El frio me habíagolpeado con fuerza al bajarme del micro en la ciudad donde ella vivía, y sinpensar siquiera que pronto estaría en una más que calurosa situación, subí lacremallera de la campera de cuero para intentar protegerme un poco del vientoinvernal que corría en la abierta estación de ómnibus. Ella me había dicho quele esperase, porque tenía que escaparse del trabajo para venir a buscarme, asíque fácilmente tenía quizás una hora por delante de espera mientras ellallegaba. Una hora que no desaproveche para nada, puesto que me senté cómodamentea volver a leer sus mensajes y de paso a mirar las fotos que me enviaba. Cuandouna dulce voz me llamo la atención, y casi que no la reconozco.
Su juvenil rostroy su mirada felina, brillante de alegría, me llamaba pero solo moviendo suslabios delicados y rosados, tarde un momento en darme cuenta de que noescuchaba que me hablaba por que tenía los auriculares puestos en mis oídos. Alsacármelos, el trino de su sonrisa hizo que me aleteara el corazón y un beso medio. Uno corto, de bienvenida, explorando. Me tomo de la mano con fuerza y mellevo hasta el estacionamiento donde tenía su coche estacionado. Lejos de ojoscuriosos de terceros, el segundo beso fue mucho más fogoso y definitivamentedeclare que mi campera abrigada era innecesaria. Al separarse, un hilito desaliva colgaba de sus labios y la conectaba directamente a la mía. Volvió abesarme, esta vez me mordió, me sonrió, y abrió la puerta de copiloto dondeenseguida me acomode luego de tirar mi bolso de viaje en el asiento de atrás.
El vehículoestaba frio, pero pronto ella lo hizo calentarse. Cuando nuestros labios seencontraron nuevamente sentí sus manos en mis piernas, haciendo presión con lapunta de sus dedos en mis muslos y subiendo hasta apretarme el paquete que yalo tenía medio endurecido. Eso me provocaba con fotos, y enseguida me resultabamolesto y diría que hasta doloroso el tener el jean apretándome. Quería sacármelo,pero fue ella la que me dijo que lo hiciera. Sonrió, y esa tierna mirada deniña dulce que tenia se convirtió en una felina expresión, con media mueca y elguiño de un ojo bajo. Era muchísimo mejor de lo que describía en sus mensajes,algo que ni siquiera podría describir con palabras. Fuera el viento golpeaba ytrataba de enfría su coche, dentro, dos personas se encontraban tras tantotiempo provocarse y prometerse. Esta vez, al separarse, el hilito de salivaquedo en la punta de mi miembro hacia su boca. Se relame, y tiernamente me dice“vamos”, no era una pregunta. Era una orden, firme y segura.
Atontado comoestaba por la pequeña y breve muestra recibida de su parte, tarde un poco endarme cuenta de que ella arranco y ya había salido al camino y yo seguía con mimiembro fuera y el pantalón bajo. Cualquiera podría verme ¿Acaso le importaba aella? No podría decirlo, tenía la vista fija en la carretera, tal vez evitandomirarme para no tentarse. Y, con completa sinceridad, de haber estado yo en su situación…probablementehubiese estacionado y nos hubiéramos mudado al asiento de atrás.
Me conto,mientras llegábamos al lugar, que tenía unas sorpresitas para darme que segurome iban a gustar ¿Mas que sus bellos labios rodeándome y que su lengua probándome?Tenía curiosidad, y se me hacía casi eterno el estar esperando que la puertadel estacionamiento del hotel alojamiento se abriera. Pero cuando lo hizo,cuando nos bajamos, no pude evitar que mi mano maleducada se aferrara a susnalgas y apretara. Por fin podía hacerlo, por fin podía tocarla, y así agarraday sin mucho disimulo nos metimos en nuestra habitación.
“Ponte cómodo” medijo y no creía que eso incluyera ser vendado y cegado con una franja de telade seda. Pero, si quería jugar, no me iba a negar. Era mi anfitriona, yo soloun invitado. Y en bóxer me quede esperando mientras escuchaba como ella iba y veníapor la habitación y de cuando en cuando se detenía para besarme. Cuando me diola orden de sacarme la venda, vi lo que venía viendo en fotos desde hacíatiempo.
Un corpiñotransparente que me dejaba poco a la imaginación, aunque ya los conocía a ladistancia, sus pezones duros apuntando a mi dirección. Su mano se acarició lacurvatura redonda y blanda de una parte de su cuerpo que prometía mi deleitetotal y que hizo que me inquietara. Su babydoll, que le cubría desde loshombros hasta poco más debajo de la cintura, donde el sujetador del portaligasque llevaba y una tanga bien entallada entre sus piernas largas y firmes. Sumalvada sonrisa me lo dijo todo sin que abriera la boca. Quería hacerme perderla apuesta, evidentemente.
Pronto comencé atomarle las fotos que me había pedido. De todos ángulos, y con cada una que letomaba, más me provocaba. Ella notaba que debajo de mi bóxer estaba más duroque antes en el estacionamiento y con cada pose nueva se jugaba más todavía. Pretendíaque me detuviera y que la tirara en la cama, que admitiera mi debilidad. Alcomprobar que podía aguantar e ignorar esa dureza en mi cuerpo, las prendasfueron desapareciendo una a una de su cuerpo.
Primero elcorpiño, y un primer plano de sus tetas redondas de pezones duros. Me preguntoque me parecía ahora que las tenía frente a mi cara y respondí que era unaimagen especial y más que soñada. Volví a tomarle fotos, de varios ángulos. Desu bolso ella saco un largo consolador que lo apretaba con ambas. Y mientras hacíaaquello, seguía mirándome, buscándome, insinuándoseme.
El babydoll hacíarato lo había dejado de lado, abriendo sus piernas delante de mi rostro porprimera vez y bajándose la tanga transparente poco a poco. El perfume que salíade su sexo estuvo a punto de hacer que dejara la cámara de lado y la tomara así,en esa posición. Pero yo sabía que si ganaba mi recompensa sería mucho mejor delo que habíamos hablado. Y haciendo un esfuerzo, sorprendentemente volví aignorarme y continúe mi labor.
Finalmente sequedaba en portaligas, desnuda, pero con las medias oscuras cubriendo susesbeltas piernas largas rematadas en unos zapatos de tacón. Enojada, sabiendoque había perdido, me miró fijamente y ahí pude soltar un largo suspiro y me sentéen la cama y le dije: Te gane. Ella sabía que significaba eso.
De rodillas gateohasta separarme las piernas y bajarme el bóxer para encontrarse con mi miembrofrente a sus ojos. Volvió a besarlo, a acariciarlo y luego una lamida suavepara calentar más aún si se podía el asunto. Tal vez, de enfado, me clavo losdientes en un lado y apretó con fuerza ¿Acaso pretendía hacerme enfadar? Porqueella no le convenía, sabía que me iba a desquitar luego; Entonces su boca se abrióde vuelta, me esperaba una segunda mordida voraz, pero la única voracidad que recibífue cuando me trago entero y casi sentí su garganta caliente en la punta rojadura de mi ser. Me rendí a ella, dejándome caer en la cama con los brazosabiertos. Ya había tomado las fotos, algo con lo que habíamos estado jugandomucho tiempo hasta que se dio el momento.
Aguante hasta elfinal, desde que comenzó a sacarse una a una las prendas de su cuerpo para quele tomara las fotos desde todos los ángulos hasta que tuve un primer plano deella por completo. Delante mío, podía sentir su aroma, su perfume, incluso enese momento aguante. Se lo había prometido, por supuesto, y bien había validola pena.
Acariciaba sulacio cabello mientras sentía sus carnosos labios y el aliento cálido en mipiel. La humedad de su saliva se impregnaba en mis partes más delicadas ygruñidos salían de mi garganta mientras su cabeza subía y bajaba. Todo habíacomenzado como una simple charla, un juego, nunca hubiera creído que podríaacabarse por volver realidad aquellas promesas de sexo fuerte y duro dondenuestros sexos se encontraban y se enrojecían por la fricción y la excitaciónque teníamos el uno hacia el otro. Ella levanta su mirada y se encuentra con lamía, unos ojos que cuando la vi por primera vez en la terminal de ómnibus erande una sonrisa brillante pero felina. Que presagiaban lo que pronto sucedería.
Una lamida más ydecide volver a levantarse. Me besa. Le beso. Mis manos rozan sus pechosredondos y suaves de pezones duros y entonces me da la espalda. Vuelvo a sentircalor, pero uno muy diferente. Más húmedo, más resbaloso. Su cabello cae librepor su espalda la cual le acaricio. Sube, baja. Me gusta. Me encanta. Lodisfrutaba. Había bien valido la pena el tiempo de espera, y cada vez que sesentaba y me clavaba en su interior solo deseaba que el tiempo que teníamos juntosno acabara. Quería quedarme allí, entre sus piernas desnudas, porque sentía quenada más importaba.
Tras un rato ellase dio vuelta y pude ver sus pechos subir y bajar mientras su cuerpo y el míochocaban. La habitación se había llenado de gemidos y gruñidos, de la carnechocando contra la carne, con nuestras miradas encontrándose. Yo a su merced,rendido a sus pies, agarrando su cintura y disfrutando sus fuertes movimientos.Ella sonriendo, mordiéndose su labio inferior, casi como agradecida por mivisita. Mis piernas comenzaron a temblar entonces y ella a tiempo se separó demi cuando dos espesos chorros de semen le salpicaron su vientre y su pelvis. Seacostó a mi lado, volvió a besarme, y se agacho para con su lengua limpiar loque había logrado.
Al regresar,ambos nos abrazamos y mientras recuperábamos el aliento me dijo, casi conmalicia, que esto apenas y estaba comenzando. Yo me acomode entre sus nalgas yapretaba sus pezones mientras su cuello besaba y si, sabía que apenas habíacomenzado. Teníamos toda la noche por delante para saciarnos…
...Continuara...
Dedicado a @sweetdragonfly_
Su juvenil rostroy su mirada felina, brillante de alegría, me llamaba pero solo moviendo suslabios delicados y rosados, tarde un momento en darme cuenta de que noescuchaba que me hablaba por que tenía los auriculares puestos en mis oídos. Alsacármelos, el trino de su sonrisa hizo que me aleteara el corazón y un beso medio. Uno corto, de bienvenida, explorando. Me tomo de la mano con fuerza y mellevo hasta el estacionamiento donde tenía su coche estacionado. Lejos de ojoscuriosos de terceros, el segundo beso fue mucho más fogoso y definitivamentedeclare que mi campera abrigada era innecesaria. Al separarse, un hilito desaliva colgaba de sus labios y la conectaba directamente a la mía. Volvió abesarme, esta vez me mordió, me sonrió, y abrió la puerta de copiloto dondeenseguida me acomode luego de tirar mi bolso de viaje en el asiento de atrás.
El vehículoestaba frio, pero pronto ella lo hizo calentarse. Cuando nuestros labios seencontraron nuevamente sentí sus manos en mis piernas, haciendo presión con lapunta de sus dedos en mis muslos y subiendo hasta apretarme el paquete que yalo tenía medio endurecido. Eso me provocaba con fotos, y enseguida me resultabamolesto y diría que hasta doloroso el tener el jean apretándome. Quería sacármelo,pero fue ella la que me dijo que lo hiciera. Sonrió, y esa tierna mirada deniña dulce que tenia se convirtió en una felina expresión, con media mueca y elguiño de un ojo bajo. Era muchísimo mejor de lo que describía en sus mensajes,algo que ni siquiera podría describir con palabras. Fuera el viento golpeaba ytrataba de enfría su coche, dentro, dos personas se encontraban tras tantotiempo provocarse y prometerse. Esta vez, al separarse, el hilito de salivaquedo en la punta de mi miembro hacia su boca. Se relame, y tiernamente me dice“vamos”, no era una pregunta. Era una orden, firme y segura.
Atontado comoestaba por la pequeña y breve muestra recibida de su parte, tarde un poco endarme cuenta de que ella arranco y ya había salido al camino y yo seguía con mimiembro fuera y el pantalón bajo. Cualquiera podría verme ¿Acaso le importaba aella? No podría decirlo, tenía la vista fija en la carretera, tal vez evitandomirarme para no tentarse. Y, con completa sinceridad, de haber estado yo en su situación…probablementehubiese estacionado y nos hubiéramos mudado al asiento de atrás.
Me conto,mientras llegábamos al lugar, que tenía unas sorpresitas para darme que segurome iban a gustar ¿Mas que sus bellos labios rodeándome y que su lengua probándome?Tenía curiosidad, y se me hacía casi eterno el estar esperando que la puertadel estacionamiento del hotel alojamiento se abriera. Pero cuando lo hizo,cuando nos bajamos, no pude evitar que mi mano maleducada se aferrara a susnalgas y apretara. Por fin podía hacerlo, por fin podía tocarla, y así agarraday sin mucho disimulo nos metimos en nuestra habitación.
“Ponte cómodo” medijo y no creía que eso incluyera ser vendado y cegado con una franja de telade seda. Pero, si quería jugar, no me iba a negar. Era mi anfitriona, yo soloun invitado. Y en bóxer me quede esperando mientras escuchaba como ella iba y veníapor la habitación y de cuando en cuando se detenía para besarme. Cuando me diola orden de sacarme la venda, vi lo que venía viendo en fotos desde hacíatiempo.
Un corpiñotransparente que me dejaba poco a la imaginación, aunque ya los conocía a ladistancia, sus pezones duros apuntando a mi dirección. Su mano se acarició lacurvatura redonda y blanda de una parte de su cuerpo que prometía mi deleitetotal y que hizo que me inquietara. Su babydoll, que le cubría desde loshombros hasta poco más debajo de la cintura, donde el sujetador del portaligasque llevaba y una tanga bien entallada entre sus piernas largas y firmes. Sumalvada sonrisa me lo dijo todo sin que abriera la boca. Quería hacerme perderla apuesta, evidentemente.
Pronto comencé atomarle las fotos que me había pedido. De todos ángulos, y con cada una que letomaba, más me provocaba. Ella notaba que debajo de mi bóxer estaba más duroque antes en el estacionamiento y con cada pose nueva se jugaba más todavía. Pretendíaque me detuviera y que la tirara en la cama, que admitiera mi debilidad. Alcomprobar que podía aguantar e ignorar esa dureza en mi cuerpo, las prendasfueron desapareciendo una a una de su cuerpo.
Primero elcorpiño, y un primer plano de sus tetas redondas de pezones duros. Me preguntoque me parecía ahora que las tenía frente a mi cara y respondí que era unaimagen especial y más que soñada. Volví a tomarle fotos, de varios ángulos. Desu bolso ella saco un largo consolador que lo apretaba con ambas. Y mientras hacíaaquello, seguía mirándome, buscándome, insinuándoseme.
El babydoll hacíarato lo había dejado de lado, abriendo sus piernas delante de mi rostro porprimera vez y bajándose la tanga transparente poco a poco. El perfume que salíade su sexo estuvo a punto de hacer que dejara la cámara de lado y la tomara así,en esa posición. Pero yo sabía que si ganaba mi recompensa sería mucho mejor delo que habíamos hablado. Y haciendo un esfuerzo, sorprendentemente volví aignorarme y continúe mi labor.
Finalmente sequedaba en portaligas, desnuda, pero con las medias oscuras cubriendo susesbeltas piernas largas rematadas en unos zapatos de tacón. Enojada, sabiendoque había perdido, me miró fijamente y ahí pude soltar un largo suspiro y me sentéen la cama y le dije: Te gane. Ella sabía que significaba eso.
De rodillas gateohasta separarme las piernas y bajarme el bóxer para encontrarse con mi miembrofrente a sus ojos. Volvió a besarlo, a acariciarlo y luego una lamida suavepara calentar más aún si se podía el asunto. Tal vez, de enfado, me clavo losdientes en un lado y apretó con fuerza ¿Acaso pretendía hacerme enfadar? Porqueella no le convenía, sabía que me iba a desquitar luego; Entonces su boca se abrióde vuelta, me esperaba una segunda mordida voraz, pero la única voracidad que recibífue cuando me trago entero y casi sentí su garganta caliente en la punta rojadura de mi ser. Me rendí a ella, dejándome caer en la cama con los brazosabiertos. Ya había tomado las fotos, algo con lo que habíamos estado jugandomucho tiempo hasta que se dio el momento.
Aguante hasta elfinal, desde que comenzó a sacarse una a una las prendas de su cuerpo para quele tomara las fotos desde todos los ángulos hasta que tuve un primer plano deella por completo. Delante mío, podía sentir su aroma, su perfume, incluso enese momento aguante. Se lo había prometido, por supuesto, y bien había validola pena.
Acariciaba sulacio cabello mientras sentía sus carnosos labios y el aliento cálido en mipiel. La humedad de su saliva se impregnaba en mis partes más delicadas ygruñidos salían de mi garganta mientras su cabeza subía y bajaba. Todo habíacomenzado como una simple charla, un juego, nunca hubiera creído que podríaacabarse por volver realidad aquellas promesas de sexo fuerte y duro dondenuestros sexos se encontraban y se enrojecían por la fricción y la excitaciónque teníamos el uno hacia el otro. Ella levanta su mirada y se encuentra con lamía, unos ojos que cuando la vi por primera vez en la terminal de ómnibus erande una sonrisa brillante pero felina. Que presagiaban lo que pronto sucedería.
Una lamida más ydecide volver a levantarse. Me besa. Le beso. Mis manos rozan sus pechosredondos y suaves de pezones duros y entonces me da la espalda. Vuelvo a sentircalor, pero uno muy diferente. Más húmedo, más resbaloso. Su cabello cae librepor su espalda la cual le acaricio. Sube, baja. Me gusta. Me encanta. Lodisfrutaba. Había bien valido la pena el tiempo de espera, y cada vez que sesentaba y me clavaba en su interior solo deseaba que el tiempo que teníamos juntosno acabara. Quería quedarme allí, entre sus piernas desnudas, porque sentía quenada más importaba.
Tras un rato ellase dio vuelta y pude ver sus pechos subir y bajar mientras su cuerpo y el míochocaban. La habitación se había llenado de gemidos y gruñidos, de la carnechocando contra la carne, con nuestras miradas encontrándose. Yo a su merced,rendido a sus pies, agarrando su cintura y disfrutando sus fuertes movimientos.Ella sonriendo, mordiéndose su labio inferior, casi como agradecida por mivisita. Mis piernas comenzaron a temblar entonces y ella a tiempo se separó demi cuando dos espesos chorros de semen le salpicaron su vientre y su pelvis. Seacostó a mi lado, volvió a besarme, y se agacho para con su lengua limpiar loque había logrado.
Al regresar,ambos nos abrazamos y mientras recuperábamos el aliento me dijo, casi conmalicia, que esto apenas y estaba comenzando. Yo me acomode entre sus nalgas yapretaba sus pezones mientras su cuello besaba y si, sabía que apenas habíacomenzado. Teníamos toda la noche por delante para saciarnos…
...Continuara...
Dedicado a @sweetdragonfly_
2 comentarios - Fotografo a domicilio
Increible relato 👏