Otro relato que no es de mi autoria.
Camino algo nerviosa por la acera, a estas hora el tráfico suele ser denso. Es hora punta y muchos hombres va a trabajar a la oficina.
Escucho el repiqueteo de mis tacones al descender por la escalera, es verano hace calor y siento el sudor pegando el fresco vestido a mi espalda.
Tengo treinta y cinco años, rubia, ojos oscuros. Si empre me ha gustado cuidarme y eso se refleja en mi físico. Nunca he pasado desapercibida, tal vez por mi noventa y cinco de pecho, mi cuerpo proporcionado y que siempre me ha gustado llamar la atención del sexo opuesto.
Me siento agitada, no sé si me saldré con el propósito que tengo en mente, aunque me he vestido para la ocasión.
Mi vestido es vaportoso, suave y me llega a un par de palmos baj el trasero. Quería un tejido fluiso y de fácil acceso.
Toda la parte de delante estaba cubierta de pequeños botones, había desabrochado tres del escote, para que si alguien se asomaba pudiera ver el sujetador de encaje y los pezones pugnando por salir. Llevaba un tanga a juego, minúsculo que ya estaba empapado frente a la expectativa de lo que podía llegar a suceder.
Varios hombres me miraron al pasar a su lado, les devolví una sonrisa tímida esperando a que el vagón atestado de gente parara enfrente de mí.
¿Serían ese par de traje caro los afortunados que me podrían manosear?
No me importaba quién fuera, solo quería sentir la adrenalina de sentirme tocada por un desconocido, de alcanzar un orgasmo sinver quién me lo proporcionaba, y que fuera en un lugar público.
El metro se detuvo y yo subí cargada de aspiracones.
El ambiente estaba cargado, la gente se apelotonaba, no cabía un alfiler, justo lo que yo deseaba. Intenté abrirme paso pero fue imposible, estaba enterrada en aquella montaña de cuerpos que luchaban por mantenerse en pie. Escogí bien el vagón, apenas había mujeres, nos dirigíamos al distrito financiero de la ciudad así que muchos eran banqueros.
El vagón arrancó impulsándome hacia atrás, hacia un cuerpo blando que detuvo mi avance y en el cual me encajé sin pedir disculpas.
Me dejé abrazar por la carne de aquel individuo que había tras de mí, sin moverme con el corazón desbocado por lo que estaba apunto de hacer.
Tragué con fuerza y apreté las nalgas contra él, que no pareció molestarse. Mordí mi labio inferior cuando la palma de su mano se fijó a mi cintura, y le oí respirar cerca de mi oído.
Olía limpio, me gustaba que mi posible compañero de juegos oliera bien.
Con sutileza acarició mi abdomen, paseando los dedos, tanteándome para ver si tenía via libre. No podía creer mi suerte cuando la mano pasó a sobarme el culo, a magrearlo y levantar mi falda para colarse en el interior.
-Separa las piernas -murmuró en mi oído. Su voz era cálida, ronca, le calculé unos cincuenta. Las separé invitándole a que sus dedos palaran mi humedad.
Las yemas de los dedos apartaron el tejido con premura para acariciar directamente mil labios chorreantes y penetrarme con ambos dedos.
-Estás muy mojada puta. ¿Esto es lo que buscas? ¿Qué alguien te toque? ¿Qué alguien te folle? - Moví la cabeza afirmativamente-. Muy bien porque eso es justo lo que pienso hacerte, hoy vas a ser mi puta del metro y a partir de hoy vas a convertirte en mi esclava sexual.
Sus palabras hicieron que mi vagina se contrajera.
-Veo que te gusta la idea puta. -Las acometidas de sus dedos se volvieron violentas y yo me moría por gemir-. Desabróchate otro botón y saca tus tetas fuera del sujetador, quiero que los pezones estén libres, que arañen la ropa y que quien te vea sepa que estás excitada.
Subí las manos y no dudé en obedecer, poco importaba si me veían o no, solo podía pensar en lo que aquel tipo me hacía sentir, en como me follaba con los dedos y lo cachonda que me estaba poniendo.
-Eso es puta, ahora pellizca tus pezones, retuércelos con fuerza, con dolor quiero que ese tío de la esquina que no para de mirarte sepa lo que estamos haciendo.
No me había dado cuenta de que tenía los ojos cerrados, los abrí y me fijé en el tipo que mi amante me decía. Se estaba acariciado la braueta sobre el pantalón, aunque trataba de disimularlo con la chaqueta. Le miré, me mordí el labio inferior y cuando tuve toda su atención fui a mis pechos para pellizcarlos con fuerza. Tragué el gemidó que estuvo a las puertas de restallar en el vagón.
-Mira qué eres zorra, tengo los dedos cubiertos de tus jugos que descienden sin control. Estás manchando el vagón, miré al suelo, efectivamente así era.
El metro se detuvo y un grupo de gente bajó, el hombre de la esquina se aproximó a nosotros pegándose a mi parte delantera sin que yo le rehuyera.
-Hazle una paja -me ordenó mi desconocido. El hombre de enfrente nos miró complacido invitándome a que le desabrochara el pantalón. Me daba mucho morbo, aunque el tipo no me gustara especialmente, parecía un ejecutivo más, pelo castaño, mirada anodina, anillo de casado y rondaría los cuarenta-. Vamos te he dado una orden.
Mi mano voló al pantalón hábilmente cubierto con la chaqueta. Toqué el vello crespo de su entrepierna y una erección de tamaño normal.
No dudé en amasarla entre mis dedos, moviendo la mano arriba y abajo, notando las venas que la cubrían y la gota de líquido preseminal que mojaba el glande.
Tres dedos se abrieron paso en mi vagina que dilataba a marchas forzadas.
-¿Te gusta como la menea mi puta? -preguntó mirando al hombre de delante.
-Mucho, aunque preferiría su boca. Tiene que mamarla muy bien.
-Tal vez en otra ocasión. -La imagen de se ofrecida me excitó mucho, noté el cuarto dedo albergándose en mi coño.
-Eres una despensa, ¿crees que podrás con mi puño? ¿Te gustaría que te metiera la mano entera? -Afirmé deseando aquello que me propetía-. Eres una viciosa y a partir de hoy solo mís, mi puta, mi esclava, yo seré tu amo. ¿Me comprendes perra?
Mi cabeza se movió afirmativamente.
-Haz que se corra en tu mano y cuando lo haga quiero que la limpies con la lengua, dejándola reluciente. -Pasó la lengua sobre mi oreja y gemí-. Mi puta esta muy cachonda, eso me gusta.
Sacó la mano de mi sexo y se dispuso a azotarlo, golpeando certeramente mi clítoris a cada impacto. Me moría por derrar las piernas y contener ese picor que se extendía por toda mi vagina.
-No lo hagas, no las cierres. Sé que ahora es lo que deseas pero no lo hagas, sigue aguantando y menéasela, creo que está muy cerca. -Yo también lo pensaba.
La mano libre de mi reciente amo subió buscando mi pezón para pellizcarlo a la par que seguía con los azotes, esta vez los alternaba, a cada azote me penetraba con la mano al completo obligándome a abrirme al máximo.
No podía casi aguantar las convulsiones de mi sexo sobre su palma, el aroma pcante del sexo invadía mis fosas nasales.
Mi hombre de enfrente empezó a agitarse y a cubrir mi mano con la espesura de su excitación. Froté su polla hasta que la note cubierta por el líquido blanquecino. El hombre había dejado de temblar, me miraba fijamente, expectante. La voz de mi amo ordenó.
-Chúpala. -La saqué del confinamiento mostrando como goteaba y la acerqué a mi boca para cumplir y saborear el semen de aquel desconicido.
No dejé nada lo tragué todo, las intensas palmadas entre mis muslos se volvieron un frotamiento intenso sobre mi clítoris, tan intenso que apenas escuché cuando mi amo me dio permiso para correrme empapando el suelo del vagón por completo.
Parecía una fuente, había oido que había mujeres que eran capaces de eyacular, pero yo no sabía que era una de ellas, parecía que me estuviera meando.
-Eso es perra suéltalo todo, porque después de esto te pienso follar.
Continuará...
Camino algo nerviosa por la acera, a estas hora el tráfico suele ser denso. Es hora punta y muchos hombres va a trabajar a la oficina.
Escucho el repiqueteo de mis tacones al descender por la escalera, es verano hace calor y siento el sudor pegando el fresco vestido a mi espalda.
Tengo treinta y cinco años, rubia, ojos oscuros. Si empre me ha gustado cuidarme y eso se refleja en mi físico. Nunca he pasado desapercibida, tal vez por mi noventa y cinco de pecho, mi cuerpo proporcionado y que siempre me ha gustado llamar la atención del sexo opuesto.
Me siento agitada, no sé si me saldré con el propósito que tengo en mente, aunque me he vestido para la ocasión.
Mi vestido es vaportoso, suave y me llega a un par de palmos baj el trasero. Quería un tejido fluiso y de fácil acceso.
Toda la parte de delante estaba cubierta de pequeños botones, había desabrochado tres del escote, para que si alguien se asomaba pudiera ver el sujetador de encaje y los pezones pugnando por salir. Llevaba un tanga a juego, minúsculo que ya estaba empapado frente a la expectativa de lo que podía llegar a suceder.
Varios hombres me miraron al pasar a su lado, les devolví una sonrisa tímida esperando a que el vagón atestado de gente parara enfrente de mí.
¿Serían ese par de traje caro los afortunados que me podrían manosear?
No me importaba quién fuera, solo quería sentir la adrenalina de sentirme tocada por un desconocido, de alcanzar un orgasmo sinver quién me lo proporcionaba, y que fuera en un lugar público.
El metro se detuvo y yo subí cargada de aspiracones.
El ambiente estaba cargado, la gente se apelotonaba, no cabía un alfiler, justo lo que yo deseaba. Intenté abrirme paso pero fue imposible, estaba enterrada en aquella montaña de cuerpos que luchaban por mantenerse en pie. Escogí bien el vagón, apenas había mujeres, nos dirigíamos al distrito financiero de la ciudad así que muchos eran banqueros.
El vagón arrancó impulsándome hacia atrás, hacia un cuerpo blando que detuvo mi avance y en el cual me encajé sin pedir disculpas.
Me dejé abrazar por la carne de aquel individuo que había tras de mí, sin moverme con el corazón desbocado por lo que estaba apunto de hacer.
Tragué con fuerza y apreté las nalgas contra él, que no pareció molestarse. Mordí mi labio inferior cuando la palma de su mano se fijó a mi cintura, y le oí respirar cerca de mi oído.
Olía limpio, me gustaba que mi posible compañero de juegos oliera bien.
Con sutileza acarició mi abdomen, paseando los dedos, tanteándome para ver si tenía via libre. No podía creer mi suerte cuando la mano pasó a sobarme el culo, a magrearlo y levantar mi falda para colarse en el interior.
-Separa las piernas -murmuró en mi oído. Su voz era cálida, ronca, le calculé unos cincuenta. Las separé invitándole a que sus dedos palaran mi humedad.
Las yemas de los dedos apartaron el tejido con premura para acariciar directamente mil labios chorreantes y penetrarme con ambos dedos.
-Estás muy mojada puta. ¿Esto es lo que buscas? ¿Qué alguien te toque? ¿Qué alguien te folle? - Moví la cabeza afirmativamente-. Muy bien porque eso es justo lo que pienso hacerte, hoy vas a ser mi puta del metro y a partir de hoy vas a convertirte en mi esclava sexual.
Sus palabras hicieron que mi vagina se contrajera.
-Veo que te gusta la idea puta. -Las acometidas de sus dedos se volvieron violentas y yo me moría por gemir-. Desabróchate otro botón y saca tus tetas fuera del sujetador, quiero que los pezones estén libres, que arañen la ropa y que quien te vea sepa que estás excitada.
Subí las manos y no dudé en obedecer, poco importaba si me veían o no, solo podía pensar en lo que aquel tipo me hacía sentir, en como me follaba con los dedos y lo cachonda que me estaba poniendo.
-Eso es puta, ahora pellizca tus pezones, retuércelos con fuerza, con dolor quiero que ese tío de la esquina que no para de mirarte sepa lo que estamos haciendo.
No me había dado cuenta de que tenía los ojos cerrados, los abrí y me fijé en el tipo que mi amante me decía. Se estaba acariciado la braueta sobre el pantalón, aunque trataba de disimularlo con la chaqueta. Le miré, me mordí el labio inferior y cuando tuve toda su atención fui a mis pechos para pellizcarlos con fuerza. Tragué el gemidó que estuvo a las puertas de restallar en el vagón.
-Mira qué eres zorra, tengo los dedos cubiertos de tus jugos que descienden sin control. Estás manchando el vagón, miré al suelo, efectivamente así era.
El metro se detuvo y un grupo de gente bajó, el hombre de la esquina se aproximó a nosotros pegándose a mi parte delantera sin que yo le rehuyera.
-Hazle una paja -me ordenó mi desconocido. El hombre de enfrente nos miró complacido invitándome a que le desabrochara el pantalón. Me daba mucho morbo, aunque el tipo no me gustara especialmente, parecía un ejecutivo más, pelo castaño, mirada anodina, anillo de casado y rondaría los cuarenta-. Vamos te he dado una orden.
Mi mano voló al pantalón hábilmente cubierto con la chaqueta. Toqué el vello crespo de su entrepierna y una erección de tamaño normal.
No dudé en amasarla entre mis dedos, moviendo la mano arriba y abajo, notando las venas que la cubrían y la gota de líquido preseminal que mojaba el glande.
Tres dedos se abrieron paso en mi vagina que dilataba a marchas forzadas.
-¿Te gusta como la menea mi puta? -preguntó mirando al hombre de delante.
-Mucho, aunque preferiría su boca. Tiene que mamarla muy bien.
-Tal vez en otra ocasión. -La imagen de se ofrecida me excitó mucho, noté el cuarto dedo albergándose en mi coño.
-Eres una despensa, ¿crees que podrás con mi puño? ¿Te gustaría que te metiera la mano entera? -Afirmé deseando aquello que me propetía-. Eres una viciosa y a partir de hoy solo mís, mi puta, mi esclava, yo seré tu amo. ¿Me comprendes perra?
Mi cabeza se movió afirmativamente.
-Haz que se corra en tu mano y cuando lo haga quiero que la limpies con la lengua, dejándola reluciente. -Pasó la lengua sobre mi oreja y gemí-. Mi puta esta muy cachonda, eso me gusta.
Sacó la mano de mi sexo y se dispuso a azotarlo, golpeando certeramente mi clítoris a cada impacto. Me moría por derrar las piernas y contener ese picor que se extendía por toda mi vagina.
-No lo hagas, no las cierres. Sé que ahora es lo que deseas pero no lo hagas, sigue aguantando y menéasela, creo que está muy cerca. -Yo también lo pensaba.
La mano libre de mi reciente amo subió buscando mi pezón para pellizcarlo a la par que seguía con los azotes, esta vez los alternaba, a cada azote me penetraba con la mano al completo obligándome a abrirme al máximo.
No podía casi aguantar las convulsiones de mi sexo sobre su palma, el aroma pcante del sexo invadía mis fosas nasales.
Mi hombre de enfrente empezó a agitarse y a cubrir mi mano con la espesura de su excitación. Froté su polla hasta que la note cubierta por el líquido blanquecino. El hombre había dejado de temblar, me miraba fijamente, expectante. La voz de mi amo ordenó.
-Chúpala. -La saqué del confinamiento mostrando como goteaba y la acerqué a mi boca para cumplir y saborear el semen de aquel desconicido.
No dejé nada lo tragué todo, las intensas palmadas entre mis muslos se volvieron un frotamiento intenso sobre mi clítoris, tan intenso que apenas escuché cuando mi amo me dio permiso para correrme empapando el suelo del vagón por completo.
Parecía una fuente, había oido que había mujeres que eran capaces de eyacular, pero yo no sabía que era una de ellas, parecía que me estuviera meando.
-Eso es perra suéltalo todo, porque después de esto te pienso follar.
Continuará...
1 comentarios - Follada en el metro.