Una historia, un protagonista, una fantasía. Todos nos hemos dejado llevar alguna que otra vez por nuestra mente. En esta página nos interesan las fantasías y los protagonistas de nuestros relatos se encargan de vivir las suyas a flor de piel. Una historia por día, un protagonista nuevo, una fantasía distinta. Dejate llevar por la imaginación...
Cuerpos perfectos
Levanto la parte superior de mi cuerpo y lo veo, me agacho y miro al techo, me vuelvo a levantar y él está nuevamente ahí. Su cuerpo exquisitamente trabajado, sus músculos bien pronunciados, su pelo negro corto, su sonrisa de ganador, su barba corta perfectamente recortada y su voz firme y estimulante. Cada vez que hago abdominales aprovecho para mirarlo y estoy segura que él hace lo mismo conmigo. Ramiro es el hombre que más me calienta en el mundo.
Me llamo Paula, tengo 20 años y soy estudiante del profesorado de educación física. Decidí estudiar eso ya que siempre fui una fanática por el deporte, la vida sana y me encanta compartir mis ideales con la gente. Pero no me alcanza con ir a la facultad, entrenar y salir a correr, también me gusta fortalecer mis músculos y es por eso que decidí empezar a ir a un gimnasio que está a unas cuadras de casa.
Al principio me entrenaba Gabriela, una chica unos años más grande que yo y cuya ambición era la misma que la mía: conseguir un cuerpo perfecto, lo que no significa panza chata, tetas paradas y culo firme, sino masa muscular, entrenar cada centímetro del cuerpo. Durante dos años fue mi entrenadora personal hasta que le surgió un trabajo mucho más importante como preparadora física de un equipo de hockey y tuvo que dejar el trabajo en el gimnasio. Ahí es cuando llegó él, hace tan solo dos meses.
Ramiro llegó al gimnasio con un jogging azul, zapatillas deportivas, una musculosa negra, una campera de enteramiento abierta y unos lentes negros, abrió bien grande los brazos y dijo: “Buenas, ¿vamos a entrenar gente?” y por más raro que suene eso me volvió loca. La primera semana pensé que podía llegar a ser un excelente entrenador y un gran amigo, pero enseguida me di cuenta que su forma de ser, de actuar y su aspecto físico me volvían loca. Ramiro me calentaba.
Pasé a ser su alumna favorita al ver que iba todos los días y que entrenaba con firmeza. Empezó a aconsejarme a la segunda semana y para la tercera ya me había preparado varias rutinas para ejercitar todos los músculos. “Tenés muy buena masa muscular Paula” me dijo mientras miraba como hacía un ejercicio. Se paró por detrás y mientras yo me agachaba para levantar la mancuerna pude ver por el espejo como me miraba el culo.
Pero no era el único. Obviamente la rubia gato que iba al mismo horario que yo levantaba las miradas de todos, pero cuando ella se iba después de 10 minutos de bici y 30 de hablar al pedo, todos se daban vuelta para mirarme a mí y eso me encantaba. Mi cola bien firme, mi panza plana con sus abdominales delicadamente marcadas, mis tetas grandes y paradas, mi pelo negro y lacio y mis ojos verdes, eran la atracción de los chicos cuando querían ver a una mujer de verdad y no a una putita calienta pijas.
Sin embargo no fue hasta el día de ayer que terminé de obsesionarme con Ramiro. Llegué al gimnasio abrigada por el frío y entré directo al vestuario de damas. Me cambié, guardé la ropa en el casillero y salí con intensiones de entrenar. Pero cuando pasé por la puerta del vestuario de hombres vi que estaba completamente abierta y vi que había alguien adentro. Seguí caminando unos pases y volví para asegurarme de lo que había visto. Ramiro estaba de espaldas a la puerta, con la toalla en la mano y completamente desnudo. Pude ver sus piernas firmes, su cola carnosa y su espalda marcada mientras se secaba el pecho. La sorpresa mayor vino cuando levantó su pierna derecha y la apoyó sobre el banco para secarse el pie. Su cuerpo se movió hacia un costado y pude ver la punta de su pija asomando por debajo de sus muslos. Bien grande, bien roja y completamente deliciosa.
Escuché alguien que estaba caminando en dirección hacia el vestuario y seguí de largo totalmente sorprendida. Llegué a donde estaban las maquinas y Ramiro entró segundos más tarde y después de saludar a todos me vino a saludar a mi. “No saben lo que me pasó” le dijo a dos chicos que entrenaban a metros míos y les contó que sin darse cuenta se había estado cambiando con la puerta del vestuario abierta. “Espero que nadie haya pasado” embromó uno de los chicos.
Pero mis oídos dejaron de escuchar. Ramiro seguía de espaldas a mi hablando con esos chicos y de repente reviví la imagen que acababa de ver hacía tan solo unos minutos. Él desnudo en el baño, de espaldas a mi y secándose el pecho. Volvía a levantar la pierna y su pija se asomaba nuevamente y yo la miraba fijo. Tan gruesa, tan tentadora, tan deliciosa…
Entré al vestuario y cerré la puerta fuerte para que hiciera ruido. Ramiro se dio vuelta y tras poner cara de sorpresa se tapó con la toalla y me preguntó si pasaba algo. Pero yo caminé con paso decidido hacia donde estaba él, le saqué la toalla de la mano y la tiré hacia un costado. Siguió mirándome fijo con cara de sorpresa, pero en mi rostro se dibujaba una sonrisa diabólica que indicaba que yo iba a empezar con el asunto. Así que sin dar vueltas, me arrodillé frente a él, tomé su pija con mi mano derecha y comencé a masturbarlo.
Ramiro todavía no salía de su asombro, pero se dejó llevar por mis manos que de a poco empezaban a provocar que su pija se fuera poniendo bien tiesa. Me miraba fijo mientras yo lo observaba desde abajo con mi sonrisa intacta. De a poquito se fue relajando y los resultados se vieron entre mis manos que empezaban a sentir como se iba poniendo bien firme esa verga carnosa y jugosa que tenía él. Una vez que estuvo lo suficientemente dura, me la metí en la boca y comencé a saborearla.
Me encantaba, era la pija más rica que había probado en mi vida y encima era la de él. Lamía su cabeza bien roja y le pasaba los labios por todo el tronco que seguía endureciéndose cada vez más. Yo no la soltaba, y mientras me la metía y me la sacaba de la boca, con la mano que me había quedado libre acariciaba su cuerpo. Pasaba mis dedos por sus muslos firmes, por sus abdominales trabajadas y por sus pectorales marcados. Me excitaba tanto su cuerpo.
Ramiro me levantó con fuerza y me sentó en el banco que segundos antes había utilizado para apoyar su pie. Se agachó para quedar a mi altura y me sacó la remera y el top que usaba para entrenar y sonrió al ver mis tetas en libertad. Las tomó con las manos y comenzó a chuparlas con ganas. Pasaba su boca de una a la otra y las mojaba con la saliva de su lengua. Se entretenía con mis pezones y se las metía enteras en la boca para después escupirlas y volverlas a chupar.
Siguió bajando por mi panza y la lamió de arriba abajo, me estaba excitando tanto. Me tiró hacia atrás y mi espalda cayó sobre el banco dejando mis piernas en el aire y él aprovechó para sacarme el short y la bombacha que tenía. No lo podía creer. Ramiro me abrió de piernas y agachó su cabeza empezando a lamerme como loco. Su lengua se movía de acá para allá y me provocaba una risita tonta. Me agarré bien fuerte los costados del banco y me mordí el labio inferior para no gritar, pero me moría de ganas de hacerlo. Los labios de mi profesor no paraban de saborear mi conchita y yo me mojaba cada vez más y más. Mi clítoris ardía de placer y mi cuerpo se encendía por completo.
Se levantó un poco quedando semi agachado a la altura del banco. Apoyó su pija contra mi cuerpo y pude sentir cada centímetro de carne penetrarme por completo. Me partió al medio con su hermosa verga y cuando lo hice exclamé un “¡sí!” de placer puro. Me agarré nuevamente del banco y mientras él tomaba mis piernas empezaba a moverse hacia adelante y hacia atrás.
Su pija salía y entraba de mi cuerpo provocándome una sensación hermosa en todo mi interior. Una sonrisa de placer puro se dibujó en mi cara y cerré los ojos para disfrutar a pleno. Ramiro se movía cada vez más y más rápido cogiéndome como loco y abriendo mi cuerpo al medio con su enorme y gruesa pija. Empezó a lanzar gemidos de placer que penetraron mis oídos y me gustaba. Eran suaves y cortos, pero eran tan excitantes que me dejé llevar por el momento y abrí la boca para gemir yo también.
- Ponete en cuatro.- Me dijo corriéndose hacia atrás.
Sin muchos rodeos me di vuelta sobre el banco y me acomodé en cuatro contra el borde de este. Ramiro manoseo mi culo y lo abrió al medio para apoyar nuevamente la punta de su pija contra mi concha. Una vez más entró sin problemas y cuando la tuve toda en mi interior fue solo placer. Con sus dedos apoyados sobre mis cachetes, volvió a cogerme bien fuerte y sentía la sensación más hermosa del mundo. Nunca nadie me había cogido así, con tanta intensidad, con tanta fuerza. Sentía su cuerpo chocar contra el mío y me volvía loca. Sentía los músculos de su cadera moverse de manera perfecta e impactar contra mi cola en un golpe que me provocaba un gemido cada vez que lo hacía. La cabeza de su pija llegaba bien a fondo de mi cuerpo dándome oleadas de placer.
No pude contener un orgasmo increíble que llegó acompañado de un grito de desahogo y que él festejó cogiéndome más y más duro. Ahora quería hacerlo acabar a él y tenía la receta perfecta. Pero parecía que él quería hacerlo a su modo ya que insistía garchándome en esa posición y lo hacía cada vez con más violencia. Enseguida me llevó al placer extremo nuevamente. No podía creer lo mucho que me gusta cómo me estaba cogiendo. Un nuevo orgasmo estaba por llegar. Ya lo sentía salir de mi cuerpo. El grito era imposible de resistir.
- ¡Acabame toda la cola por favor!- Le pedí mientras sentía como el flujo salía de mi concha.
Ramiro sacó su pija de mi cuerpo y segundos más tarde empecé a sentir como la leche caía sobre mi cola. Una cantidad increíble de semen calentito fue a parar sobre mi cuerpo y se deslizaba por mi piel, entrando en mi cola y mi concha hasta caer a mis piernas. Una sonrisa perfecta se dibujaba en mi cara y significaba placer puro…
- ¿Paula, estás?- Me preguntó.- Te quedaste colgada.
Volví a la realidad después de parpadear varias veces y nuevamente estaba sentada en uno de los ejercicios. Ramiro, vestido con ropa, me miraba a través del espejo y sonría de que yo me había quedado perdida en mi imaginación. “¿Cuántos te faltan?” me preguntó y yo le respondí un número cualquiera ya que ni me acordaba cuantos había hecho. No podía creer lo que acababa de pasar. Mi mente me había llevado a sentir el placer de estar con él, pero todo había sido parte de mi imaginación. Lo miré con deseo y él me sonrió. La próxima vez que llegara a pasar por la puerta del vestuario y lo vía a él, no lo iba a dudar. Ramiro iba a ser mío.
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