You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

El novio substituto: La piscina

Me despertó mi madre gritándome desde la sala de estar:
—¡María al teléfono! ¡Sal ya de la cama y contesta!
Me había quedado dormido. De un salto me fui al salón y me afané en responder.
—¿Hola, María? —dije nada más tomar el mango del viejo teléfono de baquelita.
—¡Hola! ¿Qué tal? ¿Te quedaste bien descansado ayer? —preguntó alegremente.
Mi madre todavía rondaba cerca y recé para que no se diera cuenta de que me había puesto rojo como un tomate.
—Si… Bueno, ya sabes… Gracias —balbuceé avergonzado, mientras mi madre me miraba con cierto aire compasivo, sopesando mi dificultad para hablar con las chicas.
—¡Me alegro! —dijo María sin más—. Espero que estés listo para ir a la piscina. ¿Te vienes?
—Vaya… De hecho me acabo de despertar. Necesito un ratito para prepararme —respondí.
—Vale no pasa nada —dijo con indulgencia—. Entonces yo ya me voy para allá y te espero dentro.
—Vale gracias, hasta ahora —me despedí.
Me preparé tan rápido como pude y quince minutos más tarde ya me encontraba corriendo por la calle de camino a la piscina. Eran unas instalaciones bastante nuevas y modernas en una zona residencial en pleno desarrollo, cortesía de la burbuja inmobiliaria. Contaban con una zona de piscinas grandes con agua a diferentes temperaturas, tipo ‘Spa’, y también una zona lúdica al aire libre con varios toboganes y sitio para tomar el sol.
Cuando llegué me fuí directo al exterior, y tras buscar un poco encontré a María, estirada sobre su toalla en una zona grande de césped.
Tenía a su lado dos de los chicos del día anterior hablando con ella.
—¡Hola! —saludé al llegar.
María tenía cara de circunstancias. Parecía que esos dos caraduras, al verla a ella sola, se aprovecharon para pegarse a ella como lapas y empezaron a molestarla.

—¡Hola! ¡Por fin has llegado, cariño! —dijo María, saltando como un resorte para recibirme—. ¿Veis? Ya os he dicho que le estaba esperando —dijo dirigiéndose a los otros—. ¡Cuánto has tardado cariño! Ven ponte a mi lado, ¿le hacéis un hueco a mi novio, verdad chicos?

El novio substituto: La piscina





Los dos chavales, que no me dijeron ni hola, se apartaron a regañadientes y dejaron un sitio al lado de María. Les había aguado la fiesta.
—Necesito que me pongas crema por atrás —dijo, y echándome una mirada que lo decía todo, continuó—, los amigos de mi hermano han insistido mucho en ayudarme… pero ya les he dicho que estabas a punto de llegar.

La verdad que María estaba espectacular. Llevaba un bikini verde manzana muy llamativo y hacía juego con sus ojos. La braguita era sensacional, quedando bastante abajo en sus caderas y muy ajustadita a su piel. Se ataba con unos lazitos a los lados dejando expuestas gran parte de sus nalgas. El top consistía en dos pequeños triángulos que también iban atados con unos lazitos en la espalda y el cuello. Pude apreciar el bultito donde sus pezones se marcaban en la tela. Era un espectáculo verla.

puta




Se estiró boca abajo sobre su toalla y me preparé para untarle la crema solar. Eso no podía empezar mejor, era el tipo de situación excitante que había esperado encontrarme al acompañarla a la piscina. Pero una vez más, el fantasma de Ramón se apareció fugazmente por mi cabeza, juzgándome mientras yo me deleitaba acariciando la piel de su novia medio desnuda.
—Ahora más abajo cielo —me dijo María, colaborando así a borrar la culpa de mi consciencia, y lo acompañó levantando un poquito su culito para indicarme dónde quería la crema.

A la mierda con Ramón, pensé, no se hubiera ido. Y me regalé magreando las piernas de su chica desde los pies hasta el culo, que yo acariciaba sin pudor ahí donde la braguita no tapaba. Me empecé a relajar y a disfrutarlo de verdad. Ya ni siquiera me molesté por esos dos idiotas que seguían a nuestro lado, observando la escena con envidia y mordiéndose los dientes.



tetas




Cuando terminé, después de explayarme con gusto, María se giró y me lo agradeció con un cálido beso, e introduciendo su dulce lengua en mi boca jugó con la mía por unos segundos. Todo ello para hacer el numerito delante de esos dos capullos, dichosa mi suerte.
—Ahora te doy yo, cariño —dijo.
Me estiré en la toalla, aprovechando para ocultar el bulto que empezaba a crecer bajo mi bañador. María se sentó en mi trasero y empezó a extender la crema solar sobre mi espalda. Me masajeaba de maravilla, recreándonse en cada rincón de mi piel. Creo que, sobretodo, su objetivo era acabar de incomodar a esos dos tipos que seguían plantados a nuestro lado.
—Bueno nosotros nos vamos a bañar un rato… —dijo finalmente uno de los energúmenos, claramente fastidiado.
—¡Vale, adiós! —dijo María sin tan solo dignarse a mirarlos.
Los chavales se fueron a bañar murmurando algo que no entendí mientras se alejaban. Cuando nos quedamos solos, mi amiga me dijo:
—Uf… Menos mal que has llegado rápido. No tenía ni idea de que iban a estar aquí… ¡Qué pesados! Insistían en ponerme crema y no dejaban de bromear con que me quitara el top del bikini para tomar el sol —se quejó—. En serio, le enseño mis tetas a cualquiera sin problema, pero no a esos imbéciles. Són unos gilipollas pervertidos… Ya le he dicho a mi hermano que me dejen en paz, pero dice que soy una mojigata y que exagero. ¡Es igual de capullo que ellos!
—Bueno, pues aquí estoy yo para salvar el día —le dije sonriendo.
—Sí —contestó con una sonrisa—, pero ves con cuidado amigo mío, que el bañador no te tapa nada. Se te ve la polla dura. —Y riéndose me señalo el paquete, el cual rozó con su dedo índice.
Me enrojecí. La verdad que después de la sesión de masajes mutuos ya la llevaba a media asta, y a ella no le había pasado por desapercibido.
Al poco rato los dos amigos de su hermano volvieron y se sentaron otra vez a nuestro lado. María, con cara de agobio, ni siquiera quiso darles pie a que nos dijeran nada. Así tal cual empezó a enrollarse conmigo, tal como hiciera el día anterior. Era increíble volver a sentir la calidez de sus labios y el sabor de su aliento.
Me besaba de una forma tan caliente, que mi polla empezó a doler de lo dura que estaba. Como estábamos sentados me era imposible disimularlo, y en un momento estábamos haciendo un numerito allí en frente de todos. María también se percató de ello y rápidamente, para no dejarme en evidencia, me empujó hacia atrás tirándome sobre la toalla y se sentó sobre mi paquete.
Continuamos besándonos. Era evidente que ella sentía mi pene bien firme entre sus piernas, y ese pensamiento aún me excitaba más. Creo que ella también se fue excitando porque sus mejillas estaban más sonrosadas de lo habitual. Ella, igual que en la feria, no se cortaba y daba rienda suelta a su sensualidad.
La escena fue demasiado para los dos amigos de su hermano, claramente contrariados, y mi querida amiga para rematarlo, paró un segundo y se dirigió a ellos diciendo:
—Oíd chicos, me gustaría estar un rato a solas con mi novio. ¿No os importa iros a otra parte?
—Será calientapollas, la puta… —empezó a decir uno en voz baja mordiéndose los dientes, pero el otro rápidamente le cortó la palabra, probablemente sopesando las consecuencias de insultar a la hermana menor de su amigo.
—Vale María —dijo—, cuídate y saludos a Manuel cuando lo veas —y empujando al otro, que estaba muy cabreado, se fueron a otro lado de la piscina a tomar el sol.
—Ya era hora… —dijo María—. Pero continuemos un rato más, que seguro que nos vigilarán igual que ayer.
Y así, mi novia por un día continuó besándome ardientemente. Tomó mi mano izquierda y directamente la condujo hacia sus nalgas. Con su permiso, acaricié su culo por encima y por debajo de sus braguitas sin reservas. Ella, claramente excitada, empezó un pequeño vaivén sobre mis genitales. Sentía el roce entre nuestros sexos a través de los bañadores y supe que María lo disfrutaba ya que gemía sutilmente mientras nos besábamos. Por suerte para mí, era aún relativamente pronto y no había mucha gente en la piscina, lo que debía ayudar a que ella estuviera más desinhibida.
Durante unos cortos pero gloriosos minutos no existió nada más, pero entonces los gritos de unos niños que, jugando a pelota, pasaron corriendo cerca de nosotros, nos hizo ser conscientes de dónde nos encontrábamos. Así que un poco sofocados nos separamos y nos estiramos cada uno sobre su toalla. Yo lo hice boca abajo por obvias razones.
—Tienes una buena polla, al menos lo parece. Te lo tenías guardado. ¿Cómo es que no te la he visto antes? —me dijo en voz baja después de unos largos segundos de silencio.
—Bueno, normal, no sé… —respondí un poco incómodo, aunque halagado por el comentario.
—Oye, me he dejado llevar un poco, no me he podido retener —dijo entonces.
—Si ya lo he notado… —contesté tímidamente.
—Es que me lo estoy pasando muy bien, espero que no te moleste —añadió ella.
—No, claro que no, yo también me lo paso bien —respondí rápidamente.
—¡Gracias! Bueno, y tú ya sabes, aprovecha también y no te preocupes, favor por favor —siguió, justificando sus acciones—. Ah, y luego te ayudo a solucionar lo tuyo, igual que ayer. ¿Te hiciste una buena paja después de tocarme las tetas? —preguntó guiñando un ojo.
—Bueno María… pues la verdad que sí —dije encogiendome de hombros.
—Jeje… —dijo con malicia— Bueno, pues luego te doy algo que te va a gustar más —continuó, dejándome a la vez inmensamente excitado e intrigado.
El resto del tiempo que pasamos en la piscina lo hicimos como si fuéramos novios de todo derecho. La excusa seguía siendo que los amigotes de su hermano andaban cerca y en cualquier momento podían sospechar de nosotros si cambiábamos la forma de actuar.
Seguía pensando en Ramón de vez en cuando. A pesar de que no era para mí un amigo muy cercano, me sentía en el fondo algo culpable por aprovechar tanto de la situación. Pero al fin y al cabo, María era la tía más desinhibida y cachonda que había conocido jamás, además de guapa y sexy. Ramón tenía que saber que era un riesgo muy grande irse por tanto tiempo y dejarla aquí sola.

Con la confianza que yo iba ganando me fui atreviendo a tocarla un poco más intrépidamente, cosa que ella aceptaba con naturalidad. Lo flipante es que era ella misma la que me animaba a aprovechar más, como si todo fuera parte de un juego, un simple entretenimiento para pasar el rato.


—¿Ya que nos encontramos en ésta situación, por qué no sacarle partido? —fué su argumento— ¿A caso no te lo estás pasando bien?
La segunda vez que le apliqué la crema solar, me pidió que le diera por delante y por detrás. Acaricié con clínica precisión cada rincón de su piel, presionando ligeramente sus carnes y delineando cada curva de su perfecto cuerpo. Toqué sus pechos prácticamente expuestos por esos mínimos triangulitos de tela. Bajé por su vientre hasta acariciar la parte superior de su pubis, sus ingles, la cara interna de sus muslos, sus nalgas… todo aquello que quedara expuesto al sol. María me dejaba hacer, relajada, semidormida y disfrutando del masaje.
Ella también se ofreció a ponerme crema, e igual que yo, también se regaló en palpar mi cuerpo y comprobar el estado de mis músculos. No es que yo sea ningún adonis, pero practico deporte regularmente y supongo que por los estándares de nuestra sociedad actual, no estoy del todo mal. Quise pensar que en cierto nivel María estaba descubriendo en mí que podía ser un amante adecuado para ella, y dejara de verme sólamente como su confidente amigo de infancia.
Mientras seguía con su masaje bromeó una vez más con el tamaño de mi pene, y no dudó en rozarlo discretamente a través del bañador. Luego, al estar yo boca abajo, me puso crema por los muslos y fué subiendo hasta pasar sus manos por debajo de mis shorts, llegando hasta el culo, el cual sobó sin recato.
—¡Ups! Supongo que no te vas a quemar ahí —dijo coqueta.

También pasamos bastante tiempo jugando en el agua. Lo típico, ahogadillas y saltar desde el trampolín. Por supuesto que aprovechamos para rozarnos lo más que pudimos bajo el agua con cualquier excusa. Yo estaba en el paraíso, jamás María me había tratado de aquella manera.


Pasado el mediodía el calor era ya insoportable, y la piscina estaba ya muy abarrotada para nuestro gusto. María examinó la multitud, para ver si los amigos de su hermano todavía andaban por ahí. Hacía rato que los habíamos perdido de vista y ya no los vimos por ninguna parte, cosa que la tranquilizó.
—Bueno. ¿Qué te parece si nos vamos ya? Empiezo a tener hambre —dijo María.
—Sí, yo también. Y me agobia tanta gente —añadí.
Recogimos y nos fuimos hacia los vestuarios. Esas piscinas tenían espacios de duchas separados para hombres y mujeres, obviamente, pero después se accedía a una zona común para las taquillas. Al final, cerca de la salida, había otra zona común pero con cabinas privadas para cambiarse. Estaba hecho así para facilitar el acceso a padres con niños que podían así estar juntos para cambiarse.
Justo antes de separarnos en la zona de duchas María me dijo:
—Espérame al otro lado, ¿vale?

Y así lo hice. Me duché rápidamente sin quitarme el bañador, sólo para deshacerme del cloro, y la esperé a la salida de la ducha, justo antes de las taquillas. Mi amiga salió envuelta en su toalla y con el bikini en la mano.



Culo






Recogimos nuestra ropa y nos dirigimos juntos hacia la zona de vestuarios. Había varias cabinas libres y lógicamente me encaminé hacia una de las pequeñas, yo solo. Pero entonces María me paró cogiéndome del brazo.
—¡Entra conmigo! —dijo, y me arrastró con ella dentro de otra cabina más grande—. Es que no me gusta encerrarme aquí yo sola —sentenció sonriente.

Una vez dentro y con la puerta bien cerrada se giró hacia mí y, con un gesto sexy y elegante, se deshizo de su toalla. Sí, María quedó completamente desnuda delante mío. Me miraba desafiante, mostrándose a mí al natural sin ningún pudor.
pendeja


Yo me quedé completamente embobado mirándola. Verla así desnuda al completo era espectacular, mejor que en la mayor de mis fantasías. Cierto, había podido apreciar su cuerpo casi desnudo con anterioridad, incluso había podido observar su sexo con detalle, pero era la primera vez que la veía en cueros íntegramente.
Sus piernas, sus caderas, su cintura, sus pechos… todo formaba una armonía de curvas y formas que rozaba la perfección. A esa belleza se sumaban sus pezones, que eran grandes pero no en exceso, en justo equilibrio con el tamaño de sus pechos. Y su sexo era una delicia, con unos labios mayores abultados y recubiertos de una fina capa de vello castaño claro.
—¿Te vas a quedar ahí parado? Venga, quítate el bañador —me dijo tranquila pero descaradamente.
Me quedé parado un momento, no me esperaba eso. Le hice caso, aunque con bastante lentitud por la vergüenza que me daba. Fui deslizando el calzón hacia abajo hasta que finalmente apareció delante suyo mi pene, demostrando una muy decente erección.
—Mmmm… Sí, como me imaginaba, la tienes muy dura —añadió ella—. Estás que revientas, creo que vas a necesitar un poco de ayuda.
Y sin más se me acercó, y de pie, tal como estábamos, me agarró el pene con las dos manos y empezó a hacerme una paja suavemente.
—Oye, gracias otra vez, me has ayudado mucho… —dijo sin parar de masturbarme—. Esto es parte de nuestro trato, ¿no? Te haces pasar por mi novio y yo me aseguro de que lo disfrutes.
—Aha… –dije con un hilo de voz, sumamente excitado, mientras ella iba aumentando el ritmo de la paja.

—Venga, tócame las tetas no te cortes, que para eso están —me dijo, y seguía acelerando el ritmo.
infiel


Yo estaba en éxtasis. Me iba a correr en cualquier momento. Sus cálidas manos hacían maravillas, y yo, siguiendo su recomendación, le iba magreando a placer los pechos y pellizcándole los pezones.
Cuando ya no pude aguantar más la avisé:
—María, que me corro…
Pero ella continuó masturbándome sin apartarse. Es más, con un pequeño movimiento de cadera levantó su culito, acercando su pubis hacia mis genitales, y haciendo que el glande rozara su vello púbico.
Me corrí en ese momento. Mi esperma salió disparado directamente sobre el monte de Venus de María. Ella se apartó un poco, y numerosas descargas de mi semen se aferraron a su piel desde su bajo vientre hasta sus muslos.

—¡Joder! ¡Cuánto te sale! ­—exclamó ella sin dejar de sacudir mi polla con una mano. Cuando saqué la última gota me dijo—: Siéntate un momento, seguro que te hace falta.


cornudo




Me senté en el banquillo del vestuario como me aconsejó, medio aturdido, y me quedé observándola. Ví esos grandes charcos de mi semen que empezaron a escurrirse por su piel. Una buena cantidad se había pegado a su vellos púbicos, y sus manos brillaban, completamente húmedas con flujos acumulados entre la paja y la corrida.
María se mantuvo allí de pie unos instantes, como evaluando la situación, y examinando todo el semen que la había salpicado. Se acercó las manos a la cara para olerlas y dejó ir un suspiro de satisfacción. También la ví sacar la puntita de la lengua para comprobar el sabor y consistencia de ese líquido. Por su cara me pareció que le agradó.
Seguidamente y ante mi asombro, empezó a vestirse, sin antes limpiarse. No hizo ademán alguno de alcanzar una toalla para lavar los restos de mi corrida de su cuerpo. Me quedé parado contemplando la escena. A medida que se iba vistiendo, iba manchando la ropa de semen.
Se puso unas braguitas de algodón color naranja y al subirlas y entrar en contacto de los restos de mi corrida, se mojaron por delante, oscureciendo un poco el color de la tela. Lo mismo hizo con su vestido de verano, que al deslizarlo por su torso se fue manchando, dejando unos grandes lamparones húmedos sobre su vientre. Bajo la falda del vestido, apareció un goterón de mi esperma que se escurría pierna abajo.
No me lo creía, iba a salir así tal cual a la calle, con mi semen en contacto con su piel, incluso dentro de sus braguitas, justo encima de su coño.
—Espabila que no tenemos todo el día —me dijo entonces, sacándome de mis pensamientos.
Me vestí rápidamente y pronto estuvimos los dos listos y en la calle. Como de costumbre caminamos juntos hacia su casa. Al llegar a su portal me dio otro beso con lengua para despedirse.
—Espero que te lo hayas pasado bien —dijo alegre, como si nada.
—Sí, mucho —respondí con voz ronca, aún bastante excitado, viendo las manchas que habían quedado en su vestido.
Entonces María pronunció las palabras que, sin saberlo, más deseaba escuchar en ese momento:
—Oye, tenía plan de salir con unas amigas del instituto ésta noche. Iba a decirles que no podía salir, ya sabes, porque no quería ir yo sola. Pero si te va bien, podemos ir tú y yo juntos. ¿Qué te parece?
—Bueno claro… —empecé a balbucear, sin poder creer mi suerte.
—Es que es una cita con novios… ya sabes, ellas estarán ahí con ellos y no quiero estar yo aguantado velas… —argumentó.
—Vale María, lo que necesites —contesté, aunque admito que apenas podía contener mi entusiasmo.
—Eres un cielo. ¡Hasta luego entonces! —celebró sonriente.

La observé mientras desaparecía detrás de la puerta acristalada de su portal. Sus pezones se notaban endurecidos y se marcaban sobre la tela de su vestido. Su culito respingón bailaba de un lado al otro de forma coqueta, con un vaivén hipnótico,



pja




Me fuí para mi casa otra vez más con la esperanza de alargar esa experiencia un poco más. Ya en mi habitación, me hice otra monumental paja, repasando en mi cabeza todo lo ocurrido en la piscina. Luego me eché una siesta, soñando con María.






CONTINUARÁ...

1 comentarios - El novio substituto: La piscina

JoyceQ +1
muy excitante