Hace tiempo algunas personas me vienen pidiendo que escriba relatos sobra situaciones que vivieron o sobre fantasías que tienen por cumplir. Algunas de ellas me intrigan, me atrapan y en ocasiones me hacen sentir parte, lo que me motiva a escribirlas. Esta es una de ellas. En este caso le historia fue pedida por @pepino1020
Día de spa – Parte II
Caminé despacio por el pasillo mientras me cerraba la bata y dejaba atrás la sala de espera en donde se encontraba la mujer holandesa y las dos chicas que sin dudas ni se imaginaban lo que acababa de pasar. En la primera ducha todavía había restos de semen en el piso y mi cuerpo aún seguía acelerado. El rostro de Elena con su boca entreabierta aún permanecía intacto en mi retina y me costaba despegarme de esa imagen. Podía ver claramente como su mano se metía por debajo de su bata y sus dedos entraban en su cuerpo. Sus tetas firmes, su cola casi perfecta, su cuerpo expléndido.
- ¿Joaquín?- Me preguntó una de las masajistas cuando la última puerta del pasillo se abrió.
- Sí. Soy yo.- Le respondí y me hizo pasar a la habitación.
La chica, de aproximadamente 30 años, piel blanca, morocha y ojos negros, era muy bonita. Se llamaba Andrea y mientras acomodaba todo para el masaje me contó que hacía 4 años que trabajaba en ese lugar y que le parecía perfecto que algunos hombres fueran a relajarse ahí. “Es raro ver hombres por acá. Y por lo general son gays” me dijo y enseguida le aclaré que yo no lo era. Andrea lanzó una sutil risa y me dijo que se había dado cuenta de eso ni bien me había visto. “Reconozco a un hombre gay, después de trabajar acá una ve a muchos” agregó y volvió a reír. Por alguna razón, ese comentario me relajó aún más.
La masajista me pidió que me quitara la bata y que me recostara sobre la camilla que había en el centro de la habitación, mientras ella terminaba de acomodar las cremas. Cuando me desprendí de la bata me di cuenta que el calzón que me habían dado ahí estaba empapado y se me pegaba por completo al cuerpo. “¿Te molesta si me lo saco?” le pregunté a Andrea y ella me dijo que no había problema y luego agregó que tomara una toalla del estante que había atrás mío. Así que eso hice. Me desnudé por completo en medio de la habitación y me tapé con una toalla para luego recostarme boca abajo en la camilla.
- ¿Es tu primera vez en un spa?- Me preguntó ella y yo le respondí que sí.- Me di cuenta.- Agregó después.
Al igual que como me había pasado en el jacuzzi, Andrea me comentó que a tan solo un metro de donde me había desnudado, había un pequeño biombo donde podía haberlo hecho con intimidad. A pesar de que yo no tuve problema en hacerlo frente a ella, sentí algo de vergüenza, sobre todo cuando ella evidenció mi inexperiencia. Pero cuando giré mi cabeza para pedirle disculpas pude notar una leve sonrisa en su rostro y por alguna razón supe que era porque le había gustado lo que había visto.
Andrea comenzó el masaje untando mi espalda con una crema que se sintió fría al principio pero enseguida se puso cálida cuando sus manos aparecieron. Mientras me iba hablando, notaba como sus dedos se movían delicadamente por mis omóplatos y hacían presión en los lugares que notaba más tiesos. “Estás re contracturado” me dijo para luego lanzar una nueva risita y seguir presionando mi espalda en los lugares indicados. Sus manos se sentían muy relajantes por sobre mi cuerpo y mientras disfrutaba de ello, comencé a recordar.
Sentía como que habían pasado horas desde la escena de la ducha, pero solo había sucedido hacia escasos minutos. El agua caliente cayendo por mi espalda y por mi pecheo. Mis manos enjabonadas recorriendo todo mi cuerpo. La mirada de Elena cruzando la rendija de la puerta para clavarse en mi pija. Mi respiración agitada yendo y viniendo mientras que mi mano me daba placer. Sus dedos perdiéndose entre sus piernas y llegando a la humedad de su cuerpo. Su boca entreabierta y sus labios carnosos deseando mi verga.
De golpe noté como se me iba parando mientras permanecía acostado en la camilla. Por suerte estaba boca abajo y la toalla me tapaba, por lo que Andrea no podía observarme. Pero tenía la sensación de que iba a costarme mucho deshacerme de esa erección y pensé que iba a tener que quedarme así acostado por horas. Me moría de ganas de volver a la ducha para repetir la experiencia, pero sabía que si volvía no iba a ser solo, sino que iba a llamar a Elena para que compartiera conmigo el agua caliente.
- Se nota que te cuidas mucho.- Me dijo la masajista y mis pensamientos se disuadieron por completo.
Sus manos subieron un poco más allá de mi espalda y se colocaron en mi cuello al mismo momento que ella se paraba frente a mí. Sus dedos eran mágicos y se sentían sumamente relajantes. Mientras me hacía los masajes me contaba algunas cosas de su vida y algunas experiencias que había tenido trabajando en ese spa. A pesar de eso, yo sentía como mi verga seguía bien firme y dura entre mis piernas y como empujaba sobre la mesa para poder expandirse. Una vez más sentí el impulso de salir de ahí para buscar a Elena y hacerle el amor en frente de las dos chicas que de seguro disfrutarían de dicho espectáculo.
- Abrí un poquito las piernas.- Me dijo entonces Andrea y se trasladó a la otra punta de la camilla.
En un principio masajeó mis pies, algo que me relajó por completo e hizo que mi cuerpo se tranquilizara un poco. Pero cuando sus manos subieron a mis pantorrillas noté como mis músculos se endurecían y volví a tensionarme, en especial en la entrepierna. “Relajate” me dijo la masajista pero me era muy difícil relajarme cuando sus manos subían directo a mi erección y la toalla se iba corriendo cada vez más de lugar. Sus dedos llegaron a la parte trasera de mi rodilla y fue entonces cuando tomó la toalla y la subió casi hasta mi cola.
Andrea se quedó quieta por unos segundos y supe que había visto mi erección. Era obvio que la toalla había dejado al descubierto más de lo que yo pretendía y eso sin dudas la había dejado inmóvil. El silencio se volvió mucho más tenso y por mi cabeza pasaron miles de ideas. Por una milésima de segundo pensé que me iba a decir que me fuera, que me iba a pedir que saliera de la habitación. Pero me llevé una sorpresa cuando siguió con el masaje tras unos segundos de espera, como si nada hubiera pasado.
A pesar de eso el silencio seguía reinando en la sala y solo lo cortaba la música de fondo que en ese sector sonaba mucho más bajo que en el resto del spa. Los masajes de Andrea volvieron a mis pantorrillas y me di cuenta que lo hizo porque se debió de sentir incómoda con mi erección. Sin embargo no podía disimularla de ninguna manera y por más que intentaba de calmarla, no podía. Era como si cada vez que pensaba en que volviera a ponerse blanda, se endurecía más.
Pero de golpe la situación cambió. Ella respiró hondo y me preguntó a que me dedicaba y cuando retomamos la charla, sentí como sus dedos se posicionaban en los bíceps de mis piernas y empezaba a masajear con fuerza. A medida que la conversación avanzaba sus manos seguían subiendo por mi cuerpo. De golpe comencé a relajarme y a disfrutar del masaje que me estaba encantando.
- ¿Te parece bien un masaje de glúteos?- Me preguntó Andrea de golpe.
- Sí, sí. Ningún problema.- Le dije yo y una leve sonrisa se dibujó en mi rostro.
Entonces las manos encremadas de la chica se posaron sobre mi cola y comenzaron a masajearme suavemente. “Uff que lindo” le dije justo cuando uno de sus dedos pasó por la raya de mi cola. Las manos de Andrea se sentían calientes sobre mi cuerpo y me relajaban por completo. Mi pija seguía terriblemente dura entre mis piernas, pero ya no me importaba disimularlo pues tenía la sensación de que a ella le encantaba.
Fue en ese momento cuando una de sus manos se metió entre mis piernas para masajear mi cola y tocó sutilmente mis huevos. Tanto Andrea como yo hicimos como si nada hubiese pasado y ella continuó con su masaje que a mí me encantaba. Pero segundos más tarde volvió a pasar uno de sus dedos por la parte baja de mi cola y rozó de manera mucho más evidente mis huevos. “Mmm me encantó eso” le dije y entonces ella repitió el movimiento pero su manó pasó de forma mucho más lenta.
- Tenés muy buena cola.- Me dijo ella y yo le agradecí para justificarme después diciéndole que me encanta cuidarme y hacer mucho ejercicio.
Sin embargo lo que sucedió después no me lo esperaba en lo más mínimo. Andrea abrió los dos cachetes de mi cola y sin darme ningún avisó pasó su lengua por encima. Al principio me estremecí y pegué un pequeño salto para inclusive girar la cabeza y mirarla a ella. Pero su cara de pícara y su sonrisa seductora me dieron a entender que todo estaba bien y la dejé seguir. Después de eso volvió a pasar su lengua pero esta vez lo disfruté y me sentí sumamente relajado cuando lo hizo.
Andrea comenzó a chuparme el culito de una forma que me volvió loco casi enseguida. Su lengua pasaba rápidamente de arriba hacia abajo y viceversa por entre mis nalgas mientras que sus manos me seguían masajeando. De golpe una de ellas se fue metiendo entre mis piernas y sentí como sus dedos rodeaban mi pija y la sujetaba con fuerza. Yo levanté levemente mi cintura para darle lugar y dejé que ella siguiera con su magia que ahora no solo involucraba a sus manos, sino también su boca.
Las imágenes de Elena tocándose por debajo de la bata volvieron a pasar por mi cabeza y se combinaron con el placer que sentía en ese momento de Andrea pasando su lengua por mi cola. Su mano se movía por entre mi pija completamente dura, haciéndome una paja y calentándome a más no poder. Mientras tanto, su otra mano recorría mis nalgas y mi cintura siguiendo con el masaje que me relajaba por completo. La satisfacción de tenerla a esa masajista dándome placer por todos lados me estaba volando la cabeza.
- Date vuelta.- Me dijo entonces alejándose unos segundos de mí.
Ni bien lo hice pode ver como Andrea se abalanzaba nuevamente sobre mi cuerpo y sujetando con una mano mi pija que estaba como un fierro, se la metía en la boca y comenzaba a chuparla. Su lengua me había vuelto loco cuando había pasado por mi cola y ahora que recorría toda mi verga, me prendía más y más. Su boquita recorría cada centímetro de mi dureza que se perdía entre sus labios para volver a aparecer totalmente empapada de la saliva de esa mujer. Los ojos de Elena mirándome fijamente seguían recorriendo mi cabeza mientras disfrutaba de ese increíble pete sorpresa que me estaba haciendo Andrea.
Al parecer no era el único que estaba prendido fuego pues mientras me la iba chupando, ella se fue desvistiendo al punto de quedar totalmente desnuda al igual que yo. Despacito, y casi sin dejar de comerse mi verga, se fue subiendo a la camilla hasta acomodarse entre mis piernas. Sus manos recorrían todo mi cuerpo, pellizcando mis pezones, apretando mis brazos y masajeando mis huevos, al mismo tiempo que su boca seguía entreteniéndose con mi pija que estaba a punto de explotar.
- Se ve que te gustaron mucho los masajes.- Me dijo levantándose y sujetándomela con ambas manos mientras me miraba con una sonrisa.
- Me encantaron.- Le respondí yo.- Tus manos son excelentes.- Agregué después.
Obviamente no le iba a contar que hacía unos minutos me había hecho una paja en la ducha que estaba a unos pasos de esa puerta mientras pensaba en la holandesa que esperaba su turno para los masajes. No le iba a decir que en ese momento me imaginaba que sus manos eran las manos de Elena y que había pensado en su figura cuando ella me había hecho el masaje. Decidí ocultarle parte de la verdad y me dediqué a disfrutar de ese masaje que sin dudas iba a tener un final muy feliz.
Andrea se acomodó sobre mi cintura, llevó su mano a su boca para llenarla de saliva y después pasarla por su conchita y por último se fue sentando encima de mi cuerpo. A medida que mi pija bien dura iba entrando en ella, la masajista iba abriendo la boca ahogando un grito de placer absoluto ya que después de todo, no podían escucharnos desde afuera. Mis manos se posaron en su cintura y acompañaron su movimiento lento y delicado que iba siempre hacia abajo con el fin de clavarse por completo mi verga. Una vez la tuvo toda adentro me miró y nos dedicamos a gozar.
Se empezó a mover hacia adelante y hacia atrás de manera suave, con el fin de acostumbrarse a mi dureza y con la idea de no mover tanto la camilla. Pero era evidente que la calentura de los dos no se iba a calmar de esa manera y de a poco sus movimientos se fueron acelerando a tal punto que empezamos a sentir como la camilla sobre la que estábamos recostados se iba moviendo hacia adelante y hacia atrás. Ella se llevó una mano a la nuca y la otra la apoyó sobre mi pecho mientras que las mías seguían firme en su cintura.
- ¡Agarrame las tetas!- Me dijo entre suspiros que se iban haciendo cada vez más y más fuertes.
Enseguida elevé mis extremidades acariciando toda su piel hasta que llegaron a los hermosos pechos de esa morocha y los sujeté con fuerza. Andrea se iba calentando cada vez más y más y se notaba en la manera en la que se movía. De pronto sus movimientos dejaron de ser hacia atrás y hacia adelante y pasaron a ser mucho más descontrolados, yendo en todas direcciones, pegando saltos sobre mi cintura y haciéndose más lentos para luego tomar velocidad. Yo me deleitaba con lo que ella hacía, sintiendo el placer recorrer todo mi cuerpo.
Cuando la camilla empezó a hacer mucho ruido supimos que corríamos el riesgo de que nos escucharan desde afuera y ella frenó lentamente para luego recostarse sobre mi cuerpo y darme un beso bien baboso, el primero y el único que nos dimos en nuestro encuentro. Nos levantamos de la camilla y me paré detrás de ella, que recostó su cuerpo levemente sobre el lugar en el que hacía segundos yo estaba acostado y paró su colita para que pudiera penetrarla nuevamente.
Pero antes de eso decidí agacharme y jugar un poco con mi boca, devolverle el favor que ella me había hecho de una manera tan excelente. Mi lengua enseguida buscó su conchita empapada y abierta y la comencé a chupar como loco al mismo tiempo que Andrea abría sus piernas y me daba lugar. Mientras mi boca se iba perdiendo en su concha, mis dedos fueron directo a su clítoris y se lo empecé a masajear de la misma forma que ella había jugado sobre mi cuerpo. Andrea comenzó a temblar y en ese entonces no me pude aguantar y volví a pararme detrás de ella.
Se la metí de manera tan brusca que la masajista no pudo contener un gritito que disimuló llevándose la mano a la boca. Después la agarré con fuerza de la cintura y la empecé a coger a toda velocidad, haciendo que mi pija entrara y saliera de su cuerpo casi por completo. La camilla nuevamente empezó a rechinar mientras se movía para adelante y para atrás pero poco me importaba, yo solo quería cogérmela con ganas y que los dos pudiéramos llegar al orgasmo. Yo solo quería disfrutar a pleno mi masaje.
Ella estiró las manos hacia adelante y se sujetó del otro borde de la camilla y yo recorrí toda su espalda con una de mis manos hasta ponerla sobre su hombro. “¡Ay sí! ¡Ay sí!” gemía ella por lo bajo a pesar de que sus palabras se podían oír claramente y mucho más fuerte que la música de fondo. Mi cuerpo golpeaba contra su cola y mi verga bien dura entraba y salía de su conchita empapada. Seguí elevando mi mano y llegó hasta su pelo para enredarse entre ellos y luego tiré hacia mí para que su cabeza se elevara por los aires.
Fue en ese momento donde me sentí completamente excitado y no me pude controlar. Fui subiendo mi velocidad hasta llegar al máximo y le empecé a taladrar la conchita de tal forma que ella no se pudo contener. Sus manos sujetaron con fuerza el borde de la camilla y dejó salir sus gemidos sin importarle que pudieran escucharnos del otro lado. “¡Sí! ¡Sí! ¡Cogeme! ¡Dale cógeme!” me decía y sus palabras llegaban a mi cabeza volviendo aún más loco de lo que ya estaba. Entonces, cogiéndomela con todas mis fuerzas y sujetando con firmeza su cintura y su nuca, sentí como llegaba al orgasmo y como me mojaba toda la pija y las piernas con su flujo.
Frené casi de golpe enterrando toda mi verga en su cuerpo y ella se desplomó por completo sobre la camilla y disfrutó durante unos segundos del placer que le había dado. Sin embargo segundos después se levantó y me empujó contra la pared del fondo para arrodillarse en frente de mí, tomar mi pija con su mano y empezar a pajearme con ganas. “¿Me vas a dar tu leche ahora? ¿Vas a llenarme la boquita de leche?” me preguntó mientras su mano se moví a toda velocidad sobre mi pija. Mi calentura fue tal que lo único que llegué a decirle fue: “Ahí viene”. Entonces Andrea abrió bien grande su boca y recibió todo mi semen, que salió disparado a gran velocidad, sobre su lengua. La frutilla del postre llegó cuando cerró la boca, tragó y la volvió a abrir para mostrarme que se lo había tragado todo.
Después de eso nos relajamos por unos segundos y ella me volvió a decir que me acueste en la camilla para seguir con el masaje el cual continuó por varios minutos. Terminado el masaje ella se vistió y me dio un nuevo calzón para que me pusiera pues el mío estaba empapado. Me coloqué la bata y con una sonrisa de oreja a oreja le agradecí por el masaje y me despedí de ella para salir de la habitación y volver a la ducha. Me metí nuevamente en la primera, me desvestí y cuando me di vuelta comprobé que Elena no estaba en la sala de espera, pero que en su lugar, las dos pendejas de veinte años me miraban disimuladamente. Fue entonces cuando el show volvió a comenzar y mi mano bajó directo a mi pija que de a poquito empezaba a latir nuevamente.
PARTE I
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