Esta es la historia de Ailín, una chica católica de un pueblo con sueños y ambiciones de progresar para poder casarse con su novio, que va a descubrir un mundo nuevo en la ciudad, lleno de deseos y fantasías que van a poner su vida perfecta en jaque. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
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Capítulo 5: El amante
Hay un grupo de personas del cual no les hablé hasta ahora y que es bastante importante en la historia, por lo menos a partir de este punto. Las chicas del coro de la iglesia. Como ya les mencioné en el primer capítulo yo conocí a Gastón en el coro de la iglesia, pero ahí también conocí a Julia, Magalí y Lorena, 3 de mis mejores amigas desde ese entonces. Tuve la mala suerte de ser la única en irme a vivir a otra ciudad mientras que ellas se fueron a Buenos Aires, por lo que el contacto con ellas pasó a ser más que nada por whatsapp de vez en cuando. Pero a los dos meses de estar separadas, las cuatro coincidimos en el pueblo y lo primero que hicimos fue reunirnos para chismosear.
A diferencia de las chicas de la facultad, ellas sabían toda mi historia con Gastón y estaban en conocimiento de nuestra virginidad, por lo que enseguida me preguntaron si eso seguía vigente. Tras decirles que sí, me preguntaron si no había alguien de la ciudad con quien me interesara tener mi primera vez y muy sonrojada les dije que no. A pesar de provenir de familias muy católicas, ellas ya habían tenido su primera vez. Magalí estaba de novia hacia 2 años con uno de los chicos del pueblo y nos había confesado que amaba el sexo. La más libertina era Lorena que ya se había acostado con más de 10 hombres a sus tempranos 18 años y que al parecer tenía una debilidad por los tipos más grandes, ya que Buenos Aires se veía con uno de 36. La que siempre había estado cerca de mi situación era Julia, que opinaba que había que llegar virgen al matrimonio igual que Gastón y yo. Sin embargo esa tarde me enteré que estaba saliendo con un chico de su facultad y que había tenido su primera vez con él y que le había encantado. Por lo que las 3 se propusieron en llenarme la cabeza de que tenía que tener sexo.
Yo obviamente no pensaba distinto a ellas, sin dudas me moría por hacerlo, pero Gastón seguía en su postura de mantenerse virgen hasta el matrimonio y a mí me encantaba esa idea y de hecho respetaba mucho su postura. Pero por otro lado me volvía loca pensando que cuando volviera a Rosario iba a encender la computadora para ver si me podía encontrar con Gabriel y así calentarnos mutuamente. Esa noche soñé que tenía sexo con él, que entraba a mi pieza mientras yo estaba desnuda en la cama y que me ponía su enorme pija en la boca y que se la chupaba toda hasta ponérsela bien dura. Soñé que me cogía bien fuerte como a él le gustaba y que me hacia acabar de tanto placer hasta que me desperté de golpe, completamente mojada. Necesitaba hablar con él.
Pero antes de irme iba a pasar algo que iba a cambiar un poco las cosas. Julia me llamó ese domingo a la mañana para que vaya a su casa antes de que todas nos tomáramos el colectivo de vuelta y sin dar muchas vueltas me regaló un consolador. “Mi hermana me lo regaló cuando cumplí 18 y me dijo que tenía que aprender a disfrutar por mí misma. Nunca lo usé por pudor y ahora tengo alguien más que me de placer. Respeto mucho tu decisión, pero eso no significa que no puedas disfrutar vos sola” sentenció y me entregó un pequeño objeto de silicona que se sentía cálido en mis manos. No supe más que hacer que decirle “gracias” pero ella me dijo que le agradezca después de usarlo.
Esa noche llegué al departamento cerca de las 21 horas y mientras me preparaba algo rápido de comer, prendí la computadora y abrí el skype pero él no estaba. Lo último que leía era su mensaje de dos sábados atrás que decía que “Espero verte pronto hermosa. Besitos” y nada más. En esas dos semanas no habíamos coincidido nunca, yo me había conectado en dos ocasiones y justo él no, pero estaba convencida que lo mismo le había sucedido a Gabriel. Esa noche me fui a dormir sin poder hablarle, pero le escribí un mensaje que sabía que iba a hacer que se conecte más seguido: “Tengo una sorpresa que te va a encantar”.
El lunes a la tarde volví de la facultad y automáticamente prendí la notebook y me conecté, lo hice casi sin pensarlo. Él no estaba on line, pero había leído el mensaje y me había respondido: “Que lástima que llegué tarde. Espero con ansias saber que es esa sorpresa. Mirá como me dejaste” me escribió a la una de la mañana y después mandó una foto de su cintura donde se veía ese hermoso bulto debajo de su bóxer. Pero esa noche tampoco volvimos a coincidir. Al parecer yo me conectaba muy temprano y él muy tarde, pero a mí me ganaba el cansancio y terminaba apagando la compu antes de que él pudiera dar señales de vida. Parecía que el destino no quería que yo jugara con él.
Sin embargo una foto lo cambió todo. El jueves a la tarde me llegó un mensaje de Gastón que decía que había llovido en el campo y que se había mojado todo. El día estaba feo y a punto de largarse en la ciudad, por lo que estaba ideal para quedarse en la casa hablando con alguien por un rato. Pero después de ese mensaje me mandó una foto, de él en cuero, todo mojado, con su cuerpo húmedo y su pelo enredado que me volvió loca. “Qué lindo estás así de mojado mi amor” le escribí yo y cuando me di cuento tenía una mano adentro de mi pantalón y con las intenciones de jugar. El problema fue que su respuesta fue muy fría: “Gracias. Ahora me voy a cambiar para estar un poco más seco”.
Lo saludé de manera cortante y prendí la computadora para comprobar que él seguía desconectado. Necesitaba hablar con Gabriel en ese momento, quería calentarme con su cuerpo, tocarme mientras lo miraba, quería que me cogiera con sus palabras. Pero no aparecía. Releía los mensajes que nos habíamos mandado ese día, “Ya vamos a coincidir”, “Seguro hoy a la noche me conecto”, “Espero verte pronto”, pero no me eran suficientes. Sin dudarlo, tomé mi celular, lo busqué entre los conectaos y le mandé un mensaje: “Hola. Soy Ailín. Conectate ahora”. A los pocos segundos me respondió: “Ahí va”. Minutos más tarde estaba chateando con él y viendo su hermoso rostro gracias a su cámara.
“Qué lindo recibir ese mensajito tuyo hermosa. Estás muy caliente?” me preguntó él luego de saludarnos y yo le respondí que hacía varios días que quería que nos reencontráramos pero que por alguna razón no coincidíamos. “Qué puedo hacer para saciar tus ganas mi reina?” continuó preguntándome después y le dije que tenía muchas ganas de verlo tocarse como las veces anteriores. Estaba muy prendida, entre la bronca del mensaje de Gastón y la espera de no verlo conectado esos días, necesitaba divertirme un poco. Sin embargo él no me la hizo tan fácil como la otra vez y me dijo que no tenía problema en mostrarse siempre y cuando yo le enviara un par de fotitos mías.
Sin dudarlo le envié las otras dos fotos que me habían quedado de la vez anterior que no le había enviado y a pesar de que me dijo que le gustaban mucho, terminó destacando que eran muy similares a la anterior y que quería ver algo distinto. “Se me ve la concha completamente mojada” le escribí y después le pregunté qué más podía hacer si eso no lo prendía. “No te confundas amor, estas fotitos me calientan mucho” recalcó y se paró para mostrarme como en su pantalón se notaba una montaña. “Pero quiero algo más creativo. Algo más sexy” destacó y cuando le pregunté qué hacer me dijo que le encantaría una foto igual a la primera que le envié de cuerpo completo y de espalda, pero completamente desnuda.
Eso no fue ningún inconveniente para mí, que después de sacarme una foto como pedía, la descargué en la computadora y se la envié. Él la recibió con una sonrisa en el rostro y me agradeció diciendo que estaba más buena con cada día que pasaba. “Como te agarraría esa cola. Te pegaría unos lindos chirlos” me dijo él mordiéndose el labio inferior mientras observaba nuevamente mi foto. Me calentaba tanto que fuera así conmigo, que me dijera esas cosas y que se comportara de manera agresiva.
“Me encantaría besarte toda la espalda mientras te abrazo con mis manos y te acaricio los pezones. Para después ir bajando por tu cuerpo con mi boca y que vos te vayas agachando hasta terminar en cuatro y así dejar tu culito para que yo lo disfrute” escribió y enseguida imaginé todo en mi cabeza hasta el punto de sentir sus besos en mi espalda. Gabriel era hermoso y estaba muy bueno, mientras me describía todo eso se acariciaba el pecho y se lamía el labio, cosas que me hacían desearlo aun más. “Te besaría toda la cola. Te pasaría la lengua. Pero despacito me inclinaría hacia tu culito para saborearlo” me dijo él.
Sus palabras me dejaron inmóvil. Tuve que releerlo para verificar lo que había escrito. Nunca nadie me había hablado de eso, nunca me habían dicho que eso pudiera excitar a alguien o que era algo común de hacer. Pensé que a la gran mayoría de los hombres no les gustaba, sin embargo él no me dio tiempo a pensar ya que sus palabras se encargaron de todo. “Te pasaría la lengua por el culito ese divino que tenés. Te lo comería con ganas mientras te escucho gemir de placer. Que toda mi saliva caiga hasta tu conchita que sola se va a ir empapando” escribió y pude notar como esa última parte se hacía realidad.
Gabriel no tardó en ir más allá mientras yo solo respondía con monosílabas u onomatopeyas de placer. “Después me arrodillo atrás tuyo y así como te tengo te meto la pija en la concha bien despacito pero bien a fondo para escucharte gritar” me dijo y entonces imité sus palabras con uno de mis dedos. Él se paró mientras seguía describiendo como me cogería y noté su pija bien dura, gruesa y firme entre sus manos que se movía como loca. Entonces me di cuenta que mi dedo no se asemejaba en nada a esa enorme verga que estaba viendo a través de su cámara. Levanté la mirada y la dirigí al pasillo que conducía a mi pieza. Sabía que en el último cajón del mueble donde guardaba la ropa, escondido entre mis remeras estaba el consolador que me había regalado Julia, nuevito, esperando a ser estrenado. “Tal vez la próxima” me dije y volví a dirigir la mirada a la pantalla de la notebook.
“Qué lindo como me cogés” le escribí yo que había recuperado la compostura y de a poco empezaba a soltarme con él. Gabriel siguió diciéndome todo lo que me iba a hacer como siempre. “Te agarraría bien fuerte de la cintura y te cogería con ganas. Hoy tengo ganas de cogerte bien duro, así mirá” agregó después y comenzó a mover su cintura hacia adelante y hacia atrás a toda velocidad mientras que una de sus manos simulaba mi cuerpo. Su pija entraba y salía de mí, que yo imaginaba con uno de mis dedos que se movía cada vez más rápido. “Sí, así. Dame bien durito” le respondí y él se emocionó y siguió moviéndose de esa forma.
Mientras seguía con sus movimientos yo lo motivaba con comentarios de placer, diciéndole lo mucho que me gustaba sentir su pija en mi cuerpo y el placer que me daba al cogerme así. “Te gusta sentir mi poronga en tu conchita? Te gusta?” me preguntaba él y yo le respondía que sí sin dudarlo mientras que mi dedo aceleraba sus movimientos. “Que rico cogerte en cuatro. Te llenaría de chirlos la cola” agregó él después y simuló el movimiento con su mano que quedaba libre.
“Ahora quiero que te des vuelta mi amor. Quiero que te acuestes mirándome a mí y mientras te voy cogiendo bien duro quiero que te toques las tetitas” me puso minutos más tarde y a medida que él se seguía pajeando yo empecé a tocarme las lolas con la mano que tenía libre. “Te gusta cómo me toco las tetitas?” le pregunté y noté su sonrisa divina una vez más para después responderme que sí. Sin dudarlo, me levanté la remera y me la saqué para luego desprenderme del corpiño. Tomé el celular con la mano que tenía libre y me saqué una foto a las tetas que después le mandé con muchas expectativas. “Que buenas tetas que tenés!!” dijo él y se quedó boquiabierto mientras se pajeaba más rápido que antes. “Hoy te voy a acabar en las tetitas” concluyó después y miró a la cama para sonreír una vez más y guiñar el ojo.
Después yo pasé a cogérmelo a él, sentándome encima de su cuerpo con Gabriel mirándome de frente y sus manos apretando mis tetas. “No podría soltártelas de lo lindas que son. Te las agarraría bien fuerte mientras vos me cabalgas la poronga” me dijo y acto seguido comencé a describirle yo la situación. No lo hacía con tantos detalles como lo hacía él, todavía no tenía su misma cancha, pero trataba de ponerle toda la emoción y verlo tocarse mientras que yo escribía con una mano me calentaba aun más. “Me encanta sentir tu pija en mi cuerpo. Me calienta mucho” le escribía yo y él se tocaba a toda velocidad.
“Sabés que quiero hacer ahora?” preguntó él y ante mi pregunta de curiosidad, él siguió contándome: “Quiero levantarte de la cola y cogerte de parado contra la pared. Nunca hice esa pose y tengo muchas ganas de probarla con vos” me comentó y entonces me actuó la pose para pintármela en la cabeza. Elevó su pija como que me cogía desde abajo y se empezó a pajear cada vez más rápido. Mi dedo no daba a basto. La imagen de su cuerpo trabajado y firme que hacía que me sujetaba desde la cola me volvía loca. Su pija dura y ancha me estaba excitando muchísimo. Su sonrisa divina, sus brazos musculosos. “Aparte en esta pose podría comerte la boca esa que debe ser muy hermosa” dijo y pude sentir como un orgasmo invadía todo mi cuerpo.
Pegué un grito bien fuerte que tuve que tapar llevándome la mano que tenía libre a la boca. “Ay por favor! Increíble como me hiciste acabar” le escribí confesándole por primera vez que gracias a él había tenido un orgasmo. “Sí? Mucho?” me preguntó él y le dije que me había mojado toda. “Ahora quiero tu lechita. En mis tetas como vos querías” le puse para concluir la escena y él me dijo que me arrodillara en frente de su cuerpo y segundos después se empezó a pajear.
Gabriel no tardó en largar su semen por toda la habitación, que saltaba desde la cabeza bien roja de su pija en cualquier dirección. “Que rico. Me encanta cuando me llenas de leche” le escribí yo sintiéndome una puta total pero con una sonrisa inmensa en el rostro ya que acababa de tener un orgasmo fabuloso. Él siguió sacudiendo su verga hasta que una última gota cayó y después se sentó como rendido en el sillón en frente de su computadora. “Sos una bestia, pendeja. No puedo creer que seas virgen” me escribió y le confirmé que aun lo era pero que tenía muchos deseos sexuales. “En un mes es mi cumpleaños y quiero que me des una buena cogida” agregó antes de saludarme y le respondí diciendo que iba a dar mi mejor esfuerzo.
Cerré el skype, me cambié para ponerme el pijama y me fui a acostar. Con una sonrisa en el rostro me acosté en la cama y traté de recordar cada uno de los momentos que habían pasado esa noche, su cuerpo, su sonrisa, sus partes íntimas, él tocándose y acabando. Gabriel era la mejor fantasía que podía tener en ese momento y me encantaba tenerlo. Por primera vez desde que habíamos hablado, no me sentía culpable de haber mantenido esa conversación. Por primera vez desde que había hablado con él, que estaba evaluando seriamente engañar a Gastón para poder disfrutar del sexo.
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