En una de las fiestas, a la que tenía que asistir para conformar a Miguel, como buena esposa, estaba aburrida a muerte. Comenzaban con aperitivos para terminar a altas horas de la noche. Los ríos de champaña y bebidas alcohólicas, solían ser, casi, la única forma de combatir el embole.
Esa noche, sin embargo, conocí a Ornela, una mujer agradable y encantadora, esposa de uno de los colegas de mi esposo. Sabía lo que quería. Era una mujer muy abierta, hablaba de cualquier cosa sin ningún problema con los hombres y mujeres que la rodeaban.
Congeniamos y nos sinceramos. Ella sabía que yo me encontraba muy bien en el matrimonio, quería mantenerlo, pero que de cuando en vez tenía encuentros furtivos... e intensos con otros hombres.
En otra ocasión-reunión nuestros conyugues, se apartaron del salón (convocados a una improvisada y breve reunión de trabajo con varios colegas) Ornela buscó la atención de otros hombres ante los ojos curiosos de todos los invitados. Yo estaba con ella y, ciertamente, me resultó tentador, recibir atenciones. A quien no le gustan los cumplidos.
Me presentó a dos amigos, Marcos y Andrés, cabellos y ojos oscuros, piel bronceada, buena estatura, pecho y antebrazos voluminosos, realmente fascinantes. Tenían confianza con Ornela.
-Chicos…. ella es mi nueva amiga Laura,… ¿No es un tesoro?-
Compartimos copas y charla, los cuatro, hasta que Ornela me tomó del brazo, me guiñó un ojo y me apartó. No tenía idea de lo que iba a decirme:
-Querida, a esos dos los conozco bien, le saltó la “chispa” con vos…. Y a vos me parece que te caen bien ¿Mañana a la tarde, podés zafar de tu marido por unas horitas? –
Había bebido bastante, pero estaba lúcida y me di cuenta de que Ornela, proponía que ella y yo íbamos a encontrarnos, a solas, con Marcos y Andrés.
Acepté, sin sospechar que se traía algo “bajo el poncho”
Pude.
Con el coche de Ornela fuimos a un chalet, supongo que un lugar secreto para sus licencias eróticas. Para mi sorpresa, un muchacho estupendo, Federico, nos recibió y, ella, se apresuró a presentarme. Entendí que todo estaba combinado.
No me cerraba el 3H y 2M.
Ornela me lo aclaró, en voz baja:
-Vamos, tesoro, aquí estamos solas, liberá tus inhibiciones y divertite con mis chicos malos. No olvides que vos estás al mando…. Yo tengo “cosas” qué hacer con Federico-
Me llevó, del brazo, a un dormitorio con luces tenues. Andrés y Marcos entraron detrás nuestro, ella salió, cerrando la puerta detrás de sí.
Ornela sabía que yo nunca había tenido un trío, de ningún tipo, ni HHM ni HMM. Me lo armó y sirvió.
Por unos instantes quedé como atontada, no había imaginado un trío, y para colmo con un par de recién, conocidos. Pero, “qué mejor momento para una cogida con dos hombres y que mi marido nunca lo sabría” pensé.
Me volví hacia los dos, que esperaban mi palabra. Me acerqué y los invité a sentarse en la cama delante de mí. Me puse de rodillas. Abrí los primeros botones de mi blusa a nivel del pecho, con las manos en la espalda, debajo de la prenda, solté el corpiño, lo tiré al piso y descubrí mis tetas abultadas y firmes. Los dos pezones salieron al aire libre y les pedí a ambos que lamieran uno cada uno.
Lo hicieron de una manera muy delicada, sabían mover la lengua y mordisquear sin lastimarme.
Los dos muchachos ya se mostraban muy excitados, yo también lo estaba y la idea de poder manejarlos me entusiasmó aún más. Sentí que no necesitaba más excusas para dar rienda suelta a mis perversiones.
Me levanté y me senté entre los dos, besándolos a ambos, y le dije a Andrés que me quitara la bombacha mientras Marcos seguía lamiendo y jugando con mi pezón mojado por su saliva.
Las manos de Andrés, arrodillado, se deslizaron sobre mis muslos, hacia arriba debajo de la pollera, cuando percibí que había alcanzado el elástico, levanté un poquito el culo para facilitarle la quita.
En ese momento me sentí al timón y ellos sedientos de mis mieles, obedecían.
Les pedí a los dos que se desnudaran, tenían un físico perfecto, bien cuidado, hombros grandes y abdominales esculpidos, brazos torneados, el sueño de toda mujer.
Estaban realmente excitados, yo no me había desvestido, todavía llevaba mi blusa entreabierta, mi pollera y mis tacones. Me deshice de las tres piezas y me acosté. Con una mano agarré la verga de Marcos, dura y gruesa, y se la masajeé suavemente mientras Andrés besaba mi cuello y mis labios.
Se morían por cogerme, pero quería mantenerlos a raya un poco más, fue emocionante y divertido.
- Lameme…. Allá…. A una palma del ombligo.- le dije a Marcos.
Se deslizó lentamente hacia abajo, mientras yo comencé a masajear el pene de Andrés.
Marcos pasaba suavemente su lengua sobre mi clítoris, abriendo ligeramente los labios de mi concha. Su lengua estaba caliente y redobló mi mojadura. Quería que ya me cogieran, me resistía pero estaba ardiendo de deseo.
- Ahora cambien- susurré, así que invirtieron los papeles, ahora era Andrés el que se dedicó a lamerme y deleitarme.
Me propuse aguantar un poco más, les dije que se sentaran en la cama. Manoteé la verga de Marcos y, después de haberla masajeado bien, me acerqué con la boca y con la lengua comencé a lamerla lentamente, luego la tragué, pero era tan grande que mi boca no era suficiente para abarcarla toda. Andrés me acariciaba el cabello. La mamada fue intensa pero corta. Eso sí, la repetí, casi idénticamente con el miembro de Andrés.
Estaba absolutamente mojada y caliente.
Fue ahí que perdí el control del festín, lo tomaron los muchachos, y se volvió desenfrenado.
-¡Suficiente!.... ¡Ahora va en serio!- murmuró Andrés
Me quitó el pene de la boca, me levantó tomándome de las axilas y me acostó en la cama, sentí que sus manos separaban mis muslos y, unos segundos después, estaba dentro de mí, “¡por fin!” quiso decir mi gemido y suspiro de alivio.
Fue una liberación para los dos. Me dejé ir, presa de disfrute total. Mis piernas estaban completamente abiertas y Andrés se movía dentro de mí con ritmos alternos, a veces lentamente y a veces rápidamente.
Entreví a Marcos, masturbándose cerca nuestro. Tuve un par de orgasmos, antes del final. Andrés acabó desparramando semen dentro de mí y voceando su goce.
Casi a desgano, se bajó de la cama y, antes que yo pudiese decir algo, lo tuve a Marcos encima,
agarró su verga dura y la empujó hacia adentro, y empezó a cogerme con precipitación y alevosía
Traté de desacelerar su ritmo apretando ligeramente sus muslos, disminuyendo así sus movimientos. Estaba enloqueciendo de placer y quería que durase lo más posible. Acabé en modo superlativo, él también tuvo su estallido seminal, sin moderación.
Durante la cogida con Marcos, Andrés, de rodillas, se masajeó el pene, flácido, frente mí, ocasionalmente le saqué la lengua para animarlo y excitarlo aún más.
Hicimos un breve intervalo en que dejamos de tocar, franelear y provocar. Nos higienizamos en la toilette (yo me hice un refrescante baño de asiento en el bidet).
No duró mucho la interrupción.
De regreso a la acción, me puse en “cuatro” en la cama e invité a Andrés a que se fuera por detrás.
Marcos se arrodilló adelante mío.
Sentí un increíble empujón en la concha, era la verga de Andrés, penetrándome a fondo.
Su movimiento empujó mi cara hacia la poronga de Marcos, casi casi, la podría haber lamido. Nunca había experimentado algo así, pero me gustó.
Andrés se movía, como en la primera cogida, dentro de mí, a veces lentamente y a veces rápidamente. Un lujo para mis sentidos que me llevaron a un nuevo orgasmo, sensacional.
No fue el último de la tarde.
Ese me lo provocó Marcos, enculándome en cuatro.
Aun seguíamos desnudos cuando Ornela abrió la puerta con aire satisfecho y “cara de interrogación”.
Andrés y Marcos levantaron los puños con el pulgar hacia arriba.
-… ¡Bien hecho, puerquita!... pero es hora de volver o nos darán por desaparecidas-
Mi esposo ni siquiera se imaginó lo que yo había hecho en un par de horas.
No solo fue una hermosa tarde, sino que Ornela y yo, dejamos abierta la posibilidad de nuevas experiencias juntas.
Esa noche, sin embargo, conocí a Ornela, una mujer agradable y encantadora, esposa de uno de los colegas de mi esposo. Sabía lo que quería. Era una mujer muy abierta, hablaba de cualquier cosa sin ningún problema con los hombres y mujeres que la rodeaban.
Congeniamos y nos sinceramos. Ella sabía que yo me encontraba muy bien en el matrimonio, quería mantenerlo, pero que de cuando en vez tenía encuentros furtivos... e intensos con otros hombres.
En otra ocasión-reunión nuestros conyugues, se apartaron del salón (convocados a una improvisada y breve reunión de trabajo con varios colegas) Ornela buscó la atención de otros hombres ante los ojos curiosos de todos los invitados. Yo estaba con ella y, ciertamente, me resultó tentador, recibir atenciones. A quien no le gustan los cumplidos.
Me presentó a dos amigos, Marcos y Andrés, cabellos y ojos oscuros, piel bronceada, buena estatura, pecho y antebrazos voluminosos, realmente fascinantes. Tenían confianza con Ornela.
-Chicos…. ella es mi nueva amiga Laura,… ¿No es un tesoro?-
Compartimos copas y charla, los cuatro, hasta que Ornela me tomó del brazo, me guiñó un ojo y me apartó. No tenía idea de lo que iba a decirme:
-Querida, a esos dos los conozco bien, le saltó la “chispa” con vos…. Y a vos me parece que te caen bien ¿Mañana a la tarde, podés zafar de tu marido por unas horitas? –
Había bebido bastante, pero estaba lúcida y me di cuenta de que Ornela, proponía que ella y yo íbamos a encontrarnos, a solas, con Marcos y Andrés.
Acepté, sin sospechar que se traía algo “bajo el poncho”
Pude.
Con el coche de Ornela fuimos a un chalet, supongo que un lugar secreto para sus licencias eróticas. Para mi sorpresa, un muchacho estupendo, Federico, nos recibió y, ella, se apresuró a presentarme. Entendí que todo estaba combinado.
No me cerraba el 3H y 2M.
Ornela me lo aclaró, en voz baja:
-Vamos, tesoro, aquí estamos solas, liberá tus inhibiciones y divertite con mis chicos malos. No olvides que vos estás al mando…. Yo tengo “cosas” qué hacer con Federico-
Me llevó, del brazo, a un dormitorio con luces tenues. Andrés y Marcos entraron detrás nuestro, ella salió, cerrando la puerta detrás de sí.
Ornela sabía que yo nunca había tenido un trío, de ningún tipo, ni HHM ni HMM. Me lo armó y sirvió.
Por unos instantes quedé como atontada, no había imaginado un trío, y para colmo con un par de recién, conocidos. Pero, “qué mejor momento para una cogida con dos hombres y que mi marido nunca lo sabría” pensé.
Me volví hacia los dos, que esperaban mi palabra. Me acerqué y los invité a sentarse en la cama delante de mí. Me puse de rodillas. Abrí los primeros botones de mi blusa a nivel del pecho, con las manos en la espalda, debajo de la prenda, solté el corpiño, lo tiré al piso y descubrí mis tetas abultadas y firmes. Los dos pezones salieron al aire libre y les pedí a ambos que lamieran uno cada uno.
Lo hicieron de una manera muy delicada, sabían mover la lengua y mordisquear sin lastimarme.
Los dos muchachos ya se mostraban muy excitados, yo también lo estaba y la idea de poder manejarlos me entusiasmó aún más. Sentí que no necesitaba más excusas para dar rienda suelta a mis perversiones.
Me levanté y me senté entre los dos, besándolos a ambos, y le dije a Andrés que me quitara la bombacha mientras Marcos seguía lamiendo y jugando con mi pezón mojado por su saliva.
Las manos de Andrés, arrodillado, se deslizaron sobre mis muslos, hacia arriba debajo de la pollera, cuando percibí que había alcanzado el elástico, levanté un poquito el culo para facilitarle la quita.
En ese momento me sentí al timón y ellos sedientos de mis mieles, obedecían.
Les pedí a los dos que se desnudaran, tenían un físico perfecto, bien cuidado, hombros grandes y abdominales esculpidos, brazos torneados, el sueño de toda mujer.
Estaban realmente excitados, yo no me había desvestido, todavía llevaba mi blusa entreabierta, mi pollera y mis tacones. Me deshice de las tres piezas y me acosté. Con una mano agarré la verga de Marcos, dura y gruesa, y se la masajeé suavemente mientras Andrés besaba mi cuello y mis labios.
Se morían por cogerme, pero quería mantenerlos a raya un poco más, fue emocionante y divertido.
- Lameme…. Allá…. A una palma del ombligo.- le dije a Marcos.
Se deslizó lentamente hacia abajo, mientras yo comencé a masajear el pene de Andrés.
Marcos pasaba suavemente su lengua sobre mi clítoris, abriendo ligeramente los labios de mi concha. Su lengua estaba caliente y redobló mi mojadura. Quería que ya me cogieran, me resistía pero estaba ardiendo de deseo.
- Ahora cambien- susurré, así que invirtieron los papeles, ahora era Andrés el que se dedicó a lamerme y deleitarme.
Me propuse aguantar un poco más, les dije que se sentaran en la cama. Manoteé la verga de Marcos y, después de haberla masajeado bien, me acerqué con la boca y con la lengua comencé a lamerla lentamente, luego la tragué, pero era tan grande que mi boca no era suficiente para abarcarla toda. Andrés me acariciaba el cabello. La mamada fue intensa pero corta. Eso sí, la repetí, casi idénticamente con el miembro de Andrés.
Estaba absolutamente mojada y caliente.
Fue ahí que perdí el control del festín, lo tomaron los muchachos, y se volvió desenfrenado.
-¡Suficiente!.... ¡Ahora va en serio!- murmuró Andrés
Me quitó el pene de la boca, me levantó tomándome de las axilas y me acostó en la cama, sentí que sus manos separaban mis muslos y, unos segundos después, estaba dentro de mí, “¡por fin!” quiso decir mi gemido y suspiro de alivio.
Fue una liberación para los dos. Me dejé ir, presa de disfrute total. Mis piernas estaban completamente abiertas y Andrés se movía dentro de mí con ritmos alternos, a veces lentamente y a veces rápidamente.
Entreví a Marcos, masturbándose cerca nuestro. Tuve un par de orgasmos, antes del final. Andrés acabó desparramando semen dentro de mí y voceando su goce.
Casi a desgano, se bajó de la cama y, antes que yo pudiese decir algo, lo tuve a Marcos encima,
agarró su verga dura y la empujó hacia adentro, y empezó a cogerme con precipitación y alevosía
Traté de desacelerar su ritmo apretando ligeramente sus muslos, disminuyendo así sus movimientos. Estaba enloqueciendo de placer y quería que durase lo más posible. Acabé en modo superlativo, él también tuvo su estallido seminal, sin moderación.
Durante la cogida con Marcos, Andrés, de rodillas, se masajeó el pene, flácido, frente mí, ocasionalmente le saqué la lengua para animarlo y excitarlo aún más.
Hicimos un breve intervalo en que dejamos de tocar, franelear y provocar. Nos higienizamos en la toilette (yo me hice un refrescante baño de asiento en el bidet).
No duró mucho la interrupción.
De regreso a la acción, me puse en “cuatro” en la cama e invité a Andrés a que se fuera por detrás.
Marcos se arrodilló adelante mío.
Sentí un increíble empujón en la concha, era la verga de Andrés, penetrándome a fondo.
Su movimiento empujó mi cara hacia la poronga de Marcos, casi casi, la podría haber lamido. Nunca había experimentado algo así, pero me gustó.
Andrés se movía, como en la primera cogida, dentro de mí, a veces lentamente y a veces rápidamente. Un lujo para mis sentidos que me llevaron a un nuevo orgasmo, sensacional.
No fue el último de la tarde.
Ese me lo provocó Marcos, enculándome en cuatro.
Aun seguíamos desnudos cuando Ornela abrió la puerta con aire satisfecho y “cara de interrogación”.
Andrés y Marcos levantaron los puños con el pulgar hacia arriba.
-… ¡Bien hecho, puerquita!... pero es hora de volver o nos darán por desaparecidas-
Mi esposo ni siquiera se imaginó lo que yo había hecho en un par de horas.
No solo fue una hermosa tarde, sino que Ornela y yo, dejamos abierta la posibilidad de nuevas experiencias juntas.
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