Como lo prometido es la deuda, les comparto la segunda parte del relato de esta familia en sus vacaciones en el Benidorm, ojala les agrade.
Durante la semana siguiente al sábado y domingo, que estuve con Paloma y Daniel, mis hijos, en un hotel de Benidorm, donde ellos hicieron el amor por primera vez y fuimos tan felices los tres, mi hija no paraba de llamarme todos los días, incluso venía a casa, a recordarme que hablara con su padre seriamente, porque ella estaba muy deseosa de hacer el amor con su padre. La verdad es que me ponía en un compromiso, porque su padre estaba muy reacio a hacerlo con ella. No podía vencer sus tabúes. No se imaginaba haciendo el amor con su hijita. El la veía como su niñita, aunque ya Paloma había cumplido los 18 años. El caso es que una de esas noches, mientras hacía el amor con mi marido le volví a insistir sobre el tema y, por fin, él accedió, con la condición de que yo debería estar con él, para ayudarle y que no fuera en nuestra casa.
A la mañana siguiente llamó a mi hija y se lo dije. Ella se puso contentísima y, entre las dos, trazamos el plan. Nos iríamos los tres de viaje, el siguiente fin de semana a Marbella. Ese mismo día, miércoles, me fui a una Agencia de viajes y solucione las reservas de avión y hotel.
El viernes por la mañana, partimos desde Valencia y, a media tarde, ya estábamos en un hotel en Marbella, junto a Puerto Banes. Disponíamos de dos habitaciones, comunicadas entre sí por una puerta. Yo había previsto las dos habitaciones, para que mi marido no se sintiera incómodo, sobre todo, al principio. Nos duchamos y cambiamos de ropa y nos fuimos pronto a pasear por Puerto Banes. Dejamos a mi marido sentado en la terraza de un bar y nosotras nos fuimos a recorrer las muchas boutiques de lujo que hay por allá. Cuando volvimos, más de dos horas después, ya no estaba allí mi marido. Lo localizamos por el móvil y nos indicó que estaba en un restaurante cercano y nos indicó cómo llegar a él. Cuando nos vio aparecer con tantos paquetes, de las compras que habíamos hecho, se lo tomó con buen humor y le dio por reírse de nosotras.
Después, habló con un camarero y ellos se hicieron cargo de llevar todos los paquetes al hotel. Nos prepararon una mesa en la terraza, frente a los muchos y grandes yates, que siempre hay en el puerto y nos tomamos unos aperitivos, mientras nos llegaba la cena. Fue una comida muy variada y con buenos vinos, que duró casi dos horas. Una vez terminada, nos dispusimos a dar un paseo y conocer el elegante ambiente nocturno de Puerto Banus. Entramos a algunos locales, tomábamos alguna copa y nos íbamos a otro y así llegamos al NAVY, nos gustó y nos quedamos.
Había mucha gente elegante, de distintos países y buena música. Una vez en la mesa y encargadas las bebidas, mi hija se llevó a su padre a la pista, para bailar con él. Yo los observaba, feliz y preocupada. Notaba a mi marido un poco tenso, pero mi hija, que es muy alegre y mimosa, consiguió enseguida que él se centrara en el baile y en ella. El abundante vino de la comida, sin duda, también ayudaba a desinhibirlo bastante. Pronto estaba yo también bailando. Acepté la invitación de un inglés, que me agradó y después comprobé que bailaba muy bien, cosa que me gustó aún más. Y, como las mujeres, a veces, somos un poco malitas, busqué la manera de excitar a mi marido con celos. Me pegué mucho al ingles y rozaba mi cara con la de él, cosa que mi marido advirtió enseguida y vi cómo él pegaba más su cuerpo a Paloma y también le rozaba su cara a ella.
Paloma no perdió esa oportunidad y le pasaba su lengua a su padre por la oreja y sus duras tetas sobre el pecho de él. Como vi que mi estrategia surtía efecto, me dejé besar en la boca por el ingles y yo simulaba entregarme a él. Mi hija se dio cuenta de mi juego y aprovechó la excitación de su padre, para ir pasando su lengua, de la oreja al cuello, a la cara y después, directamente le plantó su boca sobre la de su padre, que él aceptó, aturdido por la excitación. Mi hija no perdía el tiempo, le pasó los brazos por detrás del cuello de su padre y no aflojaba el beso de lengua que le estaba dando, al mismo tiempo que restregaba su pubis sobre la erección que ya lucía su padre. Yo bailaba muy cerca de ellos y mi hija y yo nos mirábamos con picardía.
Con disimulo, pero buscando que mi marido lo viera, bajé mi mano hacia la bragueta del inglés, que la tenía muy abultada y mi hija me imitó, metiendo su mano entre su cuerpo y el de su padre, apoderándose de la erecta polla de él, sobre el pantalón, mientras algo le decía al oído. Veía que mi marido asentía con la cabeza, diciéndole si a lo que ella le decía y volvían a besarse en la boca. Después supe que ella le estaba pidiendo que le diera esa noche la felicidad, que tanto había deseado, que le hiciera el amor. Cuando llegamos a nuestra habitación, mi marido se vino a mí, me abrazó y me besaba ansioso. Con disimulo, le hice señas a mi hija para que se fuera a su habitación y yo me desnudé y ayudé a mi marido a desnudarse. Lo tumbé en la cama y le atrapé su durísima polla con mi boca, acariciándole los huevos y las nalgas.
El, con los ojos cerrados, gemía de placer. Mi hija, ya desnuda, se asomó a la puerta y yo le hice señas para que se acercara. Le cedí la polla de su padre y ella la acarició y besaba el glande, con la admiración de ese momento tan importante para ella, de cumplir uno de sus mayores deseos. A continuación, abrió todo lo que pudo su boca y se tragó toda entera, la tan deseada polla de su padre. Yo acerqué mi cara a la de mi marido y lo besaba y le acariciaba la cara. Ya él era consciente de quién le estaba mamando tan concienzudamente su polla. Le notaba una excitación muy especial, le notaba su tremenda calentura y la emoción que estaba viviendo. Mi hija pronto se subió sobre él y con la lentitud de la emoción de la primera vez, fue bajando su cuerpo e introduciendo centímetro a centímetro la durísima polla de su padre en su caliente y joven coñito. Mi marido seguía con sus ojos cerrados y, al sentir la penetración, empezó a gemir fuerte y me abrazaba y besaba, fuera de sí. Estaba viviendo uno de los momentos más emocionantes de su vida, estaba penetrando a su hijita, a su Palomita.
Cuando mi hija la tuvo totalmente dentro, se inclino y yo me aparté un poco, ella quería besar a su padre. Y, mientras lo besaba, repetía; gracias papi, gracias papi, gracias mami! me siento la hija más feliz del mundo. Mi marido nos abrazó a las dos y nos besaba. Los tres estábamos muy emocionados y nuestra felicidad no tenía palabras, solo besos y mucha ternura. Mi hija se incorporó y con sus manos sobre el pecho de su padre, empezó un sube y baja sensual, gozando esa primera vez, moviendo su cuerpo para sentir mejor y más profunda, la polla de su padre dentro de ella. Mi marido seguía abrazado a mí y empezó a mover su pelvis hacia arriba, buscando el cuerpo de su hija, buscando sentir en su plenitud esas sensaciones que, por primera vez, le estaba regalando su propia hija. Ella empezó a sentir sus primeros orgasmos y se movía agitada, enfebrecida por el mucho placer que su cuerpo recibía de su padre.
Movía sus caderas a un lado y otro, para sentir la polla de su padre en cada rincón de su coño. Chillaba y se agitaba enloquecida y, de vez en cuando repetía, gracias papi, gracias mami! qué feliz soy!. El cuerpo de mi marido empezó a agitarse más rápido y, con un fuerte estertor, soltó en el interior de su hija, fuertes chorros de su caliente leche. Mi hija, al sentir la corrida de su padre dentro de ella, cayó sobre nosotros, presa de un orgasmo bestial, alucinante, estremecida y con un aaaaahhhhhh interminable. Seguía moviéndose sobre la polla de su padre, con espasmos incontrolados y nosotros la abrazamos para tranquilizarla. Poco a poco se fue quedando quieta, serena nos besaba en silencio, con lágrimas de felicidad. Miró a mi marido a los ojos y lo veía feliz, tremendamente feliz. Lo besó con ternura, con intenso amor y agradecimiento y también besó a mi hija. Me sentía la madre y esposa más feliz del mundo.
Ayudé a levantarse a mi hija y la acompañe al cuarto de baño, para lavarnos. Mi marido se fue a lavarse al otro aseo. Dormimos en la misma cama, mi hija en el centro, acariciada por su padre y por mi. Cuando desperté, ví a mi hija estirada, sobre su padre, le tenía su cara entre sus manos y no paraba de besarlo. El le acariciaba la cabeza y la espalda. Me acerqué a ellos y nos acariciábamos los tres. Ya eran más de las diez de la mañana y vi, por el ventanal, que lucía un buen sol.
Mientras yo besaba a mi marido. Mi hija se deslizó hacia abajo, buscando acomodarse entre las piernas de mi marido, para hacerle una larga y sensual mamada. Le tomaba la polla a su padre entre sus manos, con mimos, con besitos cortos en el glande y pasaba la punta de su lengua a lo largo del tallo, hasta llegar a sus gordos huevos, que también besaba emocionada. Mi marido se estremecía de placer por el sabio trabajito que le hacia su hijita.
Ella, con sus tetas sobre los muslos de su padre, ya tragaba una y otra vez su durísima y palpitante polla, mientras con sus manos acariciaba sus huevos y sus nalgas. Yo, de vez en cuando, apartaba mi cara de la de mi marido y lo miraba a los ojos, para sentir con él, ese momento sublime que estábamos viviendo los tres. Mi marido no podía retener por más tiempo su eyaculación y avisó ooohhhhh no puedo más me vieneeeeee ¡.. y mi hija tragó más profunda en su garganta la polla de su padre y aceleró sus movimientos de sube y baja, para provocarle una corrida sensacional, quería hacerlo súper feliz, quería que su padre se acordara, para siempre, de esa primera mamada que le hacia su hija. Se abrazó fuerte mi marido a mi, con su cara pegada a mi cuello y resoplando, mientras inundaba con su caliente leche la garganta y boca de su hijita del alma. Ella se afanaba porque no se perdiera ni una sola gota, tragaba con glotonería, con deleite y seguía chupando su tesoro. Ese tesoro que tanto tiempo le había costado conseguir y que ahora se deleitaba con él en su boca y manos. Nos miraba a los dos, con cara de felicidad y cierta picardía.
Mi marido se levantó a lavarse y nosotras nos quedamos abrazadas y besándonos. Después mi marido nos dijo que se iba a desayunar y que avisaría para que nos subieran a nosotras el desayuno.
Más tarde nos avisó por teléfono, que nos estaba esperando en el puerto. Cuando nos vió, nos hizo señas para que nos acercáramos, había encontrado un barquito que hacia una ruta por la costa, para verla desde el mar. El barco tomó rumbo hacia Málaga, vimos primero Marbella, después muchas urbanizaciones y playas, Fuengirola y más urbanizaciones y playas, hasta que llegamos a Torremolinos y decidimos no volver en el barco, bajamos allí a visitar el pueblo y más tarde entramos a un restaurante a comer. Era un lugar muy bonito, junto a una antigua torre o atalaya, desde allí se divisaba una playa enorme, ya muy visitada.
Tenían una variedad de pescados a cual más apetitoso y encargamos varios de ellos. Como ninguno teníamos que conducir, aprovechamos para acompañar los mariscos y el pescado con abundante y buen vino, que nos puso súper chévere. Una vez que pedimos los cafés y copas, mi marido, que había observado una vitrina climatizada para los habanos, se levantó y escogió dos Cohiba, uno para él y otro para mi. Los cigarrillos apenas los pruebo, pero a veces sí me gusta deleitarme con un buen habano, como en esta ocasión. De allí nos fuimos al centro y nos sentamos en una terraza, viendo a la gente tan variopinta que por allá pulula, mientras nos tomábamos unas copas y nos reíamos con nuestros comentarios. Muy avanzada la tarde, tomamos un taxi y nos fuimos al hotel. Nos duchamos y cambiamos de ropa. Nuestro plan era cenar en el mismo hotel y después irnos a Marbella, a algún pub de lujo, a bailar. Después de la cena, dejamos a mi marido en la terraza del bar y nosotras subimos a vestirnos, para esa noche de fiesta, queríamos lucir la ropa que nos compramos el día anterior.
Nos desnudamos y pusimos toda la ropa encima de las camas, después fuimos seleccionando lo que nos interesaba. Mi hija escogió una tanguita diminuta, color rojo y se la puso yo escogí una negra, de un solo triangulito delante, sujeta con estrechas cintas. Ella prefirió un conjunto rojo de fina piel. Una minifalda, cortísima, ajustada y que no llegaba a la cintura, un top, sin sujetador, que apenas le tapaba las tetas, dejando la espalda y su pancita al aire, del mismo color y material,. Sobre el top, una chaquetita torera, de la misma piel roja. Los zapatos, de alto tacón, igualmente rojos y muy calados. Estaba preciosa, con su pelo suelto, tocada con una gorrita de visera, también roja de la misma piel. No quiso llevar bolso. Yo, en cambio, escogí el azul. Una falda de picos, ribeteada en oro, más larga por la derecha, que llegaba a la rodilla, se abrochaba al lado izquierdo, donde subía hasta medio muslo, ajustada a las nalgas. Por arriba llegaba unos cinco centímetros más abajo del ombligo. La parte alta era como un pañuelo largo y muy estrecho, colgado del cuello y, al bajar, cubría más o menos mis grandes y firmes tetas (sin sujetador) y quedaban las puntas sujetas por la falda. Calcé unos zapatos azules, de tiras, de altísimo tacón y el pequeño bolso también era azul. Me cubrí los hombros y la espalda con un chal de seda azul, muy fino y con flecos. Mi larga y ondulada melena negra la llevaba suelta, con una boina azul, tipo guerrillero. Nos pusimos unas cadenitas de oro en cuello, brazos y tobillos, a juego con los pendientes.
Cuando mi marido nos vió aparecer, le dio la risa. Nos dijo que lo iban a tomar por un rico jeque, al ir acompañado de tan bellas mujeres. Mi hija, en cambio, se reía y decía que parecíamos dos putitas de lujo, jajajaja. Yo dije que, bueno, estábamos en Marbella, donde pasaríamos casi inadvertida, entre tanta gente guapa y rica.
Un taxi, después de indicarle lo que buscábamos, nos llevó a un pub que nos encantó para esa noche. Era un lugar de lujo, donde al parecer, acude la crem de la crem de Marbella. Nos pareció estupendo. Ya había mucha gente allí, nos acomodaron en una buena mesa, desde la que podíamos ver la pista de baile y casi toda la sala. Me quité el chal y ella la chaquetita. Después de tomar una copa, quise bailar con mi marido, pero me dijo que no, que no le gustaba dejar allí sola a Paloma, prefería quedarse sentado y vernos a las dos. Mi hija me tomó de la mano y me llevó a la pista de baile. Tocaban bacalao y pronto nos sincronizamos. Después pusieron música lenta y mi hija me agarró por la cintura, como si fuera mi hombre jajaja, parecíamos dos lesbianas y nos reíamos, exagerando nuestras poses y roces de boca a boca.
Así estuvimos casi una hora y después nos sentamos un rato, junto a mi marido, a tomar unas copas. Más tarde empezaron a tocar música caribeña y mi hija salto como si tuviera un resorte, se quitó los zapatos y yo también y, descalzas, nos fuimos a la pista de baile. Allí nos lucimos, con toda la sensualidad que esa música conlleva y algunos hombres venían tratando de bailar con nosotras, pero les hacíamos ver que no queríamos, les dábamos a entender que éramos una pareja lesbiana, jajaja. No solamente éramos nosotras, había otras parejas de chicas bailando solas, aunque no faltaban las parejas de hombre-mujer y, el desmadre fue cuando empezaron a tocar una lambada. Mucha de la gente que estaba bailando se fueron a las mesas. Mi hija y yo parece que dimos la nota, en cuanto a sensualidad y morbo con nuestros movimientos, más bien lascivos y provocadores.
Una pareja de chicas guapísimas, se acercaron a nosotras, una se puso detrás de mi y la otra detrás de Paloma, nos tomaron de la cintura y las cuatro bailábamos juntas, mejor dicho nos movíamos cual si estuviéramos haciendo el amor. En mi bruma sensual, me di cuenta que la mayoría del público estaba pendiente de nosotras cuatro y, al final, rompieron en un aplauso espontaneo, jajaja. Nos despedimos de esas chicas con besos en la boca y bastante sobeo. Cuando llegamos a la mesa, nos tomamos una copa más, para refrescarnos y nos marchamos al hotel. Mi marido iba súper caliente con el espectáculo que le habíamos proporcionado, especialmente con la lambada y las otras dos chicas. Durante el trayecto en el taxi, mi hija iba sentada sobre las piernas de su padre, removiendo su culo sobre la dureza de la polla de él y besándolo todo el camino. Cuando llegamos al hotel, yo me fui rápida al cuarto de baño, no podía aguantar más para orinar. Al salir, ya estaban desnudos en la cama, mi hija encima del padre y se besaban con ansiedad. Yo me acerqué a la polla de mi marido y le di unas chupadas, aunque no necesitaba ningún estímulo más, la tenía super dura. Mi hija tomó la iniciativa. Me tumbó boca arriba en la cama y ella se puso encima, haciendo un sesenta y nueve conmigo y le dijo a su padre: papi, quiero que esta noche me estrenes el culito. El padre dudó y le dijo: te puede doler, si es la primera vez. Sí, es la primera vez, ya que se lo ofrecó a mi hermano y te dejó a ti ese privilegio de desvirgarme por detrás. Mi marido me miró y yo le dije que sí, que Daniel prefirió dejarle a él ese regalo. Mi marido, muy emocionado, se agachó detrás de ella, le abrió con las manos los cachetes del culo y acercó su lengua a su agujerito, lo ensalivó y metió la punta de la lengua dentro, a fin de hacer ceder su esfénter, después le metió un dedo y mi hija dio un respingo de placer, a continuación ya le tenía dos dedos dentro y le masajeaba el interior. Yo había dolía, al contrario, le pidió a su padre que se moviera. Yo no le veia la cara a mi marido, pero seguro que estaba en otro mundo, emocionado por estar enculando a su hijita por primera vez, ese culito respingón, sensual y morboso de 18 añitos. Mientras ella, agarrada a mis muslos, me daba lenguetazos por todo el coño, casi me mordía el clítoris, por su misma emoción y yo a ella, mientras le lamía su clítoris y recogía con mi lengua sus juveniles jugos vaginales, le metía dos dedos en su coñito y los movía, al compás de las embestidas que su padre le daba a su culito.
Ella levantaba su cara de vez en cuando para gemir de placer y cada vez le pedia a su padre que se la metiera más, que le diera más fuerte. El cuerpazo de mi marido, arrodillado detrás de ella, se movia en un vaiven, cada vez más rápido, más fuerte, con penetraciones profundas. Yo veía los gordos y peludos huevos de él balancearse y chocar contra las nalgas de su hija. Yo misma se los cogía con una de mis manos y se los amasaba y apretaba y le pasaba la mano por detrás de su culo, como para empujarle en sus arremetidas. Mi hija empezó a chillar de gusto, sus orgasmos le llegaban encadenados, sus jugos resbalaban por mi cara sin cesar y a mi misma, me venían orgasmos uno tras otro. Oía a mi marido resoplar y le preguntaba a su hijita si se lo estaba pasando bien, ella le contestaba con largos siiiiiiiiiii papiiiii, no pares, dame fuerte, rompele el culo a tu hijita, dale mucho gustooooooo a tu hijita. El la tenía agarrada de las caderas, casi se la sacaba por completo y después se la enviaba dentro de un fuerte empujón. Eso a ella le encataba, chillaba con lujuria cada vez que le hacia eso. Cuando se la tenía bien dentro, se movia mi marido a un lado y otro, para que ella la sintiera mejor dentro de su culo y ella chillaba más y más, casi histérica. Yo le movia mis dedos dentro de su coño y no paraba de chuparle y masajearle su clítoris. Ella estaba ida, sus repetidos orgasmos eran cada vez más fuertes y sus gritos más roncos, más profundos. Mi marido avisó que ya no podía aguantar más y mi hija le dijo siiiiiiiiiiiiiiiiiiii papi dame toda tu leche, dámela papi, llénameeeee. Al sentir ella la primera descarga de leche caliente, en el interior de su culo, gritaba ahhhhhhhh, ahhhhhhh, muy repetidos, mientras me bañaba toda la cara con los jugos de una tremenda corrida de ella. Yo también tuve un fuerte y prolongado orgasmo que me dejó exhausta y muy feliz. Así quedamos abrazados un rato, hasta que mi marido se levantó y yo me salí de debajo de mi hija, que reia y lloraba de felicidad y placer. Nos abrazamos los tres y nos besábamos, dándonos los tres las gracias, por lo felices que nos haciamos unos a otros.
Despues de lavarnos, nos dispusimos a dormir, los tres juntos, mi hija en medio y los tres medio abrazados.
Por la mañana me desperté con una agradable sensación. Mi marido estaba a mi lado, besandome y acariciando uno de mis pezones. Al verme despierta, me tomó de una mano y me llevó a la otra cama. Mi hija estaba profundamente dormida todavía. Se tumbó boca arriba en la cama y me pidió que me pusiera arriba, para hacernos un sesenta y nueve. Su gruesa polla la tenía ya dura y me dediqué a lamerla por los lados y despues sus huevos, hasta tragarmela completamente y darle placer con mi lengua. El, mientras tanto, me comia el coño con una nueva sensualidad, me pasaba la lengua a todo lo largo y se detenía en el clítoris, me metía dedos en mi vagina y me hizo correrme enseguida. Despues cambiamos de postura, yo me subí sobre él, mirandolo a la cara y me la fui metiendo en mi mojadísimo y palpitante coño, me masajeaba las tetas, acariciando los pezones y yo saltaba sobre él, con sensualidad, con suma lujuria, con unos placeres renovados, me movia en círculos, subía y bajaba medio loca, sudaba y mis largos cabellos se pegaban a mi cara enfebrecida de pasión y lascivia incontrolada, le arañaba el pecho, los hombros, los brazos, incontroladamente y él me daba fuertes cachetes en mis nalgas y me enardecía aún más, hasta que me llegó un orgasmo a lo bestia, un orgasmo que me recorría todo el cuerpo y chillaba muy histérica y loca de lujuria y pasión.
Mi marido descargó en mi interior fuertes chorros de abundante leche caliente, que me prolongaba más el cataclismo en el que estaba envuelta y chillé, chillé mi desbordante lujuria, mi lasciva sensualidad. Giraba y giraba mi cabeza a un lado y otro descontrolada, en la cumbre de mi placer. Mi hija se despertó y vino a mi lado, me abrazaba y besaba, caí sobre mi marido y nos fundimos los tres en un gran abrazo, un abrazo pletórico de amor. Me acordaba de mi hijo, de mi Daniel. Hubiera sido aún más feliz en ese momento, si ese abrazo hubiera sido de los cuatro. Amo a mi marido con locura y a mi hijo y a mi hija y me considero la madre y esposa más feliz del mundo.
Durante la semana siguiente al sábado y domingo, que estuve con Paloma y Daniel, mis hijos, en un hotel de Benidorm, donde ellos hicieron el amor por primera vez y fuimos tan felices los tres, mi hija no paraba de llamarme todos los días, incluso venía a casa, a recordarme que hablara con su padre seriamente, porque ella estaba muy deseosa de hacer el amor con su padre. La verdad es que me ponía en un compromiso, porque su padre estaba muy reacio a hacerlo con ella. No podía vencer sus tabúes. No se imaginaba haciendo el amor con su hijita. El la veía como su niñita, aunque ya Paloma había cumplido los 18 años. El caso es que una de esas noches, mientras hacía el amor con mi marido le volví a insistir sobre el tema y, por fin, él accedió, con la condición de que yo debería estar con él, para ayudarle y que no fuera en nuestra casa.
A la mañana siguiente llamó a mi hija y se lo dije. Ella se puso contentísima y, entre las dos, trazamos el plan. Nos iríamos los tres de viaje, el siguiente fin de semana a Marbella. Ese mismo día, miércoles, me fui a una Agencia de viajes y solucione las reservas de avión y hotel.
El viernes por la mañana, partimos desde Valencia y, a media tarde, ya estábamos en un hotel en Marbella, junto a Puerto Banes. Disponíamos de dos habitaciones, comunicadas entre sí por una puerta. Yo había previsto las dos habitaciones, para que mi marido no se sintiera incómodo, sobre todo, al principio. Nos duchamos y cambiamos de ropa y nos fuimos pronto a pasear por Puerto Banes. Dejamos a mi marido sentado en la terraza de un bar y nosotras nos fuimos a recorrer las muchas boutiques de lujo que hay por allá. Cuando volvimos, más de dos horas después, ya no estaba allí mi marido. Lo localizamos por el móvil y nos indicó que estaba en un restaurante cercano y nos indicó cómo llegar a él. Cuando nos vio aparecer con tantos paquetes, de las compras que habíamos hecho, se lo tomó con buen humor y le dio por reírse de nosotras.
Después, habló con un camarero y ellos se hicieron cargo de llevar todos los paquetes al hotel. Nos prepararon una mesa en la terraza, frente a los muchos y grandes yates, que siempre hay en el puerto y nos tomamos unos aperitivos, mientras nos llegaba la cena. Fue una comida muy variada y con buenos vinos, que duró casi dos horas. Una vez terminada, nos dispusimos a dar un paseo y conocer el elegante ambiente nocturno de Puerto Banus. Entramos a algunos locales, tomábamos alguna copa y nos íbamos a otro y así llegamos al NAVY, nos gustó y nos quedamos.
Había mucha gente elegante, de distintos países y buena música. Una vez en la mesa y encargadas las bebidas, mi hija se llevó a su padre a la pista, para bailar con él. Yo los observaba, feliz y preocupada. Notaba a mi marido un poco tenso, pero mi hija, que es muy alegre y mimosa, consiguió enseguida que él se centrara en el baile y en ella. El abundante vino de la comida, sin duda, también ayudaba a desinhibirlo bastante. Pronto estaba yo también bailando. Acepté la invitación de un inglés, que me agradó y después comprobé que bailaba muy bien, cosa que me gustó aún más. Y, como las mujeres, a veces, somos un poco malitas, busqué la manera de excitar a mi marido con celos. Me pegué mucho al ingles y rozaba mi cara con la de él, cosa que mi marido advirtió enseguida y vi cómo él pegaba más su cuerpo a Paloma y también le rozaba su cara a ella.
Paloma no perdió esa oportunidad y le pasaba su lengua a su padre por la oreja y sus duras tetas sobre el pecho de él. Como vi que mi estrategia surtía efecto, me dejé besar en la boca por el ingles y yo simulaba entregarme a él. Mi hija se dio cuenta de mi juego y aprovechó la excitación de su padre, para ir pasando su lengua, de la oreja al cuello, a la cara y después, directamente le plantó su boca sobre la de su padre, que él aceptó, aturdido por la excitación. Mi hija no perdía el tiempo, le pasó los brazos por detrás del cuello de su padre y no aflojaba el beso de lengua que le estaba dando, al mismo tiempo que restregaba su pubis sobre la erección que ya lucía su padre. Yo bailaba muy cerca de ellos y mi hija y yo nos mirábamos con picardía.
Con disimulo, pero buscando que mi marido lo viera, bajé mi mano hacia la bragueta del inglés, que la tenía muy abultada y mi hija me imitó, metiendo su mano entre su cuerpo y el de su padre, apoderándose de la erecta polla de él, sobre el pantalón, mientras algo le decía al oído. Veía que mi marido asentía con la cabeza, diciéndole si a lo que ella le decía y volvían a besarse en la boca. Después supe que ella le estaba pidiendo que le diera esa noche la felicidad, que tanto había deseado, que le hiciera el amor. Cuando llegamos a nuestra habitación, mi marido se vino a mí, me abrazó y me besaba ansioso. Con disimulo, le hice señas a mi hija para que se fuera a su habitación y yo me desnudé y ayudé a mi marido a desnudarse. Lo tumbé en la cama y le atrapé su durísima polla con mi boca, acariciándole los huevos y las nalgas.
El, con los ojos cerrados, gemía de placer. Mi hija, ya desnuda, se asomó a la puerta y yo le hice señas para que se acercara. Le cedí la polla de su padre y ella la acarició y besaba el glande, con la admiración de ese momento tan importante para ella, de cumplir uno de sus mayores deseos. A continuación, abrió todo lo que pudo su boca y se tragó toda entera, la tan deseada polla de su padre. Yo acerqué mi cara a la de mi marido y lo besaba y le acariciaba la cara. Ya él era consciente de quién le estaba mamando tan concienzudamente su polla. Le notaba una excitación muy especial, le notaba su tremenda calentura y la emoción que estaba viviendo. Mi hija pronto se subió sobre él y con la lentitud de la emoción de la primera vez, fue bajando su cuerpo e introduciendo centímetro a centímetro la durísima polla de su padre en su caliente y joven coñito. Mi marido seguía con sus ojos cerrados y, al sentir la penetración, empezó a gemir fuerte y me abrazaba y besaba, fuera de sí. Estaba viviendo uno de los momentos más emocionantes de su vida, estaba penetrando a su hijita, a su Palomita.
Cuando mi hija la tuvo totalmente dentro, se inclino y yo me aparté un poco, ella quería besar a su padre. Y, mientras lo besaba, repetía; gracias papi, gracias papi, gracias mami! me siento la hija más feliz del mundo. Mi marido nos abrazó a las dos y nos besaba. Los tres estábamos muy emocionados y nuestra felicidad no tenía palabras, solo besos y mucha ternura. Mi hija se incorporó y con sus manos sobre el pecho de su padre, empezó un sube y baja sensual, gozando esa primera vez, moviendo su cuerpo para sentir mejor y más profunda, la polla de su padre dentro de ella. Mi marido seguía abrazado a mí y empezó a mover su pelvis hacia arriba, buscando el cuerpo de su hija, buscando sentir en su plenitud esas sensaciones que, por primera vez, le estaba regalando su propia hija. Ella empezó a sentir sus primeros orgasmos y se movía agitada, enfebrecida por el mucho placer que su cuerpo recibía de su padre.
Movía sus caderas a un lado y otro, para sentir la polla de su padre en cada rincón de su coño. Chillaba y se agitaba enloquecida y, de vez en cuando repetía, gracias papi, gracias mami! qué feliz soy!. El cuerpo de mi marido empezó a agitarse más rápido y, con un fuerte estertor, soltó en el interior de su hija, fuertes chorros de su caliente leche. Mi hija, al sentir la corrida de su padre dentro de ella, cayó sobre nosotros, presa de un orgasmo bestial, alucinante, estremecida y con un aaaaahhhhhh interminable. Seguía moviéndose sobre la polla de su padre, con espasmos incontrolados y nosotros la abrazamos para tranquilizarla. Poco a poco se fue quedando quieta, serena nos besaba en silencio, con lágrimas de felicidad. Miró a mi marido a los ojos y lo veía feliz, tremendamente feliz. Lo besó con ternura, con intenso amor y agradecimiento y también besó a mi hija. Me sentía la madre y esposa más feliz del mundo.
Ayudé a levantarse a mi hija y la acompañe al cuarto de baño, para lavarnos. Mi marido se fue a lavarse al otro aseo. Dormimos en la misma cama, mi hija en el centro, acariciada por su padre y por mi. Cuando desperté, ví a mi hija estirada, sobre su padre, le tenía su cara entre sus manos y no paraba de besarlo. El le acariciaba la cabeza y la espalda. Me acerqué a ellos y nos acariciábamos los tres. Ya eran más de las diez de la mañana y vi, por el ventanal, que lucía un buen sol.
Mientras yo besaba a mi marido. Mi hija se deslizó hacia abajo, buscando acomodarse entre las piernas de mi marido, para hacerle una larga y sensual mamada. Le tomaba la polla a su padre entre sus manos, con mimos, con besitos cortos en el glande y pasaba la punta de su lengua a lo largo del tallo, hasta llegar a sus gordos huevos, que también besaba emocionada. Mi marido se estremecía de placer por el sabio trabajito que le hacia su hijita.
Ella, con sus tetas sobre los muslos de su padre, ya tragaba una y otra vez su durísima y palpitante polla, mientras con sus manos acariciaba sus huevos y sus nalgas. Yo, de vez en cuando, apartaba mi cara de la de mi marido y lo miraba a los ojos, para sentir con él, ese momento sublime que estábamos viviendo los tres. Mi marido no podía retener por más tiempo su eyaculación y avisó ooohhhhh no puedo más me vieneeeeee ¡.. y mi hija tragó más profunda en su garganta la polla de su padre y aceleró sus movimientos de sube y baja, para provocarle una corrida sensacional, quería hacerlo súper feliz, quería que su padre se acordara, para siempre, de esa primera mamada que le hacia su hija. Se abrazó fuerte mi marido a mi, con su cara pegada a mi cuello y resoplando, mientras inundaba con su caliente leche la garganta y boca de su hijita del alma. Ella se afanaba porque no se perdiera ni una sola gota, tragaba con glotonería, con deleite y seguía chupando su tesoro. Ese tesoro que tanto tiempo le había costado conseguir y que ahora se deleitaba con él en su boca y manos. Nos miraba a los dos, con cara de felicidad y cierta picardía.
Mi marido se levantó a lavarse y nosotras nos quedamos abrazadas y besándonos. Después mi marido nos dijo que se iba a desayunar y que avisaría para que nos subieran a nosotras el desayuno.
Más tarde nos avisó por teléfono, que nos estaba esperando en el puerto. Cuando nos vió, nos hizo señas para que nos acercáramos, había encontrado un barquito que hacia una ruta por la costa, para verla desde el mar. El barco tomó rumbo hacia Málaga, vimos primero Marbella, después muchas urbanizaciones y playas, Fuengirola y más urbanizaciones y playas, hasta que llegamos a Torremolinos y decidimos no volver en el barco, bajamos allí a visitar el pueblo y más tarde entramos a un restaurante a comer. Era un lugar muy bonito, junto a una antigua torre o atalaya, desde allí se divisaba una playa enorme, ya muy visitada.
Tenían una variedad de pescados a cual más apetitoso y encargamos varios de ellos. Como ninguno teníamos que conducir, aprovechamos para acompañar los mariscos y el pescado con abundante y buen vino, que nos puso súper chévere. Una vez que pedimos los cafés y copas, mi marido, que había observado una vitrina climatizada para los habanos, se levantó y escogió dos Cohiba, uno para él y otro para mi. Los cigarrillos apenas los pruebo, pero a veces sí me gusta deleitarme con un buen habano, como en esta ocasión. De allí nos fuimos al centro y nos sentamos en una terraza, viendo a la gente tan variopinta que por allá pulula, mientras nos tomábamos unas copas y nos reíamos con nuestros comentarios. Muy avanzada la tarde, tomamos un taxi y nos fuimos al hotel. Nos duchamos y cambiamos de ropa. Nuestro plan era cenar en el mismo hotel y después irnos a Marbella, a algún pub de lujo, a bailar. Después de la cena, dejamos a mi marido en la terraza del bar y nosotras subimos a vestirnos, para esa noche de fiesta, queríamos lucir la ropa que nos compramos el día anterior.
Nos desnudamos y pusimos toda la ropa encima de las camas, después fuimos seleccionando lo que nos interesaba. Mi hija escogió una tanguita diminuta, color rojo y se la puso yo escogí una negra, de un solo triangulito delante, sujeta con estrechas cintas. Ella prefirió un conjunto rojo de fina piel. Una minifalda, cortísima, ajustada y que no llegaba a la cintura, un top, sin sujetador, que apenas le tapaba las tetas, dejando la espalda y su pancita al aire, del mismo color y material,. Sobre el top, una chaquetita torera, de la misma piel roja. Los zapatos, de alto tacón, igualmente rojos y muy calados. Estaba preciosa, con su pelo suelto, tocada con una gorrita de visera, también roja de la misma piel. No quiso llevar bolso. Yo, en cambio, escogí el azul. Una falda de picos, ribeteada en oro, más larga por la derecha, que llegaba a la rodilla, se abrochaba al lado izquierdo, donde subía hasta medio muslo, ajustada a las nalgas. Por arriba llegaba unos cinco centímetros más abajo del ombligo. La parte alta era como un pañuelo largo y muy estrecho, colgado del cuello y, al bajar, cubría más o menos mis grandes y firmes tetas (sin sujetador) y quedaban las puntas sujetas por la falda. Calcé unos zapatos azules, de tiras, de altísimo tacón y el pequeño bolso también era azul. Me cubrí los hombros y la espalda con un chal de seda azul, muy fino y con flecos. Mi larga y ondulada melena negra la llevaba suelta, con una boina azul, tipo guerrillero. Nos pusimos unas cadenitas de oro en cuello, brazos y tobillos, a juego con los pendientes.
Cuando mi marido nos vió aparecer, le dio la risa. Nos dijo que lo iban a tomar por un rico jeque, al ir acompañado de tan bellas mujeres. Mi hija, en cambio, se reía y decía que parecíamos dos putitas de lujo, jajajaja. Yo dije que, bueno, estábamos en Marbella, donde pasaríamos casi inadvertida, entre tanta gente guapa y rica.
Un taxi, después de indicarle lo que buscábamos, nos llevó a un pub que nos encantó para esa noche. Era un lugar de lujo, donde al parecer, acude la crem de la crem de Marbella. Nos pareció estupendo. Ya había mucha gente allí, nos acomodaron en una buena mesa, desde la que podíamos ver la pista de baile y casi toda la sala. Me quité el chal y ella la chaquetita. Después de tomar una copa, quise bailar con mi marido, pero me dijo que no, que no le gustaba dejar allí sola a Paloma, prefería quedarse sentado y vernos a las dos. Mi hija me tomó de la mano y me llevó a la pista de baile. Tocaban bacalao y pronto nos sincronizamos. Después pusieron música lenta y mi hija me agarró por la cintura, como si fuera mi hombre jajaja, parecíamos dos lesbianas y nos reíamos, exagerando nuestras poses y roces de boca a boca.
Así estuvimos casi una hora y después nos sentamos un rato, junto a mi marido, a tomar unas copas. Más tarde empezaron a tocar música caribeña y mi hija salto como si tuviera un resorte, se quitó los zapatos y yo también y, descalzas, nos fuimos a la pista de baile. Allí nos lucimos, con toda la sensualidad que esa música conlleva y algunos hombres venían tratando de bailar con nosotras, pero les hacíamos ver que no queríamos, les dábamos a entender que éramos una pareja lesbiana, jajaja. No solamente éramos nosotras, había otras parejas de chicas bailando solas, aunque no faltaban las parejas de hombre-mujer y, el desmadre fue cuando empezaron a tocar una lambada. Mucha de la gente que estaba bailando se fueron a las mesas. Mi hija y yo parece que dimos la nota, en cuanto a sensualidad y morbo con nuestros movimientos, más bien lascivos y provocadores.
Una pareja de chicas guapísimas, se acercaron a nosotras, una se puso detrás de mi y la otra detrás de Paloma, nos tomaron de la cintura y las cuatro bailábamos juntas, mejor dicho nos movíamos cual si estuviéramos haciendo el amor. En mi bruma sensual, me di cuenta que la mayoría del público estaba pendiente de nosotras cuatro y, al final, rompieron en un aplauso espontaneo, jajaja. Nos despedimos de esas chicas con besos en la boca y bastante sobeo. Cuando llegamos a la mesa, nos tomamos una copa más, para refrescarnos y nos marchamos al hotel. Mi marido iba súper caliente con el espectáculo que le habíamos proporcionado, especialmente con la lambada y las otras dos chicas. Durante el trayecto en el taxi, mi hija iba sentada sobre las piernas de su padre, removiendo su culo sobre la dureza de la polla de él y besándolo todo el camino. Cuando llegamos al hotel, yo me fui rápida al cuarto de baño, no podía aguantar más para orinar. Al salir, ya estaban desnudos en la cama, mi hija encima del padre y se besaban con ansiedad. Yo me acerqué a la polla de mi marido y le di unas chupadas, aunque no necesitaba ningún estímulo más, la tenía super dura. Mi hija tomó la iniciativa. Me tumbó boca arriba en la cama y ella se puso encima, haciendo un sesenta y nueve conmigo y le dijo a su padre: papi, quiero que esta noche me estrenes el culito. El padre dudó y le dijo: te puede doler, si es la primera vez. Sí, es la primera vez, ya que se lo ofrecó a mi hermano y te dejó a ti ese privilegio de desvirgarme por detrás. Mi marido me miró y yo le dije que sí, que Daniel prefirió dejarle a él ese regalo. Mi marido, muy emocionado, se agachó detrás de ella, le abrió con las manos los cachetes del culo y acercó su lengua a su agujerito, lo ensalivó y metió la punta de la lengua dentro, a fin de hacer ceder su esfénter, después le metió un dedo y mi hija dio un respingo de placer, a continuación ya le tenía dos dedos dentro y le masajeaba el interior. Yo había dolía, al contrario, le pidió a su padre que se moviera. Yo no le veia la cara a mi marido, pero seguro que estaba en otro mundo, emocionado por estar enculando a su hijita por primera vez, ese culito respingón, sensual y morboso de 18 añitos. Mientras ella, agarrada a mis muslos, me daba lenguetazos por todo el coño, casi me mordía el clítoris, por su misma emoción y yo a ella, mientras le lamía su clítoris y recogía con mi lengua sus juveniles jugos vaginales, le metía dos dedos en su coñito y los movía, al compás de las embestidas que su padre le daba a su culito.
Ella levantaba su cara de vez en cuando para gemir de placer y cada vez le pedia a su padre que se la metiera más, que le diera más fuerte. El cuerpazo de mi marido, arrodillado detrás de ella, se movia en un vaiven, cada vez más rápido, más fuerte, con penetraciones profundas. Yo veía los gordos y peludos huevos de él balancearse y chocar contra las nalgas de su hija. Yo misma se los cogía con una de mis manos y se los amasaba y apretaba y le pasaba la mano por detrás de su culo, como para empujarle en sus arremetidas. Mi hija empezó a chillar de gusto, sus orgasmos le llegaban encadenados, sus jugos resbalaban por mi cara sin cesar y a mi misma, me venían orgasmos uno tras otro. Oía a mi marido resoplar y le preguntaba a su hijita si se lo estaba pasando bien, ella le contestaba con largos siiiiiiiiiii papiiiii, no pares, dame fuerte, rompele el culo a tu hijita, dale mucho gustooooooo a tu hijita. El la tenía agarrada de las caderas, casi se la sacaba por completo y después se la enviaba dentro de un fuerte empujón. Eso a ella le encataba, chillaba con lujuria cada vez que le hacia eso. Cuando se la tenía bien dentro, se movia mi marido a un lado y otro, para que ella la sintiera mejor dentro de su culo y ella chillaba más y más, casi histérica. Yo le movia mis dedos dentro de su coño y no paraba de chuparle y masajearle su clítoris. Ella estaba ida, sus repetidos orgasmos eran cada vez más fuertes y sus gritos más roncos, más profundos. Mi marido avisó que ya no podía aguantar más y mi hija le dijo siiiiiiiiiiiiiiiiiiii papi dame toda tu leche, dámela papi, llénameeeee. Al sentir ella la primera descarga de leche caliente, en el interior de su culo, gritaba ahhhhhhhh, ahhhhhhh, muy repetidos, mientras me bañaba toda la cara con los jugos de una tremenda corrida de ella. Yo también tuve un fuerte y prolongado orgasmo que me dejó exhausta y muy feliz. Así quedamos abrazados un rato, hasta que mi marido se levantó y yo me salí de debajo de mi hija, que reia y lloraba de felicidad y placer. Nos abrazamos los tres y nos besábamos, dándonos los tres las gracias, por lo felices que nos haciamos unos a otros.
Despues de lavarnos, nos dispusimos a dormir, los tres juntos, mi hija en medio y los tres medio abrazados.
Por la mañana me desperté con una agradable sensación. Mi marido estaba a mi lado, besandome y acariciando uno de mis pezones. Al verme despierta, me tomó de una mano y me llevó a la otra cama. Mi hija estaba profundamente dormida todavía. Se tumbó boca arriba en la cama y me pidió que me pusiera arriba, para hacernos un sesenta y nueve. Su gruesa polla la tenía ya dura y me dediqué a lamerla por los lados y despues sus huevos, hasta tragarmela completamente y darle placer con mi lengua. El, mientras tanto, me comia el coño con una nueva sensualidad, me pasaba la lengua a todo lo largo y se detenía en el clítoris, me metía dedos en mi vagina y me hizo correrme enseguida. Despues cambiamos de postura, yo me subí sobre él, mirandolo a la cara y me la fui metiendo en mi mojadísimo y palpitante coño, me masajeaba las tetas, acariciando los pezones y yo saltaba sobre él, con sensualidad, con suma lujuria, con unos placeres renovados, me movia en círculos, subía y bajaba medio loca, sudaba y mis largos cabellos se pegaban a mi cara enfebrecida de pasión y lascivia incontrolada, le arañaba el pecho, los hombros, los brazos, incontroladamente y él me daba fuertes cachetes en mis nalgas y me enardecía aún más, hasta que me llegó un orgasmo a lo bestia, un orgasmo que me recorría todo el cuerpo y chillaba muy histérica y loca de lujuria y pasión.
Mi marido descargó en mi interior fuertes chorros de abundante leche caliente, que me prolongaba más el cataclismo en el que estaba envuelta y chillé, chillé mi desbordante lujuria, mi lasciva sensualidad. Giraba y giraba mi cabeza a un lado y otro descontrolada, en la cumbre de mi placer. Mi hija se despertó y vino a mi lado, me abrazaba y besaba, caí sobre mi marido y nos fundimos los tres en un gran abrazo, un abrazo pletórico de amor. Me acordaba de mi hijo, de mi Daniel. Hubiera sido aún más feliz en ese momento, si ese abrazo hubiera sido de los cuatro. Amo a mi marido con locura y a mi hijo y a mi hija y me considero la madre y esposa más feliz del mundo.
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