El marido de Martina, un camionero promedio, pasa mucho tiempo fuera de casa, y, además, no es un gran amante. Más bien, normalito.. siempre cansado. Ella, con 40 años, no es que sea una mujer muy caliente, muy apasionada, pero de vez en cuando siente necesidades. Y entonces se encierra en su dormitorio con el juguetito que su marido le trajo una vez de un viaje.
El juguetito en cuestión se había convertido en su mejor amigo. Un vibrador de látex, en forma de pene. Siempre duro para ella. Siempre dispuesto. Incansable. Esa tarde se notaba caliente. Necesitaba darse placer. Se cercioró de que Mechy, su hija, estaba en su cuarto, estudiando, y se fue a su dormitorio. Cerró la puerta y buscó al fondo de la segunda gaveta de la cómoda, en donde guardaba a su amigo.
No estaba.
Rebuscó. Miró en todas las gavetas, en el ropero. Siempre lo dejaba en el mismo sitio, pero buscó una segunda vez por si lo hubiese cambiado sin darse cuenta.
Nada.
Su marido faltaba desde hacía casi una semana, y había usado el vibrador hacía dos días, por lo que él no pudo haberlo agarrado. ¿Y para qué podria agarrarlo él? , se preguntó, riendo por el doble sentido de la pregunta. Cuando se dio cuenta de que sólo Mechy podía haberlo agarrado, dejó de reírse. No podía ser. ¿Cómo se atrevería esa niña a revisar sus cosas? ¿Dónde lo había dejado? Si lo encontró por casualidad, al menos debería haberlo dejado en el mismo sito.
Ya enojada, se dirigió al cuarto de su hija. Generalmente siempre llamaba ante una puerta cerrada, pero esta vez, debido a su enojo, entró sin llamar. Miró hacia el escritorio, en donde Mechy estudiaba, pero no estaba.
Escucho ruido de sábanas y al girar la cebeza vio como Mechy, acostada en su cama, se tapo de golpe. La miró.
-Hija, ¿ Agarraste algo mío?
-AH! ¿Qué? No... no mami.
Mechy tenía la cara colorada. Su respiración era agitada, y sus ojos estaban brillantes.
-No me mientas, bebe. Sé que fiuistes vos.
Se acercó a la cama y lo oyó. El inconfundible rum-rum de su vibrador. Una cosa es que Mechy lo agarrara, lo moviera de sitio. Pero esto. Esto ya era el colmo. Martina tiró de la sábana, descubriendo el cuerpo de su hija.
Mechy tenía las piernas cerradas. Desnuda de cintura para abajo. Era un poco rellenita, y al pegar los muslos Almudena sólo podía ver el negro vello de su pubis. Pero podía oír a su amigo ronroneado. Mechy la miraba, con una mezcla de miedo y algo más en sus ojos.
-Abri las piernas.
Su hija la miró, pero se quedó quieta.
-Te dije que abras las piernas - le repitió usando un tono de voz más autoritario.
Esta vez, Mechy obedeció. Abrió las piernas y Martina descubrió que su querido consolador estaba enterrado casi hasta el fondo en la vagina de su hija, vibrando. Mechy seguía roja, agitada. Asustada y excitada.
-Sos una.... ¿Cómo te atreves a agarrar lo que no es tuyo?. Yo no te crie asi.
Mechy no le respondió a su madre. Se quedó quieta, mirándola, con las piernas abiertas, expuesta, y con la sensación que la gruesa pija de plástico le producía. Una sensación que le recorría todo el cuerpo. La vibración se extendía desde su vagina, irradiando placer. A pesar del susto de ser descubierta, a pesar del temor ante la furiosa mirada de su madre, estaba caliente.
Martina extendio la mano y agarro su vibrador por el extremo. Tiró de él y lo fue sacando de la vagina de Mechy. Se asombró al ver cómo salía brillante con los jugos de su hija, como los labios de su vagina se distendían al ser frotados por el plástico. Miró a su hija, que se mordía el labio inferior y tenía los ojos entornados, las mejillas encendidas.
-Agggggg - gimió Mechy al sentir como su madre le quitaba el consolador.
Lo sacó todo, y lo que Marina vio a continuación la sorprendió. La conchita de Mechy quedó abierta, y gran cantidad de líquidos salían de ella. Notó algo más. Su olor. El olor del la vagina de Mechy. Olía como el suyo cuando estaba muy caliente.
-Pero..mi bebe. ¡ Cómo estás !
-Mami...no...doy..más.
Martina sentía en su mano la vibración del consolador. Miró la encharcada conchita de Mechy, que rezumaba jugos. Miró su cara, anhelante. Y sin saber por qué, sin darse cuenta, volvió a enterrar la pija de plástico en el conchita de su hija.
-Aggggggg - se convulsionó Mechy, gimiendo, cerrando los ojos.
La joven sintió como su vagina se volvía a llenar. Volvió a sentir la placentera vibración. Y era su propia madre quien se lo metía. Lo sintió llegar al fondo de su vagina, tocar la entrada de su útero.
-Mmmmm mami...sí.....
Creyó que lo dejaría allí. Que se iría y la dejaría seguir, pero entonces notó como el vibrador volvía a salir, hasta la mitad, y otra vez se lo clavó hasta el fondo. Abrió los ojos y miró a su madre. Sus miradas se cruzaron. Su madre le sonrió y miró entre sus piernas.
Martina se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Estaba cojiendose a su hija con su propio vibrador. Su mano lo metía y lo sacaba de su mojada rajita. La oía gemir, retorcerse de placer.
-Uf, bebe. Estás muy cachonda, ¿Eh?
-Mami..sí....más...más rápido...muévelo más rápido.
-¿Así? - le preguntó, cogiendola con más rapidez.
-Siiiiiiiiiiii
El cuerpo de Mechy se tensó, su espalda se arqueó sobre la cama y sus ojos se cerraron con fuerza. Era la primera vez que Martina veía a otra mujer acabar. Y era su propia hija, que se estaba corriendo ante sus ojos porque ella le metía y sacaba su consolador de la vagina. Una conchita empapada, como estaba la suya propia. Fue consciente de que también ella estaba muy caliente. Los pezones duros, respirando por la boca, mirando a su niña temblar al ser atravesada por un fuerte orgasmo.
Cuando dejó de acabar y quedó relajada sobre la cama, le sacó el vibrador, despacito. Brillante, mojado. Mechy siguió con las piernas abiertas, una leve sonrisa en los labios, los ojos cerrados. Martina observó ahora con más detenimiento la vagina de Mechy. Se veía hinchado, con los labios abiertos. Un hilillo de flujo salía lentamente de ella. El vibrador seguía trabajando, transmitiendo tu vibración a la mano de Martina.
Cuando ella lo usaba, no sólo se lo metía hasta el fondo. No sólo se lo cogia imaginando que era la pija de algún famoso, de algún hombre que hubiese visto, sino que también apretaba la punta contra su clítoris y lo dejaba allí, vibrando y sin moverlo, hasta que le orgasmo la atravesaba. Y al mirar el ofrecido sexo de su hija, al ver su prominente clítoris, acercó el vibrador y lo puso sobre éste.
Mechy se estremeció en el acto, contrayendo su cuerpo.
-Agggggg mami.....que rico.
-¿Te gusta, mi vida?
-Sí...mucho...que...placer...
Las dos mujeres se miraron a los ojos. Mechy con los suyos entornados, sintiendo aquel suave placer. Su madre sonriendo, manteniendo el vibrador sobre su clítoris. El camino hacia el placer fue más lento, más suave. Era como una bañera que se llenaba despacito, con un caliente chorro de agua. Pequeños espasmos aparecían en el cuerpo de la joven, que movía su cabeza hacia los lados, que movía lentamente sus caderas buscando distintos ángulos.
La bañera se estaba llenando. Iba a rebosar. Marina vio como su hija se volvía a tensar. Sus manos se aferraron a las sábanas con fuerza, apretó los dientes, cerró los ojos y fue como si la bañera desapareciera de repente y toda el agua almacenada cayera al suelo, inundándolo todo. Fue un orgasmo brutal, arrollador, que hizo gritar a Mechy. Su madre vio con asombro como su conchita expulsaba flujo, casi como su fuese un hombre acabando. Mantuvo el consolador apoyado hasta que Mechy se relajó y cerró las piernas, señal de que estaba satisfecha, que no deseaba más placer.
Martina retiró a su amigo, y lo apagó. El relajante zumbido desapareció. Lo miró, mojado por el flujo de Mechy. Sintió su propia vagina estremecerse. Su hija continuaba con los ojos cerrados, con una expresión de total felicidad reflejada en la cara. Se levantó y se marchó, dejándola allí. Necesitaba placer. El placer que fue a buscar antes, cuando no encontró el consolador en su sitio. Ahora lo necesitaba mucho más, así que se dirigió directamente a su dormitorio.
Continuara...[2/3]
10 comentarios - Mami, no doy más.[1/3]