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Domando a la Zorra de mi Cuñada 2

Domando a la Zorra de mi Cuñada 2
Con El Sello De Placer y Morbo…
Agotado, dejé que mi cuerpo cayera a su lado y seguí besándola mientras descansaba. Cuando mi amiga quiso reanimar mi miembro a base de lametazos, agarré su cara y separándome de ella, le expliqué que tenía ya que irme.
--¡¿Y eso?!
--Tengo algo importante que haces. -Dije pero ella no parecía muy convencida de mis palabras.
Aunque pensaba que se iba a cabrear por mi trabajito por así decir, le conté mis planes y que esa noche me iba a vengar de mi cuñada. Contra toda lógica, María me escuchó con interés sin enfadarse y solo cuando terminé de exponerle el asunto, me dijo.
--¿Por qué no le dices al jefe que me invite a mí también? -Dijo sonriendo. --Estoy segura que ese cerdo dirá que sí y de esa forma, podrás contar conmigo para castigar a tu cuñada.
No tardé ni tres segundos en aceptar y cerrando nuestro trato con un beso, decidí vestirme porque todavía tenía que contactar con Albert y preguntarle si le parecía bien el cambio de planes. Lo que no esperaba fue que al salir al pasillo, Natalia estuviera cómodamente sentada en un sofá. Al verme aparecer de esa habitación todavía abrochándome la camisa, soltó una carcajada y poniendo cara de superioridad, dijo.
--Eres un idiota. -Dijo riendo. --¡Te he pillado!
Incapaz de reaccionar, tuve que aguantar su bronca con estoicismo y tras varios minutos durante los cuales esa maldita no dejó de amenazarme con contárselo a su hermana, le pedí que no lo hiciera y que en contraprestación, me tuviera a su disposición para lo que deseara. Viendo que estaba en sus manos y haciéndose la magnánima, me soltó.
--Por ahora, ¡No se lo diré! Pero te aviso que me cobraré con creces este favorcito. -Tras lo cual cogió el ascensor dejándome solo.
Al irse me quedé pensando que si el plan que había diseñado se iba al traste, me podía dar por jodido porque esa puta iba a aprovechar lo que sabía para hacerme la vida imposible. Asumiendo que me iba a chantajear, busqué a mi jefe y sin decirle nada de esa pillada, le pedí si esa noche podía María acompañarnos. El viejo, como no podía ser de otra forma, se quedó encantado con la idea y movió sus hilos para que esa noche, los cuatro cenáramos al lado. Más tranquilo pero en absoluto convencido de que todo iba a ir bien, llegué a mi cuarto y directamente, me duche. Bajo el chorro de agua, al repasar el plan, comprendí que era casi imposible que Natalia fuese tan tonta de caer en la trampa, el miedo me invadió. Por eso, mientras me afeitaba estaba acojonado. Al dar las nueve, estaba listo y como cordero que va al matadero, llamé a su puerta. Natalia salió enseguida. Reconozco que al verla ataviada con ese vestido negro, me quedé extasiado, ya quería cogérmela hay mismo. En un traje totalmente pegado y con un sugerente escote, la perra de mi cuñada estaba divina, Sé que ella se dio cuenta de la forma tan poco filial que la miré porque poniendo cara de asco, me soltó.
--No comprendo cómo has conseguido engañar a mi hermana tantos años, ¡Eres un cerdo!
Deseando devolverle el insulto e incluso soltarle un bofetón, me quedé callado y galantemente le cedí el paso. Encantada por el dominio que ejercía sobre mí, fue hacia el ascensor con una gran sonrisa, meneando su trasero con el único objetivo de humillarme. Aunque estaba irritado, no pude dejar de recrearme en la perfección de sus formas y bastante excitado, seguí sus pasos deseando que esa noche fuera la perdición de esa perra. Al llegar al salón, Mr Smith estaba charlando amenamente con María. En cuanto nos vio entrar nos llamó a su lado y recreando la mirada en el busto de mi acompañante, la besó en la mejilla mientras su mano recorría disimuladamente su trasero. Mi cuñada comportándose como una puta degradada, no solo se dejó hacer sino que, pegándose al viejo, alentó sus maniobras. Albert, aleccionado por mí de lo zorra que era esa mujer, disfrutó como un enano manoseándola con descaro. Cuando avisaron que la cena estaba lista, mi cuñada se colgó del brazo de nuestro jefe y alegremente, dejó que la sentara a su lado. Aprovechando que iban delante, María susurró en mi oído.
--No sabía que esa zorrita estaba tan buena.
--Lo que tiene de buena, lo tiene de puta.
--¡Será un placer ayudarte!
--Seguro que si.
Sonreí al escucharla y un poco más tranquilo, ocupé mi lugar. Con Natalia a la izquierda y la rubia a la derecha, afronté uno de los mayores retos de mi vida porque del resultado de esa velada, iba a depender si al volver a casa con bien, con un matrimonio firme ho dejando claro que lo perdería todo. Durante el banquete, mi superior se dejó querer por mi cuñada y preparando el camino, rellenó continuamente su copa con vino, de manera que ya en el segundo plato, observé que el alcohol estaba haciendo estragos en su mente.
“¡Está borracha perra!”, suspiré aliviado, al reparar que su lengua se trababa y que olvidándose que había público, Natalia aceptaba de buen grado que el viejo le estuviera acariciando la pierna por debajo del mantel. Estábamos todavía en el postre cuando dirigiéndose a mí, Albert preguntó.
--Hey Emmanuel que te parece si los invito a los tres a mi yate. -Albert empezó ha mover las piezas den nuestro plan. -Yo le dije.
--Hoye gracias jefe, pero no se, no se si seria correcto. -Haciéndome de rogar, le dije. --Y la verdad estoy algo cansado.
En ese momento, Natalia me pegó una patada y haciéndome una seña, exigió que la acompañara hasta el baño. Al salir del salón, me cogió por banda y con tono duro, me dijo:
--¿A qué coño juegas imbécil? No pienso dejar que eches a perder esta oportunidad. Ahora mismo, vas y le dices a ese anciano que lo has pensado mejor y que por supuesto aceptas la invitación. -Cerrando el nudo alrededor de su cuello, protesté diciendo.
-Pero, ¡Eres tonta o qué! Si voy de su yeta, lo único que haré es estorbar. -Asumiendo que tenía razón, lo pensó mejor y no queriendo que mi presencia coartara sus deseos, me soltó.
--¡Llévate a la rubia que tienes al lado!
Tuve que retener la carcajada de mi garganta y poniendo cara de circunstancias, cedí a sus requerimientos y volviendo a la mesa, cumplí su orden. Albert me guiñó un ojo y despidiéndose de los demás, nos citó en diez minutos en el embarcadero del hotel. El yate del presidente resultó ser una enorme embarcación de 30 metros de longitud y decorada con un lujo tal que al verse dentro de ella, la zorra de mi cuñada creyó cumplidas sus fantasías de poder y riqueza. El viejo que tenía muchos tiros dados a lo largo de su dilatada vida, nos llevó hasta un enorme salón y allí, puso música lenta antes de preguntarnos si abría una botella de champagne. No os podéis imaginar mi descojone cuando sirviendo cuatro copas, Albert levantó la suya, diciendo.
--¡Porqué esta noche sea larga y divertida!
Natalia sin saber lo que se avecinaba y creyéndose ya la directora de la compañía, soltó una carcajada mientras se colocaba las tetas con sus manos. Conociéndola como la conocía, no me quedó duda alguna que en ese momento, tenía el chocho encharcado suponiendo que el viejo no tardaría en caer entre sus brazos. María, más acostumbrada que ella a los gustos de su jefe, se puso a bailar de manera sensual. Mi cuñada se quedó alucinada de que esa alta ejecutiva, sin cortarse un pelo y siguiendo el ritmo de la música, se empezara a acariciar los pechos mirándonos al resto con cara de lujuria. Pero entonces, quizás temiendo competencia, decidió que no iba a dejar a la rubia que se quedara con el viejo e imitándola, comenzó a bailar de una forma aún más provocativa.
El presidente, incitando la actuación de ambas mujeres, aplaudió cada uno de sus movimientos mientras no dejaba de rellenar sus copas. El ambiente se caldeó aún más cuando María decidió que había llegado el momento y cogiendo a mi cuñada de la cintura, empezó a bailar pegándose a ella. Mi cuñada que en un primer momento se había mostrado poco receptiva con los arrumacos lésbicos de la mujer, al ver la reacción del anciano que, sin quitarle el ojo de encima, pidió más acción.
--Vamos, vamos, parece como si estuviera muertas.
Decidió que era un trago que podría sobrellevar. Incrementando el morbo del baile, no dudó en empezar a acariciar los pechos de la rubia mientras pegaba su pubis contra el de su partenaire.
--Mmnnn hussss mmmnnnn. -Gemía María.
Confieso que me sorprendió su actuación y más cuando María respondiendo a sus mimos, le levantó la falda y sin importarla que estuviéramos mirando, le masajeó el culo. Para entonces, Albert ya estaba como una moto y con lujuria en su voz, les prometió un aumento de sueldo si le complacían.
--¡Les subiré el salario generosamente!
Aunque el verdadero objetivo de Natalia no era otro que un salto en el escalafón de la empresa, decidió que por ahora eso le bastaba y buscando complacer a su jefe, deslizó los tirantes de la rubia, dejando al aire sus poderosos atributos. Mi amiga, más ducha que ella en esas artes, no solo le bajó la parte de arriba del vestido sino que agachando la cabeza, cogió uno de sus pechos en la mano y empezó a mamar de sus pezones.
--Mmmmnnn, haaaa hussssf Uffff. -Gemía suavemente mi cuñada.
Sin todavía creer que mis planes se fueran cumpliendo, fui testigo de sus gemidos cuando la inglesa la terminó de quitar el traje sin dejar de chupar sus pechos.
--Haaaa, hooo… no ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha ya, ha, ha, haaaaa…
Ni que decir tiene que para entonces, estaba excitado y que bajo mi pantalón, mi pene me pedía acción pero decidiendo darle tiempo al tiempo, esperé que los acontecimientos se precipitaran antes de entrar en acción. No sé si fue el morbo de ser observada por mí o la promesa de la recompensa pero lo cierto es que Natalia dominada por una pasión hasta entonces inimaginable, dejó que la rubia la tumbara y ya en el suelo, le quitara por fin el tanga. Confieso que al disfrutar por vez primera de su cuerpo totalmente desnudo y confirmar que esa zorra no solo tenía unas tetas de ensueño sino que su entrepierna lucía un chocho completamente depilado, estuve a punto de lanzarme sobre ella. Afortunadamente, María se me adelantó y separando sus rodillas, hundió su cara en esa maravilla.
--Haaa… haaaa, haaaaaay. -Gemía suavemente al principio mi cuñada. --Mmnnnnn, ha, ha, ha, ha, ha, ha, Mnnnnnnnnn, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, Mmmmnnnnn, ha, ha, ha, Mmnnnnn, ha, ha, ha, ha, ha, ha, Mmnnnn, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha, Mmmmm, ha, ha, ha, ha, ha, ha, Mmmmm, ho, ho, ho, haaa Mmm haaaaaaa… -Estos fueron mas duros y constante.
Sabiendo que no iba a tener otra oportunidad, coloqué mi móvil en una mesilla y ajustando la cámara empecé a grabar los sucesos que ocurrieron en esa habitación para tener un arma con la que liberarme de mi linda cuñadadita. Dejando que mi iphone perpetuara ese momento solo, volví al lado del americano y junto a él, fui testigo de cómo la rubia consiguió que mi cuñada llegara al orgasmo mientras le comía el coño.
--¡¡¡No, no, no, ha, ha, ha, ha, ha, ha, ha!!! Haaa, haaaa, rico ha, ha, ha Siiii… Haaaaaaaay… -Nunca supuse que Natalia, al hacerlo se pusiera a pegar gritos y que chillando como una puta, le pidiera más. --Mmm Mmmmnn…. Haaaa… ha, ha, ha, que rico haaaaaaaaaa, ahhhhhhhhh Sigueeeee Ahhhhhh ahhhhhhhhh. -María concediéndole su deseo metió un par de dedos en su vulva y sin dejar de mordisquear el clítoris de mi cuñada, empezó a follársela con la mano.
Uniendo un clímax con otro, la hermana de mi esposa disfrutó de sus caricias con una pasión que me hizo comprender que no era la primera vez que compartía algo así con otra mujer. Mi jefe contagiado por esa escena, se bajó la bragueta y cogiendo su pene entre las manos, se empezó a pajear. En un momento dado, mi cuñada se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo y saliéndose del abrazo de María gateó hasta la silla del anciano y poniendo cara de puta, preguntó si le podía ayudar. Pero entonces, Albert me señaló a mí y sin importarle el parentesco que nos unía, le soltó.
--Sí, me apetece ver como se la mamas… pero a Emmanuel.
Sorprendida por tamaña petición, me miró con los ojos abiertos implorando mi ayuda pero entonces sin compadecerme de ella, puse una sonrisa y sacando mi miembro de su encierro, lo puse a su disposición. Natalia, incapaz de reusar cumplir el mandato del anciano y echando humo por la humillación, se acercó a mi silla se apoderó de mi extensión casi llorando. Mi pene le quedaba a la altura de su boca y sin mediar palabra abrió sus labios, se lo introdujo en la boca. No pudiendo soportar la vergüenza, cerró los ojos, suponiendo que el hecho de no ver disminuiría la humillación del momento.
--Abre los ojos ¡Puta! Quiero que veas que es a mí, a quién chupas. -Le exigí. --Así me gusta, ¡Perra! Mmmmm, ho, ho, ho, haaa Mmm haaaaaa siiii lo mamas bien perra, hazlo bien.
De sus ojos, dos lágrimas de ignominia brotaron mientras su lengua se apoderaba de mi sexo. De mi interior salieron unas gotas pre-seminales, las cuales fueron sin deseo, mecánicamente recogidas por ella. No satisfecho en absoluto, forcé su cabeza con mis manos y mientras hundía mi pene en su garganta, nuestro jefe incrementó su vergüenza diciendo.
--¡Tenías razón al decirme que esta perra tenía un cuerpo de locura pero nunca me imaginé que además fuera tan puta! -Intentando que el trago se pasara enseguida, mi cuñada aceleró sus maniobras y usando la boca como si de su coño se tratase, metió y sacó mi miembro con una velocidad pasmosa.
--Mmmmnn… Así me gusta, zorra. -Dije mientras la tomaba de la cabeza y me la cogía pro la boca. --Siii así sabia que eras toda una zorra, Siii Haaaaa Mmnnnnn… lo mamas bien perra… haaaaaa, Huuuussss… así me gusta perra hazlo bien.
Sobre excitado como estaba, no tardé en derramar mi simiente en su garganta y dueño de la situación.
--¡¡Trágate todo!! ¡Es una orden! ¡Hazlo ya! ¡Se una buena perra y trágatelos!
Indignada por mi trato, se intentó rebelar pero entonces acudiendo en mi ayuda, María presionando su cabeza contra mi entrepierna le obligó a cumplir con mi exigencia. Una vez, había limpiado los restos de esperma de mi sexo, me levanté de la silla y poniéndome la ropa, me despedí de mi jefe dejándola a ella tumbada en el suelo, llorando. Antes de irme, recogí mi móvil y preguntando a María si me acompañaba, salí con ella de regreso al hotel. Ya en mi habitación, la rubia y yo dimos rienda suelta a nuestra locura, sexo del duro, y durante toda la noche, no paramos de follar descojonados por la desgracia de mi cuñada. Ya en la noche cuando María dormirá yo no dejaba de pensar en mi victoria y en la futura victoria que debía de tener mañana, debía de someter aun más fuerte a mi cuñada, esa mujer debía de pagar todas las humillaciones que me había hecho pasar.
Continuara…

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