Que ella sehubiera lanzado encima de mí me había tomado por completo por sorpresa y nosupe que reacción tomar. Todavía estaba recuperando el aliento del tremendopolvazo que le había tirado en el orto, estaba grogui por el subidón de sangreque se movía por mi venas. Por eso, cuando sentí sus manos en mi cuello apretándomecon fuerza, no pude hacer más que mirarla asustado y tratar de separarla agarrándolade alguna forma.
Entendía suenojo, o más o menos, y eso me hacia sonreír estúpidamente mientras me apretabafuertemente. Hasta ese momento, no me había dado cuenta de los músculosfibrosos, firmes y marcados que tenía el cuerpo femenino de la jugadora dehockey. En perfecta armonía sincronizada con sus curvas, los abdominalesfuertes, las piernas firmes, los antebrazos duros. Instintivamente trate deagarrarle las gomas para alejarla, apretándole los pezones, pero la muy puta meestaba ahorcando con firmeza. Hasta que sentí su pierna contra mi pene y ellamiro para abajo y luego volvió a mirarme a la cara. —¿Te calienta que te vaya amatar? ¿En serio?—. Apretó un poco más, pero después aflojo. La maldad recorriósu verde mirada y una sonrisa diabólica se le pinto en media cara.
Me soltó, y devuelta el aire regreso a mi cuerpo, tan solo para nuevamente ser interrumpidopor lo que estaba sintiendo de la cintura hacia abajo. Como pude levante lacabeza y vi las manos de la chica agarrándome la verga con fuerza, noretorciendo, pero si apretando y haciendo que la punta se pusiera completamentemedio roja medio morada. —¿Esto te excita? ¿De verdad? A ver si te gusta esto—.Y, al decirlo, se escupió los dedos de la mano que me soltó y los metió fuertey sin dudas en mi culo, haciéndome perder el invicto por goleada.
Un dedo se permitía¿Verdad? Eso siempre, y sobre todo si era con alguien que tenía realmente elpermiso para hacerlo. Dos, ya era pasarse, rozando el abuso y jugándose lamasculinidad en ello. Tres…para eso sí que no había palabras que describieranlo que se sentía. Sin aliento, asustado, y con tres dedos en el culo, mehallaba completamente perdió y desamparado por el ataque de la piba, a quienmire como diciéndole que ya había entendido y casi rogándole su perdón. Peroella volvió a sonreír, y abrió la boca para meterse mi maltratada pija dentro.
Sabía que lo hacíaapropósito, el rasparme con los dientes al succionar. También lo hacía fuerte,y me miraba a los ojos mientras trabajaba, me había soltado solo para agarrarmelas bolas y apretarme, y movía los dedos en mi culo para sobre estimular algoque no sabía que estaba más queestimulado ya. Por el susto. Por la sorpresa. Por el dolor.
—Me tocas, tearranco la punta de la pija de una mordida—. Amenazo, volvió a metérsela en laboca y succiono fuerte. Sentía que me arrancaba la piel. —Te moves un centímetro,te arranco la punta de la pija de una mordida—. Volvió a amenazarme, y parahacerme ver que iba en serio me mordió hasta hacerme que me levantara y amagaracon separarla. Ahí aflojo, y me miro a los ojos, desafiante. —Si tan siquierate escucho gemir, te aprieto las pelotas hasta que se te revienten—. No podía hacerabsolutamente nada, la chica de la que me había aprovechado antes sin supermiso al romperle el orto, me estaba devolviendo lo antes hecho y por lejoscon más bronca todavía.
Y asi me relaje,o trate de hacerlo ¿Cómo iba a lograrlo? , me temblaban las piernas decaliente, y cada vez que ella se daba cuenta me arañaba con la mano. Cada tantose escupía la mano y volvía a meterme los dedos en el culo, obviamente lastimándomey sin importarle a ella un carajo. De repente sentí que mi pene se hacía másgrande, y parecía que ella también lo estaba sintiendo. Acelero con su mano lapaja que me estaba haciendo y cuando comenzó la leche a salirme, sentí unafuerte mordida que me retenía en su boca. No, no mordía para arrancarme lapunta, si no para hacer que me costara acabarle adentro.
Al terminar, se levantóy me escupió en el pecho toda la saliva y la leche que le había tirado en laboca. Se estaba riendo de mí, ahora deleitándose con la situación en la que estábamos.Yo, por otro lado, me hice bolita en la cama como un boludo agarrándome lasbolas y sufriendo en silencio. Escuche que caminaba y volvía agarrar el teléfono.—Hola M (Nombre censurado) Le dije a mi novio que estaba con vos, si te llamadecile que estoy en el baño y tengo el teléfono descargado. No, no ando detrampa, solo estoy ocupada y otro día te cuento. Chau—. Luego volví aescucharla caminar y sentí como se sentaba al lado mío.
Abrí los ojospara ver cómo se acostaba y estiraba, como si no fuera yo el que estabaacostado a su lado, sino alguien más. Me miro con sus hermosos ojos verdes brillantesy sonriendo jocosa, burlándose de la situación en la que estábamos metidos.—Sos una hija de puta—. Le dije, y movió su cabeza asintiendo con ganas. Parecíaque hacia quince minutos no hubiera estado pidiendo que le saque la pija delorto por que le dolía. Parecía que hacía cinco minutos no había estado a puntode arrancarme la verga de una mordida.
—Si, peroacabaste con tres dedos en el culo. Así que sus un re putazo al final—. Volvióa reírse, a carcajadas de hecho. Yo esperaba que se vistiera y se fuera, pero ahíacostados los dos…ya habíamos cruzado el umbral ¿Qué más podíamos hacernos? ¿Cómopodía devolverle yo lo que me hizo? Porque, estaba claro, ella me lo habíadevuelto. —¿Qué pasa putito? ¿Necesitas que te vuelva a meter los dedos en elculo para que se pare? Quiero coger—. Exigió,volviendo a mostrar esa cara de nena caprichosa que papá malcriabamaterialmente.
En esa situación ¿Unoque tiene que hacer? Me preguntaba ¿Qué iba a hacer si le daba un beso? No pudecavilar mucho en la situación ya que fue ella la que giro encima mio y mecomenzo a besar, pero mordiéndome el labio de abajo hasta lastimarme. Esta vezno hubo un intento de ahorcamiento, pero la pendeja había despertado algo en míque no sabía que me gustaba. Ella tenía obviamente las uñas cortas, pero eso nole impidió clavármelas en los hombros y el cuello y dejarme unos buenosarañazos. Y su rodilla, haciendo presión en mi miembro adolorido, la movíaapretando fuerte. Y si, acabo pasando eso, se me volvió a poner dura pese a lomucho que dolía.
Dejo de mordermela boca y me miro a los ojos. De vuelta estaba endiablada, mala como el agua dezanja. —Ahora soy yo la que te va a coger y lo voy a hacer siempre que yoquiera ¿Entendiste? O le cuento a mi viejo todo esto, puto—. La mano de la pibame agarraba y ahora si torcía la piel de mi pene que se iba poniendo mucho másduro todavía. Una vez ella vio para abajo y lo noto bien alzado y dispuesto, seclavó fuerte la pija en la concha y soltó un bajo alarido de placer y de dolor.Era un monstruo, y yo tenía la culpa de haberlo despertado.
Yo también soltéuna puteada por la dolorosa clavada, ya que no me esperaba que fuera fuerte,pero no tuve tiempo de pensar en eso ya que ella se movía rápido y de formabrusca. Se levantaba, y volvía a clavarse fuerte, y seguía así una y otra vez.—Como me duele y como me gusta ¡Dios!—. Gritaba. No sé si fue por boludo o quepero mire hacia la cortina del local donde estaba mi taller, como temiendo quealguien nos pudiera escuchar. Si, fue por boludo; Cuando me anime, que fueluego de un rato de sentir eso fuertes que ella me daba, me atreví a agarrarlelas tetas y apretárselas con fuerza. La pendeja, desbocada, volvió a gruñir y aputear y a moverse mucho más rápido.
Apretaba suspezones, retorciéndolos, y bajaba las manos hasta su redondo culo y le dabanalgadas fuertes. Las cachetadas sonaban casi con eco en mi local, y ella respondióclavando sus manos en mi pecho. Primero arrancándome los pelos, riéndose pormis quejas y puteadas, y luego enterrándome las uñas en la piel hasta quepronto tenía hasta en la panza arañazos largos y rojos. —¿Por qué no acabashijos de puta? ¿Por qué no acabas de una vez?—. Me pregunto, dándome con másfuerza. Le dije y se rio, sabía que tenía razón ¿Qué esperaba que me saltara laleche después de los dos polvos anteriores? —Acaba de una vez la puta que tepario, dale—. Y, como si estuviera mi cuerpo cumpliendo su orden, mi vergadentro de ella hizo saltar unos chorros de leche perezosos. Lo poco que mequedaba en las bolas, seguro.
La panza me dolíapor el esfuerzo, los músculos de mi abdomen y mis muslos. Ella dio una últimaclavada fuerte, para joderme nomas, y se bajó de vuelta en la cama. Nosmiramos, y volvió a reírse, me dio un beso fugaz y rápido que me dejo tonto ¿Porqué reaccionaba de esa forma? Ella se levantó y se fue derecho al baño, dejándometranspirado y con el pecho ardiéndome por los arañazos. Cuando me pudelevantar, muy despacio, camine a la heladera y saque una lata de cerveza yhielo, que me puse en las bolas para aflojar el dolor. Ella luego salió delbaño, caminando despacio, ni siquiera me miro que estaba tirado en la cama, agitadoy agotado, comenzó a vestirse y verla me calentaba pero la pija no iba a parársemede vuelta luego de tanto ajetreo. —¿Y? Vestite pelotudo, me tengo que ir a lacasa de mi novio. Tenes que llevarme, es lo mínimo luego de haber cogido convos—. En eso, la muy puta tenia razón, y haciendo el esfuerzo más grande de mivida me levante y comencé a vestirme. La puteaba en voz baja, y ella meescuchaba claro, pero no le importaba. Ya había conseguido lo que quería.
Nunca, desde que tenía la moto, nunca me molesto la vibracióndel motor entre las piernas o en el asiento. Y eso que tenía viajes largos ysin muchos descansos encima, no entendía como podía la pendeja viajar lo masbien. Suponía que era por el entrenamiento que tenía en el club, su cuerpo estabaacostumbrado a tener los músculos cansados, así que suponía que era eso; Elviaje se me hizo larguísimo, y cada tanto me movía incomodo, pero no me quejeni un poco hasta que volvimos a San Isidro. Ya era de noche, y la piba me habíadicho que frenara en la esquina de la casa de su novio. Estaba por arrancar elmotor cuando ella se dio vuelta para hablarme. —Mira que te dije muy en serioque a partir de ahora yo te iba a coger cuando yo quiera. Y si no me das bolaen eso, voy a decirle a mi viejo lo que me hiciste—. Y se despidió, con un besoen mi mejilla. Encendí el farol y arranque la moto, y antes de girar la motopara doblar, le eche una última mirada al culo de la pendeja como se alejaba ala casa del cornudo de su novio carilindo. Si, pensaba, me había metido en unquilombo para cuatro ¿Lo gracioso? Era que no me importaba un carajo.
Fin del primer encuentro con la pendeja.
Entendía suenojo, o más o menos, y eso me hacia sonreír estúpidamente mientras me apretabafuertemente. Hasta ese momento, no me había dado cuenta de los músculosfibrosos, firmes y marcados que tenía el cuerpo femenino de la jugadora dehockey. En perfecta armonía sincronizada con sus curvas, los abdominalesfuertes, las piernas firmes, los antebrazos duros. Instintivamente trate deagarrarle las gomas para alejarla, apretándole los pezones, pero la muy puta meestaba ahorcando con firmeza. Hasta que sentí su pierna contra mi pene y ellamiro para abajo y luego volvió a mirarme a la cara. —¿Te calienta que te vaya amatar? ¿En serio?—. Apretó un poco más, pero después aflojo. La maldad recorriósu verde mirada y una sonrisa diabólica se le pinto en media cara.
Me soltó, y devuelta el aire regreso a mi cuerpo, tan solo para nuevamente ser interrumpidopor lo que estaba sintiendo de la cintura hacia abajo. Como pude levante lacabeza y vi las manos de la chica agarrándome la verga con fuerza, noretorciendo, pero si apretando y haciendo que la punta se pusiera completamentemedio roja medio morada. —¿Esto te excita? ¿De verdad? A ver si te gusta esto—.Y, al decirlo, se escupió los dedos de la mano que me soltó y los metió fuertey sin dudas en mi culo, haciéndome perder el invicto por goleada.
Un dedo se permitía¿Verdad? Eso siempre, y sobre todo si era con alguien que tenía realmente elpermiso para hacerlo. Dos, ya era pasarse, rozando el abuso y jugándose lamasculinidad en ello. Tres…para eso sí que no había palabras que describieranlo que se sentía. Sin aliento, asustado, y con tres dedos en el culo, mehallaba completamente perdió y desamparado por el ataque de la piba, a quienmire como diciéndole que ya había entendido y casi rogándole su perdón. Peroella volvió a sonreír, y abrió la boca para meterse mi maltratada pija dentro.
Sabía que lo hacíaapropósito, el rasparme con los dientes al succionar. También lo hacía fuerte,y me miraba a los ojos mientras trabajaba, me había soltado solo para agarrarmelas bolas y apretarme, y movía los dedos en mi culo para sobre estimular algoque no sabía que estaba más queestimulado ya. Por el susto. Por la sorpresa. Por el dolor.
—Me tocas, tearranco la punta de la pija de una mordida—. Amenazo, volvió a metérsela en laboca y succiono fuerte. Sentía que me arrancaba la piel. —Te moves un centímetro,te arranco la punta de la pija de una mordida—. Volvió a amenazarme, y parahacerme ver que iba en serio me mordió hasta hacerme que me levantara y amagaracon separarla. Ahí aflojo, y me miro a los ojos, desafiante. —Si tan siquierate escucho gemir, te aprieto las pelotas hasta que se te revienten—. No podía hacerabsolutamente nada, la chica de la que me había aprovechado antes sin supermiso al romperle el orto, me estaba devolviendo lo antes hecho y por lejoscon más bronca todavía.
Y asi me relaje,o trate de hacerlo ¿Cómo iba a lograrlo? , me temblaban las piernas decaliente, y cada vez que ella se daba cuenta me arañaba con la mano. Cada tantose escupía la mano y volvía a meterme los dedos en el culo, obviamente lastimándomey sin importarle a ella un carajo. De repente sentí que mi pene se hacía másgrande, y parecía que ella también lo estaba sintiendo. Acelero con su mano lapaja que me estaba haciendo y cuando comenzó la leche a salirme, sentí unafuerte mordida que me retenía en su boca. No, no mordía para arrancarme lapunta, si no para hacer que me costara acabarle adentro.
Al terminar, se levantóy me escupió en el pecho toda la saliva y la leche que le había tirado en laboca. Se estaba riendo de mí, ahora deleitándose con la situación en la que estábamos.Yo, por otro lado, me hice bolita en la cama como un boludo agarrándome lasbolas y sufriendo en silencio. Escuche que caminaba y volvía agarrar el teléfono.—Hola M (Nombre censurado) Le dije a mi novio que estaba con vos, si te llamadecile que estoy en el baño y tengo el teléfono descargado. No, no ando detrampa, solo estoy ocupada y otro día te cuento. Chau—. Luego volví aescucharla caminar y sentí como se sentaba al lado mío.
Abrí los ojospara ver cómo se acostaba y estiraba, como si no fuera yo el que estabaacostado a su lado, sino alguien más. Me miro con sus hermosos ojos verdes brillantesy sonriendo jocosa, burlándose de la situación en la que estábamos metidos.—Sos una hija de puta—. Le dije, y movió su cabeza asintiendo con ganas. Parecíaque hacia quince minutos no hubiera estado pidiendo que le saque la pija delorto por que le dolía. Parecía que hacía cinco minutos no había estado a puntode arrancarme la verga de una mordida.
—Si, peroacabaste con tres dedos en el culo. Así que sus un re putazo al final—. Volvióa reírse, a carcajadas de hecho. Yo esperaba que se vistiera y se fuera, pero ahíacostados los dos…ya habíamos cruzado el umbral ¿Qué más podíamos hacernos? ¿Cómopodía devolverle yo lo que me hizo? Porque, estaba claro, ella me lo habíadevuelto. —¿Qué pasa putito? ¿Necesitas que te vuelva a meter los dedos en elculo para que se pare? Quiero coger—. Exigió,volviendo a mostrar esa cara de nena caprichosa que papá malcriabamaterialmente.
En esa situación ¿Unoque tiene que hacer? Me preguntaba ¿Qué iba a hacer si le daba un beso? No pudecavilar mucho en la situación ya que fue ella la que giro encima mio y mecomenzo a besar, pero mordiéndome el labio de abajo hasta lastimarme. Esta vezno hubo un intento de ahorcamiento, pero la pendeja había despertado algo en míque no sabía que me gustaba. Ella tenía obviamente las uñas cortas, pero eso nole impidió clavármelas en los hombros y el cuello y dejarme unos buenosarañazos. Y su rodilla, haciendo presión en mi miembro adolorido, la movíaapretando fuerte. Y si, acabo pasando eso, se me volvió a poner dura pese a lomucho que dolía.
Dejo de mordermela boca y me miro a los ojos. De vuelta estaba endiablada, mala como el agua dezanja. —Ahora soy yo la que te va a coger y lo voy a hacer siempre que yoquiera ¿Entendiste? O le cuento a mi viejo todo esto, puto—. La mano de la pibame agarraba y ahora si torcía la piel de mi pene que se iba poniendo mucho másduro todavía. Una vez ella vio para abajo y lo noto bien alzado y dispuesto, seclavó fuerte la pija en la concha y soltó un bajo alarido de placer y de dolor.Era un monstruo, y yo tenía la culpa de haberlo despertado.
Yo también soltéuna puteada por la dolorosa clavada, ya que no me esperaba que fuera fuerte,pero no tuve tiempo de pensar en eso ya que ella se movía rápido y de formabrusca. Se levantaba, y volvía a clavarse fuerte, y seguía así una y otra vez.—Como me duele y como me gusta ¡Dios!—. Gritaba. No sé si fue por boludo o quepero mire hacia la cortina del local donde estaba mi taller, como temiendo quealguien nos pudiera escuchar. Si, fue por boludo; Cuando me anime, que fueluego de un rato de sentir eso fuertes que ella me daba, me atreví a agarrarlelas tetas y apretárselas con fuerza. La pendeja, desbocada, volvió a gruñir y aputear y a moverse mucho más rápido.
Apretaba suspezones, retorciéndolos, y bajaba las manos hasta su redondo culo y le dabanalgadas fuertes. Las cachetadas sonaban casi con eco en mi local, y ella respondióclavando sus manos en mi pecho. Primero arrancándome los pelos, riéndose pormis quejas y puteadas, y luego enterrándome las uñas en la piel hasta quepronto tenía hasta en la panza arañazos largos y rojos. —¿Por qué no acabashijos de puta? ¿Por qué no acabas de una vez?—. Me pregunto, dándome con másfuerza. Le dije y se rio, sabía que tenía razón ¿Qué esperaba que me saltara laleche después de los dos polvos anteriores? —Acaba de una vez la puta que tepario, dale—. Y, como si estuviera mi cuerpo cumpliendo su orden, mi vergadentro de ella hizo saltar unos chorros de leche perezosos. Lo poco que mequedaba en las bolas, seguro.
La panza me dolíapor el esfuerzo, los músculos de mi abdomen y mis muslos. Ella dio una últimaclavada fuerte, para joderme nomas, y se bajó de vuelta en la cama. Nosmiramos, y volvió a reírse, me dio un beso fugaz y rápido que me dejo tonto ¿Porqué reaccionaba de esa forma? Ella se levantó y se fue derecho al baño, dejándometranspirado y con el pecho ardiéndome por los arañazos. Cuando me pudelevantar, muy despacio, camine a la heladera y saque una lata de cerveza yhielo, que me puse en las bolas para aflojar el dolor. Ella luego salió delbaño, caminando despacio, ni siquiera me miro que estaba tirado en la cama, agitadoy agotado, comenzó a vestirse y verla me calentaba pero la pija no iba a parársemede vuelta luego de tanto ajetreo. —¿Y? Vestite pelotudo, me tengo que ir a lacasa de mi novio. Tenes que llevarme, es lo mínimo luego de haber cogido convos—. En eso, la muy puta tenia razón, y haciendo el esfuerzo más grande de mivida me levante y comencé a vestirme. La puteaba en voz baja, y ella meescuchaba claro, pero no le importaba. Ya había conseguido lo que quería.
Nunca, desde que tenía la moto, nunca me molesto la vibracióndel motor entre las piernas o en el asiento. Y eso que tenía viajes largos ysin muchos descansos encima, no entendía como podía la pendeja viajar lo masbien. Suponía que era por el entrenamiento que tenía en el club, su cuerpo estabaacostumbrado a tener los músculos cansados, así que suponía que era eso; Elviaje se me hizo larguísimo, y cada tanto me movía incomodo, pero no me quejeni un poco hasta que volvimos a San Isidro. Ya era de noche, y la piba me habíadicho que frenara en la esquina de la casa de su novio. Estaba por arrancar elmotor cuando ella se dio vuelta para hablarme. —Mira que te dije muy en serioque a partir de ahora yo te iba a coger cuando yo quiera. Y si no me das bolaen eso, voy a decirle a mi viejo lo que me hiciste—. Y se despidió, con un besoen mi mejilla. Encendí el farol y arranque la moto, y antes de girar la motopara doblar, le eche una última mirada al culo de la pendeja como se alejaba ala casa del cornudo de su novio carilindo. Si, pensaba, me había metido en unquilombo para cuatro ¿Lo gracioso? Era que no me importaba un carajo.
Fin del primer encuentro con la pendeja.
2 comentarios - A lo bestia con la pendeja. Pt2