Una extensa y larga maratón de orgasmos y gemidos. Había perdido la cuenta de las veces que con sus movimientos me había hecho acabar y eso que apenas y era el día uno de mi llegada a su ciudad, una simple “visita amistosa” habíamos concordado. No sabía la hora que era cuando ella finalmente decidió que tuvo, o más bien que tuve,suficiente, y se bajó para acomodarse a mi lado. Entre mis brazos.
Su pierna se levantó y se colocó sobre mi baja cintura, rozando con su muslo mi miembro, el cual sentía sensible y tal vez algo adolorido. Acaricie su espalda y bese sus labios y la rodee con mi brazo alrededor de sus hombros, y de no haber sido ella la que me susurro dulcemente al oído que por esa noche había tenido suficiente (Yo, según ella. Creía que no podría seguir…tal vez, así fuera) En la mañana sonaba el canto de los pájaros y el sol ya entraba por la ventana de la habitación del hotel. Tenía la cabeza contra su pecho, acunado como si fuera un niño, pero ni bien abrí mis ojos ella me sonrió con su característica dulzura y un beso de buenos días en mis labios me dio. Inmediatamente de aquello, sin siquiera decirle que lo haga, bajo para con sus labios darme algo más que un beso a mi castigado pene. Al menos, ya no dolía, pero no sabía que aún me quedaba algo que ella pudiera extraerme. Al terminar, mi acompañante me llevo de la mano hacia la ducha y allí nos limpiamos juntos. Mis manos recorrían las formas de su cuerpo y mis dedos se metían en rincones explorados en nuestro primer encuentro. Pronto me encontré de rodillas frente a ella, pese a su pobre excusa de necesitar bañarse pronto para irse al trabajo. Mis brazos rodearon sus piernas, alzando una por sobre mi hombro y acomodándome mejor entre ellas, mis labios recorrieron sus muslos con besos suaves y mordidas provocadoras. Mis manos apretaban sus nalgas y clavaban las uñas, haciendo algún que otro pequeño arañazo permitido y subían hasta sus pechos los cuales apretaba con fuerza desmedida. Eran grandes, con unos pezones generosamente amplios, los cuales inmediatamente hice endurecer solo con pellizcos fuertes.
Pero lo que importaba no era lo que hacían mis manos con sus pechos, si no lo que hacia mi boca con su entrepierna. Cariñosa, ella, me apretaba con sus manos como si pretendiera meter mi cabeza en su interior y ciertamente de poder hacerlo, lo hubiera hecho. Mi lengua estaba dentro de ella, profundamente, casi que podía sentir el sabor de mi presencia en los jugos que salían mezclados con el agua tibia que caía por mi espalda. Nuevamente volví a ponerme erecto, dispuesto, pero a pesar de mi deseo de penetrarle bajo el agua de la lluvia lo único que quería era devolverle el favor que ella había tenido conmigo en la cama al despertarnos.
Cuando sentí sus piernas temblar. Cuando sentí que su sexo lloraba contra mis labios. Cuando sentí que sus manos me apretaban mi largo cabello mucho más fuerte como pretendiendo arrancarme mechones. Cuando tuve que sostenerla y hacerle apretar la espalda contra la pared para que no se cayeran, allí fue cuando me puse en pie. La sostuve contra mi pecho, para que recuperara el aliento.
Nos despedimos con un beso dulce, apasionado, lento. Me negué a mirar como estaba vistiéndose porque sabía que una de mis mayores debilidades era ver a una mujer cuando nuevamente estaba poniéndose su ropa, tras tener sexo o bañarse. En este caso, se aplicaba a ambas.
Probablemente tendría que haber hecho lo mismo yo y vestirme. Ropa fresca, limpia, que no estuviera impregnada del perfume de mi compañera. Salir a pasear, comprarle algún regalo,tal vez…pero me temblaban demasiado las piernas como para siquiera hacer algún movimiento que supusiera salir de esa habitación.Por lo tanto, me volví a tirar en la cama solo con mi bóxer. El arrullo del ventilador de techo me hizo dormir profundamente.
Me desperté cuando la noche comenzaba a caer en la ciudad. Mire por la ventana, lentamente me fui vistiendo, ya no me temblaban las piernas pero si me costaba algo caminar. Su promesa de “destrozarme” había apenas comenzado y no pensaba que solo me fuera a dejar de cama por el próximo mes cuando regresara a mi hogar. Tenía exactamente una hora, si lo estiraba, serian dos. Ella pasaría otra vez por el hotel donde me alojaba y continuaríamos lo que habíamos comenzado en la mañana o tal vez no. Daba igual, mis pies me llevaron a una perfumería donde le compre un perfume y después hacia una tienda de ropa femenina. A ojo, y tal vez al tacto, trate de adivinar el tamaño de ropa que usaba y compre un conjunto el cual hice envolver de regalo. Al regresar al hotel, había comprado un ramo de flores, y después de ello subí de nuevo a mi habitación.
Decidí esperarla en la cama y no supe exactamente el momento en que caí dormido. Solo se el momento en que volví a recuperar la consciencia, con los pantalones y mi bóxer ala altura de mis rodillas y su cabeza succionando con fuerza lo que en tantas fotos y videos le había enseñado. Se dio cuenta, me guiño un ojo, y continúo con lo suyo. Cuando termino, y me saco una abundante cantidad de semen que no creí que tendría, se acostó a mi lado y charlamos sobre el día que había tenido cada uno. Pero su mano nunca me soltó, por supuesto.
Sus ojos brillaron con el ramo de flores y con el perfume, y su mirada cambio cuando le mostré el paquetito con el conjunto de ropa. No diré que inmediatamente fue a cambiarse, no, porque tal vez de la alegría de que después de tanto tiempo de mensajes y provocaciones estuviésemos juntos, lo que hizo fue ponerse el perfume regalado. Yo le pregunte si quería ir a tomar algo a algún lado, o acenar, y cuando esperaba que me dijera que no…fue cuando me dijo que sí.
Llegamos al bar, un lugar íntimo, para parejas.Pedimos algo sencillo para comer y para beber un vino. De mas esta decir que apenas y probamos otro bocado que no fueran nuestros labios, pero la botella si la repetimos. El calor del alcohol y el sabor del afrodisiaco tinto estaban haciendo efecto, y la penumbra del sitio también…continuábamos besando y sus manos comenzaron a apretarme la entrepierna y mis labios recorrían su cuello.Entonces, tal vez poseída por el espíritu de la lujuria que venía en la botella, se perdió debajo de la mesa. Y cuando sentí sus labios, la mesera del lugar volvió a nuestra mesa. Supongo que la cara de susto que puse le dio a entender todo, pero el rubor de las mejillas de la muchacha me excito, algo que mi acompañante se dio cuenta por supuesto. Entonces, decidida y tras un largo trago de vino, se acomodó su ropa y llamo de vuelta a la mesera que nos atendía.Y que grande fue mi sorpresa con las cosas que le decía…
Continuara...
@SweetDragonfly_
Su pierna se levantó y se colocó sobre mi baja cintura, rozando con su muslo mi miembro, el cual sentía sensible y tal vez algo adolorido. Acaricie su espalda y bese sus labios y la rodee con mi brazo alrededor de sus hombros, y de no haber sido ella la que me susurro dulcemente al oído que por esa noche había tenido suficiente (Yo, según ella. Creía que no podría seguir…tal vez, así fuera) En la mañana sonaba el canto de los pájaros y el sol ya entraba por la ventana de la habitación del hotel. Tenía la cabeza contra su pecho, acunado como si fuera un niño, pero ni bien abrí mis ojos ella me sonrió con su característica dulzura y un beso de buenos días en mis labios me dio. Inmediatamente de aquello, sin siquiera decirle que lo haga, bajo para con sus labios darme algo más que un beso a mi castigado pene. Al menos, ya no dolía, pero no sabía que aún me quedaba algo que ella pudiera extraerme. Al terminar, mi acompañante me llevo de la mano hacia la ducha y allí nos limpiamos juntos. Mis manos recorrían las formas de su cuerpo y mis dedos se metían en rincones explorados en nuestro primer encuentro. Pronto me encontré de rodillas frente a ella, pese a su pobre excusa de necesitar bañarse pronto para irse al trabajo. Mis brazos rodearon sus piernas, alzando una por sobre mi hombro y acomodándome mejor entre ellas, mis labios recorrieron sus muslos con besos suaves y mordidas provocadoras. Mis manos apretaban sus nalgas y clavaban las uñas, haciendo algún que otro pequeño arañazo permitido y subían hasta sus pechos los cuales apretaba con fuerza desmedida. Eran grandes, con unos pezones generosamente amplios, los cuales inmediatamente hice endurecer solo con pellizcos fuertes.
Pero lo que importaba no era lo que hacían mis manos con sus pechos, si no lo que hacia mi boca con su entrepierna. Cariñosa, ella, me apretaba con sus manos como si pretendiera meter mi cabeza en su interior y ciertamente de poder hacerlo, lo hubiera hecho. Mi lengua estaba dentro de ella, profundamente, casi que podía sentir el sabor de mi presencia en los jugos que salían mezclados con el agua tibia que caía por mi espalda. Nuevamente volví a ponerme erecto, dispuesto, pero a pesar de mi deseo de penetrarle bajo el agua de la lluvia lo único que quería era devolverle el favor que ella había tenido conmigo en la cama al despertarnos.
Cuando sentí sus piernas temblar. Cuando sentí que su sexo lloraba contra mis labios. Cuando sentí que sus manos me apretaban mi largo cabello mucho más fuerte como pretendiendo arrancarme mechones. Cuando tuve que sostenerla y hacerle apretar la espalda contra la pared para que no se cayeran, allí fue cuando me puse en pie. La sostuve contra mi pecho, para que recuperara el aliento.
Nos despedimos con un beso dulce, apasionado, lento. Me negué a mirar como estaba vistiéndose porque sabía que una de mis mayores debilidades era ver a una mujer cuando nuevamente estaba poniéndose su ropa, tras tener sexo o bañarse. En este caso, se aplicaba a ambas.
Probablemente tendría que haber hecho lo mismo yo y vestirme. Ropa fresca, limpia, que no estuviera impregnada del perfume de mi compañera. Salir a pasear, comprarle algún regalo,tal vez…pero me temblaban demasiado las piernas como para siquiera hacer algún movimiento que supusiera salir de esa habitación.Por lo tanto, me volví a tirar en la cama solo con mi bóxer. El arrullo del ventilador de techo me hizo dormir profundamente.
Me desperté cuando la noche comenzaba a caer en la ciudad. Mire por la ventana, lentamente me fui vistiendo, ya no me temblaban las piernas pero si me costaba algo caminar. Su promesa de “destrozarme” había apenas comenzado y no pensaba que solo me fuera a dejar de cama por el próximo mes cuando regresara a mi hogar. Tenía exactamente una hora, si lo estiraba, serian dos. Ella pasaría otra vez por el hotel donde me alojaba y continuaríamos lo que habíamos comenzado en la mañana o tal vez no. Daba igual, mis pies me llevaron a una perfumería donde le compre un perfume y después hacia una tienda de ropa femenina. A ojo, y tal vez al tacto, trate de adivinar el tamaño de ropa que usaba y compre un conjunto el cual hice envolver de regalo. Al regresar al hotel, había comprado un ramo de flores, y después de ello subí de nuevo a mi habitación.
Decidí esperarla en la cama y no supe exactamente el momento en que caí dormido. Solo se el momento en que volví a recuperar la consciencia, con los pantalones y mi bóxer ala altura de mis rodillas y su cabeza succionando con fuerza lo que en tantas fotos y videos le había enseñado. Se dio cuenta, me guiño un ojo, y continúo con lo suyo. Cuando termino, y me saco una abundante cantidad de semen que no creí que tendría, se acostó a mi lado y charlamos sobre el día que había tenido cada uno. Pero su mano nunca me soltó, por supuesto.
Sus ojos brillaron con el ramo de flores y con el perfume, y su mirada cambio cuando le mostré el paquetito con el conjunto de ropa. No diré que inmediatamente fue a cambiarse, no, porque tal vez de la alegría de que después de tanto tiempo de mensajes y provocaciones estuviésemos juntos, lo que hizo fue ponerse el perfume regalado. Yo le pregunte si quería ir a tomar algo a algún lado, o acenar, y cuando esperaba que me dijera que no…fue cuando me dijo que sí.
Llegamos al bar, un lugar íntimo, para parejas.Pedimos algo sencillo para comer y para beber un vino. De mas esta decir que apenas y probamos otro bocado que no fueran nuestros labios, pero la botella si la repetimos. El calor del alcohol y el sabor del afrodisiaco tinto estaban haciendo efecto, y la penumbra del sitio también…continuábamos besando y sus manos comenzaron a apretarme la entrepierna y mis labios recorrían su cuello.Entonces, tal vez poseída por el espíritu de la lujuria que venía en la botella, se perdió debajo de la mesa. Y cuando sentí sus labios, la mesera del lugar volvió a nuestra mesa. Supongo que la cara de susto que puse le dio a entender todo, pero el rubor de las mejillas de la muchacha me excito, algo que mi acompañante se dio cuenta por supuesto. Entonces, decidida y tras un largo trago de vino, se acomodó su ropa y llamo de vuelta a la mesera que nos atendía.Y que grande fue mi sorpresa con las cosas que le decía…
Continuara...
@SweetDragonfly_
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