de las órdenes a los empleados, pero en equilibrio cada vez que venga al pueblo, serás por entero mía, me perteneces lo entiendes verdad, para cualquier cosa debes pedir permiso, eso implica masturbarse, no te puedes masturbar si mi permiso, esas son las reglas. -Alegremente, me respondió:
--Si, si, si. -Dijo con brillos en los ojos. --Acepto pero te pido que para todo el mundo en el pueblo, yo siga siendo tu empleada aunque de puertas adentro sea tu más fiel puta. -Satisfecho de su respuesta, le pregunté.
--¡En ese caso! ¿Quién soy yo? -Su cara se iluminó al oír mi pregunta y agachando su mirada, me contesto.
--Eres y serás mi dueño mi único Amo y Señor.
Solté una carcajada al escucharla porque comprendí entonces el porqué de su rápida transformación. Habituada a un marido que malgastaba su dinero en putas e incapaz de ser un verdadero soporte, Lissana llevaba, sin saberlo, años buscando alguien en quien apoyarse y por fin lo había hallado. Por eso, dándole un beso en la mejilla, le susurré al oído.
--He quedado a tomar el aperitivo con unos amigos. Vuelvo a las dos, haz lo que quieras pero a esa hora, ten la comida lista y tu cuerpo, calientes. La idea le debió de gustar, porque noté como se alborotaba su cuerpo y sus pezones se erizaban bajo la blusa.
--¡Si amo, lo que usted ordene!
Su total aceptación, era perfecta para mí. Después de departir con mis conocidos del pueblo y con bastantes cervezas dentro, retorné a las viejas paredes de la hacienda. Al llegar, estaba ilusionado con mi vida. No solo me iban desde el punto de vista económico todo de maravilla sino que por azares del destino, me había conseguido a una hermosa mujer, y la tenía como mi sumisa perra, era demasiado morbo para mí, siempre vivía con ganas de sodomizar a esa hembra. Algo parecido le ocurría a mi nueva empleada.
Continuara…

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