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PARTE I. CAPITULO 1
Tras un primer verano con sus amigas en la costa, Cintia está segura que el segundo año será mejor, con muchas más anécdotas, diversión y sobre todo historias ardientes para contar. Esta historia es ficción, sin embargo eso no quiere decir que no se basa en algunos hechos reales…
Capítulo 2: Lengua
Podríamos decir que ese verano tuvo algunas palabras claves a lo largo de esos 15 días. La primera de ellas surgió a la mañana siguiente de nuestra primera noche en Pinamar y por más que yo no estuve ahí para iniciar la conversación, entendí al toque de lo que estaban hablando. Me levanté cerca del medio día después de tener una increíble noche de sexo con Diego y bajé al comedor para encontrarme con Lorena, Ingrid y Clarisa que estaban sentadas en la mesa y estaban hablando de sexo oral. La primera nos había contado hacía ya un tiempo que Gastón y ella lo hacían todo el tiempo y que para ellos era súper importante. Cuando llegué a la cocina escuché como Clari le preguntaba quién de los dos lo hacía más seguido y la respuesta llegó después de unos segundos de pensarlo.
- La verdad es que es bastante parejo podría decirlo.- Le contestó Lorena recordando como ella y su novio se daban placer oral.- No siempre lo hacemos los dos, a veces lo hace él o a veces lo hago yo. Aunque últimamente él lo hace muy seguido.
- ¡Qué suerte!- Dijo Ingrid y después miró a Clarisa y le aclaró.- Mi novio no me lo hace nunca. Se lo tengo que pedir y lo hace re poquito tiempo. No le gusta.
- Por suerte Gastón no.- Insistió Lore después.- Sino yo no se lo haría tampoco a él. Aparte no saben lo bien que usa la lengua chicas. Es como…- Y enseguida sacó la lengua e hizo un movimiento medio extraño en el aire que provocó las carcajadas de las otras dos y una mirada muy extraña de parte mía que recién me sentaba en la mesa.
Subí a despertar a Natalia y a Paula con Clari mientras que las otras dos iban preparando el almuerzo. Le conté rápidamente de mi noche con Diego y ella me dijo que estuvo chapando con un chico de Buenos Aires pero que le pareció un tarado y por eso no le dio su teléfono. Después de comer algo rápido fuimos a la playa y nos instalamos cerca del mar a tomar sol mientras veíamos a la gente pasar. Cristian, Gastón, Juan Ignacio y los otros dos chicos llegaron enseguida y se sentaron cerca de nosotras a pedido de Lorena. Los otros chicos, Santiago y Patricio eran amigos de ellos desde hacía ya un tiempo, pero no eran de los que se juntaban con nosotras y a mí me caían bastante mal. El problema era que cuando con Lore nos empezamos a juntar con los chicos, ellos no estuvieron de acuerdo en juntarse con nosotras y se terminaron alejando del grupo. Al parecer ahora la cosa estaba lo más bien, pero a mí me seguían cayendo bastante mal.
Los chicos de la facultad pasaron por el frente de nosotras un rato más tarde y no pude evitar una sonrisa inmensa al ver a Diego que me miraba con su hermosa carita. Lorenzo, el más grande de los de la facu, se acercó hasta nosotros para saludar a Clarisa con un beso en el cachete y cuando él se fue ella no pudo evitar ponerse colorada. “Te gusta” bromeó Juan Ignacio y le tiró un poco de arena que ella esquivó y fue a parar a la cara de Santiago. Él se terminó tragando gran parte de la arena ya que tenía la boca abierta porque se estaba riendo y ahí volvió el tema.
- ¡Me encanta como te quedó el arito!- Le dijo Lorena al ver como él sacaba la lengua para escupir la arena que le había entrado a la boca.
- ¡No es un arito! Es un piercing.- La corrigió enseguida su novio y ella le dio la razón.
Entonces se pusieron a hablar con Nati y Clari sobre ese tema y él no paraba de mostrárselos. Las preguntas de las chicas eran bastante tontas, a tal punto que le preguntaron si había perdido el sentido del gusto, pero fue Paula quien se animó a hacerle la pregunta que todas querían hacer. “¿Podés chupársela a una mina sin problemas?” dijo y los chicos empezaron reírse. Santiago enseguida le dijo que sí, que podía hacerlo y que de hecho a veces era algo muy estimulante, ya que había encontrado una técnica en la que usaba su piercing para frotar el clítoris de la mujer.
Con Cristian no pasó nada importante. Él se sentó bastante lejos de mí y se dedicó a ignorarme casi todo el tiempo, ya que cuando yo decía algo él trataba de mirar para otro lado y evitaba contestarme. Sin embargo fue Paula la que se dio cuenta de que Cristina me había estado mirando en todo momento y que se notó su mirada de odio hacia Diego cuando pasó caminando frente a nosotras. A mí, poco me importaba lo que él pensara, ya que había sido él quien había cortado todo conmigo en el pasado.
Pero la temática no quedó ahí y parecía que la palabra me perseguía por todos lados. A eso de las 7 de la tarde fuimos al súper con las chicas para comprar algunas cosas que nos habíamos olvidado el día anterior y lo primero que vi en la góndola de carnes fue una lengua a la vinagreta envasada. Una estupidez lo sé, pero la palabra estaba ahí. Minutos más tarde vimos a una madre que le gritaba a su hijo de unos 6 años que acababa de morderse la lengua y no paraba de llorar. Como si fuera poco, cuando volvimos caminando con las chicas a la casa, Ingrid no paraba de quejarse de cómo se había quemado la lengua con el mate. Era como si la palabra me perseguía a todos lados.
Después de comer nos fuimos a cambiar y nos preparamos para una nueva previa con los chicos de la facultad a pesar de las nuevas protestas de Lorena de querer pasar más tiempo con su novio. Paula y Clari organizaron la juntada y cerca de las 11 de la noche los chicos ya estaban en nuestro living poniendo música y armando tragos. Ingrid no paraba de hablar con Javier y Clarisa y Lorenzo parecían inseparables, pero todavía no habían concretado ni siquiera con un beso. Diego y yo nos besábamos y bailábamos en frente de todos sin ningún problema ya que nuestra relación era de público conocimiento.
- ¿Esta noche volvemos a dormir acá?- Me preguntó él mientras me preparaba un vaso de fernet.
- Obvio.- Le contesté yo dándole un beso en el cachete y acercándome a su cuerpo.- Y podemos pasarla tan bien como anoche. Me gustaría que pases tu lengua por todo mi cuerpo.- Le dije y él me miró sorprendido por mi comentario.
En el boliche no paramos de calentarnos. Bailábamos muy apretados, nos besábamos con ganas y nos decíamos cosas con la idea de volver loco al otro. Diego me abrazó bien fuerte y bajó sus manos hasta mi cola mientras que yo le besaba el cuello pasándole la lengua sin ningún disimulo. Al lado nuestro Martín intentaba levantarse a Natalia con resultados bastante negativos y un poco más allá Javier e Ingrid bailaban de manera bastante alocada. Hacía ya varias horas que estábamos ahí y la única que se había despegado del grupo había sido Lorena que se fue a buscar a su novio, el resto nos quedamos ahí divirtiéndonos todos juntos y cuando se hicieron las 6 de la mañana, volvimos todos a la casa para seguir tomando y charlando.
Al poco tiempo Javier y Martín decidieron volverse a dormir a su casa y Natalia e Ingrid subieron a sus respectivas habitaciones. Después Paula se fue a dormir dejándonos a Diego y a mí junto a Lorenzo y Clarisa solos. Fue en ese momento cuando con Diego subimos hasta el segundo piso y nos sentamos en los sillones para poder volver a los besos y al toqueteo. “¿Vos decís que ya se están besando?” me preguntó refiriéndose a la otra pareja que había quedado en la planta baja y yo le respondí que si dependía de él, seguramente no. Diego se rió.
- ¡Ah! Me acordé de algo.- Dijo el de golpe.
- ¿Qué cosa?- Le pregunté yo.
- Vos me dijiste antes que querías que pase mi lengua por todo tu cuerpo.- Me respondió él refiriéndose a mi comentario de hacía unas horas.- ¿O no?
- Obvio.- Le contesté yo.- Y quiero que lo hagas.
- Me encanta cuando me provocás así.- Me dijo él y volvió a besarme.
Enseguida nos pusimos mimosos y nos empezamos a tocar con la idea de calentarnos mutuamente. Diego usaba mucho sus manos para encender mi cuerpo y tenía una efectividad muy grande, al igual que mis besos sobre el suyo, que recorrían toda su piel. La ropa empezó a ser un inconveniente en nuestros recorridos por lo que nos la empezamos a sacar y cuando estuvimos casi completamente desnudos nos trasladamos a un sillón sin respaldar donde él me acostó boca arriba y se colocó encima de mí.
Entonces su lengua empezó a hacer todo el trabajo. Primero bajó hasta mis pezones y los lamió bien despacio, acariciándolos con suavidad y rozando mis tetas con sus manos y sus labios. Después se trasladó hasta mis brazos y entre besos y caricias fue bajando hasta mis manos para luego chupar mis dedos, algo que me causó un cosquilleo hermoso. Entonces pasó directamente a mi cintura y pude sentir como su lengua volvía a ser la protagonista de todo, dejando un ligero rastro húmedo por cada lugar de mi cuerpo que recorría. Suavemente abrí mis piernas y él continuó bajando mi cabeza y fue en ese momento donde la magia volvió a suceder.
Diego metió una vez más su lengua adentro de mi conchita y el placer fue casi instantáneo. Lo hacía bien despacio, muy lento pero con muchísima intensidad y fuerza como solo él sabía hacerlo. Me revolvía todo el cuerpo en un torbellino de emociones que iba subiendo hasta mi cabeza y dibujaba una sonrisa en mi rostro. Sentía como la punta de su lengua dibujaba círculos sobre mi clítoris y eso me ponía como loca. Sin dudas era una sensación increíblemente hermosa, algo que disfrutaba a pleno y me encendía por completo. Diego me ponía muy caliente.
Me levanté de golpe después de varios minutos y él hizo lo mismo y lo besé. Entonces se paró, se sacó el bóxer y se acostó nuevamente sobre mí, penetrándome con bastante violencia. Largué un grito ahogado y él luego me besó para después empezarse a mover. Al principio era intenso, profundo y algo delicado, cada movimiento que daba impactaba sobre mi cuerpo y hacía que yo abriera aun más la boca. Pero enseguida fue aumentando la velocidad y eso me empezó a guastar aun más y de mi boca comenzaron a salir gemidos silenciosos pero que reflejaban el hermoso placer que sentía en ese momento.
La mirada de Diego se clavaba en mis ojos y sus labios seguían besándome el cuello y la nuca mientras que su pija me volvía loca ahí abajo. Mis manos se unían sobre su espalda y mis dedos apretaban su cuerpo. Él se movía cada vez más rápido y el sillón comenzaba a deslizarse hacia adelante y hacia atrás. Mi boca se abría cada vez más y más y de ella salían gritos agudos de placer que ya no intentaba disimular para nada.
Minutos más tarde, Diego me pidió que me diera vuelta y yo lo hice poniendo en cuatro sobre el sillón. Él se arrodilló detrás de mí y tuve la hermosa sensación de sentir como su pija volvía a penetrarme bien a fondo. Sus manos se colocaron en mi cintura y me empezó a coger bien fuerte, haciendo que su cadera chocara contra mi cola. Yo me sujetaba clavando mis dedos contra el borde del sillón y mordiéndome los labios para no gritar de lo mucho que me gustaba eso. Él se fue inclinando despacito hacia adelante y luego de besar mi espalda y mi nuca se acercó a mi oído y me dijo:
- ¿Te gustó como te pasé la lengua por todo el cuerpo?
- Sí. Me encantó.- Le respondí yo conteniendo los gemidos.
- Pero me quedó un lugarcito por donde pasártela.- Insistió él.- ¿Puedo pasártela por ahí?- Me dijo llevando una de sus manos desde mi cintura hasta mi cola y metiendo un dedito entre mis cachetes.
- Sí. Obvio que podés.- Le dije yo ya sin poder contener mucho mis gemidos.
Entonces Diego se alejó de mí y abriendo mis cachetes con sus manos metió su boca en mi conchita una vez más. Pero ahora lo hacía mucho más rápido, ya habíamos pasado ese momento donde las cosas se hacían despacio y ahora la movía rápidamente de lado a lado por encima de mi conchita. Sin embargo no tardó en llevar su boca a mi colita y cuando lo hizo un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y nuevamente se me dibujó una sonrisa en el rostro.
“¡Ay sí!” dije sin poder contenerme al sentir como su lengua dibujaba hermosos circulitos en mi culito. Sus manos se aferraban fuertemente a mi cola y su boca me humedecía mucho más de lo que ya estaba. Era una sensación divina que hacía mucho tiempo que no sentía y me volvía loca de placer tenerlo ahí, con su lengua haciéndome ver las estrellas y excitándome aún más de lo que ya estaba. Entonces uno de sus dedos comenzó a subir y luego de entrar unos segundos en mí conchita llegó hasta mi culo y pude sentir como me iba penetrando. Exhalé un suspiro que reflejaba puro placer y Diego me empezó a coger la cola con ese dedo, metiéndolo y sacándolo de mi cuerpo bien despacio, mientras que su lengua seguía dibujando círculos encima de él.
No me pude contener, fue tan grande el placer que me provocó lo que estaba haciendo, que de golpe salté del sillón y me tiré encima de él. Diego se terminó de recostar mientras yo me sentaba sobre sus muslos y clavaba su pija en mi conchita. Apoyando mis manos en su cuerpo empecé a cabalgarlo. Ya no me importaba nada, ni el ruido que hacía el sillón, ni contener mis gemidos para que las chicas que dormían abajo no escucharan. Me había excitado tanto que solo quería cogérmelo hasta poder llegar al orgasmo, el cual no tardó en llegar.
Pegando un grito hermoso de placer, acabé gracias a su pija a los pocos minutos y a pesar de eso, me seguí moviendo como loca sobre su cuerpo. Diego me miraba algo sorprendido, pero también algo satisfecho por el trabajo que acababa de hacer, después de todo me había encendido de una manera increíble. Entonces le pregunté como quería acabar y él me dijo que quería llenarme la boquita de leche. Al instante me levanté de encima suyo para arrodillarme en el piso y él se paró en frente mío y comenzó a pajearse bien rápido para terminar llenándome la boca de su semen espeso y calentito. Yo, como una nena obediente y como sabía que a él le gustaba eso, me la tragué toda y después le mostré la lengua limpia.
Acto seguido nos trasladamos a la pieza y nos acostamos en la cama para intentar dormir un rato a pesar de que el sol ya se hacía notar en la ventana. “Me encantó lo que me hiciste con la lengua” le dije y después le di un beso. Él me agradeció el cumplido y me dijo que se moría por volver a chupar mi cola y entonces hizo un comentario sobre el sexo por atrás el cual evité con una simple sonrisa. Abrazados y satisfechos, nos fuimos quedando dormidos.
CAPITULO 1
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