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Incesto - Fin de semana familiar (1 de 2)

Este es un relato increíble y super caliente que me encontré hace algunos años, parece que es una segunda parte, que NO necesita de la primera, pero me encantaría leerla alguna vez si es que aparece. Y hay una tercera parte muy buena también, que pronto les compartiré, mientras les voy dejando esto, espero lo disfruten bastante!!

A principios del verano pasado (2002), un sábado, como a las diez de la mañana, llegó mi hija a casa y como yo estaba todavía acostada, se metió en la cama conmigo, como tantas veces hacia. Le extrañó que no estuviera su padre y le dije que se había ido muy temprano con Julio, a pescar al mar, en el yate de un amigo de ambos y regresarían al día siguiente, domingo, por la tarde. Me dijo que venía muy caliente, que esa noche había estado soñando que hacía el amor con su padre. Yo le dije que tuviera paciencia, que todavía su padre no estaba convencido de hacer el amor con ella, que la consideraba su hijita, una niña y que no era capaz de romper ese tabú. Entonces me dijo que si no podía hacerlo con su padre que, al menos, quería hacerlo con su hermano. A continuación me dijo: mami, estoy pensando que, como estarás sola hasta mañana por la tarde, mi hermano y yo te hagamos compañía
Me pareció muy bien. Pero ella iba con otros pensamientos y me dijo que los invitara a Benidorm, al mismo hotel donde su hermano y yo hicimos el amor por primera vez. Quedé pensativa, por si a mi hijo no le parecía bien la idea y ella, que es muy impaciente, tomó el teléfono y llamó a su hermano y le dijo que se viniera a casa, que mamá estaba sola y nos invitaba ese día y la noche. También le dijo que se trajera ropa elegante, por si salíamos esa noche de fiesta. Al rato, cuando llegó mi hijo, ya estábamos nosotras preparadas y con la maleta hecha. Emprendimos la marcha. Conducía Daniel, mi hijo y Paloma iba delante con él. Yo me recosté en el asiento trasero.

Cuando llegamos a Benidorm, nos fuimos directamente a un restaurante argentino y allí, después de unos aperitivos, dimos buena cuenta de unos ricos chuletones de ternera a la brasa y dos botellas de Rioja. Más tarde nos fuimos a una terraza del Paseo Marítimo a tomarnos el café y unas copas. Mi hija, que estaba impaciente, le dijo a su hermano: oye Dani, ¿por qué no te acercas hasta el hotel donde estuviste con mamá y procura conseguir la misma suite? Mi hijo se sonrojó y ella tomándolo de la mano y dándole un beso en la mejilla, le dijo...no seas tontín, lo sé todo. Ante la indecisión de mi hijo, intervine yo y le dije que sí, que fuera al hotel. Después, cuando ya mi hijo se había marchado, reprendí a mi hija por tener tan poco tacto. Casi una hora después apareció mi hijo, venía muy alegre y nos dijo que había conseguido la misma suite. Paloma se levantó con un grito de alegría, lo abrazó y le plantó un beso en la boca, que pilló a su hermano desprevenido. Mi hijo se sentó y tomó una copa con nosotras y mi hija propuso que nos fuéramos a visitar algunas boutiques, por si encontrábamos algo bonito. Yo estuve de acuerdo, pero Daniel optó por irse a la piscina del hotel.

Aproximadamente a las nueve de la noche, regresamos al hotel y no estaba Daniel, lo llamamos a su móvil y nos dijo que estaba en un chiringuito enfrente, junto a la playa. Soltamos todo lo comprado y nos fuimos con él. Allí mismo cenamos, a base de mariscos y pescados y mi hija no paraba de llenarnos las copas de vino, tan pronto veía que se vaciaba alguna. Subimos después a la habitación para ducharnos y cambiarnos de ropa y antes de las doce de la noche, estábamos en un pub de moda.

Una vez instalados en la mesa, mi hijo me tomó de la mano y me llevó a la pista a bailar. Daniel baila muy bien y me encanta bailar con él. Al poco vimos que Paloma bailaba con un tipo, iban muy juntos, restregando sus cuerpos. Al poco el tipo aquel le pasaba una mano por el culo y con la otra le masajeaba las tetas. Esto no le gustó a Daniel. Nos fuimos a la mesa y notaba que Daniel se ponía nervioso, por culpa de su hermana y aquel tipo. Al mirar mi hija hacia nosotros, le hice señas con la mano, para que viniera a la mesa. No quería y Daniel se levantó y tomándola de la mano se la trajo. Ella protestó y dijo que quería seguir bailando y fue su hermano quien la sacó a bailar. Estaba claro que Paloma andaba provocando a su hermano. Al quedarme sola, algunos hombres se me acercaron invitándome a bailar, yo no aceptaba, porque no me gustaban, hasta que llegó uno que me agradó y sí acepté. Era guapo, de unos 35 años y elegante. Me dijo llamarse Juan y olía muy bien. Durante el baile, fuimos acercando más nuestros cuerpos, mi espalda desnuda era recorrida por sus manos y pronto, con la punta de su lengua andaba por mi oreja, después el cuello y después se vino directamente a mi boca. Yo recibí su lengua junto a la mía... uuummm qué bien besaba Juan...seguíamos besándonos y tocándonos, yo estaba súper caliente, no se me iba del pensamiento lo que se proponía mi hija con su hermano. Juan, al notar mi calentura, tomándome de la mano, me sacó del local. Antes miré hacia mis hijos y los vi que seguían bailando, ahora reían, los vi muy animados y muy pegaditos. Salimos y nos fuimos hacia el aparcamiento, donde había menos luz. Sacó su hermosísima polla y yo me agaché para hacerle una rica mamada... uuummmm. Después de un rato chupándosela, no quiso correrse en mi boca, prefirió levantarme y, mientras él se bajaba los pantalones y se puso un preservativo, yo me quité mis braguitas, que se las puse en un bolsillo y me subí el vestido hasta la cintura. Recosté mi espalda sobre el lateral de un coche y él me levantó una pierna, al mismo tiempo que acercaba su polla a mi coño. Uuuummmm me fue entrando aquella polla colosal, durísima, caliente y palpitante. Yo me agarré a su cuello y me acompasé a su mete y saca glorioso. Juan resoplaba de placer y yo ahogaba mis gritos, para no llamar la atención. Entonces me di cuenta que, en el coche que había a sus espaldas, un chico nos observaba, mientras su pareja se la estaba chupando. Juan no se había dado cuenta, pero la mirada de aquel joven me calentaba aún más y mi primer orgasmo llegó enseguida. Juan seguía arremetiendo, me llegaba hasta lo más profundo de mi vagina y me estaba llevando al éxtasis. El morbo que nos unía en aquella follada furtiva, con la miraba fija y admirada de aquel joven tras el cristal, me llevó a un orgasmo extremo, mientras él también se corría en una última convulsión. Mis brazos cayeron temblorosos, mis piernas no me sostenían y gracias a Juan que me sujetó, no caí redonda al suelo. Tarde un rato en reponerme, mientras Juan me tenía abrazada para sostenerme. Antes de irnos, me acerqué al otro coche, le hice señas al joven para que bajara el cristal y le di un ligero beso en la boca.

Cuando llegamos a la mesa, le dije a Juan que me dejara sola, necesitaba terminar de recuperarme y, de un solo trago, me bebí una de las copas. Busqué a mis hijos con la vista. Seguían bailando muy juntos y....sorpresa...se estaban morreando de lo lindo. Me dio alegría verlos tan felices y comprendí que mi hija ya estaba consiguiendo su objetivo, de seducir a su hermano. Cuando me vieron en la mesa, se acercaron y me dijeron que querían irse al hotel. Acepté enseguida.

Cuando entramos en la suite, no tardamos ni un minuto en estar los tres desnudos. Primero mi hija se abrazo a su hermano y se dieron un largo beso en la boca. Después bajó y mientras se tragaba su polla, con una mano le masajeaba los huevos y con la otra le acariciaba las nalgas. Lo empujó después a la cama y lo tumbó boca arriba. Ella se subió a él y mirándolo a la cara, fue bajando e introduciendo la dura polla de su hermano en su joven y mojado coñito. Daniel, con una cara de felicidad indescriptible, la recibía alborozado y empezó a embestir hacia arriba. Yo fui al bidet a lavarme. Al volver, veo que mi hija cabalgaba sobre la polla de su hermano. Sus tetas se bamboleaban con los movimientos, se les escapaba a Daniel de las manos. Me acerqué a besarlos y mi hijo me pidió que me colocara sobre su cara. Yo me fui agachando, abrazada a mi hija y le puse el coño en la boca a Daniel, que empezó a comérmelo con ansia, con lujuria. Mi hija y yo nos besábamos las bocas y nos masajeábamos las tetas, envueltas en una sensualidad sin trabas. Mi hija reía y lloraba de alegría, babeaba sin control sobre mis tetas y yo era la madre más feliz del mundo, gozando con ellos. Mi hija parecía volverse loca, gritaba, se agitaba, rebotaba sobre el cuerpo de su hermano y se agarraba a mí, arañándome la espalda y me decía, con voz cortada... mami qué feliz soy... mami qué feliz soy... Mi hijo, mientras, agarrado a mis nalgas, no paraba de darme placer con su lengua en mi coño. De pronto mi hija se agarró a mí con fuerza, se quedó quieta, su cuerpo se estremecía con estertores, estaba viviendo un orgasmo desconocido para ella, se encorvó rígida, con los ojos en blanco... mi hijo rugió al correrse y llenar todo el interior de su hermana. Tumbé a mi hija hacia un lado, para que no aplastáramos a Daniel y la acariciaba para tranquilizarla. Ella se encogía sobre sí misma, en posición fetal, su cuerpo era recorrido por estertores incontrolados. La acogí en mis brazos y la acunaba, como cuando era niña y, aunque tardó bastante pero, poco a poco fue volviendo a la normalidad, su respiración se estaba normalizando y le acerqué un vaso de agua a sus labios. Ella la bebió con ansiedad. Su cara, toda mojada de sus propias lágrimas y sudores, se la fui limpiando con una toalla, que me acercó mi hijo. Cuando ya estaba totalmente calmada, el cansancio y la emoción pudieron con ella y se durmió en mis brazos. La llevamos a la otra cama y yo fui a lavarme. Al salir del aseo, mi hijo había preparado dos copas y me dio una. Después nos tumbamos en la cama, uno al lado del otro y me preguntó dónde estuve cuando salí del pub. Le dije la verdad, que había estado en el aparcamiento, follando con un tal Juan. Se le despertaron los celos y se subió encima de mí, me abrió las piernas con sus rodillas y me poseyó con rabia. Me dio placer haberlo encelado y pasé mis piernas tras su culo, dispuesta a una follada a lo grande, como a mi me gusta a veces, con furia, con total entrega al placer, con el deseo de llegar al límite. Lo provoqué con palabrotas y le decía cabroncete cornudo, fóllame de verdad, follame como todo un hombre, no hagas que me vaya con otro macho. Me follaba con calentura y ferocidad, como si quisiera atravesarme con su tiesa polla y yo seguía provocándolo con lascivia y lujuria. El gruñía, sudaba y mascullaba palabras ininteligibles y a veces, me decía...ya te enseñaré yo a ti golfa, puta, toma polla y no andes buscándolas por ahí. Yo estaba que deliraba de placer lujurioso, mis orgasmos me estremecían hasta la ultima fibra de mi ser y mi hijo me galopaba, demostrando a su hembra la bravura de su macho. Con mis piernas y mis brazos lo tenia totalmente abrazado, con la posesión de una hembra hambrienta de su hombre. El grito del macho victorioso, acompañó una corrida abundante, como una catarata, que me provocó uno de mis mayores orgasmos. Vi mil luces, estrellas danzando por millones, mi cuerpo se estremeció, convulsionado por placeres incontrolados, mi esfínter anal y vaginal se contraían y dilataban con vida propia, mi corazón palpitaba agitado y mi garganta emitía rugidos profundos, desde lo más hondo. Seguíamos abrazados, pero él ya no estaba encima, sino al lado. Cuando nos fuimos relajando, nos dormimos besándonos y dándonos mutuamente las gracias por tanto placer. Todavía las luces de colores sobrevolaron mi sueño.

Cuando desperté, ya un poco avanzada la mañana, vi en la otra cama a Daniel y Paloma gozando un sensual 69 y me sentí feliz, muy feliz, la madre más feliz del mundo. A mis 41 años, ver a mis hijos de 18 y 21 años, gozando y amándose, fue para mi una dicha inmensa.

Sobre una mesa vi los desayunos. Me fui al yacuzzy a relajarme y allí permanecí un gran rato. Cuando regresé, Paloma estaba boca abajo, con la cara en la almohada y su culito muy en alto. Daniel la poseía desde atrás lentamente, deleitándose con cada embolada en el coñito de su hermana. Ella runruneaba como una gatita cuando la acarician. Me miró y me guiño un ojo, en señal de feliz complicidad. Yo le sonreí, más feliz todavía. Entonces Paloma le dijo a su hermano: Dani, mi culito lo he reservado virgen para papi o para ti ¿lo quieres tu ahora?. Mi hijo se quedó pensativo y le dijo: me gustaría ahora mismo disfrutar tu culito ¿cómo no?, pero le debemos mucho a papi, es demasiado generoso y bueno con nosotros, así que, prefiero que ese regalo sea para él. Me emocioné al oírle decir eso a mi hijo, me fui junto a ellos y nos fundimos los tres en un abrazo de amor tierno, ese amor tan auténtico, que une a mi familia. En ese momento hubiera dado hasta la vida, por tal de que mi esposo hubiera estado allí con nosotros, unidos en el mismo abrazo, en la misma felicidad que nos inundaba. Y me hice la promesa de conseguir, cuanto antes, esa unión de los cuatro.

Después desayuné, me puse el bikini y me llevé una bolsa con la toalla y otras cosas, les dije que me iba a la piscina. Los dejé en la cama, amándose, disfrutando de sus jóvenes cuerpos.

Estuve un rato nadando y después me fui a una mesa de la terraza a tomar un Martini rojo. Mi pensamiento estaba arriba, en la suite, donde mis hijos estaban gozando felizmente de su sexo joven y ardiente. Yo me sentía caliente, mojada...mi mirada vagaba por encima de la piscina, de las pistas de tenis de al lado, pero no miraba nada en particular... Después de la primera copa. Me fijé en las pistas de tenis. En la más cercana jugaban dos hombres, como de treinta años, muy guapos, muy buenos tipos y tan parecidos que....bueno, después supe que eran gemelos. En la otra pista había una joven sola, entreteniéndose, como esperando a alguien. Me acerqué y le pregunté si esperaba a alguien o si podríamos jugar un rato. Me dijo que estaba esperando a que alguien la acompañara. Me fui al vestuario a cambiarme. Bajo la faldita corta, me puse un tanguita minúsculo y bajo la camiseta de tirantes, nada, mis tetas libres. A los pocos minutos de estar dándole raquetazos a la pelota, los gemelos se dieron cuenta de mis nalgas al aire, jajaja. Yo me agachaba con toda intención, dándoles la espalda, mostrándoles mi culazo. Dejaron de jugar y se acercaron a la tela metálica de separación de ambas pistas. Después de un rato observándonos, nos propusieron a las dos comer con ellos, yo acepté, pero la otra chica no, porque decía que tenía que regresar a su casa. Fuimos a las duchas y después nos encontramos en una mesa, en la terraza. Ya no estaba la otra chica. Mientras nos tomábamos unos aperitivos, supe que se hospedaban en el mismo hotel, eran hermanos gemelos, italianos y que estaban allí de vacaciones. Se llamaban Mario y Giuliano. Eran muy simpáticos, me reía mucho con ellos durante la comida y los observaba como hombres. Me gustaban y me estaba calentando pensar cómo serian en la cama. Tras los cafés, fue Giuliano el que me propuso subir con ellos, a tomar unas copas a su habitación. Por supuesto, acepté. Una vez cerrada la puerta de la habitación, Mario se puso a preparar unas copas y Giuliano me abrazó y empezamos a morrearnos. Con sus manos en mi espalda, me soltó la cinta del sujetador del bikini, dejando mis tetas al aire. Atrapó una con la boca y me succionaba el pezón, mientras masajeaba la otra. Mario, que ya se había desnudado, desde atrás me bajó el tanga del bikini y se agachó, para besarme las nalgas y sobarlas a su antojo y metía sus dedos por entre mis piernas hasta mi humedad. Uuuummmmm me estaban volviendo loca estos gemelos. Giuliano me fue empujando hasta la cama y me tendió boca arriba, tomó mis pies con sus manos y me lamía los dedos, cosa que me encanta. Mario se vino a mi cara y nos besábamos, después bajó con su lengua a mis tetas y me chupaba una y la otra, sin parar de sobármelas con sus manos. Giuliano siguió besando mis pies, subió con su lengua por mis piernas y, levantándome una, me pasaba la punta de su lengua por el interior de mi muslo, después hizo lo mismo con la otra, hasta que acercó su labio a mi coño, apartó con los dedos los labios vaginales y enterró su lengua, dándome un masaje riquísimo, metiendo su lengua entera y después dándome golpecitos con la punta sobre mi clítoris....uuummmmm. Mario se había subido sobre mi cintura, con su dura polla resbalando entre mis tetas, que yo, con mis manos, las apreté una contra la otra para darle más gusto y, cuando asomaba, le daba un lametón a su capullo. Después Giuliano apartó a su hermano y me sentó al borde de la cama y él, de pié ante mi, puso su polla en mi boca. Su hermano lo imitó. Las dos pollas querían entrar en mi boca y yo las tomé una en cada mano y se las fui chupando alternativamente. A veces las juntaba y trataba de tragármelas las dos, pero no podía, eran grandes y gordas. Yo gozaba como loca con aquellas dos hermosas pollas en mis manos y lamiéndolas. Pronto me soltaron, casi al mismo tiempo, grandes chorros de leche sobre mi cara y mis tetas y yo me la esparcía por el cuerpo, con las manos, mirándolos con cara de felicidad.

Después de lavarnos, nos sentamos en la terraza a tomar unas copas. Necesitaba dejarlos reponerse, porque yo de allí no me iba sin una buena follada, jajaja.

Al rato, agarré a Mario de la polla y lo acerqué a mi, yo seguía sentada y él de pie, a mi lado. Se la empecé a chupar y, con una mano, le sobaba los huevos y con la otra, le acariciaba las nalgas. Cuando la tenía bien dura, me lo llevé a la cama, lo tumbé boca arriba y yo me subí sobre él, con mis manos en sus hombros y su polla bien adentro de mi vagina. Lo cabalgaba lentamente, saboreando el placer de sentir su gorda polla entrar y salir. Giuliano se acercó por detrás y empezó con su lengua, primero a lamerme el culo, después introduciéndola por mi ojete y, a continuación, metiendo dos dedos. Al poco, fue su polla la que entraba por mi culo, hasta que sus huevos chocaron en mis nalgas. Se acompasaron en un mete y saca sin prisas, deleitándose en cada embolada y yo, como una diosa del amor, en medio de ellos, gozando aquellas dos gloriosas pollas en mi interior. Pero mi cuerpo empezó a excitarse y les pedí que me dieran fuerte, muy adentro, animándolos con palabrotas. Giuliano rebotaba furioso sobre mi culo y Mario me incustraba su polla hasta lo más hondo de mi ser, agarrado a mis tetas. Yo les pedía más, más...cabrones de mierda...más fuerte...más...y mi cuerpo se convulsionaba de orgasmo en orgasmo. Les chillaba loca, poseída de lujuria, incontrolada y lasciva. Arañaba a Mario en el pecho, en los hombros...y, en mi descontrol, le di algunas bofetadas, para que me follara fuerte. Lo puse furioso, arqueaba su cuerpo y me la metía con mucho ímpetu hasta el útero y Giuliano, entre arremetida y arremetida, me golpeaba los cachetes del culo, hasta enrojecerlos. Mi cuerpo empezó a vibrar, a temblar con fuertes convulsiones casi epilépticos. Un gran orgasmo me estaba invadiendo desde los pies hasta la cabeza y me descontrolé del todo. Me oriné sobre Mario y yo reía histérica y lloraba y gemía....ni me di cuenta que ellos se habían corrido, bueno...quizás porque tenían condones puestos o quizás por el descontrol que yo tenía. Cuando se apartó Giuliano de mi, yo me tumbé en la cama, deshecha, rebosante de placer, agotada y feliz. Así me dormí un rato.

Cuando desperté, ellos estaban sentados, en la terraza. Vi que eran cerca de las seis de la tarde. Me duché rápida y me despedí de los gemelos, dándoles las gracias por el placer que me habían regalado. Me fui enseguida y, en la suite, encontré a Paloma y Daniel que, desnudos, seguían en la cama, abrazados y besándose. Les metí prisa para que se ducharan y emprendimos la marcha a casa. Por el camino nos fuimos contando nuestras... "travesuras"..., jajaja.

Cuando llegamos, ellos se fueron cada uno a su casa y yo me metí en el jacuzzi a relajarme un poco. Aproximadamente a las 9 de la noche, llegaron mi marido y Julio. Poco después nos fuimos a cenar a un chiringuito cercano y, por supuesto, esa noche la pasamos los tres juntos, follando a placer, hasta la madrugada.

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