Con Un Semental De Verdad 1
Con El Sello De Placer y Morbo…
Don Pablo El Albañil; Marco Mi Vida Para Siempre 1
Hola me llamo Samanta y tengo 28 años, mido 1.68 de estatura, tengo un muy formado trasero el cual ha hecho suspirar a muchos chicos en mis tiempos de gloria, y mis bubis si bien no son muy grandes son redondas paradas y terminan muy estéticamente en punta alineadas con mis pezones; mis medias son 90-61-98. Tengo mi piel morena y pelo negro largo, soy muy delgada, tal es así que, muchas veces debo comprar ropa de adolecente para poder encontrar tallas que me queden. Estoy felizmente casada con Gabriel mi esposo de 40 años y juntos tenemos 2 niñas hermosas. Mariana, y Andreina. Ya hace algún tiempo que quiero desahogar una historia que comienza hace seis años atrás, cuando mi esposo y yo, fracasamos en nuestro primer intento como empresarios. En esos días, habíamos abierto un pequeño expendio de agua potable, pero la suerte no nos favoreció y tuvimos que cerrarlo. Mi pareja al igual que yo, nos encontrábamos muy mal anímicamente debido a la precaria situación económica que vivíamos, el salió a buscar trabajo y logro ubicarse en un puesto de vendedor de automóviles usados, su sueldo era muy bajo, pero al menos podíamos pagar la renta y comer. Rentamos un pequeño apartamento de dos habitaciones en un edificio más o menos en buen estado, aunque se debían realizar algunos mantenimientos en la pequeña cocina que estaba a medio terminar. Como pude, acomode los utensilillos de cocina en cajas y nos adaptamos al estrecho espacio ese primer mes, con la promesa de mi esposo que al siguiente mes contrataría un albañil para añadir unas repisas o estantes y de esta forma hacer la cocina más útil para una familia de cuatro personas. El edificio si bien no era feo, estaba ubicado en una zona muy popular, donde la mayoría de las casas estaban a medio construir, todo el tiempo pasaban albañiles y camiones con materiales de construcción. Una tarde, fui hasta la tienda donde compraba artículos comestibles para cocinar, pero ese día iba específicamente por un contenedor de agua; normalmente el hijo de la dueña de la tienda, me ayudaba llevándolo hasta mi casa por algo de dinero. Esa tarde por mala suerte, su hijo había salido por un mandado que le encomendara su madre, por lo cual espere unos minutos hasta que regresara, al ver que el chico no aparecía de regreso, me comencé a desesperar, ya que había dejado a mis hijas pequeñas solas en el apartamento y además ya se comenzaba hacer tarde y debía cocinar, para lo cual necesitaba el agua. Doña Carmen la dueña de la tienda vio mi ansiedad y trato de tranquilizarme...
--No se preocupe, mi hijo no debe de tardar.
--Está bien Doña Carmen, puedo esperar, solo me preocupa mis niñas que las he dejado solas en el apartamento, y veo que comienza a anochecer y necesito empezar a cocinar la cena, mi esposo pronto regresara y el pobre no ha comido en todo el día.
--Hija… -me dijo Doña Carmen cariñosamente.
--Ve al apartamento a ver que estén bien tus hijas y yo, me encargo de encontrar a alguien para que te ayude con el contenedor de agua.
--Muchas gracias Doña Carmen. -Respondí con una sonrisa aliviada. --Regreso en 15 minutos, solo veo que estén bien mis niñas. -Dije y me aleje rápidamente.
Llegue rápidamente al apartamento, bese a mis hijas, me asegure que estuvieran bien, estaban jugando con muñecas sobre la cama matrimonial en nuestra habitación. Ahora estando más tranquila, salí hacia el hall, volví a asegurar la puerta de entrada y baje las escaleras, ya que nuestro apartamento estaba en el primer piso, y me dirigí a la tienda que estaba prácticamente pegada en la misma cuadra pero, unos 20 metros a la vuelta de la esquina. Cuando voy acercándome a la tienda, veo a un señor hablando con Doña Carmen y estaba tomando el contenedor de agua que, había quedado en la puerta de entrada a la tienda. Me acerco y saludo nuevamente a Doña Carmen…
--Ya estoy de vuelta. -Dije sonriendo a la señora y al extraño señor.
Era un hombre mayor, como de 42 años, se veía desalineado y un poco sucio como trabajador de la construcción, si bien no se veía bien, su cuerpo se veía muy fuerte, huesos grandes, como de 1,88 de estatura, brazos trabajados y musculosos, parecía albañil, su pelo era canoso y despeinado, se veía serio e intimidante como típico machista, autoritario, ojos verde mar muy duros. Traía vestida una camisa medio rota y por fuera de su pantalón, a la camisa que en algún tiempo pudo haber sido blanca, le faltaban los últimos 2 o 3 botones, lo que permitía se asomara un pecho velludo, increíble tenia el pecho plano y se veía duro a la visita, de hombros grandes y espalda ancha. De más esta decir que, me encontraba parada a más de metro y medio de distancia y su persona no olía nada bien, mezcla de poco baño y sudor de trabajador de la construcción.
--Hola Samanta. -Dijo Doña Carmen.
--Te presento a Don Lucas, es un albañil, esta terminando la casa de mi nuera la esposa de mi hijo el mayor. -Refiriéndose en un tono de voz más alto, para que escuchara una muchacha que se veía a lo lejos tendiendo ropa en una soga a secar al sol. La mujer se veía joven con un cuerpo bastante esbelto, su vientre dejaba ver un embarazo de varios meses, ella se voltio unos segundos para vernos, pero su rostro mostro una timidez inusual, y siguió en su tarea, Doña Carmen intento justificarla.
--Hay mi querida Marcela... -Dijo la señora refiriéndose a su nuera.
--Desde que quedó embarazada, se ha vuelto muy introvertida y temerosa. -Por primera vez la voz gruesa y pastosa de Don Lucas se dejó escuchar.
--Hay mujeres que no toman bien el embarazo, creo que es una cuestión de madures... -Dijo Don Lucas mirándome y haciendo un movimiento con su cabeza en modo de saludo y concluyo. --Buenas tardes señora Samanta un gusto conocerla. -Y extendió su gigantesca mano para terminar de presentarse y esperando que yo extendiera la mía.
--Buenas tardes Don Lucas el gusto es mío. -Dije lo más simpática que pude, tratando de disimular mi repulsión a ese hombre poco aseado y extendí mi mano estrechando apenas la de él.
El tomo mi mano y cerro repentinamente sus dedos como si fueran tenazas, dejándome atrapada por unos segundos. Mi cara reflejo susto, que Doña Carmen intento interpretar mirándome extrañada sin saber lo que ocurría, hasta que Don Lucas decidió abrir sus tenazas y liberar mi pequeña mano. Doña Carmen al darse cuenta dijo.
--Ayy Don Lucas no me asuste a Samanta, ¡¡no sea tosco!! Estos hombres piensan que nosotras las mujeres somos fuertes como ellos. -Dijo Doña Carmen intentando justificarlo mientras sonreía.
--Disculpe Señora, no fue mi intención asustarla. -Dijo Don Lucas mirando por un momento fijamente mis pechos que asomaban por el escote de mi blusa de verano.
--Está bien Don Lucas no se preocupe, es que me tomo de sorpresa y usted tiene manos muy fuertes. -Dije con voz nerviosa.
--Hija le he pedido a Don Lucas como favor, te ayude llevando el agua hasta tu apartamento. -Dijo Doña Carmen muy animada
--Ohhh Muchas gracias Don Lucas, es usted muy amable. -Conteste casi sin mirar al hombre, ya que me incomodaba un poco su mirada.
--No hay problema, ¿es por aquí? -Pregunto el hombre levantando del suelo el botellón de agua, y ya había comenzado a caminar hacia mi apartamento. Me despedí rápidamente de Doña Carmen e intente alcanzar al hombre lo más rápido que pude.
--Es en el edificio de mitad de cuadra, en el primer piso, el apartamento número 5. -Respondí intentando no perder el paso rápido y siguiéndole detrás.
--Es un buen edificio, creo que el mejor de la zona, pero las cocinas están sin terminar aún. -Respondió cuando ya subía las escaleras rápidamente y llegaba a mi puerta con el número 5 pintado al frente. Apoyo el contenedor en el piso y espero a que yo abriera la puerta de entrada al apartamento.
--Está bien Don Lucas, yo puedo meter el botellón ya ha sido de mucha ayuda de su parte traerlo hasta aquí. -Respondí mientras abría la puerta y claramente me interponía en su camino para que no entrara.
Don Lucas capto el mensaje y parecía ya dispuesto a irse, cuando sin saberlo yo cometería el primer error más grande de mi vida y el cual me marcaria para siempre.
--Muchas gracias Don Lucas ¿cuanto le debo? -Le pregunte.
--Deme lo que usted quiera Samanta, pero dinero suficiente para comprar una refresco y un pan estaría bien. -Tome mi cartera y comencé a buscar, mientras cometía la más grande estupidez tratando de ser amable y diciendo.
--Fíjese que si Don Lucas el edificio está muy bien, pero es verdad, a la cocina aún le faltan muchas terminaciones, mi esposo quiere comenzar a terminarla el siguiente mes y conseguirá un albañil.
Como maquinaria pesada y sin pedir permiso, Don Lucas dio un paso hacia mí, me tomo con sus manos por la cintura, casi aplastándome con su cuerpo contra el marco de la puerta, donde sentí todo su sucio cuerpo, presionar al mío y entro al apartamento diciendo.
--Permítame ver que necesita su cocina, quizás su servidor pueda ayudarla, tengo mucha experiencia en albañilería. -Mientras giraba entrando del comedor a la cocina.
Me puse muy nerviosa, el primer pensamiento que apareció en mi mente fue, ¡¡mis hijas!! Sin ni siquiera mirar al hombre en la cocina, rápidamente corrí a la habitación y vi a mis niñas jugar despreocupadamente en la cama, lo cual me tranquilizo un poco, cerré la puerta de la habitación, como de algún modo inconsciente, intentando proteger a mis hijas del intruso. Camine hacia la cocina y estaba Don Lucas con una cinta métrica midiendo alturas desde el piso, y sobre la mesada a un lado de la batea donde se lava la vajilla. Don Lucas sintió mis pasos y giro diciendo.
--Samanta lo primero que necesita esta cocina son unos buenos estantes, ya que tiene toda su vajilla en cajas apoyadas aquí en el suelo.
--Si lo se, Don Lucas creo que es lo primero que se debe hacer aquí. -Viendo al hombre inmerso en sus mediciones, me relaje y erróneamente me dije a mi misma, ¡¡No seas tonta Samanta todo está muy bien!! Don Lucas seguía midiendo, yo me encontraba parada observando como a metro de distancia, cuando Don Lucas pregunto.
--¡¡Samanta!! ¿Que estatura tiene su esposo?
--¿Por qué me pregunta eso Don Lucas? -Respondí con otra pregunta con cara de sorprendida.
--Bueno quiero hacer un presupuesto del trabajo para proponérselo a su esposo, pero necesito saber a qué altura colocare los estantes. -Al darme cuenta de la dirección y el sentido que tomaba la pregunta de Don Lucas solté una carcajada con tono de ingenuidad.
--Don Lucas, debe tomar las medidas en base a mi altura, ya que mi esposo jamás utiliza la cocina, él no sabe cocinar ni un huevo. -Dije mientras me seguía riendo ya un poco más despacio.
--Ok, venga parece aquí, que quiero ver la altura. -Sin tiempo a reaccionar, me tomo de la muñeca casi arrastrándome y colocándome de espaldas a él y mirando hacia la pared donde supuestamente media para colocar los estantes.
El miedo y la sorpresa no me permitieron reaccionar, cuando me quede mirando hacia la pared.
--Samanta, estira los brazos hacia arriba como si colocaras algo en el estante. -Dijo Don Lucas, inmediatamente obedecí y con los brazos estirados trate de estar inmóvil, mientras Don Lucas seguía midiendo por un lado de mí.
Al sentir que todo estaba normal, respire profundo, sintiéndome tonta por ser tan miedosa y, me relaje nuevamente. Don Lucas seguía midiendo y mis brazos se cansaban de estar estirados hacia arriba.
--Don Lucas ¿puedo bajar los brazos? -pregunte tontamente con voz risueña.
Don Lucas se acercó por detrás, apoyo todo su cuerpo en el mío, y tomándome de las muñecas las sostuvo con sus manos hacia arriba, inclino su cabeza hasta colocar su boca a la altura de mi oído izquierdo y susurro.
--Tu no bajas nada, hasta que yo te lo diga, ¿Entendido? ¿Entendido? ¿Entendido? -Pregunto tres veces.
Para ese momento yo no daba crédito de lo que estaba ocurriendo, estaba aterrada, un extraño en mi casa, hablándome de esa manera y apoyándome todo su cuerpo por detrás. Yo no sabía qué hacer, sentía que mis lágrimas comenzarían a correr por mis mejillas en cualquier momento, mientras sentía la piel velludo pecho del hombre rozar la piel de mi espalda que quedaba medio descubierta por la blusa corta que traía vestida y al estirar los brazos hacia arriba esta se levantaba aún más. El olor del hombre comenzaba a ser más intenso, como si su temperatura corporal aumentara, al mismo tiempo comencé a sentir entre mis nalgas, un bulto duro que comenzaba a crecer, estaba desesperada, rogaba que mis hijas no salieran de la habitación, cuando de repente se escucha el rechinido de la puerta de entrada la cual no había cerrado cuando entramos y una voz familiar me regreso a la vida.
--Hola mi amor, ya llegue. -Era la voz de mi esposo, ya estaba de regreso en casa. Don Lucas bajo mis brazos y se dirigió al encuentro de mi esposo. Mi esposo al ver al hombre detuvo el caminar y lo miro serio.
--Buenas noches señor, soy Don Lucas, mucho gusto, soy el albañil de Doña Carmen, y he venido a pasarle el costo de cuanto le saldría construir estantes en la cocina de su esposa. -Dijo Don Lucas con una voz irreconociblemente agradable mientras estiraba la mano para saludar a mi esposo. Mi esposo estrecho su mano y lo saludo con una sonrisa descolocada.
--Mucho gusto Don Lucas, soy Gabriel. -Dijo mi esposo mientras me miraba tratando de entender lo que sucedía.
En ese momento caí en la cuenta que conociendo lo incontrolable que podía ser mi esposo, si le decía lo que estaba ocurriendo, podía ocurrir una catástrofe, por lo cual intente disimular con todas mis fuerzas.
--Don Lucas estaba midiendo los estantes que necesitamos en la cocina, aunque sé que aún no podremos hacerlos hasta el siguiente mes. -Pero Don Lucas me interrumpió.
--Ya le he dicho a usted y a Doña Carmen que no se preocupen por el dinero ahora, cuando lo tengan me lo pagan, de a poco si quieren.
--Lo que sucede Don Lucas es que también debemos comprar los materiales. -Dije tratando de buscar las escusas más convincentes, pero Don Lucas volvió a interrumpir.
--Por eso no hay problemas, los materiales no se preocupe, hace unos días he terminado una gran obra, y me han sobrado suficientes materiales, para construir las cocinas de cada uno de los apartamentos de este edificio, así que Señora Samanta, ya no tiene excusa para no cocinarle a su esposo. -Dijo Don Lucas mientras guiñaba un ojo a mi esposo. Mi esposo sonrió y el hombre tomo del hombro a mi esposo diciendo. --Venga Gabriel, creo que ya tengo un número justo para que usted pueda decidir si quiere que realice el trabajo. -Y juntos salieron al hall, donde se escuchaba a Don Lucas describiéndole a mi esposo, el trabajo de estantes que se debía realizar en nuestra cocina. Hablaron unos 30 minutos, se escucharon risas y mi esposo entro muy animado.
--Este hombre es maravilloso, que suerte de encontrar albañiles tan trabajadores y atentos, he acordado que empiece mañana mismo. -Dijo mi esposo mientras me daba un dulce beso en mis labios y se dirigía a saludar a mis hijas. Yo apenas pude sonreír...
Continuará…
Con El Sello De Placer y Morbo…
Don Pablo El Albañil; Marco Mi Vida Para Siempre 1
Hola me llamo Samanta y tengo 28 años, mido 1.68 de estatura, tengo un muy formado trasero el cual ha hecho suspirar a muchos chicos en mis tiempos de gloria, y mis bubis si bien no son muy grandes son redondas paradas y terminan muy estéticamente en punta alineadas con mis pezones; mis medias son 90-61-98. Tengo mi piel morena y pelo negro largo, soy muy delgada, tal es así que, muchas veces debo comprar ropa de adolecente para poder encontrar tallas que me queden. Estoy felizmente casada con Gabriel mi esposo de 40 años y juntos tenemos 2 niñas hermosas. Mariana, y Andreina. Ya hace algún tiempo que quiero desahogar una historia que comienza hace seis años atrás, cuando mi esposo y yo, fracasamos en nuestro primer intento como empresarios. En esos días, habíamos abierto un pequeño expendio de agua potable, pero la suerte no nos favoreció y tuvimos que cerrarlo. Mi pareja al igual que yo, nos encontrábamos muy mal anímicamente debido a la precaria situación económica que vivíamos, el salió a buscar trabajo y logro ubicarse en un puesto de vendedor de automóviles usados, su sueldo era muy bajo, pero al menos podíamos pagar la renta y comer. Rentamos un pequeño apartamento de dos habitaciones en un edificio más o menos en buen estado, aunque se debían realizar algunos mantenimientos en la pequeña cocina que estaba a medio terminar. Como pude, acomode los utensilillos de cocina en cajas y nos adaptamos al estrecho espacio ese primer mes, con la promesa de mi esposo que al siguiente mes contrataría un albañil para añadir unas repisas o estantes y de esta forma hacer la cocina más útil para una familia de cuatro personas. El edificio si bien no era feo, estaba ubicado en una zona muy popular, donde la mayoría de las casas estaban a medio construir, todo el tiempo pasaban albañiles y camiones con materiales de construcción. Una tarde, fui hasta la tienda donde compraba artículos comestibles para cocinar, pero ese día iba específicamente por un contenedor de agua; normalmente el hijo de la dueña de la tienda, me ayudaba llevándolo hasta mi casa por algo de dinero. Esa tarde por mala suerte, su hijo había salido por un mandado que le encomendara su madre, por lo cual espere unos minutos hasta que regresara, al ver que el chico no aparecía de regreso, me comencé a desesperar, ya que había dejado a mis hijas pequeñas solas en el apartamento y además ya se comenzaba hacer tarde y debía cocinar, para lo cual necesitaba el agua. Doña Carmen la dueña de la tienda vio mi ansiedad y trato de tranquilizarme...
--No se preocupe, mi hijo no debe de tardar.
--Está bien Doña Carmen, puedo esperar, solo me preocupa mis niñas que las he dejado solas en el apartamento, y veo que comienza a anochecer y necesito empezar a cocinar la cena, mi esposo pronto regresara y el pobre no ha comido en todo el día.
--Hija… -me dijo Doña Carmen cariñosamente.
--Ve al apartamento a ver que estén bien tus hijas y yo, me encargo de encontrar a alguien para que te ayude con el contenedor de agua.
--Muchas gracias Doña Carmen. -Respondí con una sonrisa aliviada. --Regreso en 15 minutos, solo veo que estén bien mis niñas. -Dije y me aleje rápidamente.
Llegue rápidamente al apartamento, bese a mis hijas, me asegure que estuvieran bien, estaban jugando con muñecas sobre la cama matrimonial en nuestra habitación. Ahora estando más tranquila, salí hacia el hall, volví a asegurar la puerta de entrada y baje las escaleras, ya que nuestro apartamento estaba en el primer piso, y me dirigí a la tienda que estaba prácticamente pegada en la misma cuadra pero, unos 20 metros a la vuelta de la esquina. Cuando voy acercándome a la tienda, veo a un señor hablando con Doña Carmen y estaba tomando el contenedor de agua que, había quedado en la puerta de entrada a la tienda. Me acerco y saludo nuevamente a Doña Carmen…
--Ya estoy de vuelta. -Dije sonriendo a la señora y al extraño señor.
Era un hombre mayor, como de 42 años, se veía desalineado y un poco sucio como trabajador de la construcción, si bien no se veía bien, su cuerpo se veía muy fuerte, huesos grandes, como de 1,88 de estatura, brazos trabajados y musculosos, parecía albañil, su pelo era canoso y despeinado, se veía serio e intimidante como típico machista, autoritario, ojos verde mar muy duros. Traía vestida una camisa medio rota y por fuera de su pantalón, a la camisa que en algún tiempo pudo haber sido blanca, le faltaban los últimos 2 o 3 botones, lo que permitía se asomara un pecho velludo, increíble tenia el pecho plano y se veía duro a la visita, de hombros grandes y espalda ancha. De más esta decir que, me encontraba parada a más de metro y medio de distancia y su persona no olía nada bien, mezcla de poco baño y sudor de trabajador de la construcción.
--Hola Samanta. -Dijo Doña Carmen.
--Te presento a Don Lucas, es un albañil, esta terminando la casa de mi nuera la esposa de mi hijo el mayor. -Refiriéndose en un tono de voz más alto, para que escuchara una muchacha que se veía a lo lejos tendiendo ropa en una soga a secar al sol. La mujer se veía joven con un cuerpo bastante esbelto, su vientre dejaba ver un embarazo de varios meses, ella se voltio unos segundos para vernos, pero su rostro mostro una timidez inusual, y siguió en su tarea, Doña Carmen intento justificarla.
--Hay mi querida Marcela... -Dijo la señora refiriéndose a su nuera.
--Desde que quedó embarazada, se ha vuelto muy introvertida y temerosa. -Por primera vez la voz gruesa y pastosa de Don Lucas se dejó escuchar.
--Hay mujeres que no toman bien el embarazo, creo que es una cuestión de madures... -Dijo Don Lucas mirándome y haciendo un movimiento con su cabeza en modo de saludo y concluyo. --Buenas tardes señora Samanta un gusto conocerla. -Y extendió su gigantesca mano para terminar de presentarse y esperando que yo extendiera la mía.
--Buenas tardes Don Lucas el gusto es mío. -Dije lo más simpática que pude, tratando de disimular mi repulsión a ese hombre poco aseado y extendí mi mano estrechando apenas la de él.
El tomo mi mano y cerro repentinamente sus dedos como si fueran tenazas, dejándome atrapada por unos segundos. Mi cara reflejo susto, que Doña Carmen intento interpretar mirándome extrañada sin saber lo que ocurría, hasta que Don Lucas decidió abrir sus tenazas y liberar mi pequeña mano. Doña Carmen al darse cuenta dijo.
--Ayy Don Lucas no me asuste a Samanta, ¡¡no sea tosco!! Estos hombres piensan que nosotras las mujeres somos fuertes como ellos. -Dijo Doña Carmen intentando justificarlo mientras sonreía.
--Disculpe Señora, no fue mi intención asustarla. -Dijo Don Lucas mirando por un momento fijamente mis pechos que asomaban por el escote de mi blusa de verano.
--Está bien Don Lucas no se preocupe, es que me tomo de sorpresa y usted tiene manos muy fuertes. -Dije con voz nerviosa.
--Hija le he pedido a Don Lucas como favor, te ayude llevando el agua hasta tu apartamento. -Dijo Doña Carmen muy animada
--Ohhh Muchas gracias Don Lucas, es usted muy amable. -Conteste casi sin mirar al hombre, ya que me incomodaba un poco su mirada.
--No hay problema, ¿es por aquí? -Pregunto el hombre levantando del suelo el botellón de agua, y ya había comenzado a caminar hacia mi apartamento. Me despedí rápidamente de Doña Carmen e intente alcanzar al hombre lo más rápido que pude.
--Es en el edificio de mitad de cuadra, en el primer piso, el apartamento número 5. -Respondí intentando no perder el paso rápido y siguiéndole detrás.
--Es un buen edificio, creo que el mejor de la zona, pero las cocinas están sin terminar aún. -Respondió cuando ya subía las escaleras rápidamente y llegaba a mi puerta con el número 5 pintado al frente. Apoyo el contenedor en el piso y espero a que yo abriera la puerta de entrada al apartamento.
--Está bien Don Lucas, yo puedo meter el botellón ya ha sido de mucha ayuda de su parte traerlo hasta aquí. -Respondí mientras abría la puerta y claramente me interponía en su camino para que no entrara.
Don Lucas capto el mensaje y parecía ya dispuesto a irse, cuando sin saberlo yo cometería el primer error más grande de mi vida y el cual me marcaria para siempre.
--Muchas gracias Don Lucas ¿cuanto le debo? -Le pregunte.
--Deme lo que usted quiera Samanta, pero dinero suficiente para comprar una refresco y un pan estaría bien. -Tome mi cartera y comencé a buscar, mientras cometía la más grande estupidez tratando de ser amable y diciendo.
--Fíjese que si Don Lucas el edificio está muy bien, pero es verdad, a la cocina aún le faltan muchas terminaciones, mi esposo quiere comenzar a terminarla el siguiente mes y conseguirá un albañil.
Como maquinaria pesada y sin pedir permiso, Don Lucas dio un paso hacia mí, me tomo con sus manos por la cintura, casi aplastándome con su cuerpo contra el marco de la puerta, donde sentí todo su sucio cuerpo, presionar al mío y entro al apartamento diciendo.
--Permítame ver que necesita su cocina, quizás su servidor pueda ayudarla, tengo mucha experiencia en albañilería. -Mientras giraba entrando del comedor a la cocina.
Me puse muy nerviosa, el primer pensamiento que apareció en mi mente fue, ¡¡mis hijas!! Sin ni siquiera mirar al hombre en la cocina, rápidamente corrí a la habitación y vi a mis niñas jugar despreocupadamente en la cama, lo cual me tranquilizo un poco, cerré la puerta de la habitación, como de algún modo inconsciente, intentando proteger a mis hijas del intruso. Camine hacia la cocina y estaba Don Lucas con una cinta métrica midiendo alturas desde el piso, y sobre la mesada a un lado de la batea donde se lava la vajilla. Don Lucas sintió mis pasos y giro diciendo.
--Samanta lo primero que necesita esta cocina son unos buenos estantes, ya que tiene toda su vajilla en cajas apoyadas aquí en el suelo.
--Si lo se, Don Lucas creo que es lo primero que se debe hacer aquí. -Viendo al hombre inmerso en sus mediciones, me relaje y erróneamente me dije a mi misma, ¡¡No seas tonta Samanta todo está muy bien!! Don Lucas seguía midiendo, yo me encontraba parada observando como a metro de distancia, cuando Don Lucas pregunto.
--¡¡Samanta!! ¿Que estatura tiene su esposo?
--¿Por qué me pregunta eso Don Lucas? -Respondí con otra pregunta con cara de sorprendida.
--Bueno quiero hacer un presupuesto del trabajo para proponérselo a su esposo, pero necesito saber a qué altura colocare los estantes. -Al darme cuenta de la dirección y el sentido que tomaba la pregunta de Don Lucas solté una carcajada con tono de ingenuidad.
--Don Lucas, debe tomar las medidas en base a mi altura, ya que mi esposo jamás utiliza la cocina, él no sabe cocinar ni un huevo. -Dije mientras me seguía riendo ya un poco más despacio.
--Ok, venga parece aquí, que quiero ver la altura. -Sin tiempo a reaccionar, me tomo de la muñeca casi arrastrándome y colocándome de espaldas a él y mirando hacia la pared donde supuestamente media para colocar los estantes.
El miedo y la sorpresa no me permitieron reaccionar, cuando me quede mirando hacia la pared.
--Samanta, estira los brazos hacia arriba como si colocaras algo en el estante. -Dijo Don Lucas, inmediatamente obedecí y con los brazos estirados trate de estar inmóvil, mientras Don Lucas seguía midiendo por un lado de mí.
Al sentir que todo estaba normal, respire profundo, sintiéndome tonta por ser tan miedosa y, me relaje nuevamente. Don Lucas seguía midiendo y mis brazos se cansaban de estar estirados hacia arriba.
--Don Lucas ¿puedo bajar los brazos? -pregunte tontamente con voz risueña.
Don Lucas se acercó por detrás, apoyo todo su cuerpo en el mío, y tomándome de las muñecas las sostuvo con sus manos hacia arriba, inclino su cabeza hasta colocar su boca a la altura de mi oído izquierdo y susurro.
--Tu no bajas nada, hasta que yo te lo diga, ¿Entendido? ¿Entendido? ¿Entendido? -Pregunto tres veces.
Para ese momento yo no daba crédito de lo que estaba ocurriendo, estaba aterrada, un extraño en mi casa, hablándome de esa manera y apoyándome todo su cuerpo por detrás. Yo no sabía qué hacer, sentía que mis lágrimas comenzarían a correr por mis mejillas en cualquier momento, mientras sentía la piel velludo pecho del hombre rozar la piel de mi espalda que quedaba medio descubierta por la blusa corta que traía vestida y al estirar los brazos hacia arriba esta se levantaba aún más. El olor del hombre comenzaba a ser más intenso, como si su temperatura corporal aumentara, al mismo tiempo comencé a sentir entre mis nalgas, un bulto duro que comenzaba a crecer, estaba desesperada, rogaba que mis hijas no salieran de la habitación, cuando de repente se escucha el rechinido de la puerta de entrada la cual no había cerrado cuando entramos y una voz familiar me regreso a la vida.
--Hola mi amor, ya llegue. -Era la voz de mi esposo, ya estaba de regreso en casa. Don Lucas bajo mis brazos y se dirigió al encuentro de mi esposo. Mi esposo al ver al hombre detuvo el caminar y lo miro serio.
--Buenas noches señor, soy Don Lucas, mucho gusto, soy el albañil de Doña Carmen, y he venido a pasarle el costo de cuanto le saldría construir estantes en la cocina de su esposa. -Dijo Don Lucas con una voz irreconociblemente agradable mientras estiraba la mano para saludar a mi esposo. Mi esposo estrecho su mano y lo saludo con una sonrisa descolocada.
--Mucho gusto Don Lucas, soy Gabriel. -Dijo mi esposo mientras me miraba tratando de entender lo que sucedía.
En ese momento caí en la cuenta que conociendo lo incontrolable que podía ser mi esposo, si le decía lo que estaba ocurriendo, podía ocurrir una catástrofe, por lo cual intente disimular con todas mis fuerzas.
--Don Lucas estaba midiendo los estantes que necesitamos en la cocina, aunque sé que aún no podremos hacerlos hasta el siguiente mes. -Pero Don Lucas me interrumpió.
--Ya le he dicho a usted y a Doña Carmen que no se preocupen por el dinero ahora, cuando lo tengan me lo pagan, de a poco si quieren.
--Lo que sucede Don Lucas es que también debemos comprar los materiales. -Dije tratando de buscar las escusas más convincentes, pero Don Lucas volvió a interrumpir.
--Por eso no hay problemas, los materiales no se preocupe, hace unos días he terminado una gran obra, y me han sobrado suficientes materiales, para construir las cocinas de cada uno de los apartamentos de este edificio, así que Señora Samanta, ya no tiene excusa para no cocinarle a su esposo. -Dijo Don Lucas mientras guiñaba un ojo a mi esposo. Mi esposo sonrió y el hombre tomo del hombro a mi esposo diciendo. --Venga Gabriel, creo que ya tengo un número justo para que usted pueda decidir si quiere que realice el trabajo. -Y juntos salieron al hall, donde se escuchaba a Don Lucas describiéndole a mi esposo, el trabajo de estantes que se debía realizar en nuestra cocina. Hablaron unos 30 minutos, se escucharon risas y mi esposo entro muy animado.
--Este hombre es maravilloso, que suerte de encontrar albañiles tan trabajadores y atentos, he acordado que empiece mañana mismo. -Dijo mi esposo mientras me daba un dulce beso en mis labios y se dirigía a saludar a mis hijas. Yo apenas pude sonreír...
Continuará…
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