Hace tiempo algunas personas me vienen pidiendo que escriba relatos sobra situaciones que vivieron o sobre fantasías que tienen por cumplir. Algunas de ellas me intrigan, me atrapan y en ocasiones me hacen sentir parte, lo que me motiva a escribirlas. Esta es una de ellas. En este caso le historia fue pedida por @pepino1020
Día de spa – Parte I
Entré al lugar con la cabeza gacha tratando de disimular un poco mi presencia, pues me daba vergüenza decir que iba a pasar un día de spa. Una amiga me había aconsejado relajarme para desestresarme un poco y me había recomendado dicho lugar al que ella había ido y la habían atendido de manera excelente. El problema era que el lugar estaba plagado de mujeres y me sentía un boludo entrando ahí. “De seguro piensan que me la como doblada” pensé y vi como dos chicas de unos 20 años se reían por lo bajo mientras me acercaba a la recepción. Lo que no sabía es que ese día mi masculinidad iba a revolucionar el spa.
Me llamo Joaquín, tengo 35 años y una vida en la ciudad con todas las obligaciones laborales y del entorno, me llevaron a encontrarme estresado todos los días. No tengo pareja ni hijos, pero mis padres son grandes y eso es una gran responsabilidad para mí. Sin embargo lo que más ocupa mi cabeza es mi trabajo. Mi jefe es un desgraciado que me exige a mí el doble que a todos los demás con la excusa de “vos no tenés hijos, no tenés ninguna obligación”, algo que me vuelve loco y me lleva a terminar todos los días con dolor de cabeza. Es por eso que decidí aceptar el consejo de mi amiga y terminé reservándome un viernes para pasar toda una tarde en dicho spa.
- Es un lugar súper reservado y como está lejos del centro no va mucha gente.- Me dijo ella insistiendo en que fuera al lugar.- Te va a encantar y aparte las masajistas son re buena onda.
Ni bien entré al lugar me sentí inseguro. “Esto no es para mí” pensé mientras observaba los cuadros de la pared de la recepción y escuchaba la música instrumental de fondo. La recepcionista se dio cuenta que estaba en duda mi estancia en ese lugar por lo que enseguida me tomó los datos y me dijo que me quedara sentado mientras terminaba de atender a las dos chicas que estaban en frente mío. Ellas se levantaron y pasaron a un cuarto donde se cambiaron para salir con una bata blanca larga y riéndose entre ellas. La recepcionista, una mujer de unos 40 años que parecía de 30, las hizo pasar a la otra sala de donde salía un vapor muy grande y en donde había otras personas esperando.
- ¿Joaquín?- Me llamó después a mí.
Yo me levanté y ella me dio una bata y uno de esos calzones que parecen de papel para que me pusiera en el vestuario. Mientras me cambiaba seguía pensando que era la idea más estúpida que había tenido, puesto que me sentí un salame poniéndome ese calzón y tapándome con la bata. “¿Qué hago acá?” me pregunté mirándome al espejo y observando lo ajustado que quedaba mi bulto en el papel que me tapaba. Salí de ahí y la recepcionista estaba recibiendo a una mujer de cuerpo grande, bien alta, rubia y de ojos claros. La mujer hablaba raro pero yo no le presté mucha atención ya que solo quería entrar a la siguiente sala antes de que alguien más entrara y me viera así.
Cuando la recepcionista me hizo pasar me encontré en una especie de sala de espera grande, con varias sillas y en la que estaban sentadas cuchicheando las dos chicas que había visto antes y una mujer de unos 50 años que escuchaba música con sus auriculares mientras relojeaba una revista. “Hola” saludé con voz baja y las chicas me devolvieron el saludo entre risas y la mujer directamente me ignoró. Entonces se abrió una de las puertas que había ahí y salió una de la masajista que llamó a la señora y esta se paró para desaparecer tras la puerta.
Una de las personas que trabajaba ahí se acercó para ofrecerme a mí y a las chicas un jugo natural y yo acepté su oferta mientras observaba a las dos chicas que seguían charlando en voz baja. Una de ellas me miró y noté que sus ojos recorrían todo mi cuerpo de arriba hacia abajo y se frenaban en mi cintura. En ese momento me di cuenta que tenía la bata abierta y que el pantalón se me había pegado al cuerpo marcándome todo. Rápidamente me cerré la bata y mientras esperaba el jugo decidí investigar que había detrás de las otras puertas.
La primera de ellas conducía a un sauna que en ese momento estaba vacío. “Mmmm mejor no” pensé y seguí caminando hasta la otra puerta que dirigía a un pasillo en donde había varias duchas y salía mucho vapor de alguna de ellas. Le tercera puerta llevaba a otro pasillo que decidí atravesar. Este pasillo terminaba en otra sala donde se encontraba la mujer que preparaba los jugos y al final había un caminito que llevaba a un jacuzzi que decidí aprovechar teniendo en cuenta que nadie más lo estaba utilizando.
Mientras observaba como la mujer que preparaba los jugos servía la bebida en los vasos, me desnudé por completo y me metí en el jacuzzi para encender las burbujas y así no quedar tan expuesto a pesar de que la cortina me ocultaba del lugar. En ese momento veo que la mujer que había llegado después que yo y que tenía un acento raro entra a la habitación y se pone a hablar con la señora de los jugos. “Podría prepararme uno de kiwi y pepino por favor” le pide y la otra asintió con una sonrisa. Luego giró la cabeza y me observó por unos segundos, recorriendo mi cuerpo hasta donde la vista lo permitía y finalizó por darme una sonrisa para luego tomar su vaso de jugo y volver por el pasillo.
Su figura era hermosa. Era una mujer alta, de cuerpo grande, con una espalda ancha y una cintura delicada y eso que tenía la bata puesta. Su pelo rubio le llegaba hasta la mitad de la espalda y sus ojos verdes brillaban por el vapor del lugar. Antes de cruzar la puerta que conducía a la sala principal se dio media vuelta y volvimos a cruzar miradas por unos pocos segundos. A pesar de que el ambiente estaba pesado y la visión se nublaba por el vapor pude notar como se ruborizaba al mirarme.
La moza se acercó y me dejó mi jugo para luego aclararme que para meterme en el jacuzzi debía ponerme ropa interior y me señaló a un pequeño armario que había en la pared. La vergüenza hizo que ni bien se alejara, yo me parara y me dirigiera al armario para tomar una sunga que había ahí adentro, cambiarme en el vestidor y volver al jacuzzi justo a tiempo. La mujer extranjera atravesó nuevamente la puerta y se paró frente al jacuzzi. “Hola” me dijo con ese acento raro que me llamaba la atención y luego se quitó la bata para quedarse en malla y meterse en el jacuzzi conmigo.
Al principio los dos nos miramos por unos segundos pero luego de un silencio algo incómodo empezamos a conversar. Obviamente ella hablaba mucho más que yo y ahí fue que me enteré que se llamaba Elena y que era holandesa. “Se nota” le dije yo al ver su figura, su pelo rubio y ojos claros y ella me dijo que por lo genera la gente la confunde con una alemana. Elena vivía en el país hacía ya unos 3 años y se había casado con un empresario argentino, por lo que ella aprovechaba los días de semana para relajarse. Su voz seductora me atrajo mucho y sus manos que se movían suavemente con el agua me hipnotizaron.
Sin embargo cuando la conversación se empezó a hacer mucho más interesante, las dos chicas aparecieron y tras quitarse las batas entraron al jacuzzi. Obviamente mi mirada se detuvo un segundo en ellas, puesto que eran dos chicas jóvenes y muy atractivas, pero la holandesa me llamaba mucho más la atención. Tanto Elena como yo nos salimos de jacuzzi luego de que las chicas entraran y decidimos trasladarnos al sauna, previo sacarnos la malla y colocarnos la ropa que te daban ahí y las batas.
Ni bien entramos al sauna y Elena se sacó la bata, me di cuenta que no llevaba corpiño y que abajo solo la cubría una minúscula tanga negra que se perdía entre sus nalgas. Mis ojos enseguida se clavaron en su cuerpo, en su preciosa y firme cola y en sus redondas y bellas tetas que evidentemente tenía operadas. Ella se sentó como si nada mientras que yo me desprendía de la bata y trataba de disimular su asombro por su cuerpo. Luego de reaccionar me senté en frente de ella que me lanzó una sonrisa para después cerrar los ojos e inclinar su cabeza hacia atrás.
Elena era una mujer preciosa. Su cuerpo estaba excelentemente cuidado, con una piel muy delicada y firme. Su rostro era precioso y sus rasgos de extranjera le daban un toque único. Sus preciosas tetas, bien firmes y paradas en su pecho atrapaban mi mirada, mientras que sus largas piernas se cruzaban para un lado y luego para el otro. Yo permanecí sentado, tratando de no mirarla tan directo a pesar de que eso me era imposible ya que su cuerpo era como un imán para mis ojos.
De golpe comencé a sentir que mi pija ya no estaba en estado de reposo y que a pesar de que en ese momento me sentía sumamente intimidado por ella, se me estaba poniendo dura. Traté de disimularlo moviendo un poco mis piernas hacia el costado y atrapándola entre ellas, pero el calzón que me habían dado ahí ya se encontraba todo empapado y se me había pegado por completo a la piel. “¿Por qué no me quedé con la sunga?” pensaba mientras que mis ojos subían desde los pies de Elena hasta sus pezones que se encontraban apuntando hacia mí. Sentí el impulso de lanzarme sobre ella y de hacerle el amor en ese mismo lugar, pero pensar en eso solo hizo que mi pija se pusiera aún más firme. No sabía cómo disimular mi erección que ya era bastante notoria.
- Voy a ducharme y después a ver si la masajista puede atenderme.- Le dije levantándome rápidamente y agarrando la bata para taparme.
Salí del sauna y sentí como sus ojos se clavaban en mi espalda y ni bien cerré la puerta tomé un respiro hondo para poder seguir. Me puse la bata y caminé por el pasillo donde estaban las duchas hasta llegar al final de este donde se encontraba la puerta que iba hasta las salas donde se encontraban las masajistas. Pero cuando me encontré con que tenía que esperar al menos una media hora para que alguna pudiera atenderme, no supe muy bien que hacer. Volví caminando por el pasillo pero antes de cruzar la puerta que dirigía a la sala de espera principal me paré en seco cuando la vi a ella sentada.
Elena había salido del sauna y se encontraba sentada en una de las sillas leyendo una revista. Al parecer no me notó del otro lado de la puerta por lo que aproveché para meterme en la primera ducha que había y cerrar un poco la cortina. Entonces me saqué la bata y el calzón que me habían dado para quedarme desnudo y encendí el agua que enseguida se sintió sumamente refrescante. Pero cuando volteé para quedar de espaldas a la ducha vi que la cortina no solo estaba muy mal cerrada, sino que desde donde estaba podía ver claramente a la sala de espera donde estaba la holandesa ya que entre la puerta y la pared quedaba un espacio muy marcado.
Entonces ella notó mi presencia, seguramente por el sonido de la ducha, y levantó su cabeza para verme por encima de la revista. Nuestras miradas volvieron a cruzarse y rápidamente Elena bajó la cabeza haciéndose la desentendida. En mi rostro se dibujó una sonrisa y seguí duchándome como si nada. Mientras me enjabonaba el cuerpo sentía como mi pija se iba poniendo dura y para motivarla un poco me la empecé a tocar. Cuando levanté nuevamente la vista observé que Elena me miraba nuevamente pero decidí no mirarla para no espantar su vista.
De golpe la situación se volvió sumamente estimulante y supe que lo que estaba haciendo le encantaba. Me acomodé estratégicamente a un costado de la ducha para que la cortina no me tapara y ella pudiera observarme por la rendija de la puerta. Mis manos empezaron a recorrer todo mi cuerpo enjabonado, pero se concentraron especialmente en mi pija que se iba poniendo más y más dura a medida que pasaban los segundos. El agua se sentía sumamente placentera sobre mi cuerpo, pero lo que más me estimulaba era el hecho de saber que la mujer holandesa me miraba.
Volví a levantar la mirada y noté que evidentemente no le prestaba atención a la revista sino que me miraba a mí. Sus ojos se clavaban en mi pija que en ese momento sostenía con mi mano y su boca se encontraba entreabierta. Pero lo que más me calentó fue el hecho de que mientras una de sus manos sujetaba la revista que estaba semi caída, la otra se perdía adentro de su bata. ¡Elena se estaba tocando mientras me miraba!
Entonces sus ojos se clavaron en los míos pero en vez de correr la vista, los dejó firmes en esa posición. Yo le devolví una sonrisa haciéndole saber que todo estaba bien y me seguí tocando mientras me imaginaba que debajo de su bata algún que otro dedo curioso sentía la humedad de su concha. Nada me importaba en ese momento ya que solo ella podía verme. Mi mano se empezó a mover cada vez más rápido, hacia adelante y hacia atrás haciéndome sentir un placer inmenso al mismo tiempo que mis ojos se deleitaban con la holandesa que se masturbaba mirándome.
Elena antreabrió un poco las piernas y corrió la bata de lugar dejando al descubierto su entrepierna. Había hecho a un lado la tanguita negra y se colaba dos dedos a la vez, mientras se deleitaba mirándome a mí. Yo seguí pajeandome cada vez más rápido y me imaginaba que era ella la que me tocaba todo el cuerpo. La ducha caliente, el vapor del ambiente, la música instrumental, todo era excitante en ese entorno y si a eso le sumaba el hecho de que una hermosa mujer se tocaba para mí, me sentí en el cielo.
Mi mano comenzó a acelerarse y sentí como mis huevos cargados se movían. Me recosté sobre la pared de la ducha y me seguí masturbando a toda velocidad mientras que Elena me miraba y se seguía tocando con sus dedos. Entonces cerré los ojos y me la imaginé a ella adelante mío, arrodillada, manoseándose sus tetas y con la boquita entreabierta esperando que le diera todo mi semen. La imagen se volvió tan real que no me pude contener.
Comencé a acabar una enorme cantidad de semen que fue saliendo a chorros de la cabeza de mi pija y cayendo sobre el piso de la ducha. Seguí masturbándome mientras acababa de una hermosa manera y pensaba en la mujer holandesa recibiendo toda mi leche sobre su cuerpo. Pude ver mi semen espeso llenando su boca y manchando sus tetas mientras que ella disfrutaba de recibirlo en su cuerpo y gemía de placer. Una sonrisa se dibujó en su rostro y noté su felicidad al haberme hecho acabar de esa manera.
Abrí los ojos y vi que el piso de la ducha estaba cubierto de mi semen, pues había acabado una cantidad impresionante. Seguía sujetando mi pija con mi mano mientras que la otra la tenía apoyada en mi pecho. Giré levemente la cabeza y observé que Elena seguía mirándome con la boca entreabierta y que su mano permanecía entre sus piernas a pesar de que no se movía. Nuestras miradas se cruzaron una vez más y le devolví la sonrisa que me había imaginado hacía tan solo unos segundos y la holandesa cerró la boca para sujetar nuevamente la revista y esconder su cabeza detrás de esta.
- Joaquín. Es tu turno para el masaje.- Sentí que me decían del otro lado del pasillo.
Me terminé de limpiar el cuerpo y apagué la ducha luego de asegurarme que el semen se había ido. Tomé una de las toallas y me sequé lo más rápido que pude el cuerpo para después ponerme el calzón, que estaba empapado y la bata. Lancé una última mirada a la sala de espera y vi que Elena seguía escondida detrás de la revista y que ahora tenía la compañía de las dos jóvenes de 20 años. A pesar de eso noté que bajo la bata su mano seguía entre sus piernas y pude ver un sutil movimiento.
PARTE II
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CHICA DE CIUDAD. CAPÍTULO 1
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