Si había algo que siempre me había molestado eso eran los prejuicios de las personas de clase social más pudiente. De pibe cumplí mi sueño de comprarme la moto y a lo largo de los años la había ido armando hasta conseguir una buena maquina ¿Lo malo?Que de adulto, y a pesar de trabajar en ese conocido club de San Isidro desde hacía mucho tiempo, mucha gente “de la alta” me seguía mirando sobre el hombro. Y en más de una oportunidad hasta pidieron al presidente del club mi renuncia ¿Por qué? Porque eran unos hijos de puta, estaba claro.
Uno de esos que pidieron que me echaran y perdiera así mi fuente de trabajo fue el señor Ordoñez (Nombre ficticio, aclaro) Un tipo que desde el primer día que había empezadoa trabajar ahí me quería fuera. Era como si el tipo, al pagar la cuota mensual del club de toda su familia en verde, se sintiese parte del dueño del Club ¿Podía?Claro, pero el presidente poco le importaba lo que el buen hombre opinara sobre mí. Título de enfermero, título de veterinario, voluntario de la Cruz Roja ¿Qué más le importaba lo que pensaran de mí, al presidente, por mi moto o algunos tatuajes o el pelo largo?
La hija de Ordoñez era la peor por lejos de su prole familiar. La madre, por suerte, se habíaa costumbrado a mi presencia en el club y hasta juraría que la vieja solía lanzarme alguna indirecta. Nunca lo comentaba con nadie, pero la bruja estaba para partirla al medio. Pero la hija era terrible, peor que el padre, no me miraba ni me saludaba si quiera y más de una vez armo escandalo para que corriera mi moto (Estacionada como debía) Para que ella pudiera poner su descapotable. Una nena de papá en todas las de la ley.
Ella era jugadora de la primera división del equipo de hockey, la tenía muy creída, caminaba como si fuera la mejor de todos en el club y hablaba de una manera que daban ganas de surtirla para que se eduque. A los encargados del mantenimiento los mangoneaba, se burlaba de las chicas de las otras divisiones, y siempre exigía tener el mejor lugar en el estacionamiento del club para su coche. La pendeja la conocía de hacía años, alta, rubiecita tirando más al pelirrojo. Entrenar en hockey le había hecho sacar un culo prominente, bien parado, que era imposible ignorar ni siquiera en el trabajo.Capaz que no tenía una buena delantera, pero con la operación…era un combo completo. En otras palabras, la pendeja era un camión…y yo siempre desee reventarme de frente contra.
Y llego el día.Termine mi turno y agarre con la moto Libertador derecho para salir a Belgrano. Clima de primavera, ni muy caliente ni muy fresco, una tarde ideal para tirarse a dormir una buena siesta cerveza mediante. Venía manejando lo más bien hasta que reconozco el descapotable rojo fuerte de la pendeja estacionado y ella, de brazos cruzados y con cara de orto. Me la tenía que jugar, de ultima perdía mi puesto de trabajo y complacía al viejo para variar.
—¿Qué paso pendeja,se te fundió la carroza?—. Dije, al acercarme, medio a modo de saludo y medio a burla. Ella me reconoció al toque y se tapó la cara con las manos, ya sabiendo yo que ese gesto significaba que si estaba enojada mi presencia le molestaba el doble o el triple ahí, viéndola humillada y desamparada; Como buen caballero me baje de la moto y abrí una de las mochilas, donde tenía las herramientas, me acerque al coche y sin pedirle permiso abrí el capot. El humo negro y el olor a plástico quemado me pego de lleno y me dejo medio boludo, y al ver adentro dela maquina parecía que la piba no era asidua al taller mecánico.
—¿Y? ¿Qué tiene?Dale arréglalo rápido que me espera mi novio—. Mangoneo, como siempre. Ni bolilla que le di obvio porque ¿Qué iba a tener para arreglar de un coche fundido? ¿Con un destornillador? ¿Con una pinza? La piba estaba jugada, y cuando le dije su cara fue una pintura. Si hubiera tenido un teléfono a mano,le tomaba una foto para el recuerdo.
Y más aun fue su cara de espanto cuando le dije que podía alcanzarla con la moto. La miro, luego me miro a mí, y volvió a mirar la moto y muy lentamente negó con la cabeza.Para mayor maldad que me nacía en su situación, le dije a la piba que tenía que llamar al auxilio automotor y que probablemente tuviese que subirse a la cabina del camión apretada con dos flacos desconocidos. Eso pareció hacerle reaccionar un poco y, tragando saliva, al final se subió a la moto con todo el asco del mundo. Ya casi la tenía, solo tenía que jugármela un poco más.
Una vez hubo llegado el auxilio y tomado los datos de la piba, arranque mi preciosa y seguí por Libertador derecho hasta que pude retomar para el lado de Maipú. Doblo a la izquierda, enfilando para Cabildo, y siento que la flaca se remueve atrás mío ¿Qué iba a hacer? ¿Tirarse de la moto? Eso era decirle chau a su carrera como futura Leona. Acelere, y seguí derecho.
A la altura de Alvarez Thomas tenía un bulo, más bien un pequeño taller mecánico. Al frenar en el semáforo le dije que la moto estaba haciendo un ruido raro y que iba a pasar por mi taller para arreglarla, ahí la pendeja se aprovechó y me pregunto si podía traerme el coche, me hubiese encantado decirle que si pero la verdad que mis conocimientos sobre cuatro ruedas eran casi nulos. Medio le desilusiono, pero se alegró un poco cuando le comente que podía pasarle números de conocidos que arreglaban descapotables.
Llegado al local a la piba le invite a ponerse cómoda. No tenía mucho más que cerveza, fernet,gaseosa y latas de atún en la heladera, porque después de todo era un taller y no un lugar donde vivir. Saque dos latas, pero ella ni toco la suya, se haciala fina la muy boluda y miraba a cada rato la hora de su reloj de muñeca. Yo memoría de risa a mis adentros, no sabía la que le esperaba a la piba. —¿Te falta mucho? Ya te dije que se me hace tarde para ir a ver a mi novio—. Le dije nomas de diez minutos, bufo, y luego le dije que si tardaba mas le pagaba un taxi¿Cómo? Ni puta idea. No tenía un peso en el bolsillo, pero al menos la mantenía contenta.
A los quince minutos vuelve a interrumpirme. —Pasaron quince, dale flaco dame la guita para el taxi—. Cuando le dije que no la tenía me empezó a putear tanto pero tanto que al final solo pude comenzar a reírme a carcajadas. Era una situación rara,pero la boluda estaba ahí desesperada y yo con mi moto metiendo la mano en el aceite y la grasa que no tenía absolutamente nada. Pobrecita. —¡Deja de reírte hijo de puta! Voy a llamar a mi viejo para que te echen del club de una vez por todas, linyera de mierda—. Seguía puteandome. Tome un trago de mi lata y me acomode en el suelo sonriéndole con toda la maldad encima.
—La posta es que la moto no tiene nada, nena. Te traje acá porque te voy a romper bien el orto ahí,en esa cama—. En realidad, era un catre viejo de resorte, pero para la situación bien útil iba a resultar. Cuando le dije eso la pendeja se puso más gritona,roja de la bronca y de las ganas de matarme, hasta me tiro con una pinza que no me dio en la cabeza porque me corrí y apenas me paso por al lado de la oreja.Cuando se calmó, y dejo de tirarme cosas, me miro con odio.
—Pero tengo novio—. Dijo nuevamente. Si, tenía novio, pero yo tenía las llaves del taller y hasta podía llevarla a la casita del futuro cornudo bien rápido en la moto. —No voy a dejarme coger por vos, pero te dejo sacarme fotos en bolas ¿Y me llevas a su casa?—. Era un buen trato, le aclare que de esto no tenía ni que enterarse su viejo, y ella me dijo que no se iba a enterar nadie. Acepte, estrechamos las manos muy formalmente, y mientras abría el catre comenzó a sacarse la ropa.
—Eh despacito pendeja que quiero sacar las fotos y si quiero me hago un pajon mirándote ¿Entendiste?—.Volvió a putearme, volví a reírme. Si, podía hacerse la indignada todo lo que quería pero ya estaba medio en bolas y si no quería que le tire la ropa a la basura tenía que hacer lo que le decía. Acepto, de nuevo, y comenzamos.
A los quince minutos de fotos y poses, me abrí el pantalón y saque la pija para hacerme la paja que tanto quería. Ella me miro con asco, pero luego cambio la mirada por curiosidad y hasta se acercó despacio. —Temes la pija más gruesa que mi novio—.Balbuceo, le invite a tocar. Me paso la mano despacio, no tenía algo largo y bien lo sabía pero si grueso. —No, basta flaco, hacete la paja y llévame a su casa por favor—. Me soltó, me dio la espalda y comenzó a buscar su ropa. Yo me acerque de atrás de ella, ya sin el pantalón, y puse las manos en su cintura y le apoye bien la pija contra la línea del culo.—No flaco, basta, llévame a su casa—. Pero la muy puta movía el orto y se la acomodaba. Era ahora o nunca.
—Te dije que te voy a romper bien el orto pendeja, de acá salís diferente—. Y medio bruto, la tire sobre el catre, haciéndola caer con la cara contra el colchón y las piernas bien abiertas. Una imagen celestial, ver ese orto duro y bien entrenado ahí parado esperándome. Le escupa, le metí un dedo y me acerque rápido antes que reaccione. Cuando lo hizo, ya tenía dos dedos abriéndole y uno más en la concha.
—¡Para hijo deputa, más despacio! ¡Ponete un forro al menos!—. Reclamo, pero ni le escuche.Me acerque y me solté saliva en la punta de mi pene y sin pedir permiso, le metíla cabeza. La pendeja chillo como loca ¿Acaso se pensaba que era su noviecito cheto de Olivos? Empuje para adelante, y comenzó a golpear el colchón con la mano mientras se movía para que me saliera.
Con una de mis rodillas sobre el colchón, y mis manos fuertemente agarradas a la pequeña cintura, me detuve solo porque ella me lo pedía. Realmente hubiera seguido,disfrutaba taladrar esa zona de su cuerpo tan cerrada, tan apretada, pero ella parecía de verdad desesperada por mi invasión a su interior.
—Por favor, por favor salí. Me estas matando—. Sollozaba. Gimoteaba. Y yo, aun agarrándole su cuerpo, le acariciaba despacio. Si, le dije que iba a hacerle caso, y cuando respiro aliviada y sentí que se aflojaba termine de meterme en ella.
Volví a sentir la presión, y escuche el chillido que pego ¿Dolor? ¿Sorpresa? ¿Gozo? Ya no importaba. Sentía el calor de su concha en mis testículos y el calor del interior de su culo en mi miembro. —¡Salí te dije! ¡Me duele!—. Pero no me importaba. Lo disfrutaba. La muy pelotuda tendría que haberlo pensado varias veces antes de caer en los prejuicios que le metía el padre en la cabeza. La nena de papá abría bien sus piernas, y golpeaba el colchón con la palma de su mano, le escuchaba sollozar con la cara pegada a la almohada y como, en vano,trataba de empujarme poniendo su mano en mi vientre. —Te dije que te iba a romper bien el orto pendeja maleducada, anda a jugar ahora si podes—. Me burle.No sabía si era el placer de la venganza o el placer de estas penetrando un sitio que nadie más había probado hasta ese día, pero me sentía más grueso. Me apretaba, mucho, pero aun así no me separaba del cuerpo ajeno puesto que estaba volviendo loco. Comencé a embestirla lentamente, y ella seguía golpeando con la mano en el colchón. Entraba, ella gemía, apretaba la sabana. Salía, y ella suspiraba. Y de vuelta, profundo, me enterraba disfrutando al máximo y con saña.
Puedo asegurar que coger con amor, es una buena experiencia. Estas ahí, con la chica que queres, que te gusta, es muy diferente porque no es la de “hacer el amor”, no.Es coger, pero con cariño, donde buscas satisfacerte a vos mismo y al mismo tiempo a ella. Pero coger con bronca, con rabia, con odio…si tienen la chance, pruébenlo,es algo increíble. Bestia bruta, animal y salvaje, no se cuánto tiempo estuve dándole bomba a la pendeja, pero la pobre ya ni se resistía. Tenía la cara contra la almohada y cada tanto golpeaba el colchón con el puño. Al cabo de un rato, la agarre bien fuerte y solté un gruñido mientras le llenaba el orto de leche como tanto tiempo lo había deseado. Le di una cachetada fuerte y me acosté al lado de ella completamente cansado, pero sonriendo, disfrutando lo que había conseguido. Tardo un rato en reaccionar, y cuando se levantó se fue derecho al baño “Chau” pensé “Esta llama a la cana y me voy para adentro, contento, pero adentro al fin” pero al mirar en la mesa donde estaba su ropa vi que estaba su teléfono celular vibrando con una foto de un pibe carilindo en una playa. Escuche el inodoro en el baño, la canilla de agua cerrar y la llave de la luz que se apagaba.
Volvió a acercarse caminando despacio a la cama, notaba que había estado llorando y en el baño se había lavado la cara. Me miro de vuelta la pija enrojecida, estaba enojada, muy enojada. Ya comenzaba a pensar que me estaba metiendo en un capítulo de mujeres asesinas cuando ella se alejó y respondió la llamada de su novio.—No, estoy atrasada con las chicas. Sí, yo también te amo, en cuanto término y voy para allá—. Corto y apago el teléfono. Ya comenzando a sentir el cosquilleo en las bolas de que en cualquier momento me mataba, encima en la mesa tenía el cuchillo de cocina. —¿Así que todo este tiempo querías cogerme, hijo de puta?—.Se dio vuelta y volvió a la cama, mirándome fijo. Sus ojos verdes enrojecidos por las lágrimas eran puro fuego. —No sabes la que te espera ni con quien te metiste hijo de puta—. Ella abrió la lata que le había dado antes y se la tomo de un trago. Agarro la mía y me la tiro encima. —Ahora…me toca a mí—. Y se me tiro encima, hecha una fiera, fuera de si por completo, muy diferente a la pendeja de la que me había aprovechado hacia media hora nomas…
Pronto la parte 2 y final del relato
Uno de esos que pidieron que me echaran y perdiera así mi fuente de trabajo fue el señor Ordoñez (Nombre ficticio, aclaro) Un tipo que desde el primer día que había empezadoa trabajar ahí me quería fuera. Era como si el tipo, al pagar la cuota mensual del club de toda su familia en verde, se sintiese parte del dueño del Club ¿Podía?Claro, pero el presidente poco le importaba lo que el buen hombre opinara sobre mí. Título de enfermero, título de veterinario, voluntario de la Cruz Roja ¿Qué más le importaba lo que pensaran de mí, al presidente, por mi moto o algunos tatuajes o el pelo largo?
La hija de Ordoñez era la peor por lejos de su prole familiar. La madre, por suerte, se habíaa costumbrado a mi presencia en el club y hasta juraría que la vieja solía lanzarme alguna indirecta. Nunca lo comentaba con nadie, pero la bruja estaba para partirla al medio. Pero la hija era terrible, peor que el padre, no me miraba ni me saludaba si quiera y más de una vez armo escandalo para que corriera mi moto (Estacionada como debía) Para que ella pudiera poner su descapotable. Una nena de papá en todas las de la ley.
Ella era jugadora de la primera división del equipo de hockey, la tenía muy creída, caminaba como si fuera la mejor de todos en el club y hablaba de una manera que daban ganas de surtirla para que se eduque. A los encargados del mantenimiento los mangoneaba, se burlaba de las chicas de las otras divisiones, y siempre exigía tener el mejor lugar en el estacionamiento del club para su coche. La pendeja la conocía de hacía años, alta, rubiecita tirando más al pelirrojo. Entrenar en hockey le había hecho sacar un culo prominente, bien parado, que era imposible ignorar ni siquiera en el trabajo.Capaz que no tenía una buena delantera, pero con la operación…era un combo completo. En otras palabras, la pendeja era un camión…y yo siempre desee reventarme de frente contra.
Y llego el día.Termine mi turno y agarre con la moto Libertador derecho para salir a Belgrano. Clima de primavera, ni muy caliente ni muy fresco, una tarde ideal para tirarse a dormir una buena siesta cerveza mediante. Venía manejando lo más bien hasta que reconozco el descapotable rojo fuerte de la pendeja estacionado y ella, de brazos cruzados y con cara de orto. Me la tenía que jugar, de ultima perdía mi puesto de trabajo y complacía al viejo para variar.
—¿Qué paso pendeja,se te fundió la carroza?—. Dije, al acercarme, medio a modo de saludo y medio a burla. Ella me reconoció al toque y se tapó la cara con las manos, ya sabiendo yo que ese gesto significaba que si estaba enojada mi presencia le molestaba el doble o el triple ahí, viéndola humillada y desamparada; Como buen caballero me baje de la moto y abrí una de las mochilas, donde tenía las herramientas, me acerque al coche y sin pedirle permiso abrí el capot. El humo negro y el olor a plástico quemado me pego de lleno y me dejo medio boludo, y al ver adentro dela maquina parecía que la piba no era asidua al taller mecánico.
—¿Y? ¿Qué tiene?Dale arréglalo rápido que me espera mi novio—. Mangoneo, como siempre. Ni bolilla que le di obvio porque ¿Qué iba a tener para arreglar de un coche fundido? ¿Con un destornillador? ¿Con una pinza? La piba estaba jugada, y cuando le dije su cara fue una pintura. Si hubiera tenido un teléfono a mano,le tomaba una foto para el recuerdo.
Y más aun fue su cara de espanto cuando le dije que podía alcanzarla con la moto. La miro, luego me miro a mí, y volvió a mirar la moto y muy lentamente negó con la cabeza.Para mayor maldad que me nacía en su situación, le dije a la piba que tenía que llamar al auxilio automotor y que probablemente tuviese que subirse a la cabina del camión apretada con dos flacos desconocidos. Eso pareció hacerle reaccionar un poco y, tragando saliva, al final se subió a la moto con todo el asco del mundo. Ya casi la tenía, solo tenía que jugármela un poco más.
Una vez hubo llegado el auxilio y tomado los datos de la piba, arranque mi preciosa y seguí por Libertador derecho hasta que pude retomar para el lado de Maipú. Doblo a la izquierda, enfilando para Cabildo, y siento que la flaca se remueve atrás mío ¿Qué iba a hacer? ¿Tirarse de la moto? Eso era decirle chau a su carrera como futura Leona. Acelere, y seguí derecho.
A la altura de Alvarez Thomas tenía un bulo, más bien un pequeño taller mecánico. Al frenar en el semáforo le dije que la moto estaba haciendo un ruido raro y que iba a pasar por mi taller para arreglarla, ahí la pendeja se aprovechó y me pregunto si podía traerme el coche, me hubiese encantado decirle que si pero la verdad que mis conocimientos sobre cuatro ruedas eran casi nulos. Medio le desilusiono, pero se alegró un poco cuando le comente que podía pasarle números de conocidos que arreglaban descapotables.
Llegado al local a la piba le invite a ponerse cómoda. No tenía mucho más que cerveza, fernet,gaseosa y latas de atún en la heladera, porque después de todo era un taller y no un lugar donde vivir. Saque dos latas, pero ella ni toco la suya, se haciala fina la muy boluda y miraba a cada rato la hora de su reloj de muñeca. Yo memoría de risa a mis adentros, no sabía la que le esperaba a la piba. —¿Te falta mucho? Ya te dije que se me hace tarde para ir a ver a mi novio—. Le dije nomas de diez minutos, bufo, y luego le dije que si tardaba mas le pagaba un taxi¿Cómo? Ni puta idea. No tenía un peso en el bolsillo, pero al menos la mantenía contenta.
A los quince minutos vuelve a interrumpirme. —Pasaron quince, dale flaco dame la guita para el taxi—. Cuando le dije que no la tenía me empezó a putear tanto pero tanto que al final solo pude comenzar a reírme a carcajadas. Era una situación rara,pero la boluda estaba ahí desesperada y yo con mi moto metiendo la mano en el aceite y la grasa que no tenía absolutamente nada. Pobrecita. —¡Deja de reírte hijo de puta! Voy a llamar a mi viejo para que te echen del club de una vez por todas, linyera de mierda—. Seguía puteandome. Tome un trago de mi lata y me acomode en el suelo sonriéndole con toda la maldad encima.
—La posta es que la moto no tiene nada, nena. Te traje acá porque te voy a romper bien el orto ahí,en esa cama—. En realidad, era un catre viejo de resorte, pero para la situación bien útil iba a resultar. Cuando le dije eso la pendeja se puso más gritona,roja de la bronca y de las ganas de matarme, hasta me tiro con una pinza que no me dio en la cabeza porque me corrí y apenas me paso por al lado de la oreja.Cuando se calmó, y dejo de tirarme cosas, me miro con odio.
—Pero tengo novio—. Dijo nuevamente. Si, tenía novio, pero yo tenía las llaves del taller y hasta podía llevarla a la casita del futuro cornudo bien rápido en la moto. —No voy a dejarme coger por vos, pero te dejo sacarme fotos en bolas ¿Y me llevas a su casa?—. Era un buen trato, le aclare que de esto no tenía ni que enterarse su viejo, y ella me dijo que no se iba a enterar nadie. Acepte, estrechamos las manos muy formalmente, y mientras abría el catre comenzó a sacarse la ropa.
—Eh despacito pendeja que quiero sacar las fotos y si quiero me hago un pajon mirándote ¿Entendiste?—.Volvió a putearme, volví a reírme. Si, podía hacerse la indignada todo lo que quería pero ya estaba medio en bolas y si no quería que le tire la ropa a la basura tenía que hacer lo que le decía. Acepto, de nuevo, y comenzamos.
A los quince minutos de fotos y poses, me abrí el pantalón y saque la pija para hacerme la paja que tanto quería. Ella me miro con asco, pero luego cambio la mirada por curiosidad y hasta se acercó despacio. —Temes la pija más gruesa que mi novio—.Balbuceo, le invite a tocar. Me paso la mano despacio, no tenía algo largo y bien lo sabía pero si grueso. —No, basta flaco, hacete la paja y llévame a su casa por favor—. Me soltó, me dio la espalda y comenzó a buscar su ropa. Yo me acerque de atrás de ella, ya sin el pantalón, y puse las manos en su cintura y le apoye bien la pija contra la línea del culo.—No flaco, basta, llévame a su casa—. Pero la muy puta movía el orto y se la acomodaba. Era ahora o nunca.
—Te dije que te voy a romper bien el orto pendeja, de acá salís diferente—. Y medio bruto, la tire sobre el catre, haciéndola caer con la cara contra el colchón y las piernas bien abiertas. Una imagen celestial, ver ese orto duro y bien entrenado ahí parado esperándome. Le escupa, le metí un dedo y me acerque rápido antes que reaccione. Cuando lo hizo, ya tenía dos dedos abriéndole y uno más en la concha.
—¡Para hijo deputa, más despacio! ¡Ponete un forro al menos!—. Reclamo, pero ni le escuche.Me acerque y me solté saliva en la punta de mi pene y sin pedir permiso, le metíla cabeza. La pendeja chillo como loca ¿Acaso se pensaba que era su noviecito cheto de Olivos? Empuje para adelante, y comenzó a golpear el colchón con la mano mientras se movía para que me saliera.
Con una de mis rodillas sobre el colchón, y mis manos fuertemente agarradas a la pequeña cintura, me detuve solo porque ella me lo pedía. Realmente hubiera seguido,disfrutaba taladrar esa zona de su cuerpo tan cerrada, tan apretada, pero ella parecía de verdad desesperada por mi invasión a su interior.
—Por favor, por favor salí. Me estas matando—. Sollozaba. Gimoteaba. Y yo, aun agarrándole su cuerpo, le acariciaba despacio. Si, le dije que iba a hacerle caso, y cuando respiro aliviada y sentí que se aflojaba termine de meterme en ella.
Volví a sentir la presión, y escuche el chillido que pego ¿Dolor? ¿Sorpresa? ¿Gozo? Ya no importaba. Sentía el calor de su concha en mis testículos y el calor del interior de su culo en mi miembro. —¡Salí te dije! ¡Me duele!—. Pero no me importaba. Lo disfrutaba. La muy pelotuda tendría que haberlo pensado varias veces antes de caer en los prejuicios que le metía el padre en la cabeza. La nena de papá abría bien sus piernas, y golpeaba el colchón con la palma de su mano, le escuchaba sollozar con la cara pegada a la almohada y como, en vano,trataba de empujarme poniendo su mano en mi vientre. —Te dije que te iba a romper bien el orto pendeja maleducada, anda a jugar ahora si podes—. Me burle.No sabía si era el placer de la venganza o el placer de estas penetrando un sitio que nadie más había probado hasta ese día, pero me sentía más grueso. Me apretaba, mucho, pero aun así no me separaba del cuerpo ajeno puesto que estaba volviendo loco. Comencé a embestirla lentamente, y ella seguía golpeando con la mano en el colchón. Entraba, ella gemía, apretaba la sabana. Salía, y ella suspiraba. Y de vuelta, profundo, me enterraba disfrutando al máximo y con saña.
Puedo asegurar que coger con amor, es una buena experiencia. Estas ahí, con la chica que queres, que te gusta, es muy diferente porque no es la de “hacer el amor”, no.Es coger, pero con cariño, donde buscas satisfacerte a vos mismo y al mismo tiempo a ella. Pero coger con bronca, con rabia, con odio…si tienen la chance, pruébenlo,es algo increíble. Bestia bruta, animal y salvaje, no se cuánto tiempo estuve dándole bomba a la pendeja, pero la pobre ya ni se resistía. Tenía la cara contra la almohada y cada tanto golpeaba el colchón con el puño. Al cabo de un rato, la agarre bien fuerte y solté un gruñido mientras le llenaba el orto de leche como tanto tiempo lo había deseado. Le di una cachetada fuerte y me acosté al lado de ella completamente cansado, pero sonriendo, disfrutando lo que había conseguido. Tardo un rato en reaccionar, y cuando se levantó se fue derecho al baño “Chau” pensé “Esta llama a la cana y me voy para adentro, contento, pero adentro al fin” pero al mirar en la mesa donde estaba su ropa vi que estaba su teléfono celular vibrando con una foto de un pibe carilindo en una playa. Escuche el inodoro en el baño, la canilla de agua cerrar y la llave de la luz que se apagaba.
Volvió a acercarse caminando despacio a la cama, notaba que había estado llorando y en el baño se había lavado la cara. Me miro de vuelta la pija enrojecida, estaba enojada, muy enojada. Ya comenzaba a pensar que me estaba metiendo en un capítulo de mujeres asesinas cuando ella se alejó y respondió la llamada de su novio.—No, estoy atrasada con las chicas. Sí, yo también te amo, en cuanto término y voy para allá—. Corto y apago el teléfono. Ya comenzando a sentir el cosquilleo en las bolas de que en cualquier momento me mataba, encima en la mesa tenía el cuchillo de cocina. —¿Así que todo este tiempo querías cogerme, hijo de puta?—.Se dio vuelta y volvió a la cama, mirándome fijo. Sus ojos verdes enrojecidos por las lágrimas eran puro fuego. —No sabes la que te espera ni con quien te metiste hijo de puta—. Ella abrió la lata que le había dado antes y se la tomo de un trago. Agarro la mía y me la tiro encima. —Ahora…me toca a mí—. Y se me tiro encima, hecha una fiera, fuera de si por completo, muy diferente a la pendeja de la que me había aprovechado hacia media hora nomas…
Pronto la parte 2 y final del relato
4 comentarios - A lo bestia con la pendeja. Pt1