Entre todas las historias eróticas reales que tuve y conté, esta es la más extraña e inusual.
Todo comenzó un día viernes de setiembre, primavera de años atrás, cuando con Miguel mi marido, fuimos a un hotel & spa, en Entre Ríos, para testear ese complejo, localizado fuera del centro urbano, con vistas a nuestras vacaciones de verano con los chicos.
La última parte del viaje de ida, al recargar combustible y verificar niveles de fluidos, apareció una merma importante en el aceite del motor, debido a una pérdida. Repusimos lubricante y seguimos viaje, algo intranquilos.
Al llegar, todavía lo recuerdo con calentura, en la recepción entre el personal, nos atendió, un joven, de notable estatura y buena presencia, que, básicamente se ocupaba de recibir a los recién llegados y responder a sus interrogantes e inquietudes.
Comenzamos a hablar con él (Arturo) y a explicarle la finalidad de nuestra corta estadía. Después de casi una hora de consultas y de mostrarnos toda la estructura, piscinas, toboganes, SPA, bares, restaurantes y demás áreas de entretenimiento.
Tenso, por el auto descompuesto y el compromiso de estar de regreso a su trabajo, el lunes a primera hora, Miguel, decidió ir sin demora, a un taller (que le recomendó “nuestro guía”).
Llevaron el equipaje a la habitación asignada. Esperé en la recepción, hasta que, unos 20 a 30 minutos después, Miguel avisó que la reparación demoraría un par de horas y que él, se quedaba y volvería antes de la cena
Yo subí, con Arturo y a la habitación.
Él, en lugar de retirarse, se sentó en una butaca, mientras yo retiraba de las pequeñas valijas prendas y accesorios para ubicarlos en muebles y toilette, comenzó a hablarme e interesarse sobre mí y a tutearme.
Hasta que, las preguntas del tipo:
-¿de dónde vienes?-
-¿a qué te dedicas?-
-¿ etc….?-
Fueron deslizando a otras como:
-¿Casada o convivís?
-¿después de tantos años, seguís enamorada de tu marido?-
-¿…….?-
-¿te gusta mi tatuaje?-
Yo, por mi manera de ser (y por intriga) respondía a todas. E hice algunas repreguntas. Hasta que, me senté al borde de la cama y sugerí, que le agradecía su interés y acompañamiento, que me dejara sola, ya que ya había ordenado todo e iba a descansar un rato.
Se paró y mientras se acercaba murmuró:
-¿ no te vas a aburrir?..... ¡mejor te hago compañía!-
Se bajó el cierre del pantalón, metió mano y sacó una trompa, enorme, surcada de nervios y venas, con un glande coloreado, nunca antes vista por mí. Y diciendo:
-¡A falta del titular…..por falla del auto…..el suplente es mejor que nada!-
Me tomó del pelo. No necesitó hacer mucha fuerza. Fueron suficientes unos breves instantes de reflexión para hacerme perder completamente la cabeza y encontrarme con su gran miembro en la boca, y hacerle lo que, a ese punto ambos, estábamos deseando.
Sexo oral de desprejuiciada a desprejuiciado, sin pensar en el después. Me encantó, pero casi no me dio tiempo de disfrutarlo: me levantó, con lo que solté la verga, me bajó shortcito y bombacha, me posó en la cama y terminó de quitarme ambas prendas íntimas. Se quitó los zapatos, se bajó y quitó los pantalones y slip y, luego de caricias, palpadas y lamidas de concha y ano, lo tuve encima, entre mis piernas abiertas a más no poder y me la embocó sin la mínima prudencia. 5, 10 o 20 embestidas con ímpetu, me hizo gritar de placer, siguió “meta y ponga”, dos veces, me hizo ver estrellas sembradas en el cielorraso de la habitación, antes del orgasmo final, ahí vi estrellas, cometas, planetas y meteoritos,….
Siguió, violentamente, metiendo y sacando la trompa. Escuché sonidos inarticulados, roncos, señal, inconfundible, de acabada masculina..
No percibí, en la concha, los chorros de semen que deberían haber acompañado su orgasmo.
A ese punto, él, me besó con pasión y se tumbó a mi lado.
-No tenías puesto preservativo….. ¿cómo no sentí tu….. semen?- le pregunté.
-¡Así es!!...... sufro de… retroeyaculación -
Sin agregar más, se bajó de la cama, se vistió raudamente, murmuró que era, yo, “deliciosa”, volvió a besarme y salió del cuarto.
Me dejó con la intriga “¿me dijo que tenía un hijo, como pudo?”
De regreso a casa, averigüé, googleando, que sí pudo, con inseminación artificial, recuperando el semen de la orina.
No podré, jamás, olvidar la cogida con esa verga king-size y ese muchacho que me poseyó con determinación, pasión y arrebato sexual, sin par.
Miguel nunca se enteró.
Vinimos al mundo para pecar y, aún hoy, si volviese a encontrarme con ese chico nuevamente, me lo cogería diez veces o más y no solo con la concha, con las otras dos de mis partes, aptas para la “faena”..
Ni en la breve estadía de primavera, ni la prolongada del siguiente verano tuvimos la ocasión de quedar a solas con Ar-Duro (así lo tengo presente)
Todo comenzó un día viernes de setiembre, primavera de años atrás, cuando con Miguel mi marido, fuimos a un hotel & spa, en Entre Ríos, para testear ese complejo, localizado fuera del centro urbano, con vistas a nuestras vacaciones de verano con los chicos.
La última parte del viaje de ida, al recargar combustible y verificar niveles de fluidos, apareció una merma importante en el aceite del motor, debido a una pérdida. Repusimos lubricante y seguimos viaje, algo intranquilos.
Al llegar, todavía lo recuerdo con calentura, en la recepción entre el personal, nos atendió, un joven, de notable estatura y buena presencia, que, básicamente se ocupaba de recibir a los recién llegados y responder a sus interrogantes e inquietudes.
Comenzamos a hablar con él (Arturo) y a explicarle la finalidad de nuestra corta estadía. Después de casi una hora de consultas y de mostrarnos toda la estructura, piscinas, toboganes, SPA, bares, restaurantes y demás áreas de entretenimiento.
Tenso, por el auto descompuesto y el compromiso de estar de regreso a su trabajo, el lunes a primera hora, Miguel, decidió ir sin demora, a un taller (que le recomendó “nuestro guía”).
Llevaron el equipaje a la habitación asignada. Esperé en la recepción, hasta que, unos 20 a 30 minutos después, Miguel avisó que la reparación demoraría un par de horas y que él, se quedaba y volvería antes de la cena
Yo subí, con Arturo y a la habitación.
Él, en lugar de retirarse, se sentó en una butaca, mientras yo retiraba de las pequeñas valijas prendas y accesorios para ubicarlos en muebles y toilette, comenzó a hablarme e interesarse sobre mí y a tutearme.
Hasta que, las preguntas del tipo:
-¿de dónde vienes?-
-¿a qué te dedicas?-
-¿ etc….?-
Fueron deslizando a otras como:
-¿Casada o convivís?
-¿después de tantos años, seguís enamorada de tu marido?-
-¿…….?-
-¿te gusta mi tatuaje?-
Yo, por mi manera de ser (y por intriga) respondía a todas. E hice algunas repreguntas. Hasta que, me senté al borde de la cama y sugerí, que le agradecía su interés y acompañamiento, que me dejara sola, ya que ya había ordenado todo e iba a descansar un rato.
Se paró y mientras se acercaba murmuró:
-¿ no te vas a aburrir?..... ¡mejor te hago compañía!-
Se bajó el cierre del pantalón, metió mano y sacó una trompa, enorme, surcada de nervios y venas, con un glande coloreado, nunca antes vista por mí. Y diciendo:
-¡A falta del titular…..por falla del auto…..el suplente es mejor que nada!-
Me tomó del pelo. No necesitó hacer mucha fuerza. Fueron suficientes unos breves instantes de reflexión para hacerme perder completamente la cabeza y encontrarme con su gran miembro en la boca, y hacerle lo que, a ese punto ambos, estábamos deseando.
Sexo oral de desprejuiciada a desprejuiciado, sin pensar en el después. Me encantó, pero casi no me dio tiempo de disfrutarlo: me levantó, con lo que solté la verga, me bajó shortcito y bombacha, me posó en la cama y terminó de quitarme ambas prendas íntimas. Se quitó los zapatos, se bajó y quitó los pantalones y slip y, luego de caricias, palpadas y lamidas de concha y ano, lo tuve encima, entre mis piernas abiertas a más no poder y me la embocó sin la mínima prudencia. 5, 10 o 20 embestidas con ímpetu, me hizo gritar de placer, siguió “meta y ponga”, dos veces, me hizo ver estrellas sembradas en el cielorraso de la habitación, antes del orgasmo final, ahí vi estrellas, cometas, planetas y meteoritos,….
Siguió, violentamente, metiendo y sacando la trompa. Escuché sonidos inarticulados, roncos, señal, inconfundible, de acabada masculina..
No percibí, en la concha, los chorros de semen que deberían haber acompañado su orgasmo.
A ese punto, él, me besó con pasión y se tumbó a mi lado.
-No tenías puesto preservativo….. ¿cómo no sentí tu….. semen?- le pregunté.
-¡Así es!!...... sufro de… retroeyaculación -
Sin agregar más, se bajó de la cama, se vistió raudamente, murmuró que era, yo, “deliciosa”, volvió a besarme y salió del cuarto.
Me dejó con la intriga “¿me dijo que tenía un hijo, como pudo?”
De regreso a casa, averigüé, googleando, que sí pudo, con inseminación artificial, recuperando el semen de la orina.
No podré, jamás, olvidar la cogida con esa verga king-size y ese muchacho que me poseyó con determinación, pasión y arrebato sexual, sin par.
Miguel nunca se enteró.
Vinimos al mundo para pecar y, aún hoy, si volviese a encontrarme con ese chico nuevamente, me lo cogería diez veces o más y no solo con la concha, con las otras dos de mis partes, aptas para la “faena”..
Ni en la breve estadía de primavera, ni la prolongada del siguiente verano tuvimos la ocasión de quedar a solas con Ar-Duro (así lo tengo presente)
2 comentarios - Una cogida inesperada e inolvidable.